Mi pobre Táchira, “mi más próxima intimidad” como diría el gran poeta Jorge Zalamea en su “Sueño en las escalinatas” al referirse a su Patria Colombiana, no termina de salir de la profunda crisis que cual “cuero seco se pisa por un lado y se levanta por otro”, tanto que se puede decir, sin temor a equivocarse que es tanto el poder de las mafias mimetizadas, avaladas, protegidas, aupadas y utilizadas como arma política por la oposición colombo-venezolana, pues para nadie es un secreto que lo que aquí sucede descansa sobre dos plataformas ideológicas, hermanas, logísticas y operacionales con ramificaciones profundas en todos los estamentos sociales y gubernamentales que a pesar de la llamada lucha contra el contrabando, contra la guerra económica, aquí las cosas pareciera que siguen inmodificables, pues lo que se creía y todo el mundo pedía a gritos, que era el que se terminaran las colas, que en los supermercados se consiguiera de todo y a precios justos, que se desmontaran las mafias, que no regresara como ha regresado el congestionamiento de vehículos por enormes colas en las estaciones de servicio, que no nos sintamos amenazados por los continuos rumores de reinicio de las guarimbas, que aquí el organismo responsable de fiscalizar y aplicar la ley en todos los comercios de cualquier producto, despierte como los han hecho en el resto del país y que se sienta su acción contra los especuladores, que prácticamente son todos pues los precios son inaccesibles, ya que todo se cotiza en base al precio del peso colombiano y entonces por ejemplo un par de zapatos para caballeros que en diciembre costaba 700 bolívares hoy cuenta, el mismo, 4900,oo y se denuncia a los teléfonos 0800 por cierto muy publicitados y no sucede nada.
Aquí no vemos nunca a los equipos de fiscalización llegar a los centros comerciales y/o comercio en general aplicando la ley, la venta de combos de leche y jugo denunciada y condenada a ser perseguida por el nuevo Superintendente de la SUNDEE, quien manifestó que tal práctica estaba totalmente prohibida, personalmente lo he denunciado sin resultado alguno, he hablado directamente con la Directora del antiguo INDEPABIS, le he enviado mensajes desde los sitios en que se están vendiendo los llamados combos y nada.
En el único Abasto Bicentenario que existe en la capital del Estado, las colas son, encima de enormes, humillantes, al sol y al agua; el nuevo Superintendente por cierto se inició multando al de Caracas por las colas y dijo que lo hacia “para demostrar que la justicia entra por casa” pero resulta, que como es aquí en el Táchira esa justicia no llega.
Aquí un caucho QUMO de fabricación china cuesta 6000,oo Bolívares, uno ecuatoriano 4500,oo, no se diga del los Good Year o los Pireli y ni pensar en los Michelin, sobre las baterías ni se diga, los medicamentos de uso permanente para las llamadas enfermedades crónicas, no se consiguen, encontrar una hojilla de afeitar sería como descubrir un tesoro y en las bodegas por cierto done se abusa in extremis con los precios una presto barba cuesta 50 bolívares.
Aquí los productos de vidrio como vasos, vajillas etc., cuya materia prima en este país abunda hasta para exportar, están por las nubes, un vaso raya en 30 bolívares. Los expendios regentados por familias asiáticas encima de que no dan factura, sino a quienes se la solicitan y casi nadie los hace, encima de que por esa vía se apropian del IVA, mantienen precios de usura y no pasa nada.
Pareciera que los funcionarios pertenecientes a los organismos responsables de aplicar la Ley de Costos y Precios justos, no compran nada, no comen, no se visten, no se enferman, o tal vez a ellos para que permanezcan indiferentes, todo se lo venden bien barato. No cabe otra explicación a la cual se llega forzado por una realidad que ya se hace insoportable.
De nada han valido ni servido las continuas arengas del Presidente Maduro, quien se nota que sí hace mercado pues se ha referido a hechos puntuales y específicos, de nada ha servido el probar con nuevos personajes al frente del organismo fiscalizador, de nada la campaña publicitaria, porque: ¿qué se gana con que se nos informe por los medios que se retuvieron no sé cuantas gandolas con toneladas de alimentos, de insumos, incluso de medicamentos y ello no se refleja en los precios ni en el desabastecimiento o las colas, en las estaciones de servicio se incrementan cada día?.
Se publicitan resultados, cada día vemos un parte que muestra los botines de guerra capturados a los delincuentes, pero ello no, al menos por ahora, resuelve el problema que significa para un ama de casa o para cualquier cristiano, enfrentarse a la necesidad de adquirir algún bien.
Hay un ejemplo muy significante y que casi nadie ha tocado, que es el escandaloso aumento que se ha carterizado para pintar, no se diga latonar y pintar una pieza de un pequeño automóvil, no se baja de 4000,oo bolívares lo cual pareciera no es materia para la Ley respectiva.
Y la tan cacareada regulación en la clínicas privadas, se ha quedado como un globo de los que se lanzan en navidad y desparecen llevados por el viento, los honorarios médicos por una consulta de 10 minutos a veces hasta de 5, ya cuesta 1000 bolívares, sé de médicos que saben que ello es un abuso pero dicen que lo hacen porque temen ser discriminados en el gremio que como sabemos es dominado por la derecha, y entonces tienen, eso dicen, que sumarse a la cartelización de los costos.-
Es difícil por lo complejo, pero también porque ya no cabe duda, que todo lo que aquí menciono no es sino un pequeño porcentaje de una totalidad casi que infinita de armas utilizadas por la derecha en esta guerra llamada económica, exigir soluciones milagrosas, hay voluntad política, un discurso esperanzador y contundente, pero ello no se refleja en hechos concretos porque el venezolano cada día sufre las consecuencias, cuando para poder subsistir tiene que enfrentarse a una realidad que se lo engulle en sus garras y cada día lo empuja al desespero y a la frustración.
Por lo menos esa es la realidad aquí en el Táchira, no sé si por otros lares las cosas no son tan terribles como aquí.-
La explicación, entre otras, es que eso sucede porque somos frontera y que la diferenciación cambiaria no permite soluciones, como si el Táchira fuese la única frontera en el mundo y no hubiese fuerza gubernamental capaz de echarse sobre sus hombros la responsabilidad de darle un tratamiento especial y resolver como sea el desbarajuste que aquí padecemos quienes estamos condenados a habitar esta tierra, por ahora no de gracia sino todo lo contrario.