“Tiránico. Militar conspirador. Poder absoluto. Rendición. Vociferante melodrama, barato y ramplón. Manipuladores “tuiteos” sensibleros. El recrudecer de la megalomanía irresponsable. Despilfarro del dinero público. Orden general de volcar obscenamente las arcas del Estado hacia la fracción más menesterosa y dócil de su electorado. La clara voluntad de extorsionar, una vez más por la vía del miedo, el voto de los empleados públicos. La demencial contumacia. Precario estado de salud terminal. Hombre superlativamente perturbado por un terrible trastorno de personalidad. La ausencia total de sano juicio. Ha tomado la decisión de morir matando. Megalómanos y mesiánicos. Narcisismo. Monomanía terminal. Cariz ominoso y fatídico”.
Más allá de tanta poesía, el guionista alerta al pueblo opositor sobre la necesidad de ganar, pero curiosamente no menciona nunca al gobernador de Miranda. Ese que ellos soberanamente eligieron hace casi dos meses. La responsabilidad recae sobre el pueblo opositor: hay que poner en tensión todos los recursos de movilización electoral a nuestro alcance. Arenga de escritor retirado. ¿Qué importa su candidato? Ese que no levanta ni con leudantes. Es una fatalidad, ni lo nombra. Le queda satanizar al monstruo. Curioso monstruo ese Chávez.
Y es que a la embriaguez que les produjo los tres millones de votantes de sus primarias, le siguió una andanada de encuestas en las que Capriles se ve contra las cuerdas, sin aire y en conteo preventivo. La borrachera triunfalista se fue desvaneciendo. Se la tuvieron que quitar con agua marca Ecarri.
Y aunque el autor dice que Chávez está en el tercer acto, lo más importante, lo que más describe su prosa pendenciera y es la razón del fracaso de la oposición venezolana, es su espanto porque el Presidente decidió “volcar obscenamente las arcas del Estado hacia la fracción más menesterosa y dócil” de su electorado.
Esa es la tragedia de la oposición. El desprecio que sienten por el pueblo chavista. Chávez ganará porque los pobres, los desdentados, los hijos, las madres, los adultos, las hijas, los brutos, los sumisos, los obedientes, los pata en el suelo, fueron comprados por las misiones. Para la oposición no existe la justicia social. Sólo hay un tirano comprando votos. Pero hay malas noticias pare ellos. Los “menesterosos”, los “dóciles”, los que este escritor intenta descalificar, son los mismos que hace diez años, un día como pasado mañana, defendieron a Chávez en Miraflores y que un día como el 13 de abril de 2012, lo trajeron de vuelta. Son los mismos. Son gente indócil y digna. Es el pueblo chavista.Y son mucho más de tres millones.
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