Esta calamidad ya roza el límite de lo inhumano. La sed y la falta de aseo personal diezman a las 700 familias del sector Simón Bolívar II del municipio Simón Rodríguez, en la ciudad de El Tigre, del estado Anzoátegui; sin que ninguna institución pública asista este clamor y esta pena. Por ello, me han solicitado que lo exprese a través de aporrea.org. En ese sector me crié y lo fundamos a comienzos de 1980. El abandono y las penurias lo caracterizan. En el presente ha sido víctima de manos ominosas y burocracia rancia, por cuanto el pozo perforado para el suministro del agua en las adyacencias de la antigua Asociación de Ganaderos, en la salida hacia Pariaguán, permanece inactivo. La comunidad exige respuestas, y éstas tropiezan con la indiferencia y los rumores de la corrupción.
Una versión señala que el protector del municipio Simón Rodríguez, un tal Lemark Gómez inspeccionó el pozo para su mejora, y casualmente desde ese día se interrumpió el suministro de agua en el Simón bolívar II. Las familias presumen que este funcionario sustrajo las bombas y demás elementos técnicos, y se los llevó a otra parte. No hay manera de que el ciudadano mencionado dé la cara al respecto, ni asuma sus responsabilidades. Este tipo de bárbaros, precisamente, se vanaglorian con la revolución, y se dicen representantes y defensores del pueblo. Pero el pueblo los tiene en los puestos más bajos de los albañales debido a su ignominia, desfachatez y perversión al frente de lo que representan. Son funcionarios que dan asco. Seres podridos de conciencia y sin moral. Insensibles y pervertidos.
En la contraparte política, las cosas pasan a peor. El gobernador del estado, ciudadano Barreto Sira, ni se da por entendido en los asuntos de la falta de agua en la Mesa de Guanipa. No hay manera de que esa gobernación solucione uno solo de los tantos problemas comunitarios. Sin embargo, de menudo se oye que el Estado bajó recursos a los estados y a las alcaldías, sin que el pueblo perciba los beneficios de esa trillada entelequia. Por otra parte, tanto Hidrocaribe como el alcalde Raydán se tiran la pelota mutuamente, sin que ninguno asuma su parte, de manera mancomunada, para contribuir a la paliar esta penosa situación.
Las madres de familia llevan la peor parte. Pasan toda la noche pegadas de las bombas domésticas tratando de succionar al menos veinte litros de agua para poder cocinar. El esfuerzo es en vano. De remate, los prolongados apagones lo complican todo. Cuando tienen suerte y pasa un camión cisterna vendiendo agua, la alegría se les convierte en llanto, puesto que los camioneros exigen treinta dólares (30$) para surtir dos mil litros de agua. Esto representa más de ocho salarios mínimos, para una comunidad de pobres, de gente muy pobre y dolida, que ve pasar la miseria como una procesión.
Por ello, no entraré en detalles. El llamado es preciso: Que los miserables que tengas las responsabilidades correspondientes para atender esta problemática lo hagan por el amor de su madre, si es que acaso tienen algo de amor a sus madres. Porque dudo que le tengan amor a Dios, pues si así fuera, algo hicieran por sus semejantes, sedientos y sufridos, impotentes y frustrados, carcomidos por las calamidades de esta severa crisis socio económica de Venezuela; catapultada además, por la corrupción y la inercia de tantos políticos miserables y bandidos.