La convocatoria al próximo Congreso del PSUV arranca con muy mal pie. El anuncio de la Dirección Nacional de designar delegados “natos” en un número aproximado de casi el 50 % del total, en su mayoría diputados, alcaldes y gobernadores electos, a los que se sumarían los actuales coordinadores por área del Partido en cada una de las regiones (más de un centenar escogidos por la llamada “cooptación”) contraviene claramente los principios de participación protagónica que han sido parte esencial del proceso revolucionario bolivariano durante estos años.
Esta decisión conculca el derecho a decidir del colectivo militante y coloca el Partido de manera abierta en manos de la burocracia estatal, la cual, desde ya, comienza a moverse para el control clientelar o coactivo del resto de los delegados que serán electos. De suerte que tendremos un congreso conformado en su casi totalidad por el poder constituido, es decir los de gobernadores, alcaldes y diputados, a los que se sumarán los coordinadores impuestos y una legión de funcionarios municipales y regionales que, en su calidad de burócratas subalternos, debatirán y votarán de acuerdo a los dictados de la jerarquía gubernamental.
Hasta ahora, el único dirigente que públicamente ha intentado una explicación al respecto es Aristóbulo Isturiz. Ha dicho Aristóbulo: “Parte de los delegados fuimos electos por la vía popular, que son todos los gobernadores, alcaldes y diputados nacionales“. ¿De qué tamaño es la lumpia que se fumó? La absurda justificación carece totalmente de sentido. ¿Delegados “natos” a cuenta de qué? ¿Nos toma por pendejos? Los gobernadores, alcaldes y diputados electos lo fueron para otras funciones y por un universo de votantes de la coalición con otros partidos (o sin membresía alguna) y no de la militancia del PSUV como estrictamente debe ser tratándose del Congreso en cuestión, máxima autoridad interna y espacio de decisiones supremas en el Partido. Peor aún, en muchos estados y municipios, estos compañeros fueron votados por disciplina y a pesar de la preferencia de la militancia. Hoy por hoy, abocados al ejercicio del poder, la mayoría de ellos no hacen vida partidaria, cuando no se enfrentan directamente o forman facciones contra los que criticamos los errores de sus gestiones desde lo interno.
Lo anunciado, ratifica el manejo antidemocrático, arbitrario y vertical del PSUV, situación que se viene evidenciando desde la convalecencia del Presidente Chávez y acentuándose cada vez más desde su fallecimiento, convirtiendo a esta organización en una especie de apéndice del gobierno. Cualquiera que sea la interpretación u óptica que se tenga sobre el legado del Comandante, en lo político algo si ha quedado claro para todos:
a.- El carácter participativo del proceso, superando las fórmulas representativas del puntofijismo por el protagonismo directo.
b.- La condición incluyente y diversa de las fuerzas bolivarianas, en contraposición al monolitismo y los modelos burocráticos de los socialismos fracasados.
c.- El poder protagónico, permanente y efectivo para decidir de la soberanía popular, en este caso del colectivo militante y, por ende, la condición circunstancial y limitada por este de toda autoridad electa.
Hay un serio peligro de que el Congreso se convierta en una especie de certamen aclamatorio para refrendar la acción del gobierno, desperdiciándose un momento crucial para el debate necesario, la crítica y autocrítica y el ejercicio de la voluntad militante. Al mejor estilo de la MUD, con su entresijo de maniobras, conciliábulos disimulados y camarillas que se reparten las candidaturas, se está preparando la reedición del puntofijismo partidocrático: iguales mañas con diferente color.
Compatriotas Maduro y Cabello, entiendo que ustedes tienen mucho que ver con esa decisión: cometen un grave error. Muchos no nos consideramos invitados a esa fiesta. Nos hemos tomado muy en serio aquello de MANDAR OBEDECIENDO.
