La hipótesis de Caraballeda

En vista de que la oposición todavía mantiene la falsa acusación de que de que el gobierno está regalando el petróleo, envío de nuevo este artículo, donde se demuestra justamente lo contrario.

A raíz de la conferencia internacional sobre el así llamado “Derechos del Mar”, Colombia, o mejor dicho, las clases dirigentes de ese país, reclamaron como suyo el Golfo de Venezuela. Esta reclamación dio lugar a largas conversaciones entre los dos países, porque los gobiernos venezolanos de la época, AD y Copey, en lugar de rechazar esas pretensiones de la parte colombiana, le dieron una beligerancia incondicional, es decir, aceptaron entrar en negociaciones sobre una área marítima cuya jurisdicción venezolana estaba y está fuera de toda duda. Es más, la iniciativa para el comienzo de esas conversaciones la tomó el gobierno de turno, es decir, el de Luis Herrera Campins, porque el régimen colombiano, en un principio, no había mostrado ningún interés sobre el particular.

Simultáneamente, a lo interno el gobierno copeyano entró en consultas secretas con las llamadas fuerzas vivas del país, o sea, con Acción Democrática, Fedecámaras, CTV, alto clero y algunas academias, entre las que se encontraba la Academia de la Historia.

Es vergonzoso decirlo, pero todas estas organizaciones consultadas se mostraron de acuerdo con un documento en el que se reconocía la soberanía del vecino país sobre nuestro golfo. De manera, que ya se podía asegurar que la renuncia nuestra al dominio sobre esas aguas territoriales, era un hecho cumplido. Solo faltaba, para rematar la incalificable traición, que el ejército venezolano diera su visto bueno. Con esta finalidad, un numeroso grupo de oficiales de mediano y bajo rango de las Fuerzas Armadas de la época fueron convocados a un lugar de Caraballeda, donde se les pediría su aprobación a aquella conspiración contra la patria de Bolívar. El Presidente Luis Herrera, ante estos uniformados, empezó a leer un documento que después sería conocido con el nombre del lugar donde se le dio lectura, o sea, Hipótesis de Caraballeda. Y no había terminado de leerlo, cuando los oficiales más jóvenes empezaron a zapatear el piso. Y fue tan fuerte el ruido que produjeron, que a Luis Herrera no le quedó otra que salir corriendo, junto con sus secuaces, del lugar en el que se encontraban reunidos.

De acuerdo con lo anterior, permíteme, apreciado lector, hacerte la siguiente pregunta: ¿estás de acuerdo con que Venezuela renuncie a su soberanía sobre el Golfo y se lo entregue a la oligarquía colombiana, enemiga implacable de nuestro país? Te hago esta pregunta, porque algunos “venezolanos” están apoyando en estos momentos a los mismos sectores que ayer mismo propiciaban esa entrega. Pero no ya una entrega reducida únicamente a la mencionada área marítima, que de por sí sería una traición descomunal, sino el país entero, incluyendo por supuesto sus ubérrimos yacimientos petrolíferos. ¿Qué nos obliga a hacer esta afirmación? Bueno, el “aleccionador” caso de la apertura petrolera propiciada por Rafael Caldera.

Como se sabe, a través de la apertura petrolera las clases dominantes del país, como inicio de su plan de subastar totalmente a Venezuela, le habían regalado a las compañías extranjeras los riquísimos yacimientos petrolíferos de la faja del Orinoco. Estas empresas, pese a los jugosos beneficios que obtenían con la explotación de ese petróleo, jamás llegaron a pagarle un solo dólar de impuesto a la nación. ¿Era esto o no un desvergonzado regalo de nuestro principal recurso de exportación?

Pero además de lo dicho, ya que de regalos se trata, es oportuna la ocasión para hablar de algo que inexplicablemente nadie menciona. Se trata del complejo aluínico de Guayana. La construcción de estas empresas estratégicas le costó al país la bicoca de 5 mil millones de dólares. Sin embargo, por imposiciones del Fondo Monetario Internacional, el gobierno de Caldera la quiso privatizar poniendo como precio base mil quinientos millones de dólares, es decir, 3 mil quinientos millones menos de lo que había costado. El resultado fue que, debido al profundo deterioro en que se encontraban esas instalaciones industriales, producto de años de abandono, a los elevados compromisos financieros y a los inmensos pasivos laborales, ninguno de los consorcios extranjeros a los cuales les fueron ofrecidas esas empresas, mostró el menor interés en adquirirla.


alfredoschmilinsky@hotmail.com


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Alfredo Schmilinsky Ochoa


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