Mientras exista la
amenaza real de agresión imperialista, los países de nuestra América
están obligados a preocuparse de su seguridad. A estos fines en el
marco de este tratado multilateral debemos montar guardia en defensa
de la paz, incluso en territorios de otros países amigos. Los países
de nuestra América no podemos permitir a las naciones “desarrolladas”
que nos miren como a un espacio vital para apetitos ajenos y ansias
revanchistas. Pero decimos al imperialismo y sus compinches: acepten
en serio nuestra propuesta de que cada quien tenga su forma de conducirse,
elijamos nuestros gobiernos según las circunstancias que los
pueblos lo determinemos, y se abrirá una posibilidad para aminorar
sustancialmente la tirantez entre las clases en el continente.
Las naciones de nuestra
América vemos muy claro cuál debe ser nuestro deber en contribuir
a una buena colaboración entre todos los pueblos del continente y otros
países, mutuamente provechosa, en tender puentes de cooperación dondequiera
que sea posible: en el deporte, intercambio cultural, comercio, colaboración
científico-técnica, contactos humanos. Así y sólo así podremos
fortalecer todo lo que nos une, independientemente de las diferencias
que existan en el régimen social. La civilización humana se ha aproximado
a una encrucijada de la historia no sólo en lo que respecta a problemas
de la guerra y la paz. Hemos entrado en un siglo en que se nota cada
vez con mayor agudeza la indosoluble ligazón del derecho a la vida
con el derecho al desarrollo.
¿Acaso es posible
conformarse con que colosales recursos financieros se gasten en armas,
mientras centenares de millones de personas en el mundo padecen hambre
y millones de ellas mueren anualmente de inanición? Viven en la miseria,
en lo fundamental, los pueblos de los países en desarrollo. Pero el
problema de la miseria también ha afectado a los Estados imperialistas
desarrollados, incluido Estados Unidos de Norte América. El Estado
que asigna para armamentos miles de cientos de millones de dólares
anuales no puede o, lo que es peor aún, no quiere dar de comer a sus
habitantes, que se alimentan precariamente, no quieren dar trabajo a
sus desempleados, no quieren instruir a sus analfabetos ni dar techo
a aquellos que no lo tienen.
El problema más grave
es el ensanchamiento del abismo que separa a los países económicamente
desarrollados de los subdesarrollados. Las acciones de los imperialistas
en este caso sólo se pueden calificar de usura internacional y, dicho
con toda franqueza, sencillamente de saqueo. A decenas de países los
envuelve el imperialismo cada vez más estrechamente con las redes de
la dependencia financiera y tecnológica. Empero, tampoco renuncia a
sus viejos métodos de empleo de la ley del garrote, fuerza bruta. La
posición del Gobierno Bolivariano en este terreno es bien conocida.
Cada pueblo tiene derecho a regir soberanamente sus destinos. Sin este
principio no pueden haber normales relaciones internacionales. Nuestro
Gobierno Socialista brega y seguirá bregando por la reestructuración
del orden político y económico en el hemisferio en base a los principios
sensatos y justos de justicia.
Vivimos en una época
extraordinariamente compleja, en que tendencias contradictorias se han
entretejido y han hecho colisión a escala global. Revoluciones sociales
en Latinoamérica y desesperada resistencia de las fuerzas imperialistas
obligadas a desaparecer de la arena de la historia; ascenso impetuoso
del progreso científico-técnico y su reverso, que amenaza con poner
fin a la propia vida en la Tierra; importante progreso en todas las
esferas de la ciencia y las artes, y degradación, que tiene su expresión
en la “cultura masiva” engendrada por el capitalismo; lujo frente
a la miseria y hambre en medio de la abundancia; pujante movimiento
hacia la interdependencia, hacia la aproximación y enajenación, hostilidad
entre países y grupos de Estado. Todo esto engendra en no poca gente
el desconcierto y pavor ante el futuro.
El lema del socialismo
en tan responsable período actual de la evolución histórica, es desarrollar
el pensamiento vivo y de verificarlo en la práctica político-social.
Los socialistas apoyamos todo lo que favorece a los genuinos intereses
de los pueblos, a la paz, a la justicia social y al progreso. A todo
lo que contradiga estos objetivos, lo dejamos resueltamente de lado.
Nuestra doctrina revolucionaria es un poderoso instrumento del conocimiento.
Ella nos permite enjuiciar íntegramente las contradicciones de la época,
descubrir sus causas, hallar respuestas acertadas a los problemas actuales.
Pero esta doctrina necesita que se la desarrolle sin cesar. Hoy podemos
decir que los socialistas hemos aprendido firmemente una lección importantísima:
es preciso desarrollar sin miedo nuestra teoría, avanzar siempre en
la dirección del socialismo.
Nuestro Gobierno Bolivariano
y socialista tiene planteada una tarea de gran trascendencia histórica:
unir la justicia social, inherente al socialismo, con la más alta eficiencia
económica. Debemos, sencillamente estamos obligados a hacer el socialismo
más fuerte, que se desarrolle dinámicamente, que compita exitosamente
con la sociedad capitalista por todos los parámetros. Y esto requiere,
ante todo, utilizar plena y eficazmente las posibilidades verdaderamente
inagotables que surgen con la revolución científico-técnica. Se comprenderá
que en esto es preciso obrar juntos, aunando nuestros esfuerzos. Lo
exigen los interese económicos de nuestro pueblo y la situación política
en el ámbito internacional, así como, y no en último extremo, las
consideraciones de la seguridad económica. Huelga decir que comprendimos
al fin las trampas tendidas en los caminos comerciales que conducen
al capitalismo.
Por último, la experiencia
enseña el peligro que entrañan los errores y las desviaciones subjetivas
frente a los principios en los que se asienta el sistema político del
socialismo, las infracciones de las normas de vida y los fallos en la
política socioeconómica. La garantía más segura para no cometer
esas desviaciones es desarrollar y aplicar creadoramente la doctrina
marxista-leninista, es una estrecha relación con la clase trabajadora.
Por otra parte, si todo trabajador consciente vincula sus esperanzas
con la política del Gobierno Revolucionario, se sienta no un simple
ejecutor de la voluntad del Gobierno, sino que intervenga activamente
en la elaboración y aplicación práctica de los acuerdos gubernamentales.
Los imperialistas no
quieren competir con el sistema socialista, en democracia, cultura y
riqueza espiritual de la vida humana. No les preocupa la suerte de la
Naturaleza, del hábitat de los pueblos. Los apetitos de los jefes del
comercio de la guerra y de todos los vinculados a ellos, son más importantes
que el sentir y los intereses vitales de cientos de millones de seres
en todo el mundo, continuaran con las invasiones y la guerra. Estos
días han sido testigos de cómo se hunden en la politiquería mezquina,
de cómo sacrifican los intereses de su propio pueblo, de sus aliados,
y de la seguridad internacional, en su conjunto, en aras de los fabricantes
de armas.
El 26-S votemos por el socialismo.
¡Gringos Ho Home!
¡Libertad para Gerardo!
¡Libertad para los cinco héroes de la Humanidad!
Salud Camaradas.
Hasta la Victoria Siempre.
Patria Socialista o Muerte.
¡Venceremos!
manueltaibo@cantv.net