Los demócratas, que obtuvieron la mayoría tanto en el Senado como en la Casa de Representantes, siempre han sido reticentes en firmar este tipo de tratados. Ellos consideran estos tratados dañinos a la economía nacional; por eso el presidente Bush fue a vender su cuento al Asia donde le dieron la puerta en las narices.
Lo único que pueden alcanzar estos presidentes serviles que cifran todas sus esperanzas en el Gran Patrón es la prórroga de la Ley de Preferencias Arancelarias Andinas y Erradicación de la Droga (ATPDEA). Esta ley permite la entrada a Estados Unidos sin pagar aranceles de la mayoría de los productos de la región y expirará este 31 de Diciembre que viene.
Sin embargo, existe la posibilidad de que ni esta acta sea considerada antes del receso del Congreso porque hay muchas otras prioridades en disputa.
La curiosa insistencia y ansiedad, tanto de Uribe como de García, de lograr el TLC a toda costa, ocurre cuando se está generando un rechazo a este tipo de tratados con Norteamérica no solamente en América Latina, sino en todo el mundo por las graves consecuencias que traen a las economías nacionales y, en especial, a las de los países en desarrollo. Por eso fracasó el gobierno de Bush de tratar de imponer el ALCA (Area del Libre Comercio en Américas) en 2005 y tuvo que optar por la firma del TLC bilaterales.
La semana pasada, la administración norteamericana sufrió otro revés al tratar de imponer sus designios en la XIV Cumbre del foro de Cooperación Económica Asia Pacífico, donde los 21 miembros del grupo regional rechazaron la iniciativa de los Estados Unidos de crear el Área de Libre Comercio de Asia Pacífico (ALCAP) bajo el dominio norteamericano. Declararon que la primera prioridad en la región será establecer para el 2010, condiciones para la liberación comercial y de las inversiones entre sus miembros, y recién “después analizarían el ALCAP”, le dijeron.
¿Entonces, cuál es el apuro de Alvaro Uribe y de Alan García? Ignorando la opinión mundial contraria al TLC, estos dos están gastando millones de dólares de sus ciudadanos para el cabildeo en Washington, mandando delegación tras delegación. García vive pegado al teléfono, dizque llamando “todos los días a su amigo Bush”. ¿Será que son más visionarios que los mejores especialistas en el tema o de líderes mundiales? La respuesta es mucho más simple. Están apostando sus últimas cartas al jugador aparentemente más fuerte, sin querer darse cuenta que su causa está perdida, que EE.UU. ya no tiene la potencia de antes frente al aumento de la rebelión de sus, hasta hace poco, compinches.
Al tratar de obtener el TLC con EE.UU., estos dos gobernantes no piensan en el bienestar de sus pueblos sino en su propia supervivencia que será imposible sin apoyo y el dinero norteamericano. Por eso, ignoran el rechazo mundial a los ALCAs y a los TLCs que en la opinión del senador de la República de Colombia, Jorge Enrique Robledo, “sacrifican la soberanía de Colombia, anexan la economía nacional a la estadounidense, le quitan al país los principales instrumentos del desarrollo que empobrecerá más a casi todos los colombianos” y “... provocará enfermedad y muerte pues encarecerá los medicamentos en cerca de 900 millones de dólares al año, según la Organización Panamericana de Salud”.
Los dos últimos defensores del TLC hacen referencia a los “éxitos” de México y de Chile después de firmar el TLC, argumentando que ambos países aumentaron significativamente su comercio exterior. No obstante, ignoran la realidad: más comercio no es igual al desarrollo económico. La rebelión en Oaxaca lo comprueba y el modelo chileno basado en la exportación de productos primarios de bajo componente tecnológico constituye una bomba de tiempo, pues dependen de la demanda mundial.