Del maíz cultural al maíz científicamente privatizado

En la entrega anterior se revisó el proceso de invisibilización de los aportes de la Agricultura Indocampesina, el comportamiento del sector científico técnico y académico (SCTA) penetrada por la Fundación Rockefeller (FR) y la implantación de los sistemas de producción que tributa a los intereses de la dominación capitalista extranjera.

Bondades de las Semillas Indocampesinas. Patrimonio Cultural Común

La Agricultura Indocampesina en contraste al sistema de producción agropecuario impuesto por la F.R., utiliza semillas propias tipo criollo generadas en sus conucos. Estas semillas entre sus bondades y características se tiene el ser seleccionadas por los mismos campesinos, es decir no hay la división social del trabajo impuesta por el SCTA, sino que el saber lo generan los sujetos desde su  misma práctica, lo cual los hace soberanos; no como hoy en día, donde unos “expertos fitomejoradores de instituciones públicas y/o privadas” desconectados de las realidades socioculturales y naturales de los campesinos, hacen el trabajo intelectual de selección y mejoramiento de semillas por un lado (la mayoría de las veces cumpliendo protocolos internacionales, como veremos más adelante) y por el otro los campesinos, sembradores, productores o multiplicadores haciendo el trabajo manual instruccional, ahora dependientes de los otros y sus instituciones. Además las semillas patrimonio cultural de los pueblos originarios  y campesinos son seleccionadas según sus demandas culturales, su localidad, sus condiciones agroecológicas, con un amplísimo espectro de variabilidad, con una abundante diversidad de semillas, con alta capacidad de propagación y resistencia. Cabe destacar que no sólo el maíz per se garantiza estas bondades, pues, las diversas formas de siembra y cultivos propios de la sabiduría ancestral del conuco, asegura no sólo la salud del cultivo, sino la garantía de cosecha y el aprovechamiento del tiempo y espacio de siembra.

Entre los maíces venezolanos que encontraron los investigadores de la FR y reportados por Grant y col. (1963); se tienen: Pollo, Pira, Cariaco, Sabanero, Puya, Costeño, Puya Grande, Común, Negrito, Cacao, Tusón, Cuba Amarillo Duro, Chandelle, Tuxpeño, Chirimito, Araguito, Canilla Venezolano, Guaribero y Huevito. Estos nombres no siempre son los comunes en Venezuela, si no de otros países como Colombia, Cuba, México, evidenciando el amplio intercambio que tenían los pueblos originarios y campesinos.

Reemplazo de las semillas indocampesinas por semillas mejoradas. Una estafa!

Los expertos, casi todos comprometidos directa o indirectamente con la F.R., sin estudiar el comportamiento de las diversas razas de maíces de los pueblos originarios y campesinos (semillas indocampesinas), decidieron sustituirlas con variedades mejoradas “creadas” en Venezuela según Obregón (2000). Comenzaron el  reemplazo con las variedades Venezuela 1 y Venezuela 3, logradas en 1942 y 1944 respectivamente, por el fitomejorador estadounidense Langham a partir de dos variedades cubanas. Es decir hubo un desprecio por parte de los investigadores y profesionales del agro, de las prácticas y saberes indocampesinos, de su trabajo de selección cultural y el potencial genético logrado, asumiendo que lo importado y manipulado por ellos, a priori superaría las razas criollas.

El fitomejorador Langham profesor de Fitotecnia de la Facultad de Agronomía de la UCV, trabajó en Venezuela durante diez años financiado por la Fundación Rockefeller y la Embajada de EE.UU. Luego, según afirmaciones de los investigadores Salomón Horovitz y P.C. Mangelsdorf, Langham nunca desarrolló una sola variedad de maíz o un verdadero maíz híbrido. Las dos variedades que distribuyó, Venezuela 1 y Venezuela 3, nunca demostraron ser superiores a las variedades ya cultivadas en Venezuela. Luego por los ingenieros Fontana, Carlos Rojas Gómez, Marcano Coelho y Horovitz, se supo que Langham fue a Cuba y trajo consigo variedades de maíz que, multiplicó en Venezuela cambiándoles los nombres, o sea las presentó como si hubieran sido producidas por él. Esta situación desató una gran disputa que involucró al Ministerio de Agricultura venezolano, cuyo ministro era Eduardo Mendoza Goiticoa (hermano de Eugenio) por un lado, que atrajo el apoyo de Horovitz a sus filas y, por el otro, la Fundación Rockefeller y la Embajada de EE.UU. defendiendo a Langham (Vessuri, 2003).

De modo que hubo una estafa científica hecha al país mediante la utilización de la fachada institucional científico-técnica, para desplazar las semillas indocampesinas adaptadas a las condiciones de cada localidad y sus demandas culturales.

El mejoramiento genético del maíz, una triste historia de dependencia

En la historia del mejoramiento genético del maíz se aprecia una fuerte penetración extranjera y de empresas privadas nacionales, quienes realmente son los que han conducido los programas de mejoramiento a favor de sus intereses, utilizando instituciones universitarias y centros de investigación, cuyos genetistas se han formado y actúan a merced de los centros de conocimientos foráneos, descartando el trabajo independiente con base a nuestras semillas autóctonas, y por supuesto sin considerar el conocimiento y prácticas indocampesinas.

En la Tabla Nº 1 (anexo), tomada de Obregón (2000), se observa una fuerte tendencia a “crear variedades venezolanas” a partir de germoplasmas provenientes del exterior. Se puede inferir que nuestras razas de maíces autóctonos, han sido poco estudiadas, utilizadas y mejoradas por nuestros genetistas. La única variedad comercial criolla trabajada, que se atribuyen los genetistas, es la “Sicarigua” siendo un maíz blanco semidentado, autóctono del estado Lara. En la medida que los maíces autóctonos, colectados en zonas campesinas, van siendo trabajados por los fitomejoradores, se va creando una autoría intelectual, generando un proceso de patentización, culminando con variedades propiedad de entes oficiales o firmas comerciales, con nombres comerciales que despistan acerca de su composición y autoría originaria. Esto ocurre con todas las variedades indocampesinas colectadas por los investigadores, públicos o privados en América, centro de origen cultural del maíz. Además se evidencia, cómo se han utilizado los campos venezolanos, para probar y utilizar material genético exógeno, elaborado en instituciones foráneas, creando dependencia tecnológica y control en la alimentación venezolana (Ver Tabla 1).  

La cosificación de las semillas. De las semillas a los germoplasmas o recursos fitogenéticos

Las semillas indocampesinas que encontraron “los conquistadores científicos de la FR” (ver primera entrega), fueron referidas como razas de maíces, o de “tipo criollo” con sus nombres comunes, es decir, las semillas integrales con todos sus componentes estructurales tangibles e intangibles, logradas por las culturas con una profunda carga espiritual, consideradas patrimonio común de intercambio y ofrenda entre los pueblos originarios y campesinos. Son las semillas donde no ha participado en su selección el SCTA, siendo catalogadas como de poca productividad, sacándolas de su contexto cultural y su agroecosistema (conuco), para ser estudiada con la óptica productivista del capitalismo, que sólo le interesaba e interesa el rendimiento (Kg/Ha o Bs/Ha).

Cuando se involucra el SCTA con sus genetistas, las semillas son cientificadas, se transforman en “objeto de estudio aislado” que no puede impregnarse de intangibles culturales, sentimentales y menos espirituales. Comienza un proceso de cosificación, de distanciamiento de la concepción original de la semilla, refiriéndose a ellas con un lenguaje científico y técnico, donde se van apropiando de la autoría, de la selección, del mejoramiento, de los actores. El área de trabajo es apropiado por la Genética; la selección se reduce a pocas mentes, manos y espacios; del conuco se pasa a los bancos de semillas y parcelas aisladas de instituciones públicas y privadas. Los actores, de conuqueros pasan a ser genetistas; las razas serán variedades sintéticas, híbridos, con marcas, nombres y códigos que atribuyen autoría y privatización. Las semillas, pasan a ser semillas certificadas, avaladas por normas tecnocráticas que favorecen la privatización y la exclusión del saber y hacer cultural.

Posteriormente, la práctica patentizadora de la tecnocracia reduccionista y fragmentaria del mejoramiento genético, se moleculariza a lo génico (se reduce a los genes), se habla de genoma, germoplasma, genes, secuencias genéticas, de recursos fitogenéticos, de bancos de germoplasmas y de ADN, de fitomejoradores y biotécnologos, de Ingeniería Genética. Como se aprecia hay un lenguaje,  espacios y actores que facilitan la patentización, la privatización, que tributa a la división social del trabajo, a pocos expertos que seleccionan pocas semillas, atentando contra la rica biodiversidad genética que tenían millones de hacedores de semillas con base a su rica demanda cultural y sus disímiles localidades.

Hoy día se impuso como deber ser, la practica de la manipulación genética molecular, la agricultura de laboratorio con ingenieros y trabajadores de bata blanca; cuya mayor expresión de desintegración de la naturaleza y las culturas, de dominio, dependencia y concentración es la transgénesis y los antinaturales transgénicos.   

BIBLIOGRAFÍA

Grant, U.; Hatheway, W.; Timothy, D.; Cassalett, C.; Roberts, L. 1963. Races of maize in Venezuela. National Academy of Sciences-National Research Council. Publication 1136. Washington, DC. USA. 91 p.

Obregón, P. 2000. Mejoramiento genético del maíz en Venezuela. Mejoramiento genético y biotecnología. En: H. Fontana y C. González (Eds.). El maíz en Venezuela. Fundación Polar. Caracas, Venezuela. pp.167:194.

Vessuri, H. 2003. El hombre de maíz de la Argentina: Salomón Horovitz y la investigación en la fitotecnia sudamericana. Centro de Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe. IVIC, Venezuela. Vol 14 (1). Consultado el 29 de junio de 2011 en: http://www.ivic.gob.ve/estudio_de_la_ciencia/Enlapublic/documentos/Horovitz.htm

ANEXO

Cuadro 1.- Variedades Comerciales de maíz creadas en Venezuela 1942-1990

Nombre

Institución y Genetista

Año

Composición Genética

Venezuela 1

IEAZ. Langham

1942

2 Variedades cubanas

Venezuela 3

IEAZ. Langham

1944

2 Variedades cubanas

Sicarigua

IEAZ. Rojas Gómez

1947

Criollo

Sicarigua Mejorado

CIA. Obregón

1953

Criollo

Tunapuy

CIA. Obregón

1963

4 var. Colombianas, 3 venezolanas, 1 mexicana

Minita

CIA. Obregón

1966

Var. salvadoreña, nicareguense y criollo

Foremaíz 1

Foremaíz. Carballo, Marcano

1968

Var. guatemalteca, colombiana y mexicana

Tunapuy

CIA. Obregón

1970

 

Simeto

CIA. Obregón

1975

Var. criollo y colombiana

Comp. Ceniap-DMR

Ceniap. Bejarano, Segovia

1981

Var. tailandesa

Foremaíz 2 PB

Foremaíz. Cabrera, González

1981

Var. guatemalteca, colombiana y mexicana

La máquina del Ceniap

Ceniap. Bejarano, Segovia

1985

Var. mexicana, CIMMYT

Ceniap Cogollero

Ceniap. Bejarano, Segovia

1990

Var. mexicana, CIMMYT

 

Fuente: Obregón, 2000 (Modificado).



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Andrés Avellaneda

Prof. IDECYT-UNESR- Miembro del C.A.R.I.A.C.O.

 andresavellaneda42@yahoo.com

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