Es bien conocido que Simón Bolívar fue uno de los personajes que lideró la guerra de independencia venezolana, y por tanto su papel en la formación republicana de Venezuela y de otros países del continente americano, es incuestionable. No obstante, en algunas plazas erigidas en su honor en la nación caribeña, pululan lacras de día y de noche, desechables que en su vida han “luchado” solamente por robar y hacer el mayor daño posible a los ciudadanos que circulan por esos espacios, y por estar permanentemente bajo los efectos de diversas drogas, que adquieren gracias al despojo violento.
Aunque no se crea, el actual Gobierno de Venezuela, cuyos voceros nombran a Bolívar a cada instante, ha permitido que la delincuencia común desechable prospere con total impunidad, en unos lugares que se supone deben honrar a un personaje importante para la historia contemporánea venezolana. Claro que no podía esperarse algo diferente en este sentido, teniendo en cuenta un contexto general enmarcado por la ineficiencia, la corrupción, el estado de indefensión, la desintegración social y la deshumanización reinantes, como consecuencia en parte de ciertos factores externos e internos, como el manejo nefasto de la pandemia por COVID-19.
En el caso de la plaza Bolívar de la ciudad de Mérida, los desechables vienen haciendo de las suyas hasta más no poder, convirtiendo al espacio en cuestión en una especie de coto de robo y de microtráfico de drogas, incluso durante el día. De manera que Simón Bolívar, a quien durante su primera visita a la ciudad andina en 1813, se le recibió con beneplácito y entregó una importante ayuda logística y monetaria de cara a la lucha independentista, ahora es testigo atónito de la brutalidad con que actúan unas cuantas escorias (drogadictos en su mayoría) contra los ciudadanos que recorren y visitan su plaza, y de la clara presencia de individuos de baja ralea, de jíbaros y de prostitutas que valiéndose de su oficio, cometen distintos delitos.
Lo peor de esta situación es que las autoridades estadales y municipales hacen prácticamente nada para erradicar a los desechables de la principal plaza de Mérida, transformada en un antro a cielo abierto ubicado precisamente al frente de las sedes de la gobernación y del Consejo Legislativo de la entidad homónima.