Nitu, nombre de un producto que no sirve para desinfestar ni quitar el sucio, más bien lo atrae y, como tal se utiliza como un elemento disociador que degenera y desprecia todo lo que huela a comunismo o se enlace con él, es vorazmente sensible al tacto anticomunista y sus partículas negativas tienen el poder de descomponer lo que mire y lo que toque al alcance de su ignominia que altera la sensibilidad humana, hasta implicarla en la desgracia de viciar con su lenguaje troquelado las mil y una noches del pueblo venezolano y, es que esta carátula vivencial de mujer sin recato, bajo perfil y sin vergüenza alguna, se anclaba todas las tardes en Globoterror, para suplir en Aló Ciudadano a Leopoldo Castillo, el terror de los curas, que por él ella se encargó de despotricar del Gobierno a sus anchas, desvirtuar situaciones y crear rumores inicuos, para saciar las penurias domésticas de germen sin control y cobrar con deleite buena bonificación, producto del trafico preconcebido en el libreto generalizado que hay que seguir al pie de la letra.
Nitu, por más que te pintorrees o te tongonees, dice, lo escrito con letras rojas en el baño de la decencia, siempre se te ve el bojote, lo que envuelve tu desgarbada realidad antes las cámaras de televisión que sudan el excremento que sale a borbollones por el ducto de la información como palabras sueltas bien estrujadas de tus vísceras de hidra.
Nitu, te inflas como un globo de semejanzas, aparcando en el infierno de tu desgracia y, como una buena pérfida sin atavíos que consuelen tu pasión desafinada al espectro caraqueño, desde donde lambuceaste las zalameras frases emborronadas de tus caprichos a la empresa que te absorbe en un firmamento desleal y, feliz se te vio barruntando el ocaso de los tocados que se reencuentran con tus caprichos embalsamados de ofensas y derramaste frases que se las llevó el viento de la perversidad por estúpidas y prejuiciosas y, sin atención alguna, te empozaste y, creíste desbordarte fácilmente, sin imaginar que lo empozado como lo represado no se escapará jamás a no ser que la succiones por alguna parte, ves, lo imbécil que eres cuando planteas situaciones de la cual no tienes experiencia, ni sustento que te apoyen y, en ese amasijo de necedades condenas a ese mundillo de desatinados que te ven y oyen, para su desgracia.
Nitu, imagino que debes llegar a tu casa después de bambolear la tarde y parte de la noche a derretirte de satisfacción con la aprobación de los tuyos, tan perversos como tú y, supongo que debes sentirte turbulenta de la actuación “desastrosa” que dejaste atrás en la planta y dormirás a tus anchas con un tizón por dentro, de esos que arden lentamente y consumen la ignorancia de los arrogantes, privilegiados de riqueza y bienes y, pobres de bondades y sutilezas, acariciando el desorden que los invade sin provecho al bien común.
Nitu, qué de cosas te habrán pasado para condenar a tu gente a ese martirio de oírte y verte cuando sales a escena, castigados como reos de la política enlatada por los laboratorios de la ociosidad que te encadena a vivir sin pasatiempos que colmen la realidad del momento y, te consumen sin marcha atrás a respirar saturada de tu propio egoísmo.
Nitu, ¿alguna vez te has visto en un espejo real?, ¿si?, tal cual eres, embalsamada de nervios que te atrapan como demonios en tu petrificada apariencia que incomoda de angustia y, te desprecia el público que dejó de verte por parecerte a una bruja, bruja del estercolero que barres con tus disparates al por mayor, aunado a la soledad de tu insomnio, que te perfuma de miedo, miedo que calza bien a tu imagen y semejanza.
Nitu, en cada actuación tuya en el canal del terror y de la confrontación política, te acercas más a un terremoto sin epicentro definido, que arrasa con la paciencia de la oposición que se prestan a servirte de sostén para que injuries a tu placer sus almas de plagas infestadas.
Nitu, te has tatuado de tanta acrecencia, que ni con agua bendita, que te rieguen los obispos de la Conferencia Episcopal Venezolana te salvarán de morir corrompida de odio.
Nitu, tu silueta atemoriza a la proyección de tu figura que se esconde en el palco de las sombras y que algún día se marchitará hastiada de ti misma.
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