Con la aplastante victoria electoral del Presidente sirio Dr. Bashar Al Assad, con más del 88% de votos a su favor (10.2 millones de preferencias, de los 11.6 participantes), el imperialismo estadounidense y sus lacayos de Europa y la región han mordido nuevamente el polvo de la derrota.
La palabra “DERROTA” se ha convertido en la más temida cruz para los demonios y buitres manejados por la Organización para el tratado Atlántico Norte (OTAN) que añoran hegemonizar el Medio Oriente.
El imperialismo no deja de recibir derrota tras derrota en aquella región.
La derrota diplomática se bautizó como su primer tropiezo en Siria, cuando la OTAN no pudo legitimar en la ONU una intervención directa en Siria, de la misma forma como lo hizo contra Libia, esta vez gracias al veto de Rusia y China interpuesto en el Consejo de Seguridad. La segunda derrota de EE.UU. en Siria fue la militar, cuando sus fuerzas terroristas-mercenarias, compuestas por más de 89 nacionalidades, han sido prácticamente derrotadas y barridas de casi todo el territorio sirio gracias a la valentía y determinación del ejército sirio, y también por la solidaridad de Rusia e Irán.
Hoy, la tercera derrota del imperialismo en Siria se expresó, ésta vez, en al plano político-mediático, porque la OTAN no pudo evitar la celebración de las elecciones presidenciales en ese país, y el pueblo sirio salió en masas para apoyar y luego celebrar la victoria del reelecto Presidente Al Assad.
La OTAN hizo todo lo posible, y hasta lo imposible por evitar que se suscitaran las elecciones en ese país. Nada les sirvió. Ni el chantaje del desconocimiento internacional de las elecciones, mucho menos las amenazas de atentados terroristas pudieron detener al gobierno y el pueblo sirio.
El Secretario de Estado de los EE.UU., John Kerry, al reiterar el desconocimiento de las mismas por parte de los EE.UU. y sus aliados de la OTAN, durante su provocadora visita a un país vecino árabe, parecía no darse cuenta que cometía el error político más descabellado de su historia, porque dejaba entrever al mundo que su país era el principal responsable de la crisis que vive Siria y que se oponía a la voluntad de los más de 10 millones de sirios que se expresaron a favor de la paz, de la continuidad del líder sirio y contra de las pretensiones estadounidense en toda la región.
Con la aplastante victoria del Presidente Al Assad queda enterrada la matriz mediática internacional que pretendía tildar al líder sirio de “dictador impopular” y como “responsable de una supuesta guerra civil” que nunca fue tal, sino de tipo mercenaria, inducida y dirigida por EE.UU., sus vasallos de la OTAN y sus lacayos monarcas del golfo.
El imperialismo estadounidense desespera por su impotencia, ante la decisión soberana de un pueblo consciente de la injerencia descarada de EE.UU. y sus lacayos en territorio sirio, pero también consciente de los propósitos antidemocráticos y criminales que no disimulan los mercenarios de la OTAN llevados a Siria para derrocar al único gobierno árabe genuinamente soberano, antiimperialista y anti-sionista, en nombre de un falso Islam y la “yihad”.
Gracias al valeroso ejemplo del pueblo sirio los humillados imperialistas están obligados a replegarse momentáneamente hasta recobrarse de la derrota, o cambiar de estrategias y proponerse una acción militar directa en lo inmediato.
La primera línea parece imponerse.