En el Tigre, un felino se mama a su cachorro

Se trata de un “político”, autodefinido como “de mucha trayectoria”, porque nadie más estaba en condiciones de hacerlo. Lo anodino es casi permanente, solo interrumpido por el empeño del hijo en hacerle notar a como dé lugar. No se sabe que motiva al hijo, habría que manejar muchos detalles, pero es obvio que el deseo de éste por empujar al padre, para que trepe en la escala política, va más allá de lo filial.

Jesús Paraqueima, es un padre – es lo más resaltante – por quien su hijo, cosa curiosa, pues suele ser al revés, se empeña que le siga las huellas y para eso lo hala. Algo como así como dejarle mamar su tetero.

No es un Alejandro, aquel que sustituyó a su padre Filipo, rey de los macedónicos y unificador de Grecia. Este último, el mismo que inspiró en Bolívar aquella frase en “La Carta de Jamaica”, “ojalà el istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos”.

Filipo marcó el rumbo y empezó por la unificación griega, consolidada en el congreso celebrado en el istmo mencionado por Bolívar. Muerto el rey de los macedonios y luego de los griegos, bajo el Imperio Macedónico, Alejandro, su hijo no su papá, continuó la labor y la llevó tan lejos hasta construir el imperio más extenso y próspero que se había conocido.

Jesús Paraquiema no es un Alejandro, porque no es el hijo de Filipo sino el padre de Ernesto. Además suele esperar y espera que el hijo se lance a la batalla y por algún acontecer fortuito aparece a recoger aplausos o desechos de aquel. Eso si, no lo hace porque le dé la gana ni por tener voluntad de hacerlo, sino porque el muchacho se lo exige.

José Bonaparte, llegó a ser registrado en la historia, no por echarse palos sin discreción y medida, tanto que le llamaron “Pepe Botella”, sino por ser hermano de Napoleón, quien siempre se empeñó en ponerle donde había, como para que al huir de España, donde estuvo de rey doblemente impostor, dejó abandonada una valija, valiosa por la abundancia de mal habidas joyas en ella. Porque el amor fraternal de Napoleón quiso que José gozase de los beneficios de su gloria, aunque fuese tomando lo que suyo no era, el poder mismo, y bebiendo como cosaco.

Jesús Paraqueima, pide que le reconozcan por lo que es, “un político de trayectoria”, como se auto califica, y no por el padre de alguien quien le quiere sacar del anonimato a como dé lugar y hasta subirle con zancos. Pero la verdad es que en nuestro ámbito, donde sólo llega su nombre, apenas se le reconoce por el papi del hijo. Este por cierto, se ha hecho conocido a nivel del Estado por ese extraño proceder y forma de dejar constancia de su amor filial.

Pero segundas partes jamás son buenas. Copiar solo conduce al fracaso y la oscurana. Sabiendo eso, Simón Rodríguez invitaba con tesón a “inventar o errar”. Decimos esto porque Ernesto Paraquiema, a nivel de nuestro Estado y dentro de la oposición, no fue el inventor de esa manera “tierna” de manifestar amor haciendo política; que no es lo mismo de hacer política haciendo el amor. Se le adelantó el jovencito Marcano, quien comenzó de manera temprana una carrera rutilante, siendo Alcalde de Lecherías, para lo que hizo uso de unas espuelas puertorriqueñas de dudoso origen que parecieron amolárseles en los primeros combates. Este, sobreestimándose y como aletargado cual Edipo rey, se empeñó que su madre le sustituyese en la Alcaldía, mientras el fue por la gobernación. Sólo que la doble tarea fue mucho camisón para Petra. O lo que es lo mismo, para Edipo y Yocasta. Edipo terminó en esposo de ésta, quien aparentemente era su madrastra, pero verdadera madre. En un arroz con mango pues.

De manera que, si Jesús Paraqueima quiere que se le reconozca por su trayectoria, que la inicie. Se retrate solo y deje de estar parapetado tras del hijo. Ya está grandecito para tomarse el tetero de los chamos.


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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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