Shefat queda al norte de de Jerusalén. En estos días del mundial de futbol, los niños y jóvenes palestinos sueñan, como todos sus pares en el universo, con correr detrás del balón, con gritar gol y claro, hinchar por la selección favorita de cada uno. Aunque del otro lado del muro, los gobernantes no crean en Navidad ni en recogimiento religioso ni en Brasil 2014, a la hora de bombardear.
Muhammad no se queda atrás, juega al balón pie, es ágil, alegre. En medio de la ocupación israelí, las ilusiones crecen a la par del deporte mundial..Sus padres lo vigilan, con cariño, con sabias enseñanzas, con los valores de la religión.
Este mes de ramadán. Muhammad se ha concentrado más en sus tareas, es estudioso. Apenas adolescente, con dieciséis años ya está a punto de concluir el bachillerato palestino. Va a graduarse de Técnico en electricidad. Con gran alegría ha estado reemplazando los bombillos en las calles cercanas a su casa en Shefat para recibir el mes de Ramadán. Es muy querido por su comunidad, un ejemplo.
Mohammad estudia y brilla en Escuela Industrial de Allothari. Bueno en todo. Preocupado de la familia, de los amigos, de Palestina. Fervoroso en la fe.
El 2 de julio termina la historia presente de Muhammad. Ese día, a las 3:45 de la tarde, salió a la Mezquita, al primer rezo. En la tienda de siempre, esperó por sus amigos. Pero no habría tiempo del último encuentro. No vería la inauguración del mundial en diez días.
Cual bestias salvajes unos seres sin almas te atacaron. Eran muchos cobardes contra tu valentía, Mohammad. Tras los golpes contra tu cuerpo, contra tu dignidad, contra la esperanza de tu pueblo milenario, Niño Jesús de hoy, fuiste insultado, martirizado con torturas y fuego.
La bestia sionista, apagó la luz de tus ojos infantiles; acalló la voz de tus gritos juveniles. Pero tú vivirás en miles, en millones, Mohammad, mi niño Palestino.