¿Qué premio le daremos? ¿Si a Obama se le dio el Nobel, cuál a John Kerry?

Al tipejo que influyó determinantemente para que la Academia  sueca otorgase el premio Nobel a Barack Obama le acaban de destituir. La presidencia de la Academia, según afirma una nota de prensa, atendió al eco enorme que recogió la protesta contra aquella y otras malas decisiones. Al presidente de EEUU se le premió no por su accionar sino por un discurso falso, lleno de ofertas posteriormente incumplidas. Las agresiones de EEUU y la OTAN, arrastrada ésta cual fardo por ese país, se multiplicaron bajo la presidencia de Obama. Hoy el mundo es un escenario lleno de violencia y amenazas contra aquellas regiones, las muy pocas, donde no se hace la guerra bajo el comando del país del norte por la excusa que sea.

            Haber dado el premio Nobel a Obama, no sólo por lo que hizo posteriormente, sino por no haber hecha absolutamente nada para ganárselo, fue una manifestación de pobreza y haberle dado una patente de corso al “guerrerismo” del norte para que desatase con más fuerza que en la etapa de Bush su natural tendencia.

            Si nos ponemos hacer una lista de las invasiones, guerras, asesinatos, bombardeos selectivos e indiscriminados, golpes de Estado promovidos y ahora en gestación, atribuidos a la administración Obama, terminaríamos sin aliento. Nunca se había visto y ni siquiera pensado, que desde la Casa Blanca se diese la orden de invadir o asaltar la casa de alguien, ubicada a miles de millas de distancia, mientras el presidente observaba, rodeado de sus funcionarios más íntimos entre ellos Hilary Clinton, como aquella operación terminaba en el asesinato del buscado hombre, quien nada hizo por defenderse, Bin Ladem.

            Obama nada había hecho para que le otorgasen ese premio; quizás ya había hecho demasiado para que no se lo otorgasen. Pero el habérselo otorgado pareció como una pócima, un alucinógeno, que desató toda la rabia que llevaba adentro o la que le inocularon los mismos que, entre los jóvenes afroamericanos, le escogieron con pinza como para por su intermedio hacerle a él y su gente, cómplices de todas las barbaridades del capital gringo y sionista. De lo pasado y lo por venir. La asignación apresurada del Nobel de la Paz pareciera haber formado parte del juego. A uno, habiendo visto pasar tanta agua río abajo, nada de eso le sorprende. Días atrás, Obama se quitó la máscara democrática tras la cual se han amparado sus sucesores y admitió que desde la Casa Blanca, se suele “torcer el brazo” a aquellos gobiernos que no se avienen a sus intereses.

          Ahora mismo, estamos hablando del viernes 6 de marzo del 2015, la información internacional nos hace saber que John Kerry, hablando de Siria, ha dicho “se necesitará combinar diplomacia y presiones para lograr la <Transición> política”.

          Pienso que EEUU y su presidente, premio Nobel de la Paz, Barack Obama, pudieran estar fingiendo dar un paso atrás. Digo esto, porque la intervención e invasión por intermedio de sus contratistas o mercenarios, que han venido haciendo la guerra al gobierno legítimo de Siria, más sus bombardeos selectivos con drones y la efectiva y activa ayuda del gobierno israelí, se le ha vuelto un enredo. Dieron cabida en el conflicto al Estado Islámico, quien allí les ayuda pero en otros espacios juega otro rol que les incomoda, lo que les obliga a hablar un lenguaje que no es sino un remedo de paz y buenas intenciones.

           Kerry habla de “diplomacia”, olvidando que para ellos esa palabra y la guerra van como juntas y hasta en veces significan lo mismo. Pero la edulcora diciendo que con ella y “presiones”, lograrán la “Transición”. Como queriendo decir que no quieren la guerra, como si hubiera algún lerdo, aun entre quienes les defienden, tan incompetente para creerles eso.

            -“¡Busquemos la “Transición” por intermedio de la diplomacia!”, pareciera decir, o mejor, dice Kerry, mientras la saliva se le escurre por las comisuras de los labios y  la lengua se le estira y cae.

            ¡Claro! Está claro que eso sólo son palabras para engañar incautos. Pero si digno de tomar en cuenta, por lo curioso, el uso de la palabra transición. Donde se planee un golpe, asalto o se intente imponer un gobierno genuflexo al interés gringo o una dictadura con la misma actitud, aparece la susodicha palabra ¿o palabreja?

             Quienes acá “guarimbean”, no por la crisis económica, porque ellos mismos contribuyen a agravarla, y no es esto nada novedoso, piden espacios a “La transición”. Para tumbar Allende hicieron “chillar” la economía.

              Revisen la historia y encontrarán en las proclamas de Pérez Jiménez un hermoso canto a “La Transición”  y la “restitución democrática e institucionalidad”. Porque ese discurso de quien gobernó dictatorialmente en Venezuela por más de 10 años, sin elecciones, dio el golpe porque a su juicio y el de sus seguidores, el gobierno de Gallegos era una dictadura y había que “restituir la democracia y la institucionalidad perdidas”. Para lograr eso, ofreció un breve gobierno de “Transición”, que duró 10 años, sin ser elegido, hasta que le sacaron por la fuerza. Mientras estuvo en Miraflores los gringos le tuvieron como uno de sus grandes aliados. Tanto que Caracas sirvió de escenario para que la OEA, o el ministerio de colonias, como la llamase Raúl Roa, decretase la invasión a Guatemala y darle un golpe al gobierno legítimo de Jacobo Arbenz.

              Quienes antes promovieron “La Salida”, quizás se percataron a fuerza que les explicasen la vaina, que ella no abría una esperanza a quienes pese todo, sus odios y apetencias, tampoco quieren larga dictadura, porque eso es un riesgo y un grillo en la pata de cada uno de ellos. “Habrá que hablar un lenguaje más persuasivo o engañoso que no sugiera golpe y menos dictadura”, pudieron haberles dicho. Así entonces, revisaron los viejos baúles de sus padres, siempre metidos en aquellos aquelarres, y encontraron mohosos papeles en los cuales estaban escritos discursos y proclamas hechas al vacío y en ellos la bendita palabra, “Transición”.

            Fue en todo caso un esfuerzo innecesario. Pues si se hubiesen ocupado de revisar el “Decreto de Carmona”, hubiesen encontrado la palabra, nada oculta. Pipino o Pedro El Breve, ofreció un gobierno de “Transición” por un año. La constitución bolivariana dice que ante la ausencia absoluta del presidente se convocará a nuevas elecciones en 30 días. Eso sucedió a raíz de la muerte de Chávez. Pero Estanga “el corto”, previó un año, para que le diese tiempo materializar su proyecto de acabar con el chavismo; temió que si convocaba de conformidad al tiempo de la constitución vigente, los chavistas volverían al gobierno. Nada hubiese extrañado que ese año, se hubiese multiplicado por varios si no se cumplían sus sueños. En eso, EEUU estaban con certeza plenamente de acuerdo, estuviese al frente del gobierno Carmona u otro, escogido entre tantos dispuestos al “sacrificio”.

            Pinochet, cuando derrocó a Allende, también habló de restituir el “orden, la democracia y la institucionalidad perdidas” mediante la instauración de un gobierno de “Transición”. Salió derrotado por la historia, varios años después, pero habiendo dejado una montaña de cadáveres, entre estos de muchos de quienes al inicio le apoyaron como Eduardo Frei y cometido todas las injusticias del mundo a cambio, como sin pudor dicen quienes le apoyaron y apoyan, “haber reconstruido la economía”. Una economía destruida por los golpistas, sus aliados y promotores, para generar el caos que justificase el golpe.

           Esa palabreja desleída y prostituida, ahora mismo, como dije al inicio, la usa Kerry, como quien descubrió el agua tibia, para referirse al drama sirio.

            Quizás por ella, alguna academia, la castellana o española, está en España y es de la realeza, se llama “Academia Real de la Lengua”, le otorgue un premio.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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