Margarita se ilumina a fuerza de cacerolada

¿Muchacho para dónde vas tú a esta hora de la noche con esa pana de cocinar que, usamos para lo que se consiga en esta isla de nuestro purgatorio condenatorio, le dice la mamá a su hijo, y él voltea y se ríe? Sabiendo que lo que lleva en sus manos es la olla de cocinar de su casa que como única: la mamá presiente que se la va a esfondar de tanto darle con un pedazo de hierro y, esa practica de sonar cacerolas de noche más que todo iba en aumento de pueblo en pueblo cuando, la luz la quitaba tranquilamente Corpoelec en horas de la noche por más de cuatro horas que de día nadie se quejaba, aunque todos lo hicieran en voz baja, pero llegó la hora y la voz corrió como encendida por la gasolina iraní y dale que dale y a gritar se ha dicho y, allá te va:

¡Sino no nos dan de comer cómo pueden quitarnos la luz! ¡No comemos carne!, ¡no comemos pescado!, ¡no tenemos dólares!, ¡los bonos de Maduro quién se los coge que a pocos les llega!, ¡la pensión está por el suelo! Y ahora nos joden de noche con la luz. Y, dale que dale cacerola, y cada vez más duro, que se oiga en el Polo Norte que algún pingüino nos apoyará, porque el protector que teníamos se quemó de tanto irse la luz.

Y así eran las medianoches en Margarita, toda oscura, calurosa y los que podían dormir tenían que sacar los petates, los chinchorros, las hamacas, las camas, fuera de la casa y los que no tenían que guindar, se echaban en el piso a coger aire trasnochado o, a pensar que estaban viajando para Marte en colita Corpoelec y, la rabia crecía como río ciego que se llevaba la poca brisa que pasaba y el gobierno sordo y mudo y, las piezas de repuestos de la China no llegaban y, las neveras vacías y calientes sin poder enfriar, no las dejaban enfriar y, la angustia navegando en primera clase y no por Conferry y, Guaidó desde alguna parte exigía, griten y denle más duro a lo que suene esa vaina que, se oiga en la casa blanca a ver si Trump se despierta y nos inunda de más dólares, aunque sea para contarlos.

Y tiquitiqui y taquitaqui y las ollas ardiendo como panas sonando y la rabia suelta que estaba muda y el que no proteste que sueñe despierto que se hará la luz en cualquier momento y, la isla seca, rodeada de agua salada, y otros gritaban, aquí no se come carne desde diciembre que llegaron los perniles y, Dante pidiendo calma y cordura que después del seis de diciembre nos iluminará desde el Congreso con su manos levantadas con más poder y, Maduro, ni para allá veo que, Trump es el culpable y, Trump muerto de la risa con pronta medidas que vendrán más y mejores, que así es como se gobierna, pobres y ricos iguales, todos en democracia con una democracia tuerta sin luz y, los barcos iraníes con gasolina que, un poquito de paciencia que el petróleo va a correr nuevamente, que Rafael Ramírez dentro de poco será el nuevo presidente de Pdvsa que ese sí es chavista, que viva Chávez y, las cacerolas haciendo su trabajo buscando el olor a comida, pero lo que no es hoy será mañana y, la luz la dejaban pasar más de cinco horas, que esto no lo aguanta nadie que, el presidente Guaidó nos ama que, con Guaidó viviríamos mejor con más oportunidades, que Guaidó es honesto, que todo el que roba se le queman las manos.

Y el pueblo margariteño como el que va para una escuelita muy productiva que ya no las hay, esperaba pacientemente que llegara la noche y le quitaran su luz para salir sin egoísmo ninguno a tocar su pana y había panas negras que no conocían el gas, ¿cómo que no conocían el gas?, si gas es lo más que hay, o acaso se lo llevó Trump, pero de qué se quejan esos margariteños que tienen la isla más bonita del mundo, turistas por montón, aire, cielo, mar y mucho sol, ¿y qué más quieren? Y, como dice el dicho, nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, no, no puede ser, y qué quieren esos hijos er diablos, queremos luz, ¿luz? Y de dónde viene la luz, antojosos, y con tanto pescado en la mar, pero sin gasolina no se pueden buscar y, es mejor negocio vender la gasolina, y la luz, ¿cuál luz? Trump se la llevó para iluminar sus sueños ocultos, pero lo cierto es que, tenemos un día sin que nos quiten la luz -solo uno-, que no sea ilusión de pobres que nosotros no somos lunáticos y con luz de noche no somos gatos, ¿tú me ves? No.

Mientras somos felices, mientras no nos vuelvan a quitar la luz, así nos maten de hambre, nos dejen sin gasolina, nos dejen sin gas, nos dejen sin agua, estamos orgullosos, saben de qué, de ser margariteños y, ahora más que nunca andamos en bicicletas y el que no, camina, un pasito para adelante, otro más y otro y, así aprendimos a caminar, pero no nos enseñaron cómo tener siempre luz que nos alumbrara permanentemente con Maduro o sin Maduro y sin panas como cacerolas.

Y nosotros sin luz somos como animales de otro territorio.



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Esteban Rojas


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