Teatro de la Ópera, ruina cultural de Aragua

La plaza Bolívar de Maracay se encuentra ahora rodeada de una cerca perimetral que choca a la vista de todos. No se requieren conocimientos de arquitectura para reconocer en ese cercado una especie de secuestro estético a la figura inmortal de Bolívar, quien ubicado en la impresionante estatua ecuestre centrada en la plaza, toma cada vez más la cara de bravura por ese desafuero y brilla en sus ojos el deseo de dar un salto en su fornido caballo por sobre ese tejido metálico. Ese adefesio está frente a los ojos del gobernador Tarek El Aissami y hasta el momento la decisión de permitir el libre acceso por cualquiera de sus lados, de regresarle al Pueblo ese derecho tan simple, para pasearse o para encontrase con el prócer en el bronce, sigue sin ejecutarse. Se han esgrimido asuntos de seguridad pública, del cuido de los jardines, de preparativos para una remodelación y otras más, todas creaciones para tontos, porque ninguna de las tres explica una inversión (desconocida hasta el momento) sobre la verdadera razón de construir esa aberrante estructura metálica. ¿Quién o quiénes fueron las genialidades que diseñaron el adefesio y los que aprobaron el gasto innecesario e injusto con el Pueblo de Aragua?

Pero en una de las esquinas de la Plaza Bolívar de Maracay yace, cual cadáver fétido, las ruinas de lo que fue el Teatro de la Ópera, rodeado también de una cerca perimetral, similar a la de la plaza. Perdí la cuenta de las veces que asistí a esas instalaciones para recrearme en las diversas expresiones culturales que allí tuvieron cabida, entre otras, las de algunas escuelas de danzas, y en especial de las niñas iniciadas en el ballet clásico. Teatro, música, danza, todo tenía espacio para reforzar la cultura en Aragua, hasta que una pequeñas modificaciones fueron progresivamente convirtiéndose en un proyecto de remodelación que solo dejó paredes laceradas, los pisos de mármol extraviados, los techos destruidos y la imagen dantesca de una especie de terremoto más un incendio están allí, frente a una de las intersecciones más transitadas de Maracay.

Tomo prestadas la palabras del Gobernador El Aissami, publicadas en Aporrea el 26 de Julio del 2013: “Por la irresponsabilidad de algunos funcionarios públicos y la complicidad de una empresa privada, en 2011 la Gobernación de Aragua inició trabajos de rehabilitación en el TOM, sin autorización del Instituto de Patrimonio Cultural de Venezuela…no podemos hablar de obras porque lo que hicieron fue destruir el Teatro de la Opera de Maracay”. El Presidente Maduro sabe del caso y se comenta que agarró su rabieta, pero hasta allí. Las revoluciones son para re-significar el patrimonio cultural de los Pueblos. Esa calamidad requiere que las políticas informativas del gobierno de Aragua y del gobierno nacional presenten cuentas a las víctimas, que somos todos los revolucionarios (y también los opositores ahora en concordia con el gobierno para temas muy delicados) que sentimos la pérdida de esa infraestructura. Recuperar tales instalaciones puede ser de plazo muy largo y de una inversión incalculable, que bien hubiera servido para planes de la Gran Misión Vivienda Venezuela.

¿Cuánto dolor y cuantas dudas acumuladas por esa calamidad? Pero en algo debemos trabajar los revolucionarios, al menos enseñar a nuestros hijos, que es lo que no se debe hacerse con los bienes públicos y con los reales del Pueblo.


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Miguel Mora Alviárez

Profesor Titular Jubilado de la UNESR, Asesor Agrícola, ex-asesor de la UBV. Durante más de 15 años estuvo encargado de la Cátedra de Geopolítica Alimentaria, en la UNESR.

 mmora170@yahoo.com

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