El que no entienda que estamos en medio de un golpe económico de dimensiones colosales es porque no vive en Venezuela o porque tiene ingresos de proporciones tales que poco le importa el precio de las mercancías.
Pero para la gran mayoría de los venezolanos y venezolanas, trabajadores que percibimos un salario o ingresos modestos, lo que estamos viviendo es una suerte de bombardeo contra nuestra economía y calidad de vida.
¿Qué es lo que está pasando, entonces? Muy simple, la burguesía comercial, tanto importadora como minorista –estimulada por la derecha política desestabilizadora– está arremetiendo contra el pueblo para voltear al gobierno. El primer objetivo de esa ofensiva es simple: medir al gobierno sobre su poder de respuesta. Es como al paciente cuando el médico le golpea con el martillito la rodilla para ver qué reflejos tiene. ¿Está en condiciones el gobierno para proteger al pueblo de esta expropiación que se está llevando a cabo para beneficio de las clases dominantes? Esa es la respuesta que quiere obtener la oligarquía venezolana para planificar sus futuras acciones desestabilizadoras.
En otros términos: el objetivo es generar descontento entre la población y carcomer las bases que sostienen al Presidente Maduro. ¿Cómo lleva adelante la derecha apátrida este golpe económico? Desplegando a sus bases en un inmenso frente de batalla, que involucra a la alta burguesía en complicidad con los pequeños y medianos comerciantes, que incorpora también hasta importantes segmentos de la buhonería callejera. La derecha, con esta acción golpista, pretende crear un bloque de “arriba hacia abajo”, expresada en miles de focos de descontento con epicentro en cada una de las bocas de expendio de la red de comercialización nacional, pública y privada.
La alta burguesía (la importadora fundamentalmente), acapara e infla los precios con excusas de todo tipo, y la pequeño burguesía comercial y sus socios menores aprovecha la situación para obtener ganancias extraordinarias –a río revuelto cosecha de pescadores–. Todos tienen excusas a la hora de explicar los aumentos de precios, todos responsabilizan hacia arriba, la vendedora de arepas aduce que la harina pan no se consigue y hay que comprarla a cualquier precio, el carnicero dice que el mayorista sólo lo provee al precio que a él se le da la gana, el verdulero dice que esos son los precios del Mercado de Coche, el que vende huevos dice que el productor necesita comprar el alimento balanceado para las gallinas ponedoras y que este alimento balanceado es importado, y el importador señala que no le dan los dólares en Cadivi, entonces tiene que acogerse al precio del dólar paralelo… Así sigue la cadena que siempre va para arriba, pero antes de llegar al tope –o sea a la gran burguesía–, los medios de comunicación al servicio precisamente de esa burguesía, la desvían hacia el Palacio de Miraflores, como en abril de 2002. El responsable directo de la suba de precios es el gobierno, por acción u omisión. Ante esa situación llega la pregunta ¿Entonces, dónde está el gobierno? Esa es la pregunta que la derecha quiere que los venezolanos nos formulemos, para que todo, absolutamente todo el desmadre de los precios de los productos –esencialmente los de primera necesidad–, quede bajo exclusiva responsabilidad del gobierno. “Culpa e Chávez”, querían que dijéramos los venezolanos hace un tiempo, ahora, la intención es que digamos “culpa e Maduro”. Esa es la respuesta que quiere inducir la oligarquía entre la población, la idea que no hay gobierno o que éste gobierno no controla nada.
¿Qué hacer entonces ante tal ofensiva? Lo ideal es la respuesta contundente, la contraofensiva revolucionaria como nos enseñaba Chávez. Ante la pregunta ¿qué hace el gobierno? La respuesta no puede esperar más: precios máximos a los productos –principalmente a los de primera necesidad–. Precio máximo como primera medida, contundente, categórica, sobre los precios al 1 de enero de 2013, sumada la inflación oficialmente indicada hasta el día de la fecha. Y esto acompañado de una campaña de información masiva que incluya la publicación de los precios, obligatoriamente, en todos los negocios y comercios del país, bajo sanción de cierre, temporal o definitivo.
El grito de los empresarios será al unísono: “no podemos vender por debajo de los costos”. Pues entonces que cierren sus negocios. El pueblo venezolano no puede soportar más ese chantaje. El gobierno tendrá que analizar, uno por uno, los verdaderos costos de producción, y ajustar donde tenga que ajustar, pero mientras tanto los costos los tendrá que pagar la clase empresarial, que demasiadas ganancias extraordinarias recibieron expropiando al bolsillo del pueblo. Porque tampoco servirían los precios máximo sobre los actualmente existentes, ya que esto sería consolidar la estafa y el abuso con que nos agredieron los empresarios en estos últimos meses. Que una vez en la historia paguen los “platos rotos” la clases empresariales sería un buen ejemplo para que en el futuro ese empresariado no se deje tentar por el “canto de sirenas” de los golpistas, de ganar dinero fácil a costilla del pueblo trabajador.
Otra medida que es insoslayable y se complementa con la primera, es la nacionalización del comercio exterior. Barrer de una vez por todas con la parasitaria burguesía importadora, hija dilecta de la Venezuela rentística y principal responsable y beneficiaria del golpe económico. Pero para llevar adelante esta medida, es fundamental movilizar al pueblo bolivariano, explicarle cómo y porqué se toma esa medida, denunciar a esa clase parásita y asociada al gran capital imperialista y tomar el “toro por los cachos” en lo que respecta la importación de bienes y servicios para interés del pueblo y de la Nación.
Asimismo se hace necesario que los entes de control se amplíen con la participación del movimiento popular organizado. No es suficiente 200 o 500 inspectores en la calle, tiene que ser el poder popular quien controle con la fuerza pública los delitos de acaparamiento o irrespeto a los precios máximos. Todo el mundo que quiera dedicarse al comercio debe entregar factura y el pueblo debe hacer respetar esa modalidad: el fabricante al mayorista, el mayorista al minorista y el minorista al consumidor final; el fabricante a sus proveedores y éstos a quien sea, pero el sistema debe de estar perfectamente controlado; si el precio al consumidor final llega por arriba del precio máximo es porque en la cadena hay un delincuente que está robándole al pueblo.
Sin duda que los entes del Estado, llámese Indipabis y los demás involucrados en la materia, deberán ser revisados por su ineficiencia demostrada hasta el momento. Asimismo la red de comercialización del Estado, Mercal, Abastos Bicentenario, etcétera, deberán ser potencializados ampliando su capacidad de llegada al pueblo como también su inventario, en asociación directa con los productores, tanto nacionales como extranjeros.
Paralelamente es necesario que el gobierno asuma el Plan de la Patria en todas sus dimensiones, pero tomando como prioridad la industrialización del país en todas sus ramas, ampliando el mercado interno, creando cadenas productivas en manos de los trabajadores y generando empleo con altos salarios a fin de volcar a la población al trabajo productivo. Nadie va a incorporarse al ejército industrial con sueldos que se los come inmediatamente la suba indiscriminada de precios. ¿Quién se va a ir de obrero si vendiendo cualquier chuchería le reporta más ingresos que trabajando 8 horas en una fábrica?
Y por último creo que es fundamental un pleno sinceramiento del gobierno. El nuestro es un gobierno obrero y popular, revolucionario y socialista, por lo tanto no podemos permitir que una clase minoritaria embobe a una franja de la población para que se asocie a ellos para expropiar al pueblo. Porque de lo que se trata también –con este golpe económico–, es de expropiar lisa y llanamente los ingresos de la clase obrera. Al que produce las riquezas, o sea a los trabajadores, se los expropia a través de la plusvalía y luego, como si esto fuera poco, se lo vuelve a expropiar con el aumento de los precios al antojo de las clases parasitarias. Socialismo y explotación no pueden convivir. Estamos en un proceso de transito al socialismo, pero si no tomamos las medidas pertinentes para allanar el camino al socialismo, nos perderemos en los sinuosos caminos de la restauración oligárquica.
Como hace 200 años señaló Bolívar, “Guerra a muerte”. En este caso contra todos aquellos explotadores y cipayos que sólo ven a la Patria como oportunidad para enriquecerse.
¡Maduro, a la oligarquía y al imperialismo dale duro!
¡Chávez vive la lucha sigue!
¡Independencia y Patria Socialista!
fernando.bossi.rojas@gmail.com