Una y otra vez. El cuento de nunca acabar. Empecinado como nadie. Así es el imperialismo en sus ansias hegemónicas sobre el orbe. No duerme ni descansa. Es una poderosa “máquina inhumana” que va recogiendo la escoria regadas en todo el planeta y la amalgama para ir oxigenándose e ir planeando sus mutantes formas de ataque. Son mutaciones cíclicas que suben y bajan de intensidad según sea el caso; pero lo cierto es que busca entorpecer, arrasar, destrozar, aniquilar todo lo que se oponga a sus pervertidos y sádicos designios. Pese a que todos oyen de sus matanzas, de sus guerras y genocidios, de sus invasiones, saqueos e injerencias en los países que poseen recursos naturales, en especial hidrocarburos; muchos prefieren soslayarlo, dejarlo a un lado, no tomarlo en cuenta o, peor aún, servir de peón para que ese imperialismo antiético y perverso siga extendiéndose por la faz de la tierra como una especie de leviatán apocalíptico que pretende acercarnos al final de los tiempos.
Sin embargo, pese a la pertinaz presencia de maldad muchos se preguntan cómo es que aún sobrevive este demonio de mil cabezas, este cancerbero del purgatorio? Pues es tan astuto para ir disfrazándose de oveja y utiliza la mentira con un dominio tan especial que provoca la envidia del mismísimo diablo para manipular y convencer con un asombroso descaro que ha logrado la convicción de seguidores que abiertamente apoyan a quienes son sus verdugos.
Acá se podría colocar como ejemplo a algún incauto señor Fulano de la tercera edad, que antes cobraba dos o tres veces al año una pensión de miseria, de hambre, que fue golpeado, vejado, llevó agua con orines de las ballenas y tragó humo de lacrimógenas por el títere del imperio Antonio Ledezma; y este mismo señor Fulano de la tercera edad que ahora es reivindicado con una pensión digna, nivelada al sueldo mínimo, con bonos medicinas, cancelada con la más óptima responsabilidad cada mes; y este mismo señor Fulano de la tercera edad, venga a apoyar a Ledezma de quien preferimos obviar sus acechanzas del año 89 y muchas otras más.
Es allí donde juega un papel suasorio muy determinante la “máquina inhumana” a través de sus grandes consorcios de la industria de la comunicación, de las finanzas y del entretenimiento. Por allí van repitiendo una y mil veces más sus canciones, sus mentiras hasta que logran que algunos las consideren verdades. Por colocar unos ejemplos recientes. Bush y Osama tumbaron las torres gemelas, ya todo el mundo lo sabe, pero lo han sensibilizados y prefieren no decir nada. El imperio hizo las guerras en Irak, Siria, Libia, Ucrania, más de tres millones de muertos y nadie dice nada. Y eso que sólo estamos hablando de la historia en tiempo real, para no hablar de sus atrocidades hechas en especial en nuestra américa.
Obvio que en Venezuela ha metido sus uñas ese oprobioso imperio de maldad. Su participación en contra de la revolución Bolivariana y Chavista ha sido constante, es un ataque día a día, a través de sus voceros y sus títeres apátridas que no son otros que los dirigentes opositores a quienes ha arrastrado, en varias oportunidades, a tomar los caminos oscuros anticonstitucionales: saboteos, golpes, paros petroleros, transiciones, guarimbas, fascismo, guerra económica, guerra mediática, amenazas directas imperiales.
Pero con toda esa maldad y esa poderosa “máquina inhumana”, acá está plantado un pueblo con un corazón gigante, con un presidente Nicolás Maduro que es pueblo y con las mayorías con un alto grado de consciencia que no permitirá nunca que este suelo sea mancillado con esa bota asesina del imperio que más temprano que tarde se desmoronará ante el poder del amor y la solidaridad de los pueblos buenos unidos. La máquina humana del amor es más poderosa que miles armas nucleares y con la claridad infinita del pueblo vencerá todos los intentos de inmorales y guerreristas del tozudo imperio que lo carcome el odio y la mezquindad.
Se cumple dos años de la siembra de nuestro Chávez, todo un faro que nos guía hacia los caminos para edificar la patria digna, buena y bonita para nuestros niños y las generaciones venideras. En las noches de meditación aún escuchamos su voz que nos estimula a seguir esta batalla donde nuestra meta es la victoria por siempre.