Horda de árboles asesinos atacó a grupo de guarimberos pacíficos

La brutal barbarie que les voy a narrar, no me la contó nadie, yo lo vi con mis propios ojos, estos ojos que se han de comer la tierra. Resulta que caminaba por las calles de Maracaibo viendo las justas destrucciones que los honorables guarimberos hacen de la ciudad, cuando una banda hamponil de árboles con mirada criminal e instintos asesinos les interceptó la vía. Los opositores que manifestaban sosegadamente con pancartas pidiendo la desaparición física del Presidente de la República y que sobre el pueblo chavista cayera un meteorito para que no quedara nadie vivo, al ver que iban a ser atacados por las plantas, sacaron de sus bolsillos el librito azul y gritaron que estaban en todo el derecho de marchar tranquilamente pidiendo la muerte de Maduro y toda su generación, porque así lo establecía la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

La horda de árboles era comandada por una mata de mamón que no escuchaba de razones y, en lugar de detener la violencia, volteó y arengó a las de mango, níspero y guayaba. Enseguida la turba vegetal rodeó la masa pacífica de guarimberos. Les gritaban improperios, los escupían, los vejaban, los humillaban, pero los opositores tolerantes ni siquiera levantaban la voz. Las plantas homicidas al ver que no lograban una reacción violenta por parte de los representantes de la paz, decidieron caerles a ramazo limpio. Una mata de guanábana fue la primera en lanzar un fuetazo con un cogollo desencadenando el terrible disturbio; al golpe de inmediato le siguió la flora completa enardecida. Los plátanos, topochos y guineos fueron echados a un lado y puestos a cantar la zona por si llegaba la policía, en vista de que sus ramas blandas no pegan duro. Lo mismo que las de patilla, melón y ahuyama. Al frente de las duras acciones se colocaron entonces los curarires y dividivis por ser los más fuertes.

Los árboles agredían a los pacíficos de forma bestial. Quise interceder, pero me dio miedo. Una mata de almendrón atragantaba con una semilla a un señor que decentemente tenía en su poder una bomba molotov, mientras una de hicaco asumía similar acción con otra víctima indefensa que cargaba una yesquero y una garrafa de gasolina; un frondoso árbol de caña fístula se arrancó una vaina como de medio metro y se la metió por la frente a un estudiante que abrazaba un libro de “Moral y Luces son nuestras primeras necesidades”. Un araña’egato que vino de Sur del Lago con instrucciones de generar desórdenes, se le prendió del moño a una encopetada que se hizo las uñas y el cabello para participar en la protesta.

Como venezolano maracucho me daba pavor y tristeza la falta de insensibilidad de esas plantas que, a pesar del desastre, se lamentaban de que no estuvieran presentes los árboles de naranja y de limón, para hacer sangre a los mansos guarimberos con las espinas de sus ramas. Afortunadamente un grupúsculo de matas de cocuy que se fugó de una destilería y otras de cardón paridas que venían de Dabajuro, estado Falcón, las detuvo la GNB en el Puente Rafael Urdaneta, donde tras duros interrogatorios confesaron que traían intenciones de hacerles comer a los guarimberos del amor los datos con todo y guasábaras.
En el Río Limón los militares tuvieron que contener otra turba de cactus que querían sumarse a las agresiones en contra de los tiernos guarimberos. Traían un equipo de sonido gigante con una canción a todo volumen del afamado vallenatero recién fallecido Diomedes Día: “Yo soy el cardón guajiro que no lo marchita el sol y entre penas y dolor yo vivo con alegría…”

Pero pasada una hora de ramazos, bejucazos, cogollazos, frutazos, florazos, insultos e intentos de homicidios, los opositores pacíficos ya agonizantes, no tuvieron más remedio que apropiarse de hachas, machetes y mecates para cortarlas y de alguna manera derribarlas y lanzarlas en una especie de dignas barricadas en la mitad de la vía. Un señor tolerante medio moribundo a quien no le quedó más alternativa que hacer leña un caujil, se colocó la mano en la garganta y dijo: “la fruta que a mí me gusta es el marañón, lo malo que la pepita da picazón…”.

Ahora anda un conjunto de ecologistas y ambientalistas locos de la cabeza diciendo que eso es un ecocidio sin precedentes en Maracaibo, que los guarimberos tienen la culpa, ¡mentiras! ¡Mentiras una, dos, tres veces!, yo vi como las matas atacaban de manera cobarde a esa gente que tiene el derecho constitucional de asesinar inocentes, y acabar con las áreas verdes sin que nadie les diga ni les haga nada.

La PN y la GNB se encuentran detrás del mamón por ordenar el ataque, pero se cree que se piró del país; de tal forma no se descarta que en pocos minutos salga en los medios de comunicación diciendo que es un perseguido político del régimen de Maduro, cruento dictador que apenas sale por televisión los agrede de una forma infame y ventajista, haciéndoles llamados de arrechera al amor, a la paz, a la tolerancia y al diálogo.

Las autoridades igualmente determinaron que en el ataque no participaron los árboles de nim de la Autopista Uno ni ninguno de la vía al aeropuerto La Chinita por Sabaneta; de lo contrario, las agresiones contra los apacibles guarimberos hubiesen sido peores.




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Alberto Morán


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