La huída de Uribe y su banda del acto protocolar en el que el Presidente Santos se juramentaba para tomar posesión, lo muestra cual es, un alacrán del imperio, colocado como pieza para mantener el odio hacia nuestra revolución, pero también como digno heredero de Santander a quien podríamos darle el titulo de precursor de ese odio, pues bien sabemos cuánto daño le hizo, no solo a quien a la postre fue el Libertador de la Gran Colombia en la Batalla de Boyacá que precisamente se conmemoraba el mismo día de la toma de posesión del reelecto Presidente, sino a la causa independentista
Buena excusa para salir despavorido, la de declarar que se retiraba por la presencia de la delegación venezolana, pues bien sabemos que como buen practicante del odio, no se puede deducir a quien odia más si a nuestro proceso o al nuevo Presidente que lo derrotó en buena lid, así como el pueblo venezolano ha derrotado a los lacayos de aquí que no ocultan su admiración por quien posee uno de los prontuarios delincuenciales más emblemáticos, de quienes han detentado el poder en estos confines suramericanos.
Ahí está pintado Uribe, su actitud típica de la ultraderecha a la que pertenece, es una muestra de sus frustración por no poder justificar ante el imperio, que como sabemos es como una espada de Damocles sobre su cabeza, pues el gobierno gringo es poseedor del historial probatorio de criminal narco paramilitar que el ex tiene, lo que es un arma para mantenerlo como obediente ovejita en sus planes de hacerse por cualquier vía de nuestras riquezas, colocando aquí un gobierno, a imagen y semejanza de los que mantuvo a Colombia arrodillada.
Así que no es de extrañar el gesto de ese personaje siniestro que en lugar de afectarnos, nos fortalece y nos confirma que el mismo es parte fundamental de la conspiración que hemos enfrentado en los últimos tiempos.