El infortunio histórico hizo que al territorio de lo que actualmente es Venezuela, llegara en 1498 el desquiciado mental Cristóbal Colón y su caterva de bandidos saqueadores, violadores, asesinos y depravados de todo tipo. Esta gente, en su mayoría ex presidiarios cumpliendo funciones de marineros, muy cargados de ambiciones y de conducta asocial, conquistaron a sangre y fuego los territorios de ultramar y en cada lugar dejaron la mala semilla, que ha venido viajando en el ADN del tiempo. Es por ello que en nuestras ciudades observamos que existen lugares donde, aunque se realicen importantes inversiones en materia de bienes y servicios para mejorar las condiciones de bienestar ciudadano, la imagen urbana resulta deprimente y hasta tétrica. Parece que a sus habitantes les gustase ser desaseados y desordenados en extremo.
En muchas ocasiones se han construido urbanismos para adecentar lo que antes eran comunidades de ranchos de latón, cartones y materiales diversos desechados. Se erigieron edificaciones habitacionales con sus respectivos servicios, que luego fueron entregados a los antiguos habitantes del rancherío, sin embargo, pasado un corto tiempo aparecieron las mismas características anteriores: Basura regada en las calles, aguas negras corriendo al borde de las aceras, uno que otro anexo a las viviendas construidas con las muy comunes latas de zinc o cercados de alambres de púas, decenas de perros realengos deambulando entre la basura y los frentes de casas, una que otra cochinera en pequeños patios y las muy comunes tapas de ventiladores, tubos de luz descartados, junto a alambradas diversas coronando las casas y haciendo funciones de ingeniosas antenas receptoras de la señal televisiva, en fin, un espectáculo urbano digno de una deprimida aldea africana.
Hemos constatado por ejemplo, que el programa de sustitución de ranchos por viviendas hacia y entregaba las casas muy bonitas pero al día siguiente las consabidas paredes metálicas del rancho anterior pasaban a formar parte de la cerca perimetral, casi como con la intención de que nadie viera la nueva y decente construcción, o quizá porque era tanto el afecto amoroso hacia las desvencijadas láminas de zinc, que preferían mantenerlas allí cerquitica de ellos, los propietarios. También para decorar mejor sus nuevas casas nunca faltan envases de distintos tipos ya descartados o los cajones de cocinas, neveras y lavadoras haciendo las veces de materos. Toda una pródiga exposición de la expresión cultural, cuya mayor manifestación es el rancho sembrado sobre el hipotálamo cerebral.
La desgracia mayor es que esta cultura se ha propagado al colmo de convertirse en epidemia y aposentarse en todas partes. Si es el caso que vamos de peatones debemos caminar sobre la calzada para vehículos porque las aceras están invadidas por quienes dicen defender su derecho al trabajo, pasándose por el trasero el derecho a la libre circulación y la seguridad de los demás, pero además agravando la cuestión con el estercolero que producen en cada jornada diaria. Decenas de peligrosas y antihigiénicas chatarras ambulantes bajo la figura del servicio de transporte por puesto o taxi. Velorios que se toman las calles o avenidas y sepelios que más parecen procesiones. Predicadores negociantes que han emprendido el negocio redondo de Iglesias ambulantes con la figura de Campañas evangelizadoras, que invaden y trancan calles, avenidas, plazas, instalaciones deportivas y hasta el propio centro de paseos urbanos de mucho tránsito peatonal y vehicular, sin respetar ninguna norma municipal, pues según sus propias palabras eso es un mandato celestial y claro está, necesitan seguir recogiendo el dinero a granel en tobos, pero las palabras permiso e impuesto municipal se les parece al mismo demonio en pelotas.
Toda esa cultura del rancho mental ha contagiado a los presuntuosos aspirantes a cargos políticos y a los propios gobernantes, quienes también montan sus tarantines urbanos sin respetar el derecho de libre circulación, para ellos ningún acto en espacio cerrado es bueno, para serlo tienen que hacer como los predicadores religiosos… en plena calle y con un alboroto similar a un concierto de rock ácido, revienta tímpanos y sin dejar descansar, dormir o ver televisión a nadie que esté cerca de ellos, algo tan escandaloso como el estilo preferido por los marihuaneros norteamericanos que idolatran a los grupos Kiss, Guns and Roses, Rolling Stones, o cualquier otro de esos estrafalarios cantantes.
El colmo de los practicantes de la cultura del rancho mental, es que muchos de ellos se disimulan entre los otros mortales y suelen fastidiarle la vida a sus vecinos con hatajos de perros o gatos que crían como mascotas pero jamás asean, haciendo que el aire circundante se contamine con la fetidez de las deposiciones caninas o felinas, o lo que en mayor parte de los casos sucede, que cada mañana dejan libres sus trapos de mecánicos en Cuatro patas –entiéndase mascota sarnosa y engarrapatada- para que vayan a infectar con excrementos los frentes o patios vecinos y así jorungarle la vida a los otros, quienes si asean sus casas. Sin embargo, este tipo de gente suele ser muy elocuente a la hora de hablar del pedigrí de sus animalejos.
También en los restaurantes, licorerías, mercados e instituciones diversas los cultores del rancho mental dejan su marca territorial, para ellos nada puede pasar por alto y si alguna vez se aquietan, es porque recargan las energías para volver hacia los próximos objetivos; Si alguien tiene duda de ello, solo deténgase unos cuantos minutos en medio de cualquier lugar y mire en derredor, captará vendedores de helados o comidas rápidas que se confunden con mecánicos de lo sucio que andan, tarantines variopintos con singulares accesorios, Barberos banqueros, si, banqueros porque cortan cabello o afeitan en un banco de plaza pública y hasta en el Paseo Libertador de San Fernando vemos sacar fotografías sobre caballos de madera y felpa, tal y como en las primeras películas de la cinematografía mexicana, como para demostrar cuanto hemos avanzado culturalmente en Apure.
Con todas nuestras apreciaciones lo que deseamos en verdad es tratar de incentivar la reflexión de nuestra población, pues es verdaderamente deprimente que nuestra Capital apureña y la mayoría de las poblaciones de la región, tengan imágenes que más se parecen más a un país africano que a una región de un país con las mayores reservas petroleras del mundo. Entendemos perfectamente que muchos se molestaran y buscarán recovecos argumentativos para justificar una que otra cosa, sin embargo, dejamos planteada la querella para quien quiera abordar el debate descarnado, tolerante y respetuoso de las ideas ajenas, lo cual obviamente no es fácil hoy día, pero muy interesante será grabar las opiniones al respecto y luego compararlas con la realidad objetiva que nos circunda. Casi no tengo dudas que las más ácidas o peyorativas opiniones contra las nuestras, serán las de los propios cultores del rancho mental, pues tampoco pueden evitar,,, el rancho dialectal. desideratum_apure@yahoo.com 07-03-2012.
Leído el 8/3/2012, en la radioemisora Alpha 97,5 FM, Programa “Con la Comunidad”, 8.30 AM
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