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La consolidación de un "área educativa", germen de la localización del Núcleo de Sucre de la Universidad de Oriente. Su infraestructura expresa todo un bagaje normativo funcional, que integra las variables formales, en términos de escala, la proporción y de percepción de la comunicación visual, de manera adecuada.
"La primera función de la ciudad es la de transformar el poder en forma, la energía en cultura, la materia inerte en símbolos vivientes y la reproducción biológica en creatividad social". Resulta significativo lo expresado por Mumford [1] porque esta teoría, como todas, cuestionada, pero que sigue describiendo una situación vigente, como lectura del pasado, como vivencia del presente. Esta definición representa un claro límite orgánico al propio crecimiento de la ciudad. Límite que los griegos afirmaron con las nuevas colonizaciones, definiendo por primera vez, según Bettini [2], un modelo de sostenibilidad con su visión de Gea o Gaia, diosa de la Tierra y madre de la plenitud de la Naturaleza.
La planificación urbana, según Weber [3], no fue una herramienta operativa descubierta por los arquitectos modernos. Los conceptos de ordenamiento y regulación del ámbito urbano surgieron en la antigüedad, cuando la burguesía urbana, por usurpación, rompió con el derecho señorial y surgió la conjuratio de los burgueses como una gran innovación, revolucionaria en su fondo, que ofreció un atributo sobresaliente a la ciudad medieval de Occidente: la asociación de ciudadanos o burgueses dotada de órganos especiales y característicos y, a la vez, sometida a un derecho común exclusivo, constituyéndose estos ciudadanos en miembros de una comunidad jurídica estamental.
El nacimiento de la asociación urbana, autónoma y autocéfala de la Edad Media, con su concejo municipal y su alcalde o burgomaestre a la cabeza, es esencialmente un acontecimiento de la ciudad occidental y a esa asociación, desde un punto vista político administrativo, le corresponde un especial ámbito territorial sobre el cual ejercer su poder jurisdiccional. La figura de esta asociación, sobre un ámbito urbano, fue heredada por las colonias hispanoamericanas y continúa vigente en los países latinoamericanos durante el siglo XXI.
En Venezuela, el inicio de la explotación petrolera marcó el arranque de la transición de la sociedad agro-exportadora a la petrolera. Siglos de una cotidianidad y un modo de vida construidos en la convivencia de los binomios campo-ciudad, cultivo-comercio, se vieron trastocados por la brusca irrupción de una actividad productiva novedosa, variada en cuanto a tecnología, mercado e impacto sobre la sociedad: la minero extractiva.
Estos cambios se produjeron entre 1920 y 1940, uno de los periodos coyunturales de más intensos cambios en el proceso histórico de Venezuela. El contexto estuvo definido, en parte por políticas centralistas tendientes a vincular la región oriental con la región capital del país, induciendo nuevas pautas de localización y concentración de la población y un nuevo dinamismo a la vida cotidiana.
La coyuntura histórica se debate entre la integración de la región a la nación impulsada por el gobierno centralista de Juan Vicente Gómez y la introducción de una cultura distinta y ajena producto de la fuerte migración, que actuaba como un elemento distorsionador de esta integración: la nación venezolana, que se mezcla con la adopción de patrones culturales extranjeros.
Desde el siglo XIX la presencia de los extranjeros, inicialmente por el comercio y posteriormente por el petróleo en el siglo XX, introducen la técnica, en el sentido de lo planteado por Mumford [1], no sólo por la capacidad de clausurar la magia o el mito, sino por el nuevo culto en la producción de espacio para construir dentro de la ciudad histórica y, al mismo tiempo, en la otra ciudad:
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En la primera, con obras permitieron la extensión a la ciudad histórica, con la incorporación de una efectiva combinación entre los postulados racionalistas importados y las redescubiertas condiciones del medio ambiente local. La incorporación de la arquitectura moderna internacional, cuyo legado patrimonial es la resolución correcta de la tipología que expresa esos valores culturales. El arte abstracto encontró un lugar en su difícil relación con el ciudadano común, como expresión del advenimiento de la modernidad marcado por la voluntad de romper con las tradiciones, al condicionar las relaciones de sus habitantes con el mundo que los rodea, impactando los patrones culturales, lo cual se reflejó a nivel arquitectónico y urbano.
El propósito fue determinar la influencia que produjo la presencia de la corriente estilística de mediados del siglo XX. Un tema enmarcado en el ámbito de las relaciones entre el sistema de valores y la forma física, campo muy movedizo, difícil de describir y de reconstruir, perteneciente al área de "lo indefinido de la historia" y coincidente con muchas disciplinas -ciencias del comportamiento, historia, artes decorativas, arquitectura, planificación urbana, entre otras-, que requiere para su desarrollo de un estudio transdisciplinar así como también definir conceptos tales como ‘‘modo de vida’’ y ‘‘moda’’, con la finalidad de identificar las preferencias de consumo frente a la moda "Art Deco".
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En la segunda, para definir el terreno dedicado a nuevas edificaciones en las afueras de la población, en "la otra ciudad", limitándose a una simple demarcación del área hacia la cual debía crecer la ciudad. Este ensanche definió al terreno dedicado a nuevas edificaciones en las afueras de la población, limitándose a una simple demarcación del área hacia la cual debía crecer la ciudad, con regulaciones elementales que prácticamente dejaban su desarrollo en manos de las "reglas del mercado". Como instrumento de anticipación y ordenamiento del crecimiento urbano, fue utilizado con absoluto sentido práctico, que logró superar la estructura rural al propiciar un orden en la generación de tierra urbana a partir de su imposición sobre las preexistencias rurales -propiedad de la tierra y caminos rurales-. Su éxito como instrumento de control radicó en su simplicidad, basado en una cuadrícula extendible sobre el territorio a partir del marcaje de sus calles, donde la urbanización es un proceso posterior.
Estos referentes se encuentran tanto en la urbanística española con las Ordenanzas de Policía del siglo XIX, principal instrumento urbanístico de la época, se denominaba "zona de ensanche" al terreno dedicado a nuevas edificaciones en las afueras de la población, limitándose a una simple demarcación del área hacia la cual debía crecer la ciudad. En España, a decir de Terán [4], los "primeros intentos de racionalizar bajo formas definidas la concepción y el desarrollo del crecimiento urbano. La primera de esta formas había aparecido a través de la idea del ensanche como pieza urbana nueva, homogénea y bien definida, que se yuxtaponía al casco antiguo ofreciendo una alternativa diferente de ciudad ordenada".
También, en la cultura urbana norteamericana del siglo XIX, con la regularización de la Retícula Territorial Nacional (RNT), este tipo de planes de gran extensión se utilizó en el resto de las ciudades norteamericanas a lo largo del siglo XIX, ajustándose a la RNT allí donde ésta existía. Los extensos planes urbanos de expansión con base reticular permitieron la rápida y fácil conversión de la tierra rural en tierra urbana en apoyo a un sistema económico que favoreció los grandes negocios inmobiliarios y especulativos como parte del proceso de acumulación de capital. Por ello, sobre la retícula de base creció caótica la ciudad del "laissez faire", lo que Morris [5] asentó, "como la retícula confería una apariencia de planeamiento, ésta se apropió de cualquier control posterior (...) ya que el país (...) estaba poblado de gentes dispuestas a no tolerar más que un mínimo estricto de intromisión en su derecho a disponer de sus tierras como les viniera en ganas", lo cual significa que toda regulación empezaba y terminaba en la retícula.
DE LA AUTOCRACIA A LA DEMOCRACIA
El subperíodo 1951-1970 es coincidente con la culminación de la Junta Militar de Gobierno (1948-1950), que dió paso al gobierno de Rómulo Gallegos, derrocado en el mismo año por un nuevo golpe de estado que conduciría a la autocracia represiva del régimen del General Marcos Pérez Jiménez (1952-1958). Y así, a un explosivo crecimiento que metamorfoseó a nuestras ciudades novedosas en apariencia, con una modernidad edilicia cruzada a lo largo de avenidas y autopistas que atravesaban la indetenible masa de quintas lujosas, superbloques y rancherías informales.
Tras la caída de Pérez Jiménez, surge un acuerdo político suscrito en 1958 por Acción Democrática (AD) y otros partidos políticos. En él anteponían la preservación de la democracia a sus diferencias ideológicas y electorales, con el inicio de los gobiernos de Rómulo Betancourt (1959-1964), Raúl Leoni (1964-1969) e inicios del mandato de Rafael Caldera (1969-1974). La modernidad se tornaría más dramática y contrastante en las décadas de la llamada "democracia de Puntofijo", cuando suburbios de clase media y barrios de ranchos entrarían en conflicto al terminar la bonanza económica de la que habían surgido.
Venezuela se convirtió en uno de los escenarios más representativos y contrastantes de segregación socioespacial y funcional, pues la avalancha de carros penetró las ciudades del oro negro a lo largo de la indetenible masa de rancherías de inmigrantes, predominante hasta los años sesenta, dió pasó a incontrolados contingentes andinos y caribeños en los setenta. No obstante, la inmigración que comenzó a hacerse presente desde la irrupción petrolera de los treinta, con decenas de miles de españoles, portugueses, italianos y centroeuropeos, así como turcos y árabes del fenecido Imperio otomano.
Esta situación enfatiza la influencia cultural de los EE.UU., que se convierte en hegemónica a pesar de las importantes migraciones provenientes de una Europa empobrecida por la guerra, lo que contribuyó a la problemática de los asentamientos humanos no regulados ubicados en las grandes ciudades venezolanas, pues esto representó un crecimiento abrupto y un urbanismo inorgánico y desbalanceado, marcado por una segregación socio-espacial antagónica, donde los barrios de ranchos estuvieran yuxtapuestos e intercalados entre los sectores formales y consolidados en todas las ciudades venezolanas.
EL DESCENSO DE LA PROPORCIÓN
En Venezuela, según Bello [6], los porcentajes de la población residente en ciudades de 100.000 y más habitantes en áreas urbanas y rurales en los censos de 1950 (47,4%:52,6%); 1961 (62,1%:37,2%) y 1971 (72,8%:27,2%), lo que muestra la problemática de los asentamientos humanos no regulados ubicados en las grandes ciudades venezolanas. Para la fecha del Censo de Población de 1950, había en el país un total de 875.704 viviendas, desglosadas en que 482.333 fueron casas o quintas, 28.048 apartamentos en edificios o casas, 408.803 ranchos y 10.520 de calificación no señalada.
Así mismo, se observó que el número de ranchos representó 50% del total de las moradas, de allí que esta cifra reflejó la magnitud del problema habitacional en el país. Sin embargo, en relación a la clasificación de los tipos de pisos de las viviendas y los servicios básicos, según un Editorial de la Revista Construcción, órgano de difusión de la Cámara [7], señaló:
"[...] el 52% tenía piso de tierra y el 46,3% de cemento, mosaico, ladrillo y madera, el 38,6% tenían techo de paja y el 59,8% de platabanda, teja, madera, de igual forma, destacan los servicios básicos, como el agua potable, para lo cual el 28,7% se abastecía de ríos o manantiales, el 46,8% excretaba en el suelo, es decir no tenían W.C [...]"
Sucede que el número de habitantes y las proporciones de población variaban de acuerdo a la ubicación geográfica, donde se destacan algunas ciudades con mayor cantidad de habitantes urbanos, según Meza [8], "Caracas 96,2% [...]; Maracaibo 75,3%; Valencia 66,6%; Barquisimeto 42%; Maracay 68%; Cumaná 40,3%; Ciudad Bolívar 46,9%; Maturín 47,7%; San Felipe 42,9%". Luego de constatar los resultados del Censo Nacional Poblacional de 1950 sobre el tipo de vivienda en el país, se concluyó que el rancho era el hogar por antonomasia de la totalidad de la población rural y de una cada vez más creciente proporción de los habitantes de los centros urbanos.
En relación al Estado Sucre, en el subperíodo 1951-1970, el efecto "descenso de la proporción" permitió identificar una relación positiva entre la variable salida de población y los niveles de crecimiento registrados por las jurisdicciones de destino. En tal sentido, Pérez Quijada [9], señaló:
"[…] la hipótesis que sustenta e intenta explicar el efecto identificado como el "Descenso de la población" es que las personas y las familias establecidas para evadir la pobreza y explorar nuevas oportunidades se movilizaron hacia otras regiones en búsqueda de mejores condiciones de vida, y sobre todo, de mayores oportunidades de empleo. Para 1950 había fuera de la entidad 75.958 sucrenses y 14.665 inmigrantes. […] El censo de 1961 informó de 19.502 inmigrantes y de 138.784 emigrantes".
En el Estado Sucre, el paso gradual de una colectividad agrícola a una sociedad extractiva, activó una migración creciente de los residentes rurales hacia las ciudades más importantes del pais. Esa migración conllevó a una importante disminución del número de personas establecidas en el campo y en consecuencia generó un descenso de la población rural. De hecho, en los censos de 1950 y 1961 informaron que la poblacion rural alcanzó 59.7% y 57.30% respectivamente.
Este subperíodo 1951-1970, fue el de mayor el efecto "descenso de la proporción" [5], de crecimiento de la población en las ciudades del estado Sucre, siendo Cumaná, capital del estado, la que albergaba el mayor porcentaje de población. Los censos nacionales señalan que Cumaná, para el año 1950, tenía una población de 333.607 habitantes, 1961: 401.992 y en 1971: 469.004. Las parroquias Santa Inés, Altagracia y Ayacucho, localizados dentro del perímetro urbano del área de interés histórico, desde entonces se evidencian la tendencia del crecimiento urbano hacia las afueras de Cumaná.
LA FASE DE CONSTRUCCIÓN DEL ENSANCHE
Cumaná, empieza a conocer un acelerado proceso de expansión por medio de un ámbito de actuación de naturaleza normativa para la ordenación urbana del uso del suelo, partiendo de la idea de reemplazar la estructura parcelaria tradicional y adecuarla a la demanda del crecimiento urbano de la ciudad, lográndose imponer, no solo las preexistentes zonas rural-urbana, sino también, una progresiva invasión desde la propia ciudad.
En efecto, la ciudad se encontraba dividida en su traza en dos asentamientos urbanos separados, el área de interés histórico y el nuevo modelo urbano impulsado por el gobierno nacional, asociado con las grandes obras de vialidad. Ambos sectores se conectaban a través de la avenida Gran Mariscal (1954) y el eje calle Arismendi-avenida San Luis (1942), al convertirse en las vías principales del proceso de formación de la ciudad, asociado a diferentes formas de producción del hábitat y otras formas de introducción del ensanche.
La dinámica urbana se fue extendiendo a partir de estas vías carreteras, favoreciendo la creación de parcelas urbanas que entran en el mercado inmobiliario privado por extensión de la implantación inicial definida por estos ejes estructurales. Es así que se completa la urbanización y edificación del ensanche, incluyendo los intersticios entre los desarrollos independientes de las planicies norte-oeste, lográndose la integración y continuidad de sus diferentes tramas: aparece un sector social netamente rural, en rápida expansión, que se consagra a ocupar los espacios remanentes alrededor del viejo Aeropuerto de San Luis (1942) y la avenida Gran Mariscal (1954).
Estos procesos provocaron dos grandes cambios, el primero, en el imaginario se inicia un proceso de pérdida de la identidad regional causado por la noción de pertenencia a un territorio más amplio y, el segundo, a lo interno de la estructura urbana se produjeron fenómenos de segregación espacial con clara diferenciación social por sectores, mientras que a lo externo se inician desde temprano fenómenos de invasión y ocupación irregular en sus márgenes.
Para finales de los años cincuenta y la década sesenta, con los gobiernos de Rómulo Betancourt (1959-1964) y Raúl Leoni (1964-1969), la municipalidad propició la continuación de la expansión al plantear en una gran superficie desocupada el ensanche del Parcelamiento Miranda (1961), para ser continuado con actividad, método y orden, al propiciar la poligonal donde se llevaría a cabo una operación inmobiliaria que crearía un espacio urbano de prestigio para absorber la demanda de las clases medias y altas durante las próximas décadas, por lo que quedó "sin satisfacer" las demandas de grupos cada vez más numerosos.
La construcción de la ciudad a partir de proyectos de ensanche que intentaban concentrar en un único proceso toda la expansión urbana pierden vigencia al orientarse exclusivamente a la satisfacción de las demandas de la burguesía, dejando sin atención las demandas de los grupos de menos recursos, por lo que simultáneamente con la construcción de los ensanches se producen otros procesos de construcción que responden, según Terán [4], a un "proceso de formación de la ciudad diversificado en su origen económico y en su forma de producción". Cuando estos procesos llegan a ser cuantitativamente mayores que los propios del ensanche se produce el agotamiento del modelo y se abre el camino al "planeamiento urbano en su sentido moderno".
LA URBANIZACIÓN Y LA EDIFICACIÓN
En las escisiones temporales que hemos realizado para facilitar la comprensión del crecimiento de Cumaná, nos encontramos con expresiones físicas de las actuaciones inmobiliarias, las cuales operan como propiciadores de importantes cambios a partir de la década de los cincuenta. La forma urbana no ha sido sólo producto de las condicionantes geográficas, se ha perfilado como la suma de estas actuaciones físicas que, en diferentes contextos temporales, han dejado su impronta en el territorio.
Para hacer más comprensible la existencia y la concepción de esta idea con una actitud metodológica que estribó, básicamente, en dirigir el plan de ensanche en distinguir la expansión en un momento previo de ordenación del suelo de las fases posteriores de la urbanización y la edificación de este nuevo núcleo hay que remitirse a la división del territorio de la ciudad de Cumaná en tres zonas (Ver Figura 1):
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La primera, la planicie urbana, densamente edificada y cuyos límites coincidían con la ciudad decimonónica. Aquí se instauraron normativas de índole higienista, determinando el tipo de construcción alineado con la calle en forma continua. Esta zona siguió manteniendo el control de la dinámica administrativa de la ciudad.
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La segunda, la planicie periurbana, norte y oeste, con los desarrollos promovidos desde el sector público disminuyeron paulatina y significativamente su presencia en el área urbana de Cumaná. El suelo urbano o con mayores posibilidades de ser calificado como tal, se insertó en el juego del mercado, se constituyó en un bien inalcanzable para destinarlo a la construcción de viviendas con fines sociales. A partir de la década de los sesenta, se enfatizó la localización de los desarrollos de viviendas de promoción pública, en las áreas de ensanche de Cumaná. Situación que acentuó la expansión de la ciudad conformando una conurbación claramente perceptible. La actuación inmobiliaria privada se adueñó del espacio urbano, marcando una localización precisa, norte y sur-oeste. Las facilidades en cuanto a accesibilidad y estimación social, impuesta desde la década de los cincuenta a gran parte de la planicie norte, como consecuencia de la construcción de la urbanización Parcelamiento Miranda (1968), ha otorgado un valor agregado al sector en comparación a otros lugares de la ciudad.
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La tercera, la planicie rural periférica, que se distinguía al suroeste de la ciudad, se localizan grandes extensiones de barrios. Se trata de un paisaje dominado por la precariedad que revela aspectos relacionados con la apropiación y producción del suelo. Propiedad del suelo e intervenciones muy puntuales por parte del Estado, influyeron de manera determinante en la localización de los estratos con menos posibilidades de acceder al mercado formal de la vivienda. Justamente, este grupo, menos aventajado social y económicamente, buscó otros modos de apropiación del espacio, la invasión y la adquisición de suelo fraccionado ilegalmente por los propietarios de fundos y haciendas localizados en áreas periféricas del Sistema de Riego de Cumaná (SRC/1945), aún desligadas de la ciudad y sus servicios. Una respuesta que alcanzó proporciones importantes dentro del espacio cumanés, constituyéndose en una de las más reveladoras características de la ciudad actual.
LA PLANICIE PERIURBANA
El ensanche de la planicie periurbana norte, propició la continuación de la expansión no planificada, porque las actuaciones se limitaron a completar algunas tramas en sus bordes, quedando incompleta hasta el límite natural del río Manzanares, el golfo de Cariaco y piedemonte del cerro Caigüire. Por esta razón, una de las primeras medidas para la obligada y conveniente ordenación debió ser fijar los límites, a fin de conocer la extensión exacta del área dentro de la cual se debería realizar la ocupación para dotarlas de todos los servicios generales.
No obstante, en la planicie periurbana oeste, el crecimiento de la ciudad demandó nuevas edificaciones, incrementándose el uso del "concreto armado" como el sistema constructivo innovador del momento, caracterizando obras como el Monumento El Indio (1956), el Hotel Cumanagoto (1954), la Universidad de Oriente (1958) (Ver Figura 2). Estas construcciones del momento adoptaron el lenguaje formal del movimiento moderno, el cual trajo consigo el uso de nuevos materiales como el granito, el aluminio, el vidrio y el mármol.
En este subperíodo 1951-1970, comenzó la construcción de viviendas multifamiliares tipo bloque, y con ello cambió el concepto de la vivienda unifamiliar, se construyó la Urbanización Bermúdez (1959-1967), es la segunda obra del Banco Obrero en Cumaná, seguida de las urbanizaciones Cumanagoto (1966-67), las cuales se refuerzan a través de una vialidad estructurante y, al mismo tiempo, disgregan, como el anterior subperíodo 1931-1950, de la actuación del ensanche inicial.
Asimismo, se construyó la urbanización Andrés Eloy Blanco (1960), reforzada a través de una vialidad estructurante de la avenida Gómez Rubio, con una tipología de vivienda que dio inicio a un proceso autónomo para una obligada y conveniente ordenación del ensanche, promoviendo una forma de construcción ordenada de la ciudad, como respuesta al incremento poblacional y de la actividad inmobiliaria, asociada a patrones de vida que por mucho tiempo prevaleció como "ideales" para las clases medias.
La falta de los instrumentos de legislación sobre la planificación urbana, reforzó la unidad urbana de la ciudad a través de una vialidad estructurante y en el desarrollo de conjuntos habitacionales autónomos, lo que generó una morfología basada en la agregación o yuxtaposición de tramas derivadas de la "urbanización o barrio". Lo que Rossi [10], definió como un sector de la ciudad, íntimamente vinculado a su evolución y a su naturaleza, caracterizado por cierto paisaje urbano, cierto contenido social y una función propia. Sin embargo, Castells [11], lo consideró como la producción de las formas espaciales a partir de la estructura social de base, es decir un proceso de organización y desarrollo a partir de la relación entre fuerzas productivas, clases sociales y formas culturales.
Ahora bien, estas dos décadas transforman a Cumaná, en el sentido de la dimensión horizontal-vertical, en la segmentación urbana, comenzada hace décadas por las petroleras, en lo que Pierre [12], podría haber llamado yuxtaposición de la ciudad gringa a la ciudad venezolana, en la intensificación de la diferenciación habitacional producto de una cada vez más señalada segregación de clases, en la diferenciación funcional por la presencia de servicios infraestructurales y equipos de consumo colectivo, que nos llevó hace años a diferenciar a Cumaná en dos grandes áreas a las que hemos llamado "ciudad" y "no ciudad" https://www.aporrea.org/regionales/a268716.html.
Sin embargo, no es a esta escala que surgen las críticas a la forma urbana. Si asi fuera, se hiciera con una percepción de las grandes formas modeladas por los niveles no formales, se estaría en el camino de una crítica correcta, que apuntaría a una teoría. No, ella se efectúa sobre la escala de los espacios pequeños y más aún sobre la ausencia de espacios con algún sentido estético que la nueva formalización no logró, naturalmente en el segmento de la "ciudad", porque en "no ciudad", en la de los ranchos, sería otro el problema que deberíamos percibir.
Toda arquitectura popular dió siempre resultados de armonía parecida, como consecuencia de una mayor homogeneidad social correspondiente a menor división en el número de clases o fracciones de clases. Y en nuestro caso, ya desde los comienzos de la homogeneidad social de los cascos urbanos de los colonizadores blancos, fue defendida por la segregación del indio a poblaciones colaterales, como se hipotetiza en mi trabajo de investigación histórico-urbana sobre el antiguo caserío Altagracia de Cumaná https://www.aporrea.org/regionales/a267630.html y https://www.aporrea.org/regionales/a267256.html.
BIBLIOGRAFIA
[1]. MUMFORD, L. (1992). Técnica y civilización. España: Alianza Universidad.
[2]. BETTINI, V. (1998). Elementos de Ecología Urbana. Madrid: Trotta.
[3]. WEBER, Max (1944). Economía y sociedad. México: Fondo de Cultura Económica.
[4]. TERÁN, F. (1982) Planeamiento urbano en la España contemporánea (1900/1980). Alianza Universidad, SA Madrid.
[5]. Morris, A.E.J. (1.984:32).
[6]. BELLO F. (1986). Morfología Socio-Espacial de la Ciudad Industrial Venezolana. Barrios et ranchos. La response au problema dulogenebt dans la ville industrielle de Valencia. Venezuela. Valencia, material mimeografiado.
[7]. REVISTA CONSTRUCCIÓN, Nro. 77. (1955), "Grupos Censales y Viviendas Familiares"
[8]. MEZA, B. (2005). Proyectos del Taller de Arquitectura del Banco Obrero (TABO) para el Plan Nacional de la Vivienda en Venezuela (1951-1955)", en Revista Tecnología y Construcción, Caracas, Vol. 21, Nro. 2.
[9]. PÉREZ QUIJADA, Freddy (2014). Cero ingenuidad, los números hablan. Cumaná-Venezuela. Editoriales Radoca C.A.
[10]. ROSSI, A. (1979). La arquitectura de la ciudad. Barcelona- España. Editorial Gustavo Gili. Colección "Arquitectura y crítica". Traducida en castellano.
[11]. CASTELLS, M. (1985). La cuestión urbana. (10ª ed.). México: Siglo XXI.
[12]. PIERRE, G. (1964). Compendio de Geografía Urbana, Ediciones Ariel, Barcelona.
NOTA: texto tomado del libro inédito del mismo autor
Título de la obra: CUMANÁ, LA OTRA CIUDAD. LA ARQUITECTURA DE LOS ÚLTIMOS 130 AÑOS. PERÍODO 1890-2020 Y PROYECCIONES 2030 Y 2050.
Línea de investigación: Historia urbana local. Mayo, 2019.
Hecho depósito de ley (Impreso en papel)
Depósito Legal Nº: lfi09120166001210
ISBN: 978-980-12-8737-7
Hecho depósito de ley (Medio electrónico o digital)
Depósito Legal Nº: SU2019000004
ISBN: 978-980-18-0633-2
ANEXOS:
Figura 1. LA FASE DE CONSTRUCCIÓN DEL ENSANCHE.
Marín Lista, S. E. (2015). La fase de construcción del ensanche. El subperíodo 1951-1970 [Montaje gráfico de reconstrucción hipotética sobre el Plano de Ordenamiento Urbano de la ciudad de Cumaná del año de 1992]
Figura 2. LA UNIVERSIDAD DE ORIENTE-NÚCLEO DE SUCRE
Luis Gerardo Gonzales Bruzual (2016:210). La Universidad de Oriente Núcleo de Sucre, Cumaná (1969). Autor anónimo. [Fotografía]. [Consulta: 7 de enero de 2016].