La línea política asumida desde principios de año por la Casa Blanca hacia Venezuela y el gobierno de Hugo Chávez Frías busca aumentar el clima de tensiones existente entre ambos gobiernos. Cada día la administración Bush arma sus dardos de falsas acusaciones en contra de Chávez y el proceso bolivariano, asociándolos al terrorismo, al narcotráfico internacional y al intervencionismo en países de la región, como Bolivia y Ecuador. Todo con la aviesa intención de que sea aislada Venezuela y se creen las condiciones para que se produzca una sanción diplomática de parte de la OEA y, eventualmente, una invasión militar para “restituir la democracia y la libertad”, tal como se hiciera con Afganistán e Iraq.
A esto se aúna el hecho de que el imperialismo estadounidense incrementa su presencia militar en el hemisferio en prevención de situaciones contrarias a sus intereses vitales, suscitados la mayoría de ellos a raíz de la firma y aprobación de Tratados de Libre Comercio bilaterales con algunos gobiernos latinoamericanos, cuestión que le atribuye el gobierno de Washington al binomio Chávez-Fidel Castro. Para reforzar este señalamiento se menciona el apoyo brindado a dirigentes como Evo Morales y otros que estarían subvirtiendo el orden establecido, desarrollando una política de masas antinorteamericana. De ahí que al mismo tiempo que disemina planes militares a todo lo largo del Continente americano (Puebla-Panamá, Colombia y Dignidad, sobre el Amazonas) y asienta bases para sus tropas en Curazao, Ecuador y, últimamente, en Paraguay, a escasos doscientos kilómetros de Bolivia; el gobierno guerrerista de George Walker Bush se esfuerza en rescatar los objetivos primordiales que animaron el proyecto del ALCA, suscribiendo en su lugar acuerdos económicos bilaterales que minimicen el impacto de la propuesta del ALBA lanzada por el Presidente Chávez. Estos planos de confrontación Washington-Caracas son agudizados cada vez por funcionarios ultraderechistas y anticomunistas del régimen de Bush al referirse al gobierno de Venezuela, lo cual es amplificado por los diversos medios de información opositores, nacionales y extranjeros, dando cuenta del peligro que se cierne sobre las libertades democráticas del país, de modo que haya la impresión que en Venezuela existe un totalitarismo opresor.
Un elemento adicional en esta confrontación es el surgimiento de TELESUR y la iniciativa legislativa montada por el Congreso estadounidense para contrarrestar su influencia en el sur de nuestro Continente, acusando a esta televisora latinoamericana de fomentar el odio antiyanqui y de distorsionar las informaciones a emitir, sirviendo de vehículo al mismo tiempo para la ideologización de aquellos que la sintonicen. Para ello se apela a argumentos fútiles como el que se haya incluido en sus imágenes promocionales a Tirofijo, el comandante de las FARC, lo cual sería una apología del terrorismo. Sin embargo, se ignora adrede la campaña desinformativa implementada por los medios de información opositores al proceso bolivariano y el papel activo que éstos cumplieron en la detonación y justificación del golpe de Estado del 11 de abril de 2002 y cómo éstos han intentado explotar las fricciones que se producen con el gobierno colombiano. En esto se ve un paralelismo con la campaña de propaganda negra que llevara a cabo la administración Reagan contra los sandinistas en Nicaragua y la administración Nixon contra Allende en Chile, lo que le da la impronta de la CIA y del Departamento de Estado yanqui innegable.
No contentos con esta estrategia, Estados Unidos recurre a la USAID (Agencia de los EE.UU. para el Desarrollo Internacional) para socavar la base de apoyo popular del Presidente Chávez a través del financiamiento y de la actuación de organizaciones no gubernamentales (ONG`s), a semejanza de lo que hiciera en Ecuador con buenos resultados. En esto su embajador en Caracas se ha mostrado activo, recorriendo algunas ciudades del país, tratando de hacerles ver a los venezolanos que EE.UU. son los buenos de la película y Chávez un buscapleitos que entorpece la democracia y el progreso venezolanos al pretender implantar una ideología trasnochada, contraria al devenir humano.
Todo esto forma parte de una sola estrategia, bifurcada en distintas tácticas que se irán aplicando según el momento que se viva. Toda ella apunta a derrocar, por cualquier medio disponible a su alcance, al gobierno chavista. El imperialismo yanqui comprende que sólo así podrá controlar y minimizar los profundos cambios que se están dando en nuestra América y presagian el final de su hegemonía neocolonial, ya que éstos –de una u otra manera- siguen el modelo revolucionario acá propiciado. No tiene nada de extraño, por consiguiente, que se mantenga caliente la controversia entre ambos gobiernos, puesto que cada uno representa tipos de sociedades que son antagónicos: la democracia representativa frente a la democracia participativa. No se puede esperar, a pesar de las declaraciones emitidas en contra, que dicha confrontación se acabe felizmente, sin mayores traumas. Esto sería lo ideal, pero ya conocemos al Imperio: nunca se rendirá por las buenas. Cuba y Vietnam son los mejores ejemplos de esta afirmación.-