Un pueblo es un conglomerado humano unido por una historia común, una cultura, un territorio, y una institucionalidad emanada de su voluntad libre de organizarse en nación; y es la unidad indisoluble de estas partes lo que el espíritu nacional llama Patria.
Si el derecho humano individual fundamental es la vida, el primer derecho humano de un colectivo es tener patria. Si un pueblo es sojuzgado por un país extraño, pierde su soberanía, y si no logra romper esos lazos de opresión, vivirá condenado a la servidumbre.
No se justificaría una guerra civil por disputarse el poder político, el cual debe dilucidarse dentro de los cánones democráticos y pacíficos que nos da la Constitución. Pero otra cosa distinta es aceptar sumisamente la intervención extranjera, por muy poderoso que sea el país agresor. En este caso, el primer y más sagrado deber de toda la ciudadanía venezolana es la defensa de la patria.
Y esta es la circunstancia actual. Sea chavista u opositor, todo venezolano debe rechazar las amenazas del gobierno de Estados Unidos y toda su parafernalia cotidiana contra nuestro país. Nos ofende que a cada instante un vocero de aquél Estado se entrometa en nuestros asuntos, arrogándose una potestad que nadie le ha otorgado y nunca jamás la tendrán.
Si la oposición al proyecto bolivariano contradice nuestras políticas, protesta y propone alternativas, está en su derecho, si gana elecciones, ocupa sus espacios legítimamente, si nos derrotan democráticamente, no hay traumas en la cesión de los cargos, como hemos demostrado suficientemente.
Por eso tenemos la autoridad moral para exigirle a esa oposición que exprese a viva voz su lealtad con la soberanía nacional frente a la falta de respeto gringa. La Constitución nos obliga, el legado independentista nos conmina a ser patriotas.
Por nuestra parte no tenemos duda alguna, ante la más mínima injerencia imperialista, responderemos con más dignidad y unidad bolivariana, como no permitiremos que unos malos connacionales le vayan a entregar la patria a los yanquis en bandeja de plata. En ese caso, nos veremos en la necesidad histórica de salvar el honor patrio a toda costa.
Un paneo por la historia de las naciones invadidas por Estados Unidos nos ubica rápidamente en la antología de las atrocidades: bombardeos indiscriminados, destrucción de los activos nacionales, millones de víctimas, asesinados, desplazados, refugiados, torturados; y las secuelas en desestabilización regional, desmembramiento de la nacionalidad, repartición del territorio y los recursos entre las empresas transnacionales.
Creo que el liderazgo nacional debe llamar a un Gran Pacto por la Patria, donde las fuerzas bolivarianas y todos aquellos otros sectores que sientan la patria en su corazón, nos pronunciemos contra la intromisión imperialista, por la paz y la democracia. Tal vez así podríamos corear juntos una consigna de consenso: “Con mi Patria no te metas”.
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Constituyente de 1999
Sólo la verdad histórica forma pueblos libres.
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