La versión original del ALCA ha fracasado
por conflictos entre empresarios, divergencias entre gobiernos y resistencias
populares. Este proyecto intentaba reforzar la dominación integral de Estados
Unidos sobre Latinoamérica mediante privilegios a los exportadores y
corporaciones del norte. La iniciativa fue apoyada dentro y fuera de Estados
Unidos por las firmas más internacionalizadas y objetada por los sectores más
dependientes de cada mercado interno.
Estados Unidos ya ha lanzado una contraofensiva para suscribir tratados
bilaterales que radicalizan la agenda neoliberal y aumentan la indefensión de
las economías latinoamericanas. El antecedente de México ha sido nefasto en
materia agrícola, laboral y ambiental. El convenio con Chile acentuó la
primarización exportadora y las asimetrías con el gigante norteamericano son
monumentales en los TLCs negociados con Centroamérica y los países andinos.
La primera potencia busca bloquear la concurrencia europea que se canaliza a
través de España. Pero este rival no desafía la hegemonía norteamericana, ni
ofrece condiciones de librecomercio más benévolas para América Latina. A
diferencia de Europa, Estados Unidos no necesita conformar una estructura
estatal asociada para reforzar su hegemonía. Por eso impulsa tratados que
desnivelan los mercados de trabajo, impiden monedas comunes y desconocen la
existencia de fondos de compensación regional.
En las negociaciones multilaterales de la OMC se verifican las mismas tensiones
que han estancado al ALCA. Pero también allí las grandes potencias recurren a
alianzas bilaterales para replantear sus exigencias. América Latina no ha
perdido relevancia para Estados Unidos, especialmente en el contexto actual de
cuestionamiento al neoliberalismo y renacimiento del antiimperialismo.
El proyecto norteamericano de constituir una Area de Libre Comercio para las
Américas (ALCA) atraviesa una severa crisis. Una negociación que debía concluir
el año pasado está paralizada desde el 2003 por el efecto combinado de
conflictos entre grupos capitalistas, divergencias entre gobiernos y
resistencias populares.
Las tratativas quedaron definitivamente bloqueadas cuando las disidencias
alcanzaron una dimensión inmanejable en torno a 5.300 puntos de conflicto
(corchetes en los documentos discutidos). Estas discrepancias obligaron a
suspender las conversaciones.
A fines del 2005 Bush intentó relanzar la negociación en la cumbre de Mar del
Plata. Lanzó un repentino ultimátum, exigió reiniciar de inmediato las
tratativas y logró el apoyo de un significativo bloque de mandatarios. Pero su
demanda generó también fuertes críticas y condujo al naufragio del encuentro.
Todos los comentaristas resaltaron este fracaso y algunos evaluaron que
constituyó un desastre político mayúsculo para el presidente norteamericano (1).
Este resultado confirmó que -al menos en su versión original- el ALCA agoniza.
¿Pero cuál es la envergadura de este fracaso? La respuesta depende de la
caracterización del tratado.
Significado y funciones
El ALCA es un proyecto de dominación norteamericana de la región. Retoma una
meta estratégica de Estados Unidos que asumió distintas formas en los siglos XIX
y XX. A diferencia de varios ensayos precedentes el ALCA enfatiza la dimensión
económica de esta sujeción. Por eso la iniciativa no es impulsada con los
argumentos militares de la guerra fría (“un bloque contra el comunismo”), ni con
sus equivalentes actuales (“la batalla contra el terrorismo”). Se resalta, en
cambio, la conveniencia del librecomercio con el espejismo de un proyecto
optativo. Sus promotores incluso sugieren que una exigencia del imperialismo
está sujeta a la decisión soberana de los países latinoamericanos. Pero basta
comparar el PBI estadounidense con el vigente en cualquier economía de la
región, para notar cuán ridícula es la creencia de una negociación entre pares.
La difusión del ALCA como un proyecto económico oculta que su corolario sería un
proceso de recolonización política norteamericana, sostenido en un mayor
despliegue del Pentágono. La creciente apertura comercial y las privatizaciones
al servicio de las corporaciones estadounidenses requerirían esta cobertura
político-militar.
Todos los gobiernos norteamericanos han buscado el control absoluto de la
región. Esta tendencia se ha verificado desde los Congresos Panamericanos hasta
la formación de la OEA y el “Consenso de Washington”. El impulso hacia esta
sujeción deriva de la dinámica expansiva del capital metropolitano sobre sus
vecinos más cercanos. Estos territorios forman parte de un área que Estados
Unidos siempre incluyó entre sus pertenencias. (2)
El ALCA es la etiqueta contemporánea de esta ambición imperialista, que se
expresó en el reiterado intento de constituir la Unión Panamericana (1899, 1902,
1906, 1923, 1933, 1936). Por esa vía se buscó erigir una zona de convenios
arancelarios y financieros que garantizaran la primacía de las corporaciones
norteamericanas. Este objetivo ha sido explícitamente reconocido en la
actualidad por las principales figuras de la Casa Blanca. (3)
El ALCA pretende brindar a esas empresas amplias seguridades de ganancias por
sus inversiones. Por eso el convenio incluye controvertidos pagos de patentes,
nuevas retribuciones por servicios y ciertos privilegios en futuras
privatizaciones. El tratado le otorga status constitucional a estos beneficios y
asegura su cumplimiento a través de pactos, obligaciones y verificaciones
supranacionales.
El ALCA abre los mercados a los exportadores estadounidenses y establece cambios
impositivos y laborales que reducen los costos de las corporaciones radicadas en
la zona. Induce, además, el abaratamiento de los salarios que se pagan en
Estados Unidos, ya que potencia el chantaje que practican los patrones en las
negociaciones con sus trabajadores (amenazas de trasladar plantas a
Latinoamérica si no se aceptan menores retribuciones).
El tratado facilita la circulación irrestricta de los productos entre las
filiales de las grandes firmas y estimula la re-localización de los procesos de
fabricación en las áreas que toleran formas de explotación extrema de los
trabajadores. Para eso garantiza la plena movilidad del capital y la creciente
inmovilidad de la fuerza de trabajo. El ALCA favorece a los grupos capitalistas
más internacionalizados en su competencia con rivales menos globalizados.
Al cabo de varios años de crítica y denuncia, estas finalidades regresivas del
ALCA ya no constituyen ningún secreto (4). Lo novedoso ha sido la imposibilidad
de implementar el proyecto. ¿Por qué naufragó una iniciativa tan vital para el
imperialismo norteamericano?
Las causas de un fracaso
En las negociaciones del ALCA Estados Unidos planteó fuertes demandas, rechazó
cualquier concesión y buscó ajustar todos los ítems del convenio a las
conveniencias de sus compañías. Esta inflexibilidad condujo al estancamiento de
las tratativas. Los negociadores latinoamericanos intentaron mantener las
negociaciones, pero a partir del año 2002 objetaron su continuidad.
En términos generales, las discrepancias en torno al ALCA oponen a los grupos
exportadores y las firmas internacionalizadas con los sectores menos
globalizados y más dependientes de cada mercado interno. Esa división rige
dentro y fuera de Estados Unidos y se expresa en un complejo enjambre de
intereses.
Los promotores del convenio son las compañías que actúan en la órbita del
comercio exterior, las empresas con inversiones regionales y las firmas con
mayor competitividad internacional. El grueso de las corporaciones
norteamericanas se ubica en alguno de estos segmentos, pero no todas ganarían
con la reducción de aranceles.
En el bando latinoamericano promueven el ALCA las empresas que lograrían un
mayor acceso al mercado estadounidense. Rechazan el convenio las compañías que
perderían posiciones frente a sus competidores foráneos. Pero esta pulseada
entre grupos internacionalizados y no globalizados presenta características muy
específica en cada bloque.
Dentro de Estados Unidos, el ALCA ofrece grandes ventajas para los grupos
exportadores y las compañías ya instaladas en Latinoamérica. Promete importantes
lucros para las firmas que operan en los servicios (especialmente financieros) y
en actividades muy dependientes de los contratos de propiedad intelectual
(informática, farmacéuticos). El convenio en cambio desfavorecería a los
sectores protegidos de la industria (acero) y el agro (azúcar), que deberían
afrontar la concurrencia de los exportadores latinoamericanos.
Aunque el sacrificio de apertura que debe ofrendar Estados Unidos es muy pequeño
en comparación a lo que obtiene, los negociadores de Bush no tuvieron
contemplaciones. Colocaron sobre la mesa el poderío imperialista para imponer
sus demandas sin ninguna contrapartida, porque necesitaban utilizar las
concesiones de Latinoamérica para compensar a los perdedores norteamericanos del
acuerdo. Por esa vía esperaban asegurar la aprobación legislativa del ALCA. Pero
esta política de tensar al máximo las tratativas desembocó en un gran fracaso.
El ALCA conduciría a ampliar los convenios de librecomercio que ya tienen varios
países con Estados Unidos. En México promueven esta extensión los sectores
locales asociados con la fabricación en las maquiladoras y en Chile alientan la
misma ampliación, los exportadores de productos agrícolas (minería,
fruticultura, madera, energía o insumos industriales básicos). En cambio,
resisten el ALCA en ambos países, los grupos empresarios locales que ya
sufrieron los demoledores efectos de la apertura arancelaria.
Los países del Cono Sur están menos integrados a la esfera comercial
norteamericana y frente al ALCA las clases dominantes oscilan entre la tentación
y el terror. Observan el ingreso al mercado estadounidense como una gran
oportunidad de negocios, pero temen las consecuencias de la liberalización
importadora.
En Brasil y Argentina los sectores exportadores más favorables al tratado
(acero, jugo de naranja, soja, carne) chocan con la oposición de muchos grupos
industriales y financieros locales. Estas fracciones mantienen ventajosas
relaciones con el sector público y perderían influencia con la ampliación de las
normas de competencia que contempla el ALCA. La concurrencia con los grupos
foráneos afectaría su dominio de los mercados nacionales y también la
preponderancia lograda en los países vecinos.
En este intrincado contexto el gobierno norteamericano no pudo encarrilar la
negociación. Las alianzas que intentó forjar Bush con presidentes y
latinoamericanos fracasaron, porque la capacidad de Estados Unidos para
garantizar obediencia en su patio trasero ha decrecido significativamente en los
últimos años.
La resistencia popular que suscitó el ALCA transformó las discrepancias de los
negociadores en un conflicto irresoluble, especialmente cuándo las tratativas
perdieron carácter secreto. Sin este rechazo de los movimientos sociales las
negociaciones habrían continuado y quizás prosperado.
La crisis actual del ALCA obedece a este empalme de divergencias por arriba y
cuestionamientos por abajo. Es importante registrar ambos procesos para no
sobrevalorar uno u otro condicionante. Los funcionarios rechazaron el convenio
bajo la presión conjunta de ambas situaciones. No podían firmar el tratado con
el aval exclusivo de los grupos empresarios, ni actuaron tomando únicamente en
cuenta la opinión de la población. Bajo el efecto conjunto de las tensiones
entre capitalistas y las objeciones populares, el ALCA no se aprobó. ¿Pero ha
sido definitivamente derrotado?
Convenios bilaterales
El imperialismo ya lanzó un programa sustituto. Esta contraofensiva promueve el
reforzamiento de los tratados de librecomercio ya existentes (México y Chile),
la ratificación de nuevos convenios (Centroamérica y Republica Dominicana) y la
negociación de otros acuerdos (Panamá, Perú, Colombia y Ecuador). Esas
iniciativas indican que solo la versión inicial del tratado o su parche
posterior (un “ALCA Light”) quedaron fuera de la escena. Estados Unidos ya ha
lanzado el mismo producto con un nuevo envase. Es cierto que el “ALCA ha sido
derrotado”, pero únicamente en la desmesurada modalidad original que contemplaba
“un solo tratado desde Alaska hasta Tierra del Fuego”. El gran número de
acuerdos bilaterales que está suscribiendo Estados Unidos con países
latinoamericanos ilustra como se recrea esta iniciativa. (5)
En la cumbre de Mar del Plata Bush comprometió a número importante de gobiernos
con la defensa de esos tratados (TLCs). Incluso logró sustituir las
conversaciones en bloque por tratativas bilaterales que favorecen las exigencias
de un gigante frente a interlocutores débiles y dispersos. Estos acuerdos
radicalizan la agenda neoliberal e incorporan reclamos que los norteamericanos
mantuvieron en reserva durante las conversaciones del ALCA.
Los nuevos TLCs introducen inéditas obligaciones (privatizaciones de la salud),
extienden los derechos de propiedad intelectual a sectores impensados (plantas,
animales) e incluyen temas soslayados en convenios anteriores (servicios
financieros y telecomunicaciones). (6)
Estados Unidos obtiene con más facilidad sus objetivos en los convenios con
pequeños socios que en las negociaciones con todo un bloque. Además puede
impedir por este camino la eventual renegociación de lo ya suscripto. Un
conjunto de cláusulas garantizan la continuidad de los tratados, aunque sus
efectos sean catastróficos para los países latinoamericanos.
Los acuerdos bilaterales apuntan hacia dos situaciones diferentes. Por un lado
jerarquizan la instalación de plantas de ensamblaje industrial (electrónica,
indumentaria, automotores) en los países de Centroamérica próximos al mercado
estadounidense. En otros casos (Sudamérica) se promueve la exportación de los
recursos naturales más requeridos por la economía metropolitana. Ambos cursos
acentúan la dependencia de la estructura productiva latinoamericana del ciclo de
negocios estadounidense. (7)
Las clases dominantes latinoamericanas que firman convenios bilaterales no
desconocen estos nocivos efectos, pero aspiran a compensarlos mediante un
significativo aumento de exportaciones hacia Estados Unidos. Los ganadores y
perdedores de esta ecuación son grupos económicos muy distintos, pero el balance
es invariablemente adverso para las mayorías populares. Cada nuevo TLC aumenta
la pobreza, la desocupación, la degradación de los salarios y la polarización
del ingreso en la región. Cuánto más pequeños son los países suscriptores, mayor
es la desprotección frente al coloso norteamericano. Esta indefensión se traduce
en la destrucción de la pequeña agricultura y la pulverización de las viejas (e
integradas) industrias locales.
El nuevo empleo que generan las maquiladoras no compensa la destrucción de
puestos de trabajo que provoca la masiva importación de productos foráneos. Por
eso la emigración se multiplica y se generaliza una relación de dependencia
entre los convenios y las remesas que envían los trabajadores expatriados. Los
negociadores estadounidenses han convertido el otorgamiento de visas de trabajo
en un gran instrumento de presión en cualquier tratativa.
Las remesas de los emigrantes latinoamericanos involucran sumas que ya superan
la inversión extranjera directa (45.800 millones de dólares frente a 44.000
millones en el 2004) (8). Estas divisas son principalmente giradas hacia México,
Brasil y Colombia, pero representan una porción más significativa de los
recursos que arriban a los pequeños países de Centroamérica o del Area Andina.
En estos casos los ingresos superan ampliamente a cualquier rubro de
exportación. Los bancos norteamericanos están actualmente interesados en
formalizar la circulación internacional subterránea de estos fondos. Buscan
controlar el tránsito de estos flujos para apropiarse -a través del cobro de
comisiones- de una porción significativa de estos ahorros.
Con la firma de cada TLC se agrava el problema de los emigrantes porque estos
convenios aumentan el empobrecimiento, que obliga a los desamparados a escapar
hacia el Norte. Estados Unidos pretende lograr tres objetivos contradictorios:
controlar la afluencia de trabajadores, manejar las remesas y regular la
explotación laboral de los indocumentados. Por eso ajusta permanentemente las
cláusulas de las negociaciones bilaterales y enfrenta creciente dilemas en cada
tratativa.
Balance de los antecedentes
Una forma de evaluar los tratados bilaterales es observar que sucedió con el
convenio que mantiene México con Estados Unidos (NAFTA). Este tratado rige desde
hace más de una década y sus defensores resaltan que ha facilitado la
modernización del país. Afirman que permitió duplicar las exportaciones y
triplicar la inversión extranjera, sin aclarar como se alcanzaron esas metas.
(9)
Desde la vigencia del convenio la tasa de crecimiento ha sido inferior al
promedio de las décadas precedentes y la creación de empleo fue muy baja en
comparación con el incremento de 45% que registró la productividad. Más de un
tercio de la población trabaja en el sector informal y el aumento de la pobreza
acompañó a la contracción de los salarios. La crisis rural se multiplicó bajo el
impacto de importaciones masivas de alimentos y el desastre provocado por el
descontrol de las inversiones ya alcanza proporciones alarmantes. Entre 1985 y
1999, la erosión del suelo aumentó 89% y la polución del aire se incrementó en
un 97%. Ningún beneficio del NAFTA compensa este desastre ambiental. (10)
El convenio afianzó el modelo de especialización exportadora. Este esquema se
basa en el intercambio intrafirma y la adquisición de insumos extranjeros.
Sustituyó formas embrionarias de articulación industrial interna por un modelo
de ensamblaje fabril, controlado por las corporaciones norteamericanas que
operan a ambos lados de la frontera. Las maquilas obstruyen el desarrollo del
mercado interno y desarticulan las cadenas productivas preexistentes.
Este esquema se nutre de la explotación de una fuerza de trabajo joven, mal
remunerada, poco calificada y sometida a exigencias laborales infrahumanas (11).
El avasallamiento de los derechos laborales es cotidiano y se sostiene en la
ausencia (o mal funcionamiento) de los organismos que debían controlar los
atropellos patronales.
El convenio con Chile jerarquiza otro aspecto de las tratativas bilaterales: la
exportación de recursos naturales. A cambio de ciertos beneficios para vender
fruta, pescado, maderas y minerales, el país mantiene un nivel de protección
arancelaria inferior al promedio de cualquier país sudamericano. Por eso los
pequeños comerciantes e industriales soportan una competencia externa
devastadora. Este esquema acentúa la primarización y potencia la desigualdad
social. La quinta parte más rica de la población chilena se apropia actualmente
del 56% del ingreso nacional, mientras que el quinto más pobre solo obtiene el
4% de ese total. (12)
Los tratados que vertiginosamente se han firmado con Centroamérica (CAFTA)
combinan el modelo de la maquila con la exportación primarizada. Bush logró a
mitad del 2005 la aprobación legislativa de estos convenios. Sancionan una
asimetría escandalosa con seis economías que no equivalen siquiera al 1% del PBI
norteamericano. Los acuerdos incluyen todas las exigencias estadounidenses en
materia de propiedad intelectual, compras gubernamentales, aperturas de
servicios y facultades de tribunales extranjeros, que no prosperaron con el ALCA
Además, implican la erección de una infraestructura de puertos, canales y
carreteras (Plan Puebla Panamá), rodeadas de bases militares estadounidenses y
adaptada a las necesidades de las corporaciones norteamericanas. (13)
Finalmente se encuentran muy avanzadas las negociaciones de los TLCs Andinos.
Estados Unidos suscribió un convenio con Colombia que incorpora cláusulas muy
adversas para la agricultura de ese país. La expectativa de un tratamiento más
benévolo hacia el gobierno sudamericano predilecto de Bush ha quedado
completamente defraudada. (14)
Es probable también que las tratativas progresen con Ecuador si se concluye el
acuerdo con Perú. La letra chica de estos compromisos es más draconiana de lo
suscripto en el CAFTA. A cambio de concesiones muy puntuales para exportaciones
de baja relevancia (espárragos, flores), Estados Unidos impone el ingreso masivo
de sus productos y capitales en los dos países. (15)
Notas:
1) No se logró consensuar una declaración conjunta y la cumbre concluyó sin una
nueva agenda a la vista. Oppenheimer Andrés. “En camino hacia la división del
hemisferio”. La Nación, 6-11-05.
2) Morgenfeld describe este expansionismo. Morgenfeld Leandro. “ALCA: ¿a quién
le interesa?”. Ediciones Cooperativas, Buenos Aires, 2006.
3) El propósito del ALCA es “garantizar a las empresas estadounidenses el
control de un territorio que se extiende desde el Artico hasta la Antártida y el
libre acceso sin ninguna clase de obstáculos para nuestros productos, servicios,
tecnologías y capitales por todo el hemisferio”. Colin Powell, citado por Boron
Atilio. “La mentira como principio de política exterior de Estados Unidos hacia
América Latina”. Foreign Affaire (en español) enero-marzo 2006.
4) Hemos expuesto nuestra visión en: Katz Claudio-“El abismo entre las ilusiones
y los efectos del ALCA”. Revista Nueva Sociedad, n 174, julio-agosto 2001,
Editorial: Nueva Sociedad, Caracas
5) Algunos analistas resaltan solo la derrota de Bush y otros la combinación de
fracaso y contraofensiva. Benedetti Jorge. “2005: el año que derrotamos el
ALCA”. El Economista de Cuba, enero 2006. La Habana.
6) Gudynas Eduardo. “Regresa la sombra del ALCA” Correspondencia de prensa n
9039, 10-11-05
7) Un análisis de estas negociaciones ofrecen: Lander Edgardo. “¿Modelos
alternativos de integración? Proyectos neoliberales y resistencia populares.
Revista OSAL, n 15, enero 2005, Buenos Aires. Estay Reyno Jaime. “América Latina
en las negociaciones comerciales multilaterales y hemisféricas”. La economía
mundial y América Latina, Clacso libros, Buenos Aires, 2005.
8) Puyana Alicia. “Introducción”. La integración económica y la globalización.
Nuevas propuestas para el proyecto latinoamericano. Plaza y Janés, México, 2003.
9) Jubileo. Auditoria de la deuda-América Latina y el Caribe. Folleto al
FSM-Caracas enero 2006.
10) Esta defensa plantea: Delvin Robert. “El área de libre comercio de las
Américas. Expectativas de largo plazo”. La integración económica y la
globalización. Nuevas propuestas para el proyecto latinoamericano. Plaza y Janes,
México, 2003.
11) Wise Timothy. “NAFTA Untold Stories”, IRC, June 2003
12) Garza Toledo Enrique. “NAFTA, manufactura y trabajo”. NAFTA y MERCOSUR.
Procesos de apertura económica y trabajo, FLACSO, 2003.
13) Restivo Néstor. “Estampa de una economía rica y un reparto desigual”.
Clarín, 6-1-06.
14) Aguilar Carlos. “Mesoamérica en la hora de la resistencia popular”. OSAL n
13, enero-abril 2004, Buenos Aires.
15) RECALCA. “Colombia: Entrega total” Red Colombiana de Acción frente al Libre
Comercio y el ALCA”, Bogotá, 3-2-06
16) Ruiz Caro Ariela. “Repercusiones del fracaso de la OMC en Cancún en la
conformación del ALCA”. Estay Jaime, Sánchez Germán. El ALCA y sus peligros para
América Latina, CLACSO libros, Buenos Aires, 2005.
* Claudio Katz es economista, profesor de la UBA, investigador del CONICET. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda).