El término genocidio fue asumido formalmente por la Organización de Naciones Unidas en 1948, y sirve para calificar la tragedia que asesine o ponga en peligro la vida de personas o pueblos enteros. También para llamar la atención e intervención internacionales, frente a tal violencia o matanza masiva. Aunque ello no ocurre en todos los casos, eso dice el papel.
A finales del siglo pasado fuimos testigos de crímenes masivos. Las invasiones contra Irak hasta los terribles sucesos de Libia, Siria y Ucrania, nos han mostrado la fuerza de destrucción que tienen las elites económicas de las grandes potencias que supuestamente defienden su libertad sembrando de muerte el mundo.
La situación que vive el Medio Oriente, amenazado por las guerras fratricidas, impulsadas desde la Casa Blanca y sus aliados en Europa e Israel, enciende una alarma que indica el peligro para millones de personas que habitan esa zona del planeta. El nuevo rostro que se le pretende dar a esa región, ya anunciado durante el gobierno de George W. Bush, tiene cara y cuerpo de genocidio. Se pretende primero separar a los pueblos en religiones, segmentarlos y atomizarlos para que una vez divididos, el imperio pueda actuar más a sus anchas y no sólo apropiarse de sus recursos sino “despejar” la zona para dominar geográficamente y avanzar hacia sus otros objetivos, China y la India.
Adicionalmente, la hambruna que vive una porción importante de seres humanos en el planeta – se estima en 1000 millones- provocada por el deterioro de las condiciones para producir alimentos, tiene características de genocidio. Esta situación ha causado, en primer lugar enfermedades y guerras civiles, debido al caos que sigue al desplazamiento de grupos étnicos que buscan sobrevivir.
Este proceso socioeconómico lo padecen los pueblos y naciones que han sido afectadas en mayor grado por las políticas capitalistas, imperiales, de ocupación, que benefician a las minorías y aniquilan a los más. Naciones cuyos grupos humanos se han convertido en los más vulnerables por causa de estos factores, entre los cuales destaca la deficiencia o ausencia de condiciones sanitarias, el poco acceso al agua potable, caldo de cultivo para las epidemias que matan, tanto o menos, que la falta de recursos para combatirlas.
Cuando describimos esta situación vemos hacia África, el continente más afectado por la hambruna y sus consecuencias, entre otros males que le aquejan desde hace siglos, por las riquezas que posee y por discriminación racial. La matanza masiva de africanos es el genocidio más grande de la historia de la humanidad. Cerca de nosotros, late el corazón enfermo de Haití, que a pesar de todos los esfuerzos que se han realizado, en el marco del proceso de integración, impulsado fundamentalmente por la República Bolivariana de Venezuela y el presidente Hugo Chávez, los índices de pobreza persisten.
La realidad en África dista de las metas del milenio, se establecieron para que en 2015 el hambre fuera reducida a la mitad en el mundo. Por cierto, entre los 6 países que cumplieron ya con ese fin se encuentra Venezuela, que lo hizo durante el gobierno de Hugo Chávez, cuyo nombre llevará el programa de la FAO para erradicar el hambre, porque este gigante, se adelantó 10 años al resto de los líderes mundiales respecto al tema.
Lo nada descabellado de la teoría Maltusiana
Pero el hambre en el mundo, es considerada por algunos como un proceso de estabilización de la especia y el planeta. El economista Thomas Malthus, en su ensayo sobre los principios de la población, se atreve a poner sobre la mesa principios que condenarían a muerte a las mayorías en un sistema capitalista, producto de la falta de alimentos en el futuro para satisfacer la demanda de una población numerosa.
“La capacidad de crecimiento de la población es infinitamente mayor que la capacidad de la tierra para producir alimentos”, afirmó este inglés de origen judío, sacerdote y miembro de la real sociedad británica, quien entendía que las hambrunas, las enfermedades y las guerras devolverían el equilibrio a la humanidad, llegada la hora.
En contrario a esta teoría, Carlos Marx, pensador revolucionario, también de origen judío, plantea que el avance de la ciencia y la tecnología, favorecerá el crecimiento de los recursos para sostener la vida en el planeta, en un sistema socialista donde el consumo de éstos, no sea destinado para unos pocos, especialmente.
La teoría Maltusiana, a nuestro entender, pudiera significar la base para el diseño de un plan en marcha de exterminio de gran parte de la población mundial, en beneficio de pequeños grupos que disponen y controlan los recursos naturales y energéticos a su total conveniencia. Minorías que consumen grandes cantidades de recursos, mientras que las mayorías disponen de menos.
Laboratorios, guerra bacteriológica y discriminación
"Me dijeron que tengo el ébola y que debo bajar del autobús", fue el testimonio de una joven mujer negra de Guinea, que vive en Italia desde hace unos 5 años, que fue insultada y golpeada por un grupo de personas que viajaba en el colectivo que ella también abordó.
La persecución de población de origen africano en Europa, la discriminación y violencia racial han brotado al ritmo del ébola, antes fue con el VIH. Y aunque los primeros casos de SIDA se registraron, según las investigaciones, entre la comunidad homosexual de Nueva York en el año 1979, los informes que sirven para las estadísticas -de los medios de comunicación, especialmente- indican que los brotes iniciaron en África en 1983.
La periodista venezolana, Karen Méndez reseña recientemente en un artículo, parte de su investigación sobre el origen de esta extraña enfermedad: “CNN lanzó la “exclusiva” diciendo que las autoridades estadounidenses ofrecían un tratamiento no probado en humanos para curar el Ébola. Además, informaron que el medicamento ya había sido administrado al doctor estadounidense Kent Brantly, afectado por esta enfermedad en África, y que los efectos en el paciente habían sido “milagrosos”. Luego se pudo conocer, por ellos mismos, que el medicamento era desarrollado por la compañía biotecnológica con sede en San Diego, EE.UU., llamada Mapp Biopharmaceutica, cuyo equipo científico trabaja con el ejército estadounidense en el Fort Detrick, y que hace un año inocularon el virus del Ébola a un grupo de monos.”
Pareciera que la humanidad se encuentra frente a un macabro plan Bio-Terrorista. El fin último es acabar con una gran parte de los seres humanos. Proyecto que también resulta ser una suculenta inversión para los laboratorios que crean los virus y al tiempo las vacunas para combatirlos.
El brote de ébola nos abofetea para darnos contra una realidad que nos han ocultado, o no hemos querido aceptar. La idea pareciera ser también, reactivar el “negocio” de la medicina, cuya práctica y experticia de todos estos años, ha podido curar y desaparecer –hasta ahora- las enfermedades que en el pasado preocuparon a la humanidad.