El riesgo panamericanista de la Unión Sudamericana de Naciones (Parte I)

La fundación de la Unión Sudamericana de Naciones (USN) tiene el problema de haber nacido. Y de haberlo hecho con grandilocuentes proclamas latinoamericanistas.

El primer desafío a demostrar es que no repetirá la misma rutina aburrida de sus antecesoras en materia unionista. Por lo menos desde la invención del Panamericanismo en 1899.

No es necesario ser un aguafiestas para demostrar que hasta ahora, todos los proyectos parecidos terminaron como comenzaron, o peor. No resistieron la presión innegociable del imperialismo. Tampoco sus propias contradicciones internas. Entre otras, la de andar proclamando alianzas entre Estados vulnerados y divididos por su dependencia y debilidad estructural. En ese sentido tiene razón el presidente Chávez contra Lula cuando le dijo que descree de tanta reunidera sin sentido. También cada vez que declara que "es una ilusión pensar que podemos eliminar la pobreza dentro del capitalismo?. Ambos aspectos concentran buena parte de las razones que llevaron al fracaso todo lo que inventó bajo el signo del panamericanismo. La Unión Sudamericana de Naciones comienza con ese desafío.

El valor relativo de la USN radica en demostrar por la negativa lo que sería posible si los regímenes congregados en la milenaria ciudadela incaica fueran políticamente independientes.

Que haya sido condenada por Robert Zoellick, conductor del proyecto ALCA en nombre de Estados Unidos, es una señal del valor simbólico del proyecto.

Se parece al peso relativo que tuvo la fundación de la OPEP en 1960, o las 57 organizaciones internacionales de materias primas en los años 60 y 70.

Pero al revés que en aquellos años, el imperialismo está menos temeroso con la USN, a pesar de la presencia del díscolo jefe bolivariano. Es que los demás presidentes "presentes y ausentes" no representan precisamente una amenaza a nada de lo establecido en el hemisferio.

Eso es posible verificarlo en Venezuela y Cuba, más en la política que en la economía. Todos los demás Estados y gobiernos están manejados por Washington, la UE y crecientemente por China. Es así en mayor o menor medida. Con más o menos discursos y remiendos económicos.

Nada de lo proclamado con rimbombancia en el Cuzco se podrá alcanzar si no se resuelve la premisa de la independencia política de sus estados componentes.

Cualquiera de nuestros libertadores se destornillaría de risa "o lloraría, quién sabe?. Sus mentores en el Cuzco hacen exactamente lo opuesto a lo que proyectaron durante el siglo XIX.

En ese sentido, Hugo Chávez sigue siendo un "solitario?. Ciertamente, está menos solo que en 1999 o cuando el golpe de 2002. La USN es un espacio donde él podrá recostarse institucionalmente para defenderse un poco del embate imperial, aunque sea con las patas hacia arriba. En ese sentido está menos ?solo?.

El asunto es que la USN no nació para que Chávez esté menos "solo?. De todas maneras es un buen baremo para averiguar qué cosa ha nacido y hasta dónde será capaz de llegar en su pretensión unionista.

Tiene razón el autor Emilio Marín cuando señala los cinco puntos vulnerables de la USN. Resumidos serían estos: A) Hugo Chávez es el único convencido, B) Cómo lograrán unificar aranceles 10 Estados en 10 años, si no pudieron 4 en 13 años, D) Lagos, la burguesía chilena y buena parte de su clase media, es anti Mercosur y anti CAN y sobre todo pro ALCA y pro APEC, E) "Otros que no quieren caerse del mapa de amigos de Estados Unidos son los jefes de Estado de Colombia, Ecuador y Perú. Alvaro Uribe, Lucio Gutiérrez y Alejandro Toledo secundan a George Bush: tienen firmados acuerdos por separado con el imperio, le cedieron bases militares y apoyaron su tesis 'antiterrorista' para la Junta Interamericana de Defensa." (La Unión Sudamericana en la Grilla de Largada -ARGENPRESS, 2/12/2004) Sólo agregaría uno: El carácter semicolonial de los Estados parte será el primer recurso del imperialismo contra la USN.

Modelos para desarmar

El "integracionismo" de finales de siglo XX fue el resultado de más de 100 años de trabajo paciente del imperialismo, especialmente del norteamericano.

No hay discurso oficial latinoamericano que no contenga su pequeña dosis de "americanismo?, inclusive alguna frase de reclamo a las "economías centrales? (aranceles, dumping, subvenciones agrícolas).

Es casi una tradición discursiva que pertenece al ritual "bolivariano" consagrado en los manuales presidenciales. Presidente que no hable de integración latinoamericana o no invoque a Bolívar o San Martín (casi en calidad de oráculos) y la "unidad de nuestros pueblos", habrá incumplido con un deber que raya en lo moral.

En la 49 Asamblea General de la Naciones Unidas (24, 25 y 26 de septiembre de 2003) se observó de nuevo esa manida costumbre, pero con una novedad.

11 presidentes latinoamericanos prefirieron invocar a los "fundadores de la ONU, que lucharon por la unidad de las naciones", que los "padres" de sus propias patrias. Toledo, el presidente de Perú, dijo, sin que se le revolviera su sangre indígena lo siguiente: "Queremos recuperar el espíritu de pertenencia y unidad de los fundadores de las Naciones Unidas". En ese espíritu podemos citar los discursos de los entonces representantes de Colombia, Uruguay, toda Centroamérica y Bolivia.

Sin embargo, todos los modelos y proyectos de integración propuestos o realizados desde la fundación del Mercado Centroamericano en 1958 (el primero) son lo opuesto a lo que proclamaron y realizaron los fundadores de nuestras repúblicas hace 180 años.

Tampoco se parecen a los que promovieron los tercermundistas en las décadas de los años 50 y 60. Los proyectos unitarios regionales y subregionales de los líderes nacionalistas del Tercer Mundo, tuvieron un carácter antiimperialista profundo, en la medida que se enfrentaron a las potencias dominantes, a través de revoluciones anticoloniales y anticapitalistas en África, América latina y Asia. Los dueños del planeta se vieron impactados por la aparición de nuevos "pan arabismo", "pan africanismo" y un latinoamericanismo cada vez más antiimperialista.

Un estudioso alemán de América latina, resumió la tendencia dislocadora y reintegradora de aquellas corrientes unionistas: "Fueron movimientos y procesos de cambio que con un vuelco violento reemplazaron el sistema político, social y económico existente, por algo distinto en calidad, en tanto que cambiaba la institución de la propiedad, la fuerza económica y política pasaba a nuevos grupos sociales, se liquidaba el sistema tradicional de dominio y la mayoría del pueblo empezaba a protagonizar su propia historia."

Y la autora francesa Odette Guitard, en su original libro "Bandung y el despertar de los pueblos coloniales?, señala el carácter y contenido de la "integración" que buscaban aquellos líderes, gobiernos y movimientos de mediados de los años 50: "No hay duda de que, en la historia colonial, Bandung es el "Acontecimiento" y que no dejan de tener razón tanto sus adversarios como sus partidarios al ver en él un hito en la historia del mundo ... En Bandung, el 18 de abril de 1955, el afroasiatismo entraba en la historia".

El integracionismo de los años 90 usó algunas de las palabras de los "integracionistas" de décadas anteriores, pero ninguno de sus objetivos. Si alguna palabra no usó, fue anti imperialismo, y no por casualidad. Reflejó, con simpleza, la más pura verdad de lo que pensaban.

Después de un siglo

Los bloques económicos y acuerdos comerciales y políticos de la última década y media corrieron por otro carril de la historia, aunque a la cabeza de algunos gobiernos latinoamericanos hayamos visto a esclarecidos mentores o militantes del nacionalismo de ayer. Ejemplos citables: Fernando Henrique Cardoso, en Brasil, Menem en Argentina, Carlos Andrés Pérez, en Venezuela o Ricardo Lagos, en Chile. Algunos en la política, otros en los libros y la militancia, tuvieron la capacidad de ser nacionalistas y dejar de serlo en su misma vida.

Este tipo de "panamericanismo" comenzó a desarrollarse en 1889. Tras 100 años, alcanzó sus mejores frutos en la última década. También sirvió para crear una seudo doctrina de integración latinoamericana de la que se ha alimentado la diplomacia, la mayoría del periodismo y de los líderes de las burguesías latinoamericana.

Tuvo su máxima conquista al final de la II Guerra Mundial, cuando se firmaron los pactos de Breton Woods, que dieron a la luz el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, etc. Inmediatamente se inventó la Organización de Estados Americanos, OEA, como mega estructura hemisférica, suma de todo lo ansiado por los "panamericanistas".

Con la OEA y los organismos financieros internacionales, se alentaron múltiples formas de agrupamientos y formas de integración, todas bajo el signo del dólar, como medio de cambio, lo que indicaba el poder económico y político dominante tras la divisa.

Desde el año 1958, cuando se funda el Mercado Común Centro Americano (MCCA), el objetivo expreso ha sido mantener estable "o reequilibrar cuando algún acontecimiento la altera" la estructura de dominación hemisférica fundada entre 1945 y 1948, la más perfecta jamás hecha por un imperio, inclusive superior a la Commonwealt británcia.

Las "integraciones" de la década de los 90, especialmente lo que se hizo con el Mercosur, fue el mejor experimento político y comercial de ese "panamericanismo".

Los Estados, tanto como las economía de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, más Chile y Bolivia, a través de los ACE (Acuerdos de Complementación Económica) fueron puestos acorde con las "doctrinas" económicas y políticas del neoliberalismo y el Consenso de Washington. En ninguna región del planeta se pudo hacer con la comodidad que se logró en el Mercosur.

Las instituciones estatales tuvieron una especial manera de imbricarse con la nueva economía y política mundializadas. Los resultados de esa relación eran cada vez más totalizantes para las poblaciones, sobre todo con el armado que desplegó desde 1945 con las Naciones Unidas, el más complejo sistema mundial de Estados de la historia, fundado en los pactos de Teherán, Yalta y Postdam.

Fue tan mundial y tan elaborado este modelo de organización internacional del último medio siglo, que tras su desmembramiento entre 1989 y 1991, pudo sacar inteligencia para reaccionar al "caos sistémico" planetario y prolongarse un poco como Naciones Unidas. Los debates actuales, entre los "reforzadores" de la ONU y los "disgregadores", tratan de sacarla del marasmo y de las travesuras amenazadoras del mozalbete G. W. Bush.

Las primeras dos guerras contra Irak, la construcción de la Organización Mundial de Comercio, las operaciones sobre Sierra Leona y Haití, entre otros hechos, demostraron que aún le quedaba aliento al sistema mundial de la ONU.

Aunque otros ejemplos hablan en sentido contrario, Somalía, Rwanda, Serbia, Kosovo, pero sobre todo la invasión a Irak el 19 de marzo de 2003. Este último caso evidenció que la ONU ya no servía para todo lo que hizo en sus mejores años. En pocas palabras, que el último responso había comenzado a sonar para el sistema mundial de Estados organizado en Yalta y Postdam, aunque eso no signifique su desaparición.

Como hemos visto, tuvo mucho que ver con la llegada del joven Bush y sus teóricos "preventivos" al poder en los Estados Unidos. A ellos y a Israel les incomoda las Naciones Unidas, tanto como a Hitler, Hiroito y Musolini le molestaba la Sociedad de las Naciones en 1923. En aquellos casos, fue un fastidio para los Estados expansionistas del fascismo, el nazismo y el Mikado. Nada de esto permite suponer que estamos a algún fascismo ascendente.

Es algo más simple. El reparto de poder mundial contenido en las Naciones Unidas, es incompatible con la concentración-dislocación del dominio global de Estados Unidos.

¿Cuál integración?

La existencialidad de la integración en general y de los bloques en particular, durante el siglo XX, dependió continuamente de dos factores: Que redundara en buenos negocios para las multinacionales y las grandes empresas llamadas ?nacionales?, y que adquiera legitimidad social. Es decir, mucho de facturación anual y algo de espacio mediática.

Este fue el criterio "integracionista" de los últimos 50 años. Es la única explicación de que haya arrojado resultados opuestos a los que procuraban los jefes militares y políticos de la Independencia, y quienes siguieron detrás de ese proyecto unificador de Bolívar y su generación.

La idea integracionista ha quedado consagrada como paradigma y postulado cuasi místico. A tal punto que lo que siempre se conoció como "americanismo? o "unidad americana", se transformó en la última centuria hasta adoptar la denominación mercantilista de "integración".

1889, el primer consenso de Washington

Esta historia de deformación y perversión de la idea de América como una sola nación, comenzó con la derrota del Congreso Anfictiónico de Panamá.

En 1889 da un salto con la instauración del "panamericanismo" en sustitución de la idea de "América" como nación independiente. Ese fue el significado de la Primera Conferencia Internacional Americana.

El gobierno norteamericano congregó en abril de 1889, a las 17 debilitadas repúblicas sureñas y fundó, en Washington, el más grande tejido semicolonial, después del imperio británico. Era lo que correspondía con repúblicas que habían alcanzado su independencia formal del colonialismo. Hacer otra guerra continental, como la que hizo el imperio de España, era mucho riesgo. Este método, el del "garrote" se aplicó en Cuba, Puerto Rico y Las Filipinas.

El amague alemán sobre los puertos venezolanos en 1902, no fue más que eso, un amague. Luego vinieron Panamá, Nicaragua, Haití, Dominicana, etc.

La Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la caída de los imperios en 1918 y la larga crisis que fueron los años 30, con el nazismo y el fascismo en el medio, impidieron la consolidación del proyecto "panamericanista" de 1889. Sólo pudieron realizar 7 conferencias internacionales, excluyendo el malogrado experimento de la Sociedad de la Naciones (1923 a 1933). Hubo que esperar hasta el final de la II Guerra Mundial para retomar la estrategia.

Desde entonces, fueron ahuyentadas palabras que invocaran el sentido anti imperialista de los primeros tiempos.

Si algún presidente tuviera la destemplada ocurrencia de hablar mal de la "integración", sería denostado como un "anti latinoamericano", o cosas peores.

Si no, veamos lo mal que quedaron los presidentes Jorge Batlle, de Uruguay y González Macci, de Paraguay, después que denunciaron varias veces el Mercosur entre 1998 y 2000, o cuando Pinochet rompió la Comunidad Andina en 1974 y Ricardo Lagos se distanció del Mercosur y la Comunidad Andina al firmar el TLC con Estados Unidos, en 2002.


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Modesto Emilio Guerrero

Periodista venezolano radicado en Argentina. Autor del libro ¿Quién inventó a Chávez?. Director de mercosuryvenezuela.com.

 guerreroemiliogutierrez@gmail.com

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