Finalizaba el año 1944, Medina no confiaba en ningún militar y, siguiendo el ejemplo de López Contreras, manda a buscar de nuevo a Rafael Moncada y a Reinaldo Flores; definitivamente cualquier civil daba mejor espina. Desde los altos páramos del Táchira, estos dos viejos guerrilleros, toman un viejo autobús, que los llevará de nuevo a formar parte de la guardia de honor del Presidente de la República, tal como lo habían hecho del 39 al 41, con el General López Contreras.
Cuando a Rafael y a Reinaldo Flores fueron a buscarlos, no se fueron solos, sino que se llevaron consigo a Fernando Gómez y a Ernesto Contreras. Al llegar a Caracas, fueron recibidos por el Coronel Guerrero Niño, el cual había sido asignado al cuerpo de la aviación, ya que era un piloto experimentado y hombre de confianza de Medina. En ese tanto de ir y venir a Caracas, Reinaldo Flores, había hecho amistad con diversos militares que rodeaban la casa del Presidente, entre ellos al Coronel Guerrero.
Un día, sin mucho aviso, a éste le hicieron cambio de puesto para Maracay, a cumplir la misión especial, entonces Flores en función de largos años de amistad, construidos entre el correr, de la capital y el páramo, le dio como regalo su viejo revólver de siete tiros, el cual había acompañado al guerrillero en toda la lucha contra Gómez. Entregándole su SmithWilson, le dijo:“Tomá mi “mitiueso” de siete tiros”.
Antes de irse el Coronel, les hizo saber que las cosas no estaban fáciles “Esta vez, el Presidente prefiere tenerlos a ustedes que colocar otro militar en su cuido”. Y les dijo: “Ustedes son acicalados, yo no tengo que decirles que hacer, pero esto huele a conspiración”.
Se iba ya el mes de febrero del año 45 y Catia aún evocaba su neblina decembrina, la cual no lograba encubrir la conspiración que fraguaban los Jefes del Estado Mayor del viejo Cuartel Urdaneta. Por sus largos pasillos, con sus suelos vidriosos de tanto pulirles, botas traídas de Norteamérica rayaban la insolencia brillante del piso.
Se mueve raudo el Sub-teniente Juan de Dios Moncada, en búsqueda de una gran puerta de madera que sobrepasaba los dos metros cincuenta y que guarecía del bullicio al Capitán Marcos Pérez Jiménez. La cita de estos dos oficiales tachirenses, uno de Michelena y el otro de la aldea de La Florida había sido pautada en un encuentro fortuito en una de las plazas de Caracas, días atrás.
Ambos pertenecían a un pequeño grupo de oficiales que disfrutaron de estudios fuera del país. Quizás por ser tachirenses, tal como era el Presidente Medina Angarita, se les había facilitado el camino. Al fin de cuentas los caminos casi siempre no se toman al azar, caminos anteriores nos llevan a direcciones que luego creemos que los transitamos por nuestro simple esfuerz
El Capitán Marcos Pérez Jiménez, había realizado el curso de Estado Mayor, en “chorrillos”, una de las bases militares de los Estados Unidos en el Perú, junto con el Teniente Coronel Julio César Vargas. Por su parte Juan de Dios Moncada había estado en los Estados Unidos en el fuerte Fort Knox, del estado de Kentucky, a sesenta millas de la ciudad de Louisville, allí hizo el curso de carros blindados. Fort Knox, sede del poderoso Ejército de Estados Unidos, además de una de las fortalezas más secretas del mundo.
La conversación empezó por ello exactamente, y luego sobre los carros blindados. Había demasiado interés por parte del Capitán en estos aparatos, él quería saber sobre su capacidad de fuego, su movilidad y especialmente por quienes los maniobraban. Juan de Dios, lleno de vigor, juventud y sueños, empezó a mostrarle la decepción y desencanto que tuvo cuando llegó a Maracay, allí encontró carros viejos de combate ligero, tipo M3A1, obtenidos por el gobierno en un famoso acuerdo tenido por los Estados Unidos para toda América Latina, denominado ¨Préstamo y Arriendo”.
Esto indicaba con claridad que estos equipos militares no eran propiedad de las naciones que los adquirían, eran eso, sólo eso, “alquiler y préstamo”. El Sub-teniente exponía su contrariedad, por el hecho de que estos M3A1, hacía rato que habían salido de uso, que eran en el norte simple chatarra. El Capitán sin embargo, no estaba del todo interesado si eran chatarra o no, lo que le interesaba saber era la capacidad de combate y de fuego y a manos de quien quedaría el futuro “Batallón Bermúdez”, al final de cuentas, a quienes ellos iban a enfrentar prácticamente estaban desarmados.
Aclarado estos pequeños detalles, empezó a mostrarle al Subteniente la preocupación de las normas establecidas para el uso de sable y casco de acero dentro del moto blindado, ello eran atavismos de una doctrina militar de 1800, traída de los campos prusianos. Juan de Dios dijo en son de picardía que a él no le preocupaba algunas viejas normas; lo que a él más le mortificaba, más que el uso o no de ciertos íconos y rituales como la espada, es que estos, llevaban consigo la reafirmación de viejas costumbres, como al del asalto del rancho y el quítate pa´ponerme yo, vainas arraigadas en cada pecho de los militares y por lo que han matado oficiales honestos, unos envenenándolos o tumbándoles sus helicópteros, al tratar estos de parar estas cosas.
Entonces mi Capitán Pérez, lo más delicado no es el sable en un tanque, lo más que uno puede hacerse es que se puye un ojo, lo peligroso mi Capitán, es lo que encierran estos íconos, como son la traición, la corrupción y complicidad con los grandes capitales de este país. El Capitán frunció el seño, ante estas palabras dichas con firmeza y picardía, por Juan de Dios, ya saliendo de la oficina. Al Capitán Pérez Jiménez le interesaba ese hombre para el alzamiento que se venía preparando, pero ante esas estoicas y metafóricas palabras, no le habló del golpe.
Antes de cerrar la puerta, el Capitán le dijo en alta voz: “De todas maneras hablaré con Morán y Vargas, sobre el sable y el casco”. Se quedó pensando, y se dio cuenta de que era aun un joven impertérrito, recién salido de las naguas de su mamá, que buscaba sólo ser un soldado.
Seguro estaba de su colaboración, él era uno de los descontentos. Ya el casco de acero y el sable, parecían empezar a hacer estorbo en el mundo militar, el cambio de estas cosas sólo avizoraba nuevos tiempos. Los únicos tres oficiales, diplomados de Estado Mayor: Pérez Jiménez, Vargas y Morán, no sólo eran unos alzados, sino igualmente anticomunistas y críticos del gobierno de Medina Angarita.
Estaban anonadados por el hecho de que el Presidente había aceptado la legalización del partido comunista venezolano, parecer, que le acercaba a Rómulo Betancourt y su partido. A Juan de Dios Moncada no le extrañó para nada que estos tres hombres fueran luego protagonistas del golpe del 18 de octubre del 45, no coincidencialmente habían estado ligados al entrenamiento por parte del ejército de los Estados Unidos.
Pensando en esto, se sintió involucrado en algo indigno, su cuerpo se erizó, pero adujo y entendió, que su tembladera era porque dejaba atrás de esa puerta a un enano con pretensiones de poder.
El tiempo le haría saber, que para esos momentos fue sólo un alfil, de un poder detrás de bastidores. Ya metido en la montaña, huyendo de un ejército del cual fue parte, liderizando el Frente de Liberación Nacional, fue cuando comprendió, que esos discursos, eran el disfraz del golpe, la colocación de un dictador, el ardíd tramado detrás de maderajes.
Esa perorata, que si el uso del sable, de que si la chatarra debería ser propiedad de la nación y no un arriendo, la no aceptación de un grupo de Generales que no sabían ni leer, ni escribir, de que no había que volver a hombres como Gómez, ni a hombres de Gómez como Isaías y Medina; era el disfraz perfecto para ocultar el interés que tenía Estados Unidos, en tumbar un Presidente, para quedarse con el petróleo.
Un Presidente, que ingenuamente simpatizaba con las ideas del candidato a la presidencia de Colombia, el Doctor Jorge Eleazar Gaitán, soñaba con una gran Colombia y de paso había aceptado la legalización del Partido Comunista de Venezuela.
Estas dudas e imprecisiones, válidas en una juventud y contexto particular, ahogaban cualquier sueño. Medina y sus asesores se habían atrevido con los comunistas y ahora, estaban cagados. No era pa´más. La bomba atómica había sido lanzada esos días, ello no sólo había amilanado a los japoneses, sino también a otros adversarios.
En ese enero del 44, los EE.UU. decidieron unilateralmente no reconocer el gobierno de Edelmiro Farell en Argentina, detuvo el retiro de oro argentino de sus bancos. Cualquier país que se atreviera a no seguir sus designios del norte podía correr la misma suerte. Nacía para América Latina un nuevo proceder, que no fue dimensionado por sus democracias emergentes; la región sería vista sólo como el lugar desde donde poder obtener apoyos políticos y militares para su hegemonía mundial.
EE.UU., sólo miraban su prosperidad económica, en base a la miseria de los demás países que le rodeaban, todo ello bajo el discurso y principio liberal de “puertas abiertas”, “progreso”, en el fondo lo que buscaban era abrir puertas para un desigual trato, el llamado “Libre Comercio”.
Enfrentarse a los norteamericanos era pendejada, ser un ratoncito, para algunos, era la estrategia para alcanzar el supuesto desarrollo. Así, mas tarde en el 48, Acción Democrática recibiría la misma medicina, bajo el concepto militarizado del mundo en “la necesidad de crear un mundo polarizado” para luchar así contra el peligro comunista.
Allí se construyeron los genes de la política actual, el nuevo colonialismo establecía las reglas. Luis, parte de este cuenta cuentos, aclaró: El colonialismo español nos pone según usted en atavismos, como: Creernos hijos directos de Europa, mientras que en realidad corre por nuestras venas la sangre indígena. Buenaventura, creyendo que su yerno siempre llegaba tarde a las cosas del entendimiento, se apresuró a aclararle; “eso es una cosa y esto del colonialismo gringo algo nuevo, de ellos tomamos sus principios: el anticomunismo y la creencia de que sólo con proponérnoslo, nos hacemos ricos, que solo lo privado, lo importado y extranjero es de calidad; Buenaventura sonriendo, afirmó, así son las cosas y, para ello en septiembre de 1939, Frank Corrigan fue nombrado Embajador en Venezuela para cumplir esos grandes designios.
El grupo conformado por Vargas y Pérez Jiménez no descansaban en sus procederes por los cuarteles buscando compromisos, para con el supuesto movimiento revolucionario. El no aceptar firmar la propuesta planteada por los golpistas, era considerado prácticamente un asunto de traición.
La redacción del documento manifestaba que no sólo se pagaría con la muerte, sino que estaría comprometida el mismo bienestar y seguridad de la familia, si había síntomas de traición. Ante tal disparate proposicional, muchos suboficiales jóvenes firmaban obligados y otros se asustaban. De los 900 oficiales que conformaban las fuerzas armadas en 1945, más de 150 habían estampado su firma, algunos observaban que podía ocurrir, la gran parte no sabía que pasaba.
Debido a sospechas que ya traían algunos Generales andinos de tal conspiración, a quienes los “revolucionarios” los creían unos pendejos y brutos, Vargas y el Capitán Pérez, bajaron sus movimientos y utilizaban algunos Tenientes que prestaban menos cuidado, para la búsqueda y compromiso de los posibles adeptos al movimiento que se gestaba no sólo en los cuarteles, sino igualmente en el mundo civil. El cual era liderizado por los adecos.
Debido a las sospechas, que tenían esos llamados “gochos pendejos”, el reclutamiento de nuevos adeptos es pasado a Subtenientes y Tenientes, estos por su bajo perfil de rango no eran supervisados, ni vigiados. Quien sobresalía en esta labor era Oscar Tamayo Suarez.
La cuestión de conspiración llegó a tal punto que el propio Teniente que guardaba la seguridad del Presidente Isaías Medina Angarita, estaba comprometido; por eso tener civiles que le protegieran, no eran huevonadas del presidente. Por su parte el Capitán José León Rangel, oficial de un cuartel en Maracay, trataba de convencer a su hermano el Capitán Marcelino Rangel, Capitán de la Guardia de Honor.
Marcelino parece que se mantuvo contrario a ello, no quizás por susto, sino porque sabía que el General Medina podía ser borracho y mujeriego, pero coño e madre nunca. Comprendía porque, el Presidente había tomado sus previsiones personalísimas. Sus escoltas civiles no permitían que un militar o algo que se vistiera de ello, se le acercara al Presidente en cinco metros alrededor, no fuera que lo mataran.
Si bien el movimiento era un movimiento fraguado desde la Embajada de los Estados Unidos, no dejaban de rondar en la cabeza de la mayoría, de estos jóvenes militares, cosas buenas y hasta loables, no podían creer que uno de ellos se prestara para un magnicidio, no creían que los generales llegaran a tanto.
Pero las cosas buenas llegan a ser malas, cuando se descontextualizan. Todos estos jóvenes manejaban rumores, elucubraciones, su mala formación y bajos niveles de información, no les permitía mirar la dimensión de la prepotencia e injerencia del embajador gringo y del anticomunismo pregonado por los jefes militares “revolucionarios” y Betancourt, origen del movimiento; sólo Rómulo Gallegos y Andrés Eloy Blanco, comprendían las intenciones tentaculares de los EE. UU y sus ambiciones imperialistas.
Los demás nacían a la política, tutelados por un muevo mirar hacia América, lo cual se sintetizaba en “disparen primero y pregunten después”. Ello, no era una metáfora, fue construida en esa naciente República.
Pero fuera cuales fueran los mirares después, la formación recibida en sus escuelas, no sólo fue geometría y matemática, sino en currículo transversal, que ideológicamente les formó en un subsuelo de egoísmos e intereses, en el “¿cuánto habrá pa´mi?” y ser tarde o temprano iguales que los oficiales gomecistas. Ello, la ambición y el poder les nublaba la realidad. De otra manera no podían ver el mundo, ya que no más llegaba López Contreras al poder, contrata los servicios de una Misión Norteamericana con base en el Perú, que dará formación a nuestros militares venezolanos, en cuanto organización y procedimientos hasta el año 1954, igualitos a los que se daban en West Point.
Luis repicó rapidamente; no es de extrañar entonces el comportamiento de nuestros militares en la frontera, el “bajate de la mula” “venga pa´ca y vallase rapidito, entiendo ahora cual es el génesis y fuente de tanta corrupcion”. “Así es”, respondió contundente Buenaventura. En su currículo no se contemplaban aspectos equilibrantes de carácter cognitivo-intelectuales, psicomotrices y ético-morales para los cadetes de esa institución.
Futuras masacres, fueron contratadas y consolidadas en estos principios. Con independencia que luego algunos dijeran que en esto del golpe de Medina y Gallegos, nada tenían que ver los EE.UU de Norte América. Gallegos, claro estaba que cuando se pendencia con la ignorancia se sale cagado; su espíritu democrático sería derrotado y enterrado. Buenaventura, tomando un libro de Gaitán y mostrándoselo a Luis, le dijo: Si bien no lo mataron como a Gaitán, los gringos y las trasnacionales, vengan de donde vengan, tienen miles de formas de matar la esperanza y a los pueblos.
“Pal carajo Medina y López, nosotros buscamos es el poder”. Eso le contestaría el día 18 de Octubre, un Subteniente al doctor Paradice, antes de matarlo, cuando preguntó: ¿Ustedes están con Medina o con López Contreras?.
En el 45, la mayoría de oficiales de alto rango, los Generales, comprometidos o no con el movimiento de octubre, usaban la tropa y oficiales de bajo rango para sus quehaceres y particularidades domésticas. Soldados y Suboficiales, terminaban haciendo sus casaquintas, arreglando el césped, llevando los carajitos al colegio y muchas veces cuidando sus mujeres. Los Generales y Coroneles, lejos de su familia, creían que ellos eran los únicos que podían tener un nuevo frente, como unos pendejos mandaban a sus oficiales a cuidar su ganado. La ayuda dada por sus soldados, no era tomada como un favor de amigos o “tome esto para el fin de semana, gracias, muy amable” no, llegaban a creer que sus soldados y policías estaban pa´eso, para servirles en sus cosas y en sus casas.
Los propios Capitanes y Tenientes daban parte en forma frecuente de como estaba el ganado en tal u otra finca; Ese comportar, también es el génesis de tanta perfidia en los puertos, aeropuertos, carreteras y por ende en la frontera.
Si el oficial, era lo suficientemente jalabolas, era rápidamente ascendido o uno de sus familiares gozar de una casita, un apartamento, un carrito, algún carguito público, como la mayoría no goza de los favores de los políticos, entonces buscan en las alcabalas unos realitos para así compensar sus desdichas de pobres eternos.
De aquellos oficiales que cumplían altos cargos, tal como la Guarnición o de la Policía de Caracas, Maracay, Escuela Militar, Miraflores, que eran de alta fidelidad del General Medina, se encargarían directamente los altos oficiales o directamente el Embajador de los Estados Unidos.
En Caracas el Jefe de la Policía era Santiago Ochoa Briceño; de él, de ablandarlo, intentó encargarse personalmente el Teniente Coronel Vargas; pero ese rubiense, era un hueso duro de roer. Ante insinuaciones y, antes de que se comprometieran en su discurso, les hacía saber con énfasis “Al compadre Medina yo no lo traiciono”.
Desde finales de febrero, cuando el Presidente había anunciado el nombre de Diógenes Escalante, como su posible sucesor, las cosas y casos, con algunos políticos y el Embajador Gringo, se habían puesto tranquilas y por buen camino. Por su parte en los militares había aumentado el descontento, debido al ascenso de oficiales de alto rango, provenientes de la vieja Guardia Gomecista.
Viendo ello Medina, se propuso en un principio nombrar y ascender a puros oficiales de carrera, como era el caso de Ochoa Briceño. Pero pendejo si no era Medina, al darse cuenta que había movimientos raros dentro del ejército y especialmente que estas tendencias provenían de oficiales de carrera, abortó la idea y trató de atrincherarse en sus viejos orígenes, ni su compadre se salvó.
La Escuela Militar era el centro de conspiración, lo más arrecho era que Medina pagaba para tener los saboteadores dentro de casa; Corregan era más que un Embajador, en Venezuela y América los norteamericanos se movían con facilidad imponiendo su combito de una nueva moral, la moral de la libre empresa para el mundo.
Bajo esa óptica y ética, una gran mayoría de este pueblo ve y escribe la historia actual, difícil será pues, reescribirla.
GÉNESIS DEL GOLPE DEL 1945.
Luis, escuchaba a Buenaventura, con pose de aburrido y la mano puesta en la quijada, “su adeco por dentro, no le permitía aceptar esas pendejadas”. Miraba y miraba al viejo, como no creyéndole. Buenaventura, viendo aquel sosiegue de contemplación, le dijo: Usted no logra entender lo que yo le cuento. Pues así fueron las vainas, aunque hoy no las aceptemos y creamos. El mundo no es de rosas y, si así fuera, también las rosas están armadas de espinas. Pero lo que usted no logra cuadrar es la porquería que hemos sido y seguimos siendo mientras construimos esta patria. Fue así, como gente de confianza del Presidente, como Julio César Vargas, Pérez Jiménez y Tamayo Suárez lograron comprometer a una serie de oficiales, en un llamado “movimiento revolucionario”. A los jefes de ese grupo, jamás se les escuchó una crítica a la chatarra vendida por los Estados Unidos, o los convenios fronterizos que se hacían con Colombia a espaldas del país. Cuando la oposición hablaba del problema fronterizo, hablaban de Guayana para evitar la discusión de los límites con Colombia, tratados que fueron corroborados por López Contreras en el Marzo del 41 y refrendadas por su Ministro de Guerra y Marina, Isaías Medina Angarita. El movimiento “revolucionario militar” se centraba en cuestiones anecdóticas, como que Medina olía a civil; jamás dijeron que sus grandes movimientos se debían al apoyo de muchos dólares del exterior.
Entre elementos aparenciales y el circo montado, muchos jóvenes oficiales se sumaron a realizar proselitismo a favor del movimiento; entusiasmo que era consolidado por una Academia Militar al estilo West Point. Una modernidad reforzaba por la falta de conciencia patria, que basaba el desarrollo de las fuerzas armadas en la compra de chatarra militar, en el irrespeto al subalterno. Estas necesidades de un país que no le disparaba a nadie, solicitaba una renovación de las fuerzas armadas al estilo gringo. Encerraban su llamado en “unas Fuerzas Armadas acordes con su situación”. Sin entender con claridad, cual era la situación, ello, cundió y se extendió en la oficialidad; la ignorancia es el pilar de la ignominia, la prensa hacía su labor y la inopia el resto. Medina, luego, siempre se preguntaría ¿Fuerzas armadas acordes con su situación?, ¿Cuál situación?. En el mundo civil, haciéndose los escondidos, detrás del telón, estaba el partido Acción Democrática y la corrupción que iba detrás de las licencias petroleras y el contrabando. La mayoría de oficiales jóvenes complicados en el golpe desconocían estas alianzas, pero como encubrian lo malo detrás de un derecho violado, como el de “que el sistema de elecciones del país, no respondía a sus verdaderas necesidades”, entonces caian en ese humo que pintaba los logros de vida de las grandes metropolises, desconociendo su historia y su desarrollo; cuando supieron la alianza con los adecos, no pusieron mayor rechazo, más cuando los elementos populares de ese partido y su dirigencia tenían reputación de honestos, de hombres luchadores por las reivindicaciones populares; esto, más su anticomunismo les hacía confiables. Buenaventura aclaró ““aunque después, los adecos empobrecerían y dejarían en tabla rasa, el país. No sólo en cuanto a recursos, sino al establecimiento moderno de un estado de derecho, que había iniciado Medina”. Luis imprecó rápidamente al viejo, “!ala, y vos no sos adeco!, el viejo tomando descanso y mirando a su futuro yerno, le contestó: “adeco, pero no pendejo”. Aquellos militares que tenían algún resquemor por el engaño de la chatarra, miraban con buenos ojos a los adecos; en el tiempo, algunas acciones certificarían su confianza. Años después la Doctora Amaya, descubriría en un informe de la Division of Foreing Activity Correlation del Departamento de Estado, del FBI, firmado por su Director Jhon Edgar Hoover, algo que decía: “Betancourt parece altamente confiable, a excepción de la veta ·muy nacionalista”. En el momento de asignar responsabilidades para el golpe, fueron muchos los oficiales firmantes que se rajaron, gran parte de estos no habían terminado de desojar la margarita “Medina me quiere, Medina no me quiere”.
No era de esperar más, de aquellos que aun graduados en una Escuela Militar pro gringa, se terminaban de formar en una realidad, en donde servían como perros fieles a los oficiales ignorantes de Gómez, recibiendo lisonjas o migajas del botín que los llamados “iletrados” tomaban del tesoro nacional. En ese momento desempeñaba la cartera ministerial Delfín Becerra, cosa que favorecía el movimiento ya que este triple animal, como lo decía Juan de Dios, sólo se ufanaba de ser castrense y hacía énfasis de su capacidad militar, su reticencia ocultaba sus minusvalías. Joder a los débiles, parecía ser su regla de vida militar, su alto grado le hacía ostentador del poder y así sentirse superior a cualquier humano. Para Becerra, todo civil olía a mierda. Fuera de las injusticias, militares observadas de esos rezagos gomecistas; génesis del actual actuar militar. Se sumaba a ello, el accionar diario del Presidente Medina Angarita, que si bien le atribuyen veleidades democráticas, no pasaba de ser uno más de los gamonales que acompañaron a Gómez. Su visión en el desarrollo educativo era corta, creía que sólo algunas elites tenían derecho a superarse, pero en contradicción de vida, hablaba y se ufanaba de una Gran Colombia. Siendo proveniente de Michelena, una aldea en donde la lepra arrasaba al pueblo y poco perro podía vivir porque sobras no quedaban, éste, tenía ínfulas de aristócrata.
La propaganda de Oil Company había hecho sus efectos y sus amigos, tales como el magnate Mendoza, Tinoco y el letrado Uslar Pietri, le felicitaban por su comportar civil, muchas veces entre palos le decían “usted tan inteligente, no sabemos como siguió la milicia”, su sed histórica por ser reconocido, mezclado con el narcisismo que da el poder, cegaba a Medina, la existencia de un país. Joder todo aquello que oliera a Gómez, atacarlo en forma compulsiva a como fuera lugar, era lo que aupaba a los nuevos oficiales provenientes de la academia, fundada por Cipriano en 1902. Sin embargo, una parte del ejército, los de sin academia, no eran pendejos y sentían que detrás de este grupo, más allá de Acción Democrática y del antigomecismo, se movían fantasmas de colores no conocidos. Para los momentos del golpe, se destellaba en algunos oficiales comprometidos la esperanza de un país mejor, basado en esos olores y colores prometidos. La mayoría de oficiales no leían ni siquiera los grandes cartelones de propaganda, que empezaban a dominar la entrada de los pueblos. Sin embargo, algunos con luces especiales leían el Morrocoy Azul, el Diario Fantoche o la Revista Time y validaban con ello sus posiciones, entre otras cosas leían: “El General Medina llegó pobre y se construyó una casa de 300.000 dólares. Hablaban del favoritismo que poseía Medina por Andrés Boulton, quien quebró con Gómez, prosperó con López y se volvió magnate con Medina. Eugenio Mendoza Goiticoa, como Ministro de Fomento había estafado al país, utilizó su cargo público para beneficio privado, además del mejunje realizado en las concesiones petroleras, se hizo de las concesiones de cemento. Nucete Sardi, socio de Planchart agentes de la Chevrolet, vendiendo a precios exorbitantes, se habían hechos ricos, mas tarde en otros gobiernos ocuparían cargos, aquí y allá, un periodista decía “todas estas grandes familias se arriman a los gobiernos de turno, como corroncho a la piedra”. Esos pocos informados, se daban cuenta de que ya los caminos de las futuras riquezas, estaban vendidas. A veces la esperanza y los sueños, nos ponen un telón, que no permiten ver el contexto, encubriendo a veces la verdadera cara de Leviatán. Entre ese mejunje, en esa confusión entre “Gimnasia y Magnesia”, se movían los jóvenes militares que apoyaban una “revolución”. En el tiempo, ya tomado el gobierno, se vería como el “gomecismo” seguía en el poder; se notó que el asunto no era cambiar la gente no alfabetizada de Gómez.
Sustancialmente para el norte, lo importante, no era quien estuviera en el poder, lo sustantivo del asunto era quien asegurara el libre comercio, los grandes supermercados y grandes tiendas. Los gringos se centraron en el año 45 en parar la dominancia total de los adecos, ya que al mostrar estos la posibilidad de asumir algún poder social, asustaba a las petroleras y sus fines; la relación trabajo y capital era cosa de cuidar. La paranoia “antigomecista”, hizo sus efectos, al final de cuentas, hicieran lo que hicieran, esta estructura desde hacía rato, estaba montada. Entre la oficialidad joven aumentó el inconformismo; para la mayoría de ellos, el mundo visto en el norte, el pintado en cada hora de clase, era posible. Ese 5 de julio del 45, de los seis Coroneles ascendidos a Generales, cinco eran provenientes de la Escuela de Gómez, sólo uno de la Academia Militar. Ello creó desconcierto, desmoralización entre los jóvenes; pero Vargas y Pérez Jiménez, mandaron a guardar calma, ahora más que nunca tenían que estar tranquilos, ya que no podían perder hombres de los ubicados en posiciones claves. Esos meses de agosto y septiembre hasta el 18 de octubre del 45 fueron los más largos para los adecos y cada uno de los jóvenes oficiales comprometidos en el golpe. Los viejos gamonales tenían caras de pendejos, pero no eran toches, tanta calma les había traído sospechas. Acción Democrática, desconfiando de los gringos, sacaban sus últimas cartas, se reunían con el Presidente Medina Angarita, para negociar una supuesta salida democrática. La propuesta de estos, fue la más sabia y conocida, propusieron al embajador venezolano en los Estados Unidos Diógenes Escalante como posible sucesor de Medina. Diógenes tenía el morfo ideal, Pro gringo hasta la cepa, lopecista y con aires de demócrata y desarrollista; lo campesino había muerto en él, un lord ingles de seguro se mostraría más humilde. Con la presencia de este hombre, la línea adeca dominada por Raúl Leoni y Betancourt se proponían tomar unas tres carteras Ministeriales, lo que les daría fuerza dentro del partido. Sin embargo la jugada no se dio, ya que la naturaleza y Dios a veces ayudan al pueblo. Rápidamente pasaron los meses de agosto y septiembre, todas las partes sentían presión.
Los militares alzados creyéndose sobre dotados o más cerquita de Dios, por el hecho de haber recibido unas cuantas horas de matemática, geometría y clases sobre milicias entre cuatro paredes y no en los caminos de la República creían a los jefes gochos unos meros bolsas. Pero a esos supertoches el poder les había dado oportunidades de relaciones distintas y mirares con saberes particulares; mirares que habían tenido a unos gochos pendejos en el poder por más de medio siglo, desde octubre del año 1899. La diferencia entre unos y otros era que los oficiales formados habían sido exactamente eso; formados fuera de los caminos de la patria y sus relaciones de poder marcaban otros rumbos. En algo se parecían los altos oficiales, gomecistas y revolucionarios, todos eran unas bolas de carne. Una doña llanera, que por primera vez veía un desfile el “5 de Julio”, simplificó tal drama de obesidad, en una forma muy sencilla. “pija, todos parecen recién almorzaditos”. Hoy, en estos días de revolución, en nada ha cambiado tal drama”. Afirmó Luis, al viejo Buenaventura, el cual, como apresurado se atosigaba en contar la odisea de aquellos aciagos días, que de Reinaldo Flores y Juan de Dios Moncada un día, entre brandy y brandy, de sus bocas escuchó. Entró Octubre del 45 y los acuerdos entre el gobierno y los jefes del movimiento revolucionario no llegaban a buen final. Muchos oficiales ya se sentían ahogados por la presión. Después de las últimas batallas de Gómez en 1914, el ejército no sabía que era una pelea. Los militares habían vivido en estos últimos 45 años, era comiendo y engordando, matraqueando en las alcabalas y fronteras, recibiendo lisonjas de las petroleras, sus elites vivían de la gorra del Presidente, agregados militares, embajadores; definitivamente para ellos, los civiles olían a mierda.
Ante este morbo social, los jóvenes militares mostraban descontento; no dimensionaban que con su acción rebelde, ponían en peligro las viejas relaciones de poder, que habían dado comodidad al círculo al que pertenecían. Grandes sin sabores, llevaban al inconformismo a jóvenes militares, que hacían el ingrediente necesario para mezclarlo con el cambio de país propuesto. El país parecía una botella de champán a reventar, con un corcho político, que no sabría qué rumbo tomar. Era importante establecer un contexto, que permitiera darle a tal efervescencia, un azimut, ante un gomecismo que se agotaba, militares de acción era la mejor opción; en ese, “dilema democrático” el águila del norte se movía. Frank Corregan pensaba, que Isaías aparencialmente parecía un hombre bueno; sino hubiese sido tan borracho, de seguro el proceso democrático y nuevo desarrollo propuesto habría tomado buen camino. Corregan maquillaba algunos entuertos en las relaciones de los trabajadores con las empresas petroleras y éstas con el Estado, obligando muchas veces a aceptar convenios laborales; más claridad tenía el propio embajador gringo que la propia oposición y asesores del Presidente. El Embajador y Lorenzo Alejandro Mendoza Fleury, versátil diplomático, lograron que en la segunda quincena de enero del 44., el Presidente Franklin Delano Roosevelt recibiera a Medina en la casa blanca, cosa que hizo creer a los asesores de Miraflores, que tenían a Dios agarrado por la chiva, pero no más de regresó a Caracas, se develaba a los pocos meses un intento serio de Magnicidio. Lo dicho por Medina en la Casa Blanca, pareció que no gustó, aunque en el fondo, fueran sólo “palabras, palabras”, como dice la canción Los civiles mostraban algunas luces, pero mostraban más interés por establecer el partido, que un esclarecimiento o cambio de las relaciones sociales existentes.Aun así, mas tarde, en los tres años que estuvieron en el poder, entre el 45 y el 48, los adecos con las presiones y fuerza que tenían Rómulo Gallegos y Andrés Eloy Blanco dentro del partido, obligan y crean mecanismos de acción para el establecimiento de nuevas relaciones entre el Estado y el Capital. Los gringos como accionadores de nefastas intenciones, cobrando esta osadía, imponen en noviembre del 48 una dictadura, con un silencio y hasta complicidad, por parte de Jovito Villalba, Caldera y la línea derechista adeca que manejaba el propio Betancourt.
Antes de estos interines, el 18 de octubre, el órgano de publicidad del partido, de línea Bentancurista, el diario “El País”, dirigido por Valmore Rodríguez, mostraba entreverado órdenes a la gente de oposición, para tumbar a Medina. Marcos Pérez Jiménez, como protegido de Isaías, el 5 de julio fue uno de los pocos Capitanes ascendidos a Mayor, pero como dice el cuento “cría cuervos y te sacarán los ojos”. En esta presión y ante tantas apuestas que jugaban los civiles, algunos oficiales como el Capitán Julio Bonnet Salas, el Teniente Oviedo, el Capitán José León Rangel y el Capitán Quevedo, no aguantaron las presiones o quizás vieron detrás del telón las verdaderas intenciones, las manos extranjeras y ante ese panorama macabro, se decidieron y se acercaron a Medina, contándoles las intentonas de golpe. Cual fue el motivo real de su sapeo, no se sabrá nunca, ya que por contradicción o mimetismo de la política, en el golpe contra Rómulo Gallegos, José León Rangel, el zapo de ayer, acompañaba a la Junta Militar impuesta, con el grado de Teniente Coronel y ejerciendo la Dirección General de los Servicios. Por el contrario, fiel a sus principios, Bonnet fue hecho preso en la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y más tarde, en los años 60, se hizo Jefe de un grupo de guerrilla rural, del frente de Liberación Nacional, (FALN) que liderizaba Juan de Dios Moncada Vidal. Ante ese panorama de adecos y copeyanos del 45, hambreados de poder, más que de cambios sustantivos, más la adrenalina que causaba la presión, la verdad, no se dejaba ver bien. Se cuenta que estos jóvenes militares tomaron la decisión, de denunciar a los golpistas, luego de un día de visita a instalaciones militares en Maracay, con el Coronel Eleazar Niño, fiel a la causa militar y al gobierno. Les preguntó a sus oficiales, que interpretaban ellos, de lo escrito en las cajas, que para ese momento, estaban aún sin destapar, guardando los Obuses Nowitser, provenientes de los EE.UU. Los hizo acercar a cada una de ellas y leer en voz alta, ellas tenían escrito en letra bien grande “prestamo y arriendo”. Esperó un buen rato y, ningún oficial fue capaz de responder. El Coronel Eleazar Niño, los miró con tristeza, cosa no acostumbrada en él y sólo les dijo: “Algún día lo sabrán y ya será quizás demasiado tarde”.
Los tratados aceptados por los Estados Unidos, en la visita de enero del 44, fue la de la venta de equipos militares y cursos para los oficiales. En cuanto artillería, llegaron accesorios, pequeños barcos, un remolcador, vehículos para transportar cargas pesadas. Ello se dio por el interés que tenían grandes oficiales, no en modernizar la armada, sino en el peculado realizado en tal negociación. Con ello llegarían chatarra militar y cursos para las fuerzas armadas. Los cursos ofrecidos para el ejército se facilitaban en el Fuerte Fort Knox, del estado de Kentucky, la aviación en la Base Aeronaval de Hábeas Christi, los de estado Mayor, en bases militares en Perú y Brasil; esto último, debido a la extinción de la afamada Escuela de Saint-Cyr en Francia por parte de los alemanes. Lo de la negación por parte de Medina, de colocar bases militares en Venezuela, era una pantomima del Presidente, ya que desde el 36, cuando López tomó el poder, entregó la academia militar en manos de los gringos, cosa que ha perdurado hasta hace poco; aún, a veces los pasillos de Conejo Blanco dicen que ven sus fantasmas por ahí. Las bases militares no han sido necesarias en Venezuela, estos las tenían y las tienen aún en sus cabezas. Cada oficial venezolano lo que soñaba, no era sólo llegar a General, sino hacer un cursito de cualquier mierda, pero en los United States. No podía haber respuesta patriótica y democrática en una oficialidad venezolana que era educada en esta escuela, escuela que hacía percibir al mundo en anticomunistas y comunistas.
Esa satanización, legado que hoy se utiliza en el manejo de las masas populares, era de carácter horizontal en toda nuestra educación. Ha sido la mayor ideologización puesta en marcha en todos los tiempos. Contaba el Teniente Coronel Juan de Dios Moncada y el Capitán de Navío, Lizardo Márquez Pérez, que el día 19 de octubre en la mañana cuando se asomaron los primeros aviones alzados, en Caracas, estos no tenían como bombardear ningún cuartel a favor del gobierno, lo más que hacían era lanzar granadas con la mano, ya que los pocos aviones con metralletas guardaban y protegían los posibles avances de la tropa leal de Valencia sobre Maracay. Los negociadores de nuevas tecnologías para el país, lo que hacían y hacen es agarrarse los cobres. Las multinacionales, sean del sur o del norte, vengan del color que vengan, les importa poco las ideologías, huelen es el poder del petróleo. Resultado de la soltada de lengua del Capitán Rangel; Bonnet y el Teniente Oviedo, caen presos el 10 de octubre: TeófiloVelasco, nieto de Sacramento Velasco, el último indígena en armas. Le acompañan luego Marcos Pérez Jiménez, Julio César Vargas y el Teniente de Aviación Horacio López Conde. La conspiración parece desfallecer, pasan horas difíciles, sin saber que hacer. Todo se precipitaba. El mismo Embajador Corregan se sorprendía; la ortodoxia diplomática y maquiavélica que le caracterizaba, no le permitía comprender los apuros de su agregado militar y de uno de sus funcionarios, Allan Dawson. Los EE.UU parecían manejar dos manos. La decisión de los jóvenes militares, sobrepasa las expectativas de los Coroneles y Mayores comprometidos, la nueva Escuela hacía sus efectos. El Capitán Oscar Tamayo Suárez, furibundo Perejimenista, informado por el Capitán Mario Vargas de los interines y presos de Caracas, de la toma de Miraflores, a las 12 del día, dio la orden de alzamiento en los cuarteles de Maracay. En Caracas el Presidente parecía controlar la situación, pero en Maracay el grupo motoblindado, el día 18 de octubre, ya a la 1.30 de la tarde, estaba en armas; en Caracas a esa misma hora se alzaba el cuartel San Carlos, pero rápidamente a las dos de la tarde era minimizado por la fuerzas del gobierno, al matar a su segundo comandante. A esa hora sólo seguían alzados, Miraflores y la Escuela Militar. Los Comandantes no comprometidos corrían a buscar a los andinos para que defendieran a su General, pero ese andinismo no existía ya que lo que había hecho Cipriano y Gómez era mandar en el país, con los centrales y con las petroleras; eran estos últimos los verdaderos “gomecistas”, más que los propios andinos. Gómez, no fue el poder, sino los gomecistas.
Los andinos, aquellos que no escapaban de sus tierras, seguían relegados en sus aldeas, llenos de lepra, hambre y opresión. Para los oficiales andinos, cualquier cosa era buena, que Isaías chupara de su medicina. Promesas llena de descuido hacia aquellos hombres de a pie, que dejando sus barbechos habían creído en esperanzas llenas de niebla. Ahora que Medina, mamara, no sólo miche, sino que se llevara por pendejo, lo que la historia venezolana recordaría por siempre, como el golpe del 45. Los sueños de papel de Betancourt, los propósitos inconfesables de los norteamericanos y la falta de bolas de Medina, dieron en traste y finalizaron en la alegórica invasión de los 60 y, todo esfuerzo de los Bravos de Capacho, dejando a los Amos del Valle, en el poder. El “gomecismo”, siempre superó a Gómez. Diez años después de la muerte de Gómez, el “gomecismo”, mostraba dejos de cansancio, en una relación de poder que se agotaba. Los frútices democráticos que nacían, no lo hacían por su fuerza dominante, sino porque viejas fuerzas caducaban y luces exóticas alumbraban el horizonte. La postguerra hacía emerger nuevos poderes y de hecho crecer nuevas relaciones. El año 45 y 48 fue un contexto muy particular y difícil a nivel mundial, cualquiera de nosotros, de los iluminados de ahora, se hubiese equivocado. Sólo éramos una ola, quizás ni siquiera una ola, sino simple cresta de alguna onda, de ese batiente vendaval. Buenaventura, completando ideas, manifestó: Hablar de cobardía y traición cuando todos nos ahogamos, y cada uno lucha por su vida, sí que son huevonadas.
EL COMUNISMO, COMODIN DE LOS GRINGOS, 1945.
En diciembre del 44, regresaba la comitiva de los EE. UU, ya se sentía el aprieto entre la gente del Presidente, ya el Congreso tenía que decidir, quien sucedería a Medina; el viajecito a Washington, no había aminorado la vorágine de acontecimientos que ahogaban al país. Los que juegan con el norte no se dan cuenta de que en cualquier momento pueden salir cagados; un “Marín” norteamericano, o un mercenario, no diferencia la calle del enemigo o del amigo, la casa del revolucionario o del opositor; levantamos humaredas, ignorando que esa fumarada igual nos alcanzará. La pronta sucesión presidencial, les hizo pensar en una salida rápida y, en palabras de Arturo Uslar Pietri, una jugada inteligente. Los que movían el gobierno en forma real, la camarilla del Presidente y la buena opinión de los comunistas, pensaban y proponían con razón, que Arturo, el Presidente del Partido Democrático de Venezuela (PDV), a sabiendas de que era un alfil de Lorenzo Mendoza, era la salida. Pero la voz del Embajador norteamericano sorteaba entre varias olas del temporal, un ratico se arrimaba a los adecos, otro ratico a los militares golpistas, diciéndoles que se apresuraran. El gringo y su punto de honor, el exterminio del partido comunista, hacía poner en duda a los adecos. Cuando no, se acercaba a uno que otro representante de mal llamado y nefasto Congreso de la República y les mostraba la necesaria salida pacífica. En otros instantes, como Pedro por su casa, se acercaba al Presidente Medina. El embajador norteamericano, Frank Corregan, le decía: “Señor Presidente, usted domina el Congreso, usted propone un civil de renombre, la sociedad civil, la prensa y los propios militares se calman”. Usted sabe que el Congreso lo domina López, le dijo el Presidente. Dígame mejor, amigo Frank ¿usted a quién propone?. El gringo sin inmutarse, mostrando aires de amplitud, empezó a decir nombres: A Caracciolo Parra Pérez, Arturo Uslar Pietri, Rafael Vegas, Manuel Silveira, Rodolfo Rojas, Juan de Dios Celi Paredes, Diego Nucete Sardi, Oscar Augusto Machado, cualquiera de ellos puede ser. El Presidente Medina, poniéndose rojo como un tomate, le increpó: No me vea cara de borracho y pendejo, como todo el mundo, ¿a quién carajos quiere?. Y sin inmutarse el hombre de ojos azules le respondió: Al Embajador de Venezuela en Estados Unidos. Coincidencia o no, era el mismo candidato de los adecos. Tal hombre no era otro que Diógenes Escalante, un también andino, nacido en Queniquea en el año 1879 y egresado de Bachiller de la Escuela Monseñor Jáuregui de La Grita, pero prácticamente criado en Caracas, cuando se le preguntaba entre palos, ¿de dónde es usted?. Éste decía “de La Pastora”. Con costumbres citadinas extremas, tan así que la tierra donde rondó en sus primeros años, La Grita, Queniquea y El Cobre le olían a caca, aunque en sus remembranzas de vida, solo, en momentos de lucidez, añoraba y decía que los días más felices de su vida, habían sido aquellos en que en larga travesía, tuvo que cruzar el Páramo del Rosal y Las Agrias en búsqueda de sus primos y tíos, regados uno y otro, situados aquí y allá. Pero la ciudad con nuevas relaciones oportunas y mezquinas le habían cultivado, en forma obcecada le había permeado tanto, hasta hacerlo soñar en forma compulsiva ser Presidente de la República.
Sin pensarlo dos veces, el Presidente buscó a su hermano Julio, para que en forma rápida se fuera para los Estados Unidos y hablara con Diógenes Escalante. Éste llegó al país del norte el cuatro de febrero y ya el seis se regresaba a Caracas con la aceptación de aquel sexagenario hombre. Allí empezó no sólo el drama de ese buen andino, sino también el drama de este país. Como si se le trancara la voz, el viejo Buenaventura cerró los ojos, una larga y profusa lágrima salió de sus ojos. Luis pensó para sus adentros: “ojala el viejo no se muera ahora”. Todo mundo en El Cobre decía, que cada vez que Luis entrevistaba un viejito, se moría al rato. La salida más inteligente en forma real era Arturo, dijo Buenaventura de pronto. Sin abrir los ojos prosiguió. Pero la recomendación oportuna del Embajador gringo había hecho que el Presidente tomara como decisión, aquel buen hombre, que desde el mismo momento que Julio Medina Angarita le hiciera la proposición de ser el sucesor, se le puso el pelo blanco y a patinar el coco. Por su parte, la cuestión del golpe, planificado por la sociedad civil, sociedad civil dominada por el naciente partido Acción Democrática, había sido programada para el mes de noviembre, ello debía apresurarse, había que precipitarse, ya que los comunistas se movían en las barriadas y otros funcionarios de la embajada norteamericana buscaban otras alternativas más funestas. Nada de ello era mentira, ya que Santos Yolme, los Ponce, Miquilena, los Machados y el propio Ernesto Contreras y sus muchachos, hacían su trabajo.
El Embajador se engatusó con la propuesta aceptada por el Presidente, en cuanto a Diógenes. Ese nombre calmaba a los lopecistas, por lo que en esos meses siguientes se descuidó. Quien apresuraba el paso eran los adecos, estos habían tomado la palabra del gringo, sabían que si las cosas seguían así, Acción Democrática, podía quedar fuera del juego. La política es así de dramática, eterna hoy, efímera mañana, en ello los adecos estaban claros. La propuesta del gringo parecía fácil, se estaba cumpliendo el periodo presidencial de Isaías, lo único que tenía que hacer el Presidente era nombrar su sucesor, ante la posición indeclinable del embajador norteamericano, de “Diógenes Escalante, Presidente”. Todo golpe de Estado, al igual que todo velatorio, tiene su circo y su propio anfiteatro. Como teatro y preámbulo a los aconteceres de ese 18 de octubre del 45, se había dado un acto apoteósico el siete de agosto. Ese día parecía que todos los vehículos de la gran capital, atosigaban la carretera “Caracas-La Guaira” para ir al aeropuerto a recibir al futuro Presidente de los venezolanos, Diógenes Escalante. Las viejas de los Generales trataban de ponerse sus últimos charoles para no quedar en ridículo ante la elegantísima y bien vestida esposa del futuro Presidente. Las más sensatas decidieron no ir para no vivir el ridículo.
Lo más trágico del asunto fue que la Alamo no se vino, sabía que su marido estaba tocado y no quería pasar penas. Un mes solo, un solo mes duraría el calvario de éste tachirense en tierras venezolanas. Se dice que cuando bajaba del avión ya estaba loco, porque golpeando con los dedos medios de la mano, el latón de la puerta de salida de la nave de Panamerican, le dijo, como en meditación a alta voz: “señor avión, no se vaya que en un ratico vengo”. El futuro Presidente bajó pesadamente cada escalón de la escalera de hierro, que como una rémora, se apoyaba en el avión. Descendió cada escalón aburridamente, era un hombre acostumbrado a caminar a grandes zancos, pero ahora que iba a ser Presidente tendría que caminar despacio. Se acordó de las recomendaciones dada por sus asesores, de que no más tocara el asfalto caliente del aeropuerto, se inclinara y besara el suelo patrio. Ello le parecía la mayor ridiculez del mundo, pero ese era parte de la comparsa y de la danza entre mesas y putas, que desde ahora en adelante tenía que jugar. Se acordó de su amigo Truman, cuando decía: “lo más parecido a gobernar un país, es un bar de putas”. Decidido estaba a seguir el juego del misticismo y la pendejada, pero al ver tanta gente, se le olvidó. Al caminar entre el grupo del gobierno que le esperaba, vio entre ellos a un hombre vestido de azul, reconoció en él, a aquel joven guerrillero, cuando en 1924 fue a Los Andes a convencer a un grupo de hombres que desafiando al dictador Gómez, se empecinaban en cambiar un mundo cuyo centro ya se encontraba en el norte. Siempre los consideró unos arrieros de libertades, si bien fueron intolerantes con él, se llevó esa imagen de unos jóvenes con sueños inciertos que querían sembrar la semilla de la libertad y la tolerancia.
Al ver a Reinaldo Flores entre esa multitud, conociendo ya de sus alucinaciones, pensó que era una de ellas, le era imposible creer que hombres de tal envergadura estuvieran en ese bochinche, que sólo las circunstancias equivocas le habían metido a él. No volvió a levantar su vista hacia ese lugar donde, como una estatua, permanecía el hoy ya maduro ex guerrillero. El haber alzado la vista y comprobado ese escenario, le hubiese desilusionado, evidenciando que el mundo era un teatro y sus ceguedades y ofuscaciones, una realidad. No más puso pie en el aeropuerto, ya su secretario privado no sabía que hacer, de tanta gente pidiendo entrevista, Adecos, copeyanos, comunistas, urredecos, todos querían anotarse para hablar con el futuro Presidente. A los primeros que rechazó fue a los comunistas y a los primeros en atender fue los adecos. De los comunistas recibió una carta de Juan Bautista Fuenmayor líder de este partido en la cual le solicitaba una audiencia con el propósito de oficializarle el respaldo a su candidatura. Al leer la carta se puso de pie, pálido, con los ojos desmesuradamente abiertos y con las manos tan temblorosas que la hoja se le cayó de las manos. Revela Fuenmayor que uno de sus asistentes alarmado le preguntó “Doctor que le ocurre”, Escalante respondió ¡Santo Dios! Los comunistas quieren hablar conmigo, pero eso no puede ser. Truman se enteraría Y... yo sé cómo piensa Truman. Por su parte, los adecos tenían la necesidad política, de confirmar con el futuro mandatario, algunas negociaciones realizadas en Washington en el verano de ese año, entre Diógenes y Betancourt. Para la reafirmación y certificación del contrato, fueron escogidos Valmore Rodríguez y Prieto Figueroa, hombres de fácil palabra y elocuencia, por lo que fueron encomendados por el Comité Central del Partido, en esa misión de reconfirmar lo antes tratado. Diógenes jamás había visto a Prieto Figueroa. Cuando Diógenes lo vio, se sorprendió al ver un indio en el Hotel Ávila, y pensó para sus adentros: “nunca he visto un indio tan alto como él, de seguro viene a robarme las camisas”. A Abrahán Lincoln le había costado cuatro años su deterioro físico, antes de que lo mataran, a Escalante sólo pocos meses hicieron falta para trastornarle.
Prieto había sido enviado por Rómulo Gallegos, para que se asegurara de que Valmore, de la línea de Betancourt, no negociara cosas extrañas con el “futuro” Presidente, como era su bendita costumbre. Desde el inicio, Acción Democrática mostraba su división; Gallegos de tendencia centrista, Pinto Salina de izquierda y Betancourt de Derecha. Para el trienio de 45 al 48, los izquierdistas y los centristas del partido, parecían dominar la situación. Prieto fue enfático, sólo queremos de usted que nos asegure que permitirá en breve tiempo un cambio de la Constitución, en donde se permitan libres elecciones y el voto de todos los ciudadanos, sean estos hombres o mujeres, negros o indios. Diógenes un hombre de ojos azules, fiel creyente de que por su sangre corría pura sangre de la raza española, se le sudó las manos ante aquella propuesta. Como tragándose sus pensamientos y no permitir que estos fluyeran y le traicionaran, dijo rápidamente: “cuenten con ello”. La reunión fue muy de madrugada, a la hora de entregar el botones el periódico al futuro Presidente, todo fue breve y rápido. Valmore entrecruzó palabras con Diógenes antes de irse; la conversa no se prolongó porque Prieto persistía en no dejarle ventajas a su compañero y sin inmutarse se quedó en la puerta en espera de su amigo de partido. Valmore se sintió presionado y salieron del hotel. Prieto, hombre directo y perspicaz, no aguantó las palabras en su garganta e imputó a Valmore, sobre “que pendejadas te quedaste hablando con el Diógenes, aquí no venimos a pedir carteras ministeriales, nosotros estamos es para implantar un programa de salvación nacional. Valmore enfático y con remedos en su boca, recalcó: “sólo con el poder se logrará la salvación nacional”. Pero, sabiendo que por ese lado no venía el reclamo, Valmore le salió a Prieto con una de que: “usted sabe, los dos somos del Táchira y tenemos amigos comunes”. Prieto le arrequintó: No sea pendejo, ¿ qué amigos comunes van a tener ustedes, si usted desde que abrieron la carretera trasandina y se vino, no volvió pa allá?.—Ud. estaba muy chiquito, cuando ya Diógenes estaba en Caracas. Y otra, en El Cobre y Queniquea ni conocen, ni quieren a los Colombianos, y de lo que yo sé, el apellido Rodríguez es más colombo que Veneco, y los Escalante, son venezolanisimos.
Rodríguez nunca quiso a Prieto; adecos, pero no revueltos. Las diferencias de procederes, eran más que comportares, eran diferencias ideológicas que el tiempo deslindaría. Medina, un zorro viejo, había colocado de guardián a unos cuantos soldados a cuidar al “candidato de consenso”, al futuro Presidente, a Diógenes Escalante. Al comando de ello, al Capitán Bonnet, al teniente Oviedo Rojas y responsable de todo cuido al Capitán José Quevedo Delgado. Resultaba que este último era uno de los subscritores del movimiento, firmante quizás sólo nada más, ya que cuando leyó que si no firmaba le iban a joder la familia, no le tocó otra. Valmore confiando en Delgado buscó la cita con Diógenes. El Presidente no sólo se dio cuenta de esta cita, sino también de la tenida con Betancourt y Raúl Leoni, en el Hotel Statler en Washington, de la cual Diógenes no había tenido la dignidad, ni gentileza de informarle; igualmente sabía de la última solicitud hecha por Valmore en la oreja a Diógenes. Resulta que no más idos los dos adecos en esa madrugada, Diógenes, todo bravo le dijo a su secretario: “Valmore no deja de parecerse a Cipriano. Me dijo que Betancourt ya no sólo quiere dos, sino tres ministerios. Mirando sus manos, dijo: Ala doctor, ese indio negro y alto me robó el reloj”. Su secretario, volteó y vio el reloj encima de la mesa de noche. Doctor aquí está su reloj. Diógenes sin hacer caso a su secretario, le dijo: No vuelva a dejar a entrar a ese indio al hotel, seguro que ese fue el que me hizo brujería. Ante la actitud poco gentil de Diógenes, su olor al lopecismo, el no haberle informado de las reuniones tenidas y las ínfulas de ya creerse Presidente sin serlo, hizo que Medina, atosigado por Boulton, Tinoco y los Mendoza; no aguantara su arrechera, se precipita como todo energúmeno, que cree que el poder es para avasallar, lo llama por teléfono y le dice: Amigo, las cosas se están poniendo difíciles; no son iguales que hace tres días. Usted, como está de acuerdo con el sistema de sufragio directo universal y secreto para los personeros del poder público, pues va ser mi candidato para luego, para cuando se haga la reforma constitucional, por ahora, dejemos de interino al Doctor Ángel Biaggini”. Un alfil del nuevo progreso y desarrollo, cuñado de Pedro Tinoco, era propuesto; pero éste también se quedaría vestido y bañadito. Luis, un hombre persistente, más que ordenado para la toma de ideas expresadas por el viejo Buenaventura, sin esperar, sometido por su rancio sentir antigobierno, ratificó: “¿Antes eran así las cosas?, porque ahora son iguales, son la gente de Caracas, los que ponen Gobernadores y Diputados y el pueblo los ratifica. Buenaventura aclaró: El voto es una pendejada, si no existen mecanismos claros para consolidar y dar independencia a la estructura de poder que se quiere elegir. Miró a Luis un buen rato, luego le replicó: “definitivamente la verdad no es neutra, el gomecismo y Caracas siguen en el poder”. ” ¿Y qué hizo el Diógenes Escalante?, preguntó el Luis, para romper la salida de Buenaventura. Buenaventura, tomándose un largo trago de agua, prosigue. Entre brandy y brandy, cuando se reunían Flores y Juan de Dios, esto fue lo que yo escuché. Decían, que Diógenes ni siquiera refutó la idea, se paró con efectos laberinticos, todo le daba vueltas como si lo hubiese entrado un balazo en el estómago, trastabilló como si el piso se le hubiese movido, se sintió mareado y llevado rápidamente por el Capitán Delgado al Hotel Ávila. No se sabe que pasó esa noche de septiembre, en el hotel, lo que sí se sabe es que ese buen hombre, enfermo y delirando con sus compulsivos aires de grandeza, se fue triste.
A los pocos días el propio Capitán José Quevedo Delgado lo sacó del hotel, lo montó en un avión de los gringos, y pa´Estados Unidos. El hombre, Diógenes Escalante, candidato sempiterno, se volvió loco y tuvieron que regresarlo a los Estados Unidos, el alfil del norte se agarrotaba. El primer plan de los gringos había fallado, pero le quedaba el comodín de los adecos y militares jóvenes y, con esos se la jugaron. Todo el mundo se había quedado turulato con la nueva propuesta, hasta los periódicos con sus verdades fabricadas se enmudecieron, entraron en mutismo como siempre, como en complicidad con él mandatario o estupefactos ante tal disparate y falta de perspectiva de los asesores y del partido del Presidente. La Embajada gringa, tenía ya sus previsiones, El embajador gringo al darse cuenta del trastabilleo del Presidente Medina, sacó rápidamente sus cartas de emergencia, se movió con los militares, iglesia y adecos en un famoso movimiento cívico-militar, para que activaran el golpe. A los adecos no se les hizo difícil, ya que se habían hecho de sus propios Tenientes y de sus propios chivatos. Al pobre Diógenes no sólo lo espiaba Medina, sino también los Cívico-militares. Luis Rodríguez, Exclamó Ese menjunje conspirativo de soplones, de gringos y decisiones desacertadas como la del “Doctor Ángel Biagnini Ministro de Agricultura y Cría y el diseñador de la reforma agraria del gobierno de Medina Angarita, a cualquiera hubiese desequilibrado. Buenaventura, le dijo al Luis: El hombre manejaba un discurso inteligente, éste decía, días antes de que le abortaran su candidatura: “No concibo al gobierno como cenáculo estrecho y cerrado, sino como foro amplio y abierto a toda idea alta y a toda insinuación útil; y ya que mi partido no representa en la vida nacional un bloque exclusivista, en mi administración han de tener cabida holgada los hombres honestos y capaces, cualesquiera que sean sus compromisos políticos, a condición de estar identificados con los principios democráticos y asistidos de una voluntad inquebrantable de trabajar por el bien de la República. Luis con su copeyano a flor de piel, refunfuñó, “”Del dicho al hecho hay mucho trecho”.
Entró rápidamente octubre de 1945, para los opositores del gobierno, los días se sentían horas, todo se hacía rápido, de prisa, con ahogo y hasta con desespero, los pisos de los cuarteles ya no brillaban, parecía que el bocado a tragar no iba a alcanzar para todos. Betancourt y Pérez Jiménez, vieron necesario que civiles y militares se reunieran. El sitio de encuentro fue la Escuela Militar. Por los militares se encontraban Mario Vargas, Teniente Edito Ramírez, Delgado Chalbaud, Pérez Jiménez, Teófilo Velasco. Por los civiles Ruiz Pineda, Pinto Salinas, Alberto Carnevali, Rigoberto Henríquez Vera, Eligio Anzola Anzola, Raúl Leoni, Prieto Figueroa. La sola presencia de Teófilo Velasco en esa reunión, hacía caer por la borda la teoría de que el peo eran los viejos militares gomecistas. Teófilo era nieto de Sacramento Velasco, hijo de Teófilo Velasco, heredero de los bravos de capacho, lo más rancio del Ciprianismo y gomecismo junto. El propio Teófilo tomó el nombre de todos los civiles presentes y luego los pasó a hablar con los demás militares a una pequeña sala. Esta lista tomada ese día, años más tarde, entre el 52 y el 57, en la dictadura de Pérez Jiménez, sería fatídica. Muchos de ellos, muchos de estos civiles fueron asesinados, otros presos y enviados a Guasina, por esos amigos militares de esa noche de octubre de 1945 y el cuerpo policial denominado “Seguridad Nacional”, fundada por los propios adecos y ahora en manos de Pedro Estrada, ayer defensor de Medina. Luis Repitió, como en pregunta: ¿Pedro Estrada?. Pedro Estrada, fue el primer policía de la CIA en Venezuela, no más cayó Medina, los gringos le dieron visa y a través de la Embajada de los Estados Unidos, lo sacaron pal norte. Allá siempre les han protegido. “con seguridad” aclararía Buenaventura. Producto de esa reunión, de esa tarde o noche, en Venezuela se tiene el triste recuerdo del asesinato en noviembre del 52 de Leonardo Ruiz Pineda y más tarde de Pinto Salinas. Mientras que acá en el Páramo persiguieron en forma implacable a Rafael Moncada, a Fernando Gómez, a los Mora, por creerles ya no guerrilleros, sino adecos. La Seguridad Nacional, al mando de un tal Colmenares, acá en El Cobre, se llegaba en las noches a casa de los tres adecos del pueblo: presionaba a los jóvenes con reclutas permanentes, destruía sus multígrafos o los acusaba de roba gallinas. Si bien, años más tarde ese jefe de la Seguridad Nacional volvería al pueblo de El Cobre creyendo que las cosas se habían olvidado, allí, en una de sus empinadas calles encontró la muerte, quizás de manos de la reminiscencia de esa vieja guerrilla contra el dictador Gómez, lánguidos sueños que aun perduraban entre la niebla y el alma de esos ya viejos guerrilleros, sueños que no supieron perdonar la traición. Los gringos y los empresarios filantrópicos, más tarde cobrarían la osadía de aquellos jóvenes adecos, los cuales ya en el gobierno, no siguieron sus designios y se atrevieron a subir el barril de petróleo de Bs 5.50 a 11.77, en menos de un año, de haber querido por primera vez en la historia hacer política para las masas y no para una élite, se les cobró la osadía de cambiar las relaciones de poder.
El gomecismo con nuevas caras y un nuevo mirar del mundo les reemplazaría entre 1949 y 1958. Con el triunfo de Betancourt dentro de Acción Democrática, más tarde muchos de ellos se harían adecos. Los adecos fueron los que por primera y única vez, en su gobierno efímero del 45 al 48, los que trataron de trazarse como objetivo primordial de su política, el bienestar del pueblo, poder para el pueblo. Por ello, quizás Rafael Moncada, en esa reunión de Piedra Gorda, se metió a Adeco y, por eso yo sigo siendo adeco. Darle poder al pueblo es imperdonable para las élites y para aquellos que tienen esperanza en ser élites de este país. Como intolerable es para la iglesia, alguien que crea en un Dios para todos, lejos de los tétricos, oscuros e imperturbables templos que ponen como su casa. Diciendo esto, Buenaventura se persignó, cerró sus ojos en son de descanso y quedándose entre dormido, repuso “el no creer en curas, no me hace menos cristiano, que usted”.
LOS MUERTOS DE LOS GRINGOS EN EL 45.
El dos de octubre de 1945 Biaggini había sido nombrado candidato del gobierno, la prensa conspiradora empezaba a hacer su trabajo de opinión. Concluida esa fatídica reunión, cívico militar, ese martes 9 de octubre del 45, todos se movieron, cada uno pa´su lado; Betancourt con su partido a consolidar una gran movilización de masas para el día 17 y, el Capitán Pérez Jiménez, personalmente hacia Maracay. El Capitán, en vez de llegar al Regimiento de Artillería del Cuartel Bolívar, se movió directamente al Batallón Moto Blindado; si bien allí estaba la mayoría de oficiales juramentados por los golpistas, lo más importante era constatar que estos mini tanques tuvieran capacidad de movilización. En los galpones encontró un parque conformado por obuses Hotwiser de 103 mm aún vírgenes, ametralladoras, subametralladoras, pistolas 45 y municiones, más, el compromiso de una serie de oficiales que habían sido entrenados en el fuerte de Fort Knox de los Estados Unidos. El Batallón Caracas parecía controlado, el de motoblindados también, lo que sí no vio con buenos ojos fue el Regimiento de Artillería Ayacucho. Llegó el jueves, el día esperado, o el día apurado por las circunstancias, el 18 de octubre de 1945. El gobierno también había movido sus peones, los comunistas, alfiles sabedores de cosas, hacen que Medina detenga a los alzados, identificados desde hacía días. La prudencia o pendejadas del Presidente estaban permitiendo el golpe.
En forma timorata manda tardíamente a detener al Teniente Coronel Julio Cesar Vargas, Marcos Pérez Jiménez, Teófilo Velasco y al Teniente de aviación Horacio López Conde, jefes del movimiento opositor. Al igual que los golpistas, otros del gobierno, también habían tomado sus listas; la miseria humana es horizontal. Los comunistas, a través de Luis Miquilena, dirigente de Unión Popular Venezolana (fracción del Partido Comunista), proponían hacerlos desaparecer, ya que el dejarlos vivos y hacer una algazara era sobresaltar un resto que llevaría a pique al gobierno, tal como más tarde sucedió. El mismo Arturo, no era comunista, pero estaba de acuerdo con la propuesta, era demasiada traición, para sólo detenerlos. Medina les preguntó: ¿ahora los matamos a ellos, y luego a cuantos más?, lo que no se preguntó el Presidente, fue, cuantos serían sus muertos y sus perseguidos, por una oposición que sólo buscaba venganza. Eran cerca de las 10 de la mañana de ese día jueves, el Presidente se dirigió a Miraflores. Allí se encontraban dos de los principales juramentados con el movimiento subversivo: el mayor Celestino Velasco y el capitán Miguel Nucete Paoli, quienes en tempranas horas habían procedido a detener a los comandantes del Palacio, los coroneles Marco Antonio Valera y Luis Acevedo Jaimes.
El Capitán Velasco, ordenó al capitán Félix María Angulo formar el pelotón, abrir el parque e informar a la tropa sobre los objetivos del pronunciamiento. En la acera de enfrente del Palacio se detuvo el automóvil presidencial. Rodolfo León Portillo, uno de los edecanes del General Medina, se bajó para informarse de lo que sucedía. Nucete Paoli le dijo de manera enérgica: “Miraflores está en manos de los sublevados”. Confundido, León Portillo fue al auto del Presidente y con el ánimo perturbado regresó para conversar de nuevo con Nucete, quien lo recibió con una frase cortante: “dígale al General Medina que es mejor que se retire porque Miraflores está ocupado por nosotros”. Desde ese momento, Medina Angarita inició un recorrido por las plazas militares que le eran leales. Se desparramó la voz, pero fue sólo a las dos de la tarde cuando se le ordenó al mayor Santiago Ochoa Briceño, comandante de la Policía de Caracas, para que se acuartelara. La noche del 18 fue intensa en quema de neumaticos, tiroteo y confusión. La Policía Municipal encabezada por el mayor Santiago Ochoa Briceño, con el refuerzo de los civiles Rafael Cisneros, José Ramón Peña y Pedro Estrada declaraba su lealtad al gobierno e iniciaba el ataque a Miraflores, pero igualmente era atacado por aviones AT-6 con metralleta y granadas lanzadas con la mano, lo que les llevó a replegarse. Más tarde la historia tomaría matices, que confundiría esos días de solidaridad. Si bien desde la madrugada del jueves, ya en la Academia Militar, el teniente Edito Ramírez arengaba a los cadetes en formación y daba la orden: ¡A las armas!, el perecear del Presidente haría, que fuera a las 10 de la mañana, llegando a Miraflores, cuando se reanimara el golpe previsto. Cuando soldados y oficiales del régimen llegaron a la Escuela Militar, fueron detenidos. Allí comandaban el alzamiento Mario Vargas, Teniente Edito Ramírez y Delgado Chalbaud. En vez de atacarlos, como el caso del Cuartel San Carlos, Medina adujo paciencia. Con esta decisión la historia cambió.
En Maracay, se encontraba el grueso del ejército, aviación, motoblindados y almacenes de armas; allí, el gobierno, el día 17, había enviado al General Lendrónico Rojas y al Coronel Conde García, para tener seguridad de que los jefes y tropas estuvieran con Medina. Si bien estos militares logran la fidelidad de los Coroneles y Generales, el alzamiento había tenido la particularidad de convencer a una gran mayoría de la oficialidad joven. El Teniente o Capitán, Tamayo Suarez, desde Maracay era el encargado de comunicarse con los alzados de Caracas, e informar a todos los comprometidos con el llamado “movimiento revolucionario ”, que no fue otra cosa que un golpe Civico Militar, fraguado por Marcos Pérez Jimenez y Rómulo Bentancourt. La voz se corre por los cuarteles de Maracay, centro militar del país. A la una de la tarde, los alzados y algunos civiles de la famosa oposición, logran tomar en su totalidad el Cuartel Páez, han detenido al Mayor Hugo Fuentes y al Capitán De La Rosa, de la aviación. Un ejército mayoritario a favor del gobierno, no acostumbrado en más de 15 años a soltar un solo tiro, y gordos como marranos en ceba, se les hacía difícil ordenar una ofensiva. Pero cosa igual ocurría, con los alzados; cuando el Teniente Rodríguez Urdaneta, que era el Jefe de Mando y Servicios, dio orden de armarse; la inexperiencia hizo que se escaparan unos tiros, permitiendo que los Jefes de Batallón lograran asumir parte de la tropa y enfrentarse a los alzados.
El factor sorpresa había sobrecogido a todos, los Soldados, como siempre no sabían un coño de lo que pasaba, sólo asumían la direccionalidad de un Teniente que era lo único que ellos conocían como oficialidad. El Batallón Caracas, en donde la mayoría de Tenientes estaban comprometidos, consiguen por un movimiento inteligente de la alta oficialidad, voltearse y dominar los alzados. El Capitán Ruperto Doguini, a favor del gobierno, logra con parte de su tropa enfrentarse al Batallón de Motoblindados, quienes, pareciendo monos con hojilla, disparaban sin contemplación contra unos jóvenes soldados, hijos de la recluta, prendidos por la fuerza, que si bien estaban dotados de viejas armas, era pelea de metralleta contra corta uña. Juan de Dios Moncada cuenta en sus memorias, que un carro explorador de media oruga, con ruedas de tripa a prueba de balas, armado con dos ametralladoras punto 30 y bandas de lona de 250 tiros, hacía estragos dentro de la tropa del gobierno. Un batallón del Cuartel de Artillería que favorecía a Medina, trata de apoyar al Batallón Caracas que estaba siendo masacrado por los opositores, pero cuando el Capitán Angola Barrios ve tanto poder de fuego y crimen alevoso, ordena a su tropa perderse lo más lejos que puedan. El entrenamiento realizado en el Fuerte Fort Knost, con sus armas de empréstito y arriendo hacían sus efectos. Muere el Coronel José Anselmi Jefe del Batallón y con él, el Capitán Ruperto Doguini y un gran número de Soldados; campesinos sin madre y sin padre, ya que sus cuerpos nunca les fueron entregados. Sorprendidos, más que luchando, miraban el poder de fuego de esa misteriosa máquina. Así en forma desventajosa, sobrecogidos, atónitos por tal desarrollo que les alcanzaba, mueren peleando por su gobierno.
La alta tecnología, doblegaba los espíritus y las almas, pero no mataban los sueños. Luego del ataque del Motoblindado, el Batallón Caracas rápidamente es dominado en cada pasillo, en un ataque de la compañía comandada por el Capitán Victoriano Ramírez. En este avance, mueren por parte de los alzados, el Teniente Antonio Ramón González y el Subteniente Juan Leonardo Agreda, pero es detenido el Coronel Conde García, el cual a primeras horas, en nombre del gobierno había tratado de convencer a través de un discurso vacio y bobalicón, de la necesaria unión de los andinos a favor de gobierno. Ese andininismo lo usaba, debido a que la gran mayoría de los oficiales jóvenes eran gochos. Sin embargo, estos más que ninguno sabían que los menos que tenían poder en ese gobierno, que llamaban de los andinos, eran los propios gochos. Cipriano, Gómez, López y Medina habían mandado con puros centrales, llaneros e intelectualoides de las Universidades, los pocos gochos que tenían mando, habían perdido hasta el acento andino; ya se creían nacidos en La Pastora. Así que apelar al andininismo era una huevonada, ya que fueron los andinos y los parameros los únicos alzados eternos contra Gómez. Eran los propios andinos, llenos de sueños citadinos, los que derrotaban a los gochos. El Coronel Alcides Quintero, Director de la Escuela de Aviación, fundada en 1912, hijo de Ana Quintero, gocho de pura cepa, nacido en el plano del pueblo de Colón, hombre supremamente inteligente, se dio cuenta de quien era el contacto entre los alzados de Caracas y Maracay.
Tomó una pistola, se hizo acompañar de unos Soldados y dio con el Teniente Tamayo en una cabina telefónica. Quintero se metió en la cabina y pasando el cable del auricular por el cuello, le hizo confesar todo sobre el alzamiento.Ya afuera de la cabina hizo que lo esculcaran y le encontró un fajo de billetes de veinte, lo miró y le dijo: “Ala Tamayo estás como cualquier judas”. Tamayo, ya preso en el cuartel les aseguraba al Coronel y otros oficiales que el alzamiento era promovido por el General López Contreras; esto lo hacía a sabiendas que parte de la oficialidad de la aviación era simpatizante del ex presidente. El Coronel ante tanta payasada, lo mandó a retirar de su presencia, la rabia le nubló los sentidos y puso a Tamayo en manos de unos Subtenientes que más temprano que tarde lo dejaron ir. Pasadas estas cosas, ya el batallón de Motoblindados tomaba la Escuela de Aviación por uno de sus laterales. Al poco rato, El Coronel Quintero, uno de los primeros hombres en cruzar con un avión de tela y madera, los aires de Venezuela, fue detenido por el propio Tamayo y los mismos subtenientes que supuestamente debieron poner a éste entre rejas. En el ínterin, de la oficina a uno de los calabozos, el Coronel Quintero no profirió una sola palabra. Ante la actitud prepotente y payasería militar, de Tamayo, ya Quintero sentado dentro de su celda, en son de burla abrió la boca para decirle: “Ala, voz en vez de tomar el regimiento de aviación, tomaste fue la oficina, parece que caminas tan veloz, vas tan rápido por la vida, que la inteligencia no te alcanza”. Oscar Tamayo Suarez, luego en el derrocamiento de Rómulo Gallegos, jugó un papel preponderante y luego con el gobierno de Pérez Jiménez, fue uno de los mayores perseguidores de los adecos y comunistas. Irrestrictamente toda su vida fue un fascista, siempre fue un enemigo serio. Quintero, al pasar lo de Tamayo en la cabina, había avisado al Coronel Guerrero Niño, sobre lo confesado por el Tamayo, el Coronel logra ordenar a sus siempre alumnos y controla rápidamente el regimiento de aviación. Los tres motoblindados al llegar allí se dan cuenta que la cosa no es fácil, se agrupan y ordenan el ataque. Si uno solo había hecho desastres en el Batallón Caracas, de tres no se sabría que esperar.
Por su parte, Guerrero Niño con dos batallones de Soldados, campesinos, hijos de “la guerra del hambre”, vegueros y montañeses recién destetados, se le ocurrió tomar algunos aviones y hacer alguna resistencia, pero sabía que no poseía gran cosa para contra atacar que no fueran algunas granadas tiradas con la mano; el famoso Empréstito y Arriendo hecho por los Estados Unidos, habían tenido sumo cuidado de no darles un avioncito o alguna chatarra que sirviera. Ante tanta impotencia, tomó una bandera nacional y con el viejo revólver de siete tiros, que le había regalado Reinaldo Flores, el famoso “mitiueso”, caminó con sus muchachos hacia los blindados. Al caminar no tenía miedo, no miraba siquiera los carrotanques, sólo miraba y miraba los hermosos jardines pisoteados por patas extrañas, jardines que con esfuerzo había hecho construir el Coronel Quintero, uno de los fundadores de la aviación venezolana. Iba con la bandera en alto, miraba y miraba las siete estrellas, pensando en caminar más que en luchar, cavilaba y se decía, si era que no faltaba otra estrella. El vapor del asfalto negro borraba el fondo de los hangares y recordaba los esfuerzos hechos por modernizar la aviación. Esos sueños y su valentía le hicieron creer que sólo su voluntad pararía el ruido de los motoblindados. Apuró el paso, sacó su revólver, la cacha con su nácar de color blanco centelleó con el sol caliente de Maracay, estando pensando en eso y en aquello, escuchó un grito que le decía: “Con el gobierno o con la revolución”. Guerrero Niño alzó su revólver de siete tiros un poco más alto, disparó al aire y gritó: “Con el Gobierno”.
Los dos batallones de soldados que había logrado organizar, respondieron en fuego limpio contra las tres tanquetas que con prepotencia habían tumbado las cercas, pisado los jardines y ahora parecían que en cualquier momento aplastarían al Coronel y su viejo revólver. El retumbar de las metralletas de los carros tanques no se dejó esperar, tronaron de tal forma, que los muchachitos vivos que quedaron, dejaron de disparar por tal magnitud de fuego visto. Pocos minutos duró la refriega, alguien de los tanques mandó a parar la masacre, era el ya Teniente recién ascendido Juan de Dios Moncada. Frente a una de las tanquetas y sobre los jardines floridos yacían 30 hombres muertos, no había más muertos, porque ese batallón de bolsillo lo conformaban sólo 30 hombres. El disparo oportuno de Guerrero Niño y la misma prepotencia de mostrarse sobre el tanque del Sargento que disparaba desde los blindados, había logrado inhabilitar una de las tanquetas, matando a dos de los que manejaban las metralletas e hiriendo al propio oficial comandante de la incursión. Los únicos soldados salvos, fueron los del minibatallón que ante los disparos acertados del Coronel habían cocido a plomo las dos tanquetas y herido a los que manejaban las metralletas. El Coronel viendo como su otro batallón era masacrado dio la orden de tírense al suelo. Desguarnecidos los Soldados, sólo optaron por ponerse las manos en la cabeza y cara contra la grama aun húmeda, de esta manera y con esta posición no se verían morir. Aun así, casi todos salieron heridos, menos Guerrero Niño, que a distancia de su batallón, no había sido atacado y se hacía el muerto sobre el duro, humeante y caliente asfalto. En el ataque sorpresivo de Guerrero Niño, los motoblindados se repliegan, el Coronel aprovecha esos instantes y reagrupa a sus Soldados sanos, para tomar en plena carrera hacia el Cuartel Sucre, el cual aun estaba en manos del gobierno.
Ninguna de las nuevas tecnologías le apoyaba, pero correr si no se le había olvidado. Un poquito más de estrategia y el Coronel Guerrero Niño y su revólver “mitiueso” de siete tiros, hubiese sido la diferencia entre que cayera o no Medina. Los sublevados y sus jefes opositores creyendo que Guerrero Niño había logrado dominar la situación del regimiento de aviación, ya habían enviado otros carros de combate al mando del Teniente Maldonado Silva. Pero llegados al sitio, Juan de Dios Moncada herido en uno de sus omóplatos, inspeccionaba la balacera en los carros Motoblindados, mostrando así, dominar la situación. El Teniente Maldonado al ver aquella masacre no le quedó otra que atender a todos los heridos y llevarlos al hospital militar, este recinto estaba en manos del gobierno, pero por descuido, por falta de pericia en cosas de la guerra, éste no era cuidado ni guarecido por ninguno de sus batallones. El rancho, lo que había hecho en todos estos años, era engordar y repletar los bolsillos de algunos, no había dado tiempo de hablar de batallas y guerras. Ese hubiese sido el momento perfecto para inhabilitar los motoblindados, que por falta de experticia o por humanidad de los oficiales golpistas, habían ido a llevar los heridos de ambos bandos. En todo esto se hacen la cinco de la tarde, queda algún foco de resistencia por parte del gobierno, en el Cuartel Bolívar y Hotel Jardín; mientras, Medina domina Caracas. Tamayo y Juan de Dios Moncada, logran tomar preso en forma misteriosa al Comandante del grupo sitiado en el Hotel Jardín. La tropa, conformada sólo por jóvenes soldados del gobierno ubicados en lo alto del hotel, creyó tener dominada la situación y enfrentó a los motoblindados. La acción de fuego de estos, dura un minuto; al final de ese minuto, dentro yacen 8 muertos y decenas de heridos, es tomado así el hotel y puesto a las órdenes de los golpistas. La supremacía tecnológica, había dominado la voluntad de unos cuantos soldados campesinos, que aún con sus alpargatas llenas de barro, morían, llenos de sorpresa. Se ve el efecto del entrenamiento en el fuerte Fort Knox, del estado de Kentucky, sus bases militares regadas en América Latina y el currículo de la Escuela Militar. Oponerse y desconocer tal poder de fuego, sólo eran bravuconerías. Dijo Luis; para cuidar las esperanzas, hay que estar vivo. Buenaventura respondió: a veces se tiene que morir, para regar las esperanzas. Se hicieron las seis de la tarde y los alzados en el Cuartel Páez, se organizaron para tomar los últimos focos de resistencia; el Cuartel Bolívar y Sucre. Contra el Cuartel Bolívar, los alzados se fueron con todo, con aviación y motoblindados. Los aviones pasaban por encima del cuartel y lo ametrallaban; no hicieron mucho pero distrajeron al enemigo. En esto se hicieron las nueve de la noche. Los Motoblindados comandados por el Teniente Juan de Dios y Morín, entran en escena, esta vez las ametralladoras no amilanan a los del gobierno, detrás de esos muros tal vez no habían armas modernas como las metralletas de 250 tiros, pero estaba una voluntad política y un hombre lleno de esperanza, que peleó hasta morir, ese fue, el Presidente del Estado Aragua, Doctor Aníbal Paradisi.
Quien Comandaba el Cuartel Bolívar, para ese momento, era el General Marcos Ardila, un hombre de escritorio, pero arrecho hasta los tuétanos. Había logrado descubrir a los oficiales comprometidos y no los había fusilado porque para ese momento había llegado el Paradisi, quien lo había impedido. A veces recular cuesta la vida. A las doce de la noche ya se veía que el Cuartel Bolívar estaba menguado. Apesar de su civilidad, el Presidente Paradisi fuerza motriz de la resistencia, estaba muerto junto con varios oficiales leales. Mucha de la tropa estaba amilanada, más que por el poder de fuego de los motoblindados, estaba estupefacta por un hecho de traición tan sombrío. En un abrir y cerrar de ojos, la tropa, soldados no alfabetizados, reclutados por la vida, veían boquiabiertos y repugnados, como varios Subtenientes se hicieron revolucionarios de un momento a otro; se voltearon y mataban a mansalva al Presidente del Estado Aragua, a su Secretario Juan Bautista Rodríguez y a oficiales que guardaban solidaridad con el gobierno. Mientras la fuerza opositora mataba sin contemplaciones y miramientos en Maracay, en Caracas, a pesar de ataques nocturnos, por parte de la aviación alzada y de los llamados de emisoras clandestinas, la cual pedía “Policía, ríndete, no masacres a tu pueblo”.
El propio Medina, con el discurso de “no matemos a nadie” había logrado dominar la situación, excepto el cuartel en Miraflores, en donde los golpistas habían logrado detener parte de los miembros del gobierno, tal como Arturo Uslar Pietri, Jovito Villalba, López Contreras y al Monseñor Lucas Castillo Lara y a casi todo el Gabinete. Por lo demás Medina pensaba, que ya la cosa estaba controlada. Se sentía hasta contento, porque barrios, como el 23 de Enero, Catia, Sarrias, la propia Escuela Militar, habían sido tomados por la población a favor del gobierno, allí se habían logrado establecer algunos colectivos dominados por los comunistas. En el resto del país ni siquiera se daban cuenta de lo que allí pasaba ese jueves 18 y viernes 19 de Octubre de 1945. Esa fue una pelea entre la gente de Maracay y los de Caracas. Toda Venezuela quedaba marginada, como siempre. El 18 de octubre de 1945, parecía convertirse en una metáfora triste, fue parte del guión propuesto; desde esta perspectiva, lo telúrico no se hace posible. En todas las aldeas de Venezuela lo único que se escuchaba era el hambre. Allí la prensa no llegaba, sólo el trigo, el ganadito, el café, un trabajo en Menegrande o en Casigua el Cubo se mostraban como posibilidad.
Era la madrugada del 19 de octubre, el último en rendirse era el Coronel Guerrero Niño; escondió su “mitiueso” para que no se lo robaran y entregó el Cuartel Sucre. Guerrero Niño, siendo las cuatro de la mañana logra comunicarse con el Presidente Medina el cual estaba en Caracas en el Cuartel de Caballería del regimiento “Ambrosio Plaza”, y le informa del asesinato del Doctor Paradisi y su secretario. Le menciona como un pequeño comando, dirigido por él, logra detener al Teniente o Capitán José Rufo Rosales Gutiérrez, el cual por órdenes directas y brazo armado de los adecos de Maracay buscaban comunistas en las barriadas de Maracay para matarlos. Ayudados por familiares de los muertos logran capturarlo a expensas del riesgo y situación vivida para esos momentos. Mucho, no podían hacer, ya que varios suboficiales entre ellos Raúl José Odreman Simonovic, penúltimo de su promoción, un pelao de apenas 25 años, había matado sin más ni más al Teniente Coronel Evelio Cubillan. Le dice, le confiesa al Presidente, que él en ese momento y ante estas cosas inverosímiles e incomprensibles para su intelecto, se encuentra cansado; que ya no puede hacer más sino rendirse, antes, que entre una de esas máquinas infernales asesinando a muchachitos, campesinos inocentes, o cualquier Subteniente pendejo le pegue por la espalda un tiro. Los motoblindados al mando de oficiales como Antonio De Rosa, Juan de Dios Moncada, Morín y otros han derrotado al gobierno, dejando a miles de madres sin sus hijos. Mi General Presidente, hace pocos minutos se acaba de escuchar la rendición del Cuartel Bolívar, sonaron la corneta con su tradicional toque: “Noo mates maas, nooo, noo mates maaas, noooo”. El General Medina, le respondió: Aquí parece pasar lo mismo, yo también me siento agotado, mandaré a tocar la corneta. Concluyó la conversación, Medina desde ese momento se sentó en una vieja mecedora, se quedó como tanatósico; se sabía que estaba despierto porque cada 10 minutos se paraba, daba una vuelta y se sentaba. Tomaba el teléfono, contestaba y en la mitad de la conversación colgaba. Parecía que esperaba una llamada, miraba hacia afuera a ver si el agregado militar de los EE. UU aparecía; éste le había dicho que no se preocupara, que no pasaba nada. Así, en ese trance se le llegaron las ocho de la mañana.
Reinaldo Flores le llevó un café y aprovechó para preguntarle: ¿Espera a alguien mi General? ¡Si¡, espero al hijo de puta del Embajador de los Estados Unidos. Contestó enfático. El Gringo nunca llegó. Tomándose el café, emitió un telegrama en donde se rendía. Eran los mismos andinos los que mataban aquella excursión de Cúcuta a Capacho, que se había iniciado en un mayo de 1899; al final ningún caraqueño tenía suficientes bolas pa´eso. Isaías Medina Angarita, el día 19 de octubre de 1945, se había enconchado en el Cuartel de Caballería del Regimiento Ambrosio Plaza.Tomada la decisión de rendirse, el Presidente le pide al Teniente Sanguino, que saque del calabozo a Marcos Pérez Jiménez y al Teniente Coronel Julio César Vargas. Cuando los dos hombres ven al Presidente se le paran firme. Isaías sin mirarles a la cara les manifiesta: todos estos hombres están a sus órdenes, hagan conmigo lo que quieran. Todos los oficiales se paran inmóviles con su mano en la frente, ante los dos golpistas. Dos años después, los adecos se llevan la misma sorpresa, “con la vara que midas, serás medido”. Buenaventura reacomodando la almohada y reclamando la ayuda del catire, tomó posición y entre durmiéndose se le escuchó decir: Era el día 19 de octubre de 1945, la patria entraba muy mal hacia nuevos tiempos; el corcho saltó de la botella y nadie lo encontró. Desde entonces me he dado cuenta que la política no es mágica, lo sobrenatural de ello lo ponen los gringos, tal como lo demostraría más tarde el golpe del 48. Derrotado Medina, puestos los adecos, dos años después, los gringos les tumbarían, por el sólo hecho de que el partido Acción Democrática les creó una desagradable sorpresa, de poner la ganancia del petróleo fifty-fifty. Nada prodigioso hizo Betancourt, con el decreto·Fyfty-fitty; esta acción legal se hizo “para deshacerse de ciertas cláusulas de las concesiones petroleras que eran tan irrazonables que sólo pudieron ser aprobadas por corrupción o manejos inescrupulosos. Pero creaban otras articulaciones que a pesar del aumento de la regalías, darían base, para las llamadas empresas mixtas, las cuales luego desdibujarían nuestra soberanía”. Por ese “shock surprise” causado a los gringos, en ese entonces, sigo siendo parte de esos adecos, de entonces, a pesar de los pesares.Yo soy un hombre agradecido con la vida. Luis, que tampoco le perdonaba una al viejo, le refutó la idea. Pero fue un error de los adecos crear un partido único, descalabrando la posibilidad de libertad de pensamiento y recreación de las ideas en el marco de la utopía, creando si, un mundo político nuevo, que usó el poder para enriquecerse, robar y saquear la nación. El viejo Buenaventura, usando una de las salidas de Luis, le preguntó ¿Hablas del ayer o del hoy?.
LOS ADECOS Y EL GOLPE DEL 48.
El mismo Pérez Jiménez toma detenido al Presidente Medina, el cual es llevado a la Escuela Militar y recluido con los demás presos. A Isaías le acompañaba la comodidad que le había dado el régimen militar en todos sus años de vida, no iba a complicarla ahora con más muertos; por cierto, no era él quien había iniciado esa matanza. Su vida había sido muy cómoda, jamás había estado en una batalla y era mejor ser un Presidente huido que un Presidente muerto. Cuando el General Eleazar López Contreras, le preguntó a Isaías, que qué había pasado, lo único que éste le respondió, fue: Ahí afuera se están peleando, viendo quien se queda con el rancho.¨. “Pero hay tiros afuera, gente a favor del gobierno”. Le replicó López Contreras. Medina mirándolo de reojo: Sí, matándose entre ellos y matando pendejos, ya que tienen tanto miedo, que en todos lados y en todas las esquinas ven enemigos y a todos lados echan plomo. Eleazar, sentándose y estirando sus largas piernas le achacó: Yo le insistí a usted que no legalizara los comunistas; con esa vaina te echaste los curas en contra y a otros. Y, pa´más, estableciste relaciones con China y ahora, zanjas relaciones diplomáticas con la Unión Soviética; usted sí que está loco. Medina, sólo refunfuño: Ujuu... Para sus adentros pensó: La ignorancia es horizontal, no salva, a Curas, Universitarios, Gobernadores, Generales ni a Presidentes”. En todo este embrollo de muerte y traición, en los días siguientes sólo hubo un preso, el Teniente Rufo Rosales, el cual fue acusado de asesinato de unos civiles a sangre fría; la red se rompia por la parte más debil. Sin embargo, el uso disparejo y origen de las armas de guerra, jamás fue discutido. Los dos mil muertos del golpe del 18 de octubre del 45, jamás han sido considerados como parte de la violencia creada y promovida por los Estados Unidos en esta América. Estos muertos quedan sólo en nuestras conciencias, ya que para los gringos califican sólo quienes estan con ellos. Algunas listas quedan, que debemos recordar, insinuó Buenaventura y mostrando una vieja caja, hizo sacar unos viejos papeles y el libro de Oldman Botello “La revolución de Octubre en Maracay”. Tomando el libro, empezó a deletrear nombres: Cesar Betancourt, José Betancourt, Pablo Monsalve, José Pérez Urbina, José Antonio Castillo, Pedro Alcántara Andrade, Tomas Escobar, Pedro Rodríguez, Martin Villegas, Francisco Castillo, Jesús Peña, Anibal Paradisi, Juan Bautista Rodríguez, Andrónico Rojas, Álvarez de Lugo, Juan Leonardo Agreda, José Anselmi, Expedito García, Ramos de Jesús Dávila, Vladimir Killinger, Amado Sequera Amundaray, Evelio Cubillan, Ruperto Doguiz (Doguini), Antonio Ramón González, Fernando Álvarez, José de Rosa, Pablo Manosalva, Carlos Navarro, Luis Martínez, Pedro Rojas, Andrés Anzoátegui, Elpidio Herrera, Juan Camacaro, Federico Daza, Francisco Yépez, Simón Hernández, Ramón García, Ernesto del Vechio, Melesio Sánchez Bello, José María Sánchez, Víctor Núñez. Domingo Campos, Luis Carrillo, Alberto Tovar Pérez y deje de contar; devemos tener cuidado, ya que la historia parece ser cíclica e inmutable.
“Eran más de las nueve de la noche de ese 18 de octubre de 1945, en Maracay, el Cuartel Bolívar, era el último foco de resistencia del gobierno de Medina, estaban rodeados por los carros de combate y los exploradores blindados de la milicia opositora. La aviación había hecho pases sobre el cuartel y lo ametrallaba. Se abrió juego contra la prevención, el soldado-ametrallador fue muerto y el arma silenciada. Continuaban las descargas contra la artillería y ésta no se rendía, permanecía atrincherada en su cuartel. El subteniente Álvarez de Lugo, comprometido con la oposición, se fue con su sección a tomar el comando de la zona militar, entrando por la calle posterior situada en la calle Miranda. Entrando el subteniente, recibió un tiro en la columna vertebral y observando que quedaba inútil sin siquiera poder enderezarse, se remató disparándose un tiro en la sien. Allí adentro, con su secretario privado, murió el Dr. Iban Paradisi, Presidente del Estado Aragua. Fueron varios los muertos en el interior de aquel Cuartel. Juan de Dios Moncada Vidal, luego de rendidos los del gobierno, logra sobrepasar el pasillo de entrada y era tanta la sangre que había esparcida por el suelo lustroso, que se resbalaba en ella. Asustados los del norte, porque Isaías Medina había dado legalidad al Partido Comunista de Venezuela, habían sembrado ese día, en esta región del sur, la muerte. Para ello, jamás se abrirá una Comisión de la Verdad; es obligante, describir estos hechos en forma detallada, ya que cuando se abre la guerra, no existen balas ni bombas inteligentes que diferencien los amigos de los enemigos: Concluyó Buenaventura.
En el fondo de la celda, con serenidad permanente, Arturo Uslar Pietri, reflexionó pa´calmar a los dos, ahora expresidentes: ¨El fantasma del comunismo es el telón que estos colocan para blindar sus negocios. Y en estos países sin conciencia, sobra el pendejo que lo cree y los defiende ¨. Isaías mirándolo: Ala, este momento no es hora ni lugar para hablar huevonadas, ya tendrás lugar, por ahora sólo somos unos presos. El día 19 de octubre del 45 a las ocho de la noche, una nueva junta de gobierno se reunía en el despacho del Palacio de Miraflores de Caracas. El Capitán Mario Vargas manda a buscar al Presidente de la Junta, al Bachiller Rómulo Betancourt, el cual vivía en la Urbanización El Conde. La búsqueda tardó un poco, ya que había mucha bala perdida por la ciudad. Más tarde llegaba Rómulo Betancourt escoltado de varios de los oficiales graduados en el curso de blindados en Fort Knox, Kentucky. Adentro esperaban; Luis Beltrán Prieto Figueroa, Leonardo Ruiz Pineda, Gonzalo Barrios, Raúl Leoni, Edmundo Fernández, Eligio Anzola Anzola, Luis Troconis Guerrero, el Mayor Julio César Vargas, Mayor Celestino Velasco, Capitán R Vargas, Teniente Horacio León Cárdenas, Alférez de Navío Luis J. Ramírez y el Mayor Carlos Delgado Chalbaud, graduado este último, en Saint-Cyr, hacía pocos meses atrás, en un curso de Estado Mayor. La junta de gobierno quedó conformada en su mayoría por civiles, aunque más tarde se lavarían las manos diciendo que desconocían de ese funesto golpe. Por su parte, los graduados en las bases militares de los Estados Unidos, armaban su próximo avance. Por fuera dejaban a Marcos Pérez Jiménez, pero, más temprano que tarde pasaría factura, con su primer desenlace el 24 de noviembre de 1948 y el otro, el trece de noviembre de 1950. El Embajador Corregan mostraba preocupación, pero mostró su sonrisa, la cual muy pronto los adecos le borrarían. Luis en forma inmediata, respingó: Pero Betancourt, no era militar. Buenaventura sólo rezongó: Ujuu.
Ese día Betancourt, echó su perolata, en su discurso incrustaba razones suficientes para tumbar a Isaías Medina Angarita y a López Contreras; era el mismo discurso de los gringos y de su embajador: “este gobierno es el continuismo del gomecismo, la corrupción, de un país en donde la no alfabetización alcanza el 80 %, un entreguismo a las potencias extranjeras que nos hace parecer un Puerto Rico y un militarismo que raya en el deshonor, por ello estamos aquí,” indicaban.
El programa de Acción Democrática con algunos mezcles, hablaba de nuevas libertades, reforma agraria y ello parecia bueno, pero el pueblo tenía era hambre. Para asegurar el poder Acción Democrática implementó un principio Leninista: “Quien no sea adeco no tiene trabajo”. Luis, para chocar el comunista que el viejo tenía por dentro, le imprecó. “Ahora es igual, el que no sea del partido, no tiene trabajo; sea éste, gobierno local o nacional”. El viejo continuó, sin turbarse. El carnet y la lista del partido empezó a ser el aval para cualquier puesto, el país se dividió en adecos y no adecos, quien no fuera del partido comía mierda. El carnet era tan importante para ese entonces, como las listas que por ahí usan en el presente; tan así, que se cuenta, que un día en una aldea aledaña a San Cristóbal, un burro le comió el carnet de partido a su dueño y éste se sintió tan desamparado por la vida, que de la arrechera y desespero que le dio, mató al pobre e indefenso animal, para luego de las tripas, sacar el ensangrentado carnet.
Las cosas para el final del cuarenta y cinco ya cambiaban de colores para Acción Democrática. Betancourt, un hombre con olfato de comerciante, negocia con Rafael Caldera, para bajar la temperatura política que se elevaba. Están aquellos, que creen que el primer trato fue el “punto fijismo”, pero parece que ese trato histórico “para defender la Institucionalidad democrática” o para guardar la institucionalidad, es histórico. Los militares veían perder sus privilegios, Acción Democrática había remplazado a los Presidentes de Estado, viejos militares andinos, conversos a caraqueños, por Gobernadores todos civiles, eso sí, ahora ya no gochos, sino todos ellos adecos. El concepto que manejaban los militares “que todo civil huele a mierda”, estaba bien arraigado en sus corazones, estos hechos les revolvían las entrañas y los alejaba del botín, hasta que aprendieron otras mañas y, cambiaron las gobernaciones por puertos, fronteras o rancho.
El colocar a Caldera no había gustado a algunos militares, pero calmaba el poder mediático. El protegido de los dueños de los periódicos, era ese joven con voz chillona y melancólica. Sin querer o por carambola los godos se hacían de parte del poder. Contradictorio, pero a Caldera le acusaban de complaciente de Isaías Medina y por otro de haber quemado el semanario Fantoches, diario de la izquierda venezolana. Sucedió que un día, se le dio a éste, junto con un grupo de estudiantes de la UNE, asaltar uno de los pocos periódicos disidentes del país. La quemada del diario, era hasta pasable, pero no el engavillamiento y la acción sin misericordia, golpes, patadas, y palo propinado a sus empleados y dueño del periódico Leoncio Martínez, un hombre antigomecista y luchador democrático. Fue un 9 de octubre de 1937, cuando un grupo de la organización de derecha Unión Nacional Estudiantil (UNE), asaltó la sede del semanario humorista Fantoches, en Caracas, destrozó la redacción y propinó una golpiza a su director Leoncio Martínez, “Leo”. En el grupo estudiantil se encontraban, entre otros, Rafael Caldera, quien después sería presidente de la República, Pedro José Lara Peña, Tomás Enrique Castillo Batalla, y Lorenzo Fernández, de posterior destacada figuración política. El origen del asalto y la golpiza se atribuyó a las caricaturas de “Leo” con relación al apoyo de jerarcas de la Iglesia católica a la sublevación fascista contra la República Española. Años después producto de esta golpiza moriría uno de los grandes humoristas, caricaturistas, poeta y periodista de este pais. La piedra, la quemadera de cauchos y los golpes siempre han caracterizado el fascismo. De ese mundo político, lúgubre, frío y triste, con Luis Herrera Campis, como su Secretario General, más tarde nacería Copei, ya no serían conservadores o godos, sino copeyanos. Los nuevos tiempos dibujan nuevas formas, nuevos colores, pero guardan la misma génesis. A Luis le carraspeó su copeyano en la garganta.
Betancourt, los adecos e intentos de golpe de 1945- 1947.
El gobierno de Betancourt entre 1945 y 1947, producto de un golpe y con apoyo gringo, se sentia acorralado, se reúne y discute, suma y resta, especula y colocan todos los telones posibles para no ver la verdad. Cualquier escaramuza que ven en la calle, ya fuera esta una pelea de borrachos, o algunos urredistas reunidos, inmediatamente pensaban que era un posible alzamiento. Los Gobernadores de estado, para tapar su poca capacidad de gerentes, inventaban revueltas e intentos de alzamiento. Los Diputados regionales encubren su ineficiencia política diciéndole a Caracas que no pueden salir ni a la calle porque son golpeados y perseguidos, cuando la realidad era que se vivían sumando y restando posibilidades políticas en las reuniones del partido y en el mejor de los casos tomando ron con los opositores. Ellos y estos, responsables de hacer cumplir mecanismos funcionales para hacer llegar poder al pueblo, se convirtieron en habladores de huevonadas, jalabolas a tiempo completo, revolucionarios de listas, sepultando al partido y perdiendo el poder. “Los caminos de ahora parecen copiarse”, refunfuño con tristeza el viejo. Para los adecos, en un intento de averiguar lo que pasaba en realidad, crean una policía política que llaman ¨Seguridad Nacional ¨. Sin darse cuenta fundaban una de las policías que les perseguiría y les buscaría a ellos más tarde, para aniquilarlos, no sólo políticamente, sino físicamente. Pero las cosas en todo no eran malas, ya muchos militares se habían convertido en más adecos que los mismos adecos, ello le daba tranquilidad a Rómulo Betancourt y así se llegaba el año 1946. La revolución inicia la reforma de la estructura del Estado y se establecen elecciones para una Constituyente. Meses antes, el Dr. Rafael Caldera renuncia al cargo de Procurador de la República y funda el Partido Político ¨Comité Organizador Pre Elecciones Independientes (COPEI) ¨. El nombre era debido a que este grupo político minoritario, acusaba a Acción Democrática de perpetuarse en el poder y no querer llamar a elecciones. Copei era un partido para la coyuntura, así lo demostraría la historia. Caldera junto con sus adeptos, discursaba en todo el país que el pueblo en su mayoría estaba en contra de ese mal gobierno adeco, que los militares habían sido traicionados en su buena voluntad, replicaba en todos los medios de comunicación radio y prensa, que a los militares le decían cachicamos, haciendo alusión al argot popular que dice. – Cachicamo trabaja pa lapa-. La lapa eran los adecos y los cachicamos los militares. Ante un discurso y una prensa que los mancillaba, los adecos se cagaban y creían en la información mediática que promulgaba COPEI y los dueños de periódicos y radio, los cuales, financiados por las compañías petroleras Creole, Menegrande y Caribbean, decían hablar en nombre del pueblo y de la libertad de expresión, cuando en realidad seguían y daban tono a la comparsa, que ordenaban los amos del valle. Ante ello, la Seguridad Nacional identificaba sospechosos, pero en vez de mandarlos presos los mandaba de embajadores o agregados militares; de esta manera en Europa y los Estados Unidos, no calificarían de represores a un gobierno que se decía democrático. Así fue como aprovechando el desorden salen al exterior los mayores Teófilo Velasco, Rómulo Fernández, J. M. Castro León y el Capitán Edito Ramírez. Bajo este mirar, con estas manchas de sangre y de las cúpulas de partido, nacieron muchos de los actuales honorables, iluminados y bien hablados embajadores. Pasada la Constituyente, Caldera pedía elecciones; éstas se dan el 14 de diciembre del 47 y resultan ganadores los adecos: Rómulo Gallegos, con ochocientos setenta y ocho mil votos; doscientos sesenta y dos el fulano Comité y treinta y cuatro mil el partido comunista. Ante estos resultados, el nuevo Presidente de los Estados Unidos, hace cambio de Embajador. La Constituyente amplía muchos derechos que por capricho medinista no se habían dado. El 22 de octubre se inicia la Asamblea Nacional Constituyente y concluye el 22 de octubre de 1946, aprobando el texto de la Constitución de los Estados Unidos de Venezuela; los matices sociales aplacaban las multitudes.
Previamente, la Junta Revolucionaria de Gobierno instaurada en octubre de 1945 tras el derrocamiento del presidente Isaías Medina Angarita, había promulgado un estatuto electoral en que se establecía el sufragio universal, directo y popular para mayores de 18 sin distinción de sexo. Primeras jornadas electorales verdaderamente populares de la historia del país, aprobación de una Constitución Democrática. Finalmente, luego de 20 años de la muerte de Gómez, se dio la elección democrática del Presidente Rómulo Gallegos y del Congreso el 17 de diciembre, mediante el voto directo, con el derecho al voto de la mujer. Desde esta perspectiva, algunos militares, determinaban que no del todo había sido en vano tanta muerte el 18 y 19 de octubre de 1945. Aun así, seguían molestos, de tal modo que, cuando se les buscaba para la firma en apoyo a la constituyente, prácticamente firmaban, porque si no lo hacían los botaban del ejército, por lo menos eso era lo que decía el periodiquito llamado, el Morrocoy Azul. La animadversión de Betancourt y Gallegos por los comunistas, era manifiesta, ello aliviaba a los gringos. Acusaban a todos los periódicos que opinaran algo contra el gobierno, de “comunistas”. Y ante esas opiniones salían los de la Seguridad Nacional a cazar pendejos a “cazar conciencias”, para tener contento al Presidente, lo peor del asunto era que éste de verdad se contentaba. El poder los vuelve megalómanos, afirmo Luis. Buenaventura. Descansando o quedo por sus años, paró un rato sus reflexiones, al rato, ya tomado el hilo, prosiguió. Mientras estuvo, como Presidente de la Junta Militar, entre el 20 de octubre del 45 y febrero del 48, muchas de las opiniones de Betancourt, a veces, eran por arrecheras que éste agarraba en el día, por tanta presión gubernamental, pero esas opiniones sin valor y hasta efímeras del Presidente, eran tomadas por sus secuaces “jalabolas” como una orden o como parte filosófica del gobierno revolucionario. Muchas veces Betancourt con pena, y también cara dura, tuvo que salir a remendar los trapos rotos de sus fanáticos y sectarios adeptos. Eso pasaba porque allí no había ideología, sino algarabía, listas, galimatías, corrupción, idolatría, jerga de los jalabolas de Betancourt. Dos años como Presidente tenía Betancourt y no soltaba el coroto, sabía que estos dos años no le habían dado fuerza dentro del partido; contrario lo habían debilitado y ahora Rómulo Gallegos mostraba las preferencias. Su gran arrechera con los comunistas, sus viejos camaradas era porque estos permanentemente le recordaban su traición a los principios filosóficos y la desviación hacia una derecha recalcitrante y hasta su complacencia con las siete compañías trasnacionales, mercaderes del petróleo. Su ira aumentaba cuando algunos de ellos, a través de sus periódicos u opiniones dentro del mismo partido, le acusaban de parecerse al ultraderechista y godo Rafael Caldera; él acusaba, que estas cosas lo habían debilitado internamente en el partido y empezó a jugar dentro de este, el papel de opositor; ello más tarde le daría frutos. Le arrechaba tanto que le contradijeran, que botava sin miramientos a uno y otro pendejo del partido, pero ahí estaba la mano de Gallegos que lo paraba o mayormente no le paraba. Ser jefe y que no le paren bolas a uno, emputa. La cosa de parecerse a Caldera, no dejaba de tener razón, ya que la Seguridad Nacional, policía que dirigía directamente Rómulo Betancourt, tomaba detenidos a civiles, en su mayoría comunistas y los llevaban a un sitio que llamaban el Trocadero, viejo restaurante convertido en sitio de tortura. Dicho lugar era dirigido por el Teniente Coronel Miguel Nuceti Paoli. Ante tal denuncia, se tuvo que cambiar a Mario Vargas, Ministro del Interior, por Valmore Rodríguez, y a Mario Vargas lo colocaron en el Ministerio que ostentaba Rodríguez. Betancourt enrocaba a sus adeptos o discursaba “el hombre trabaja mucho, requiere vacaciones” mientras ello pasaba, la dirección del partido sólo observaba. El enroque en política es sinónimo de debilidad, de pérdida de poder. Si ello pasa, hay que mirarse y reflexionar ya que puede acercarse el final. Era tanta la desconfianza de los que le adulaban, que tenía que seguir con los mismos ineptos que gobernaba. De un hueco sacaba uno y lo metía en otro hueco parecido, de Gobernador a Diputado, de Diputado a Ministro, de Ministro a Gobernador. Cada rato los reunia, sentía que mirándolos en línea frente a él, le daba seguridad de que no estaban a escondidas conspirando. Con todo y todo, que Betancourt y los suyos odiaban a los comunistas, la mayoría del partido le tenía puesta el ojo a los gringos. Por su parte, los gringos desconfiaban en forma general de Acción Democrática, llegaban a creer en todo lo que decía y cacaraqueaba la gente de Caldera en los periódicos, en cuanto a los nexos de este partido con los comunistas y la posibilidad de quitar la banca a los emporios extranjeros. La satanización promovida por Caldera, había rápidamente cundido a algunos Republicanos del Congreso de los EE.UU, por lo que ya le habían puesto el ojo y desde el exterior organizaban a través de López Contreras un golpe de Estado. Buscaban adeptos internos y fácilmente los encontraban, pero para los Demócratas la cosa parecía un poco prematura, por otra parte no les gustaba mucho López Contreras, por lo que esa invasión se enanó.
Desde el primer dia que ganara la presidencia Gallegos, la conspiración empezó a darse en todos lados: Banca, clero, partidos políticos, militares fieles, petroleras, a estos no les gustaba la Constitución aprobada y pedían con fervor volver a la del 45, posiblemente los curas, se oponían a que las mujeres votaran. Porque como dice Álvaro Zambrano: A algunos curas, no sólo no les gustan las mujeres, es que les tienen arrechera.
Desde mucho antes, en los días de Betancourt como Presidente de la Junta, ya se le veía los dientes a la supremacía norteamericana, grandes ganadores de la II guerra mundial. Esa transición del mundo, esa coyuntura histórica particular, desbarataba rápidamente los pilares nobles de un partido y hacía que Betancourt se equivocara. El 16 de septiembre del 46, hubo conato de alzamiento en el Cuartel de Caballería Ambrosio Plaza, allí mueren dos oficiales el teniente Antonio Dávila Celis y el Subteniente Pedro Delgado Suárez. Cuando la Seguridad Nacional da el informe, oculta al Presidente la verdad, lo disfrazan y le dicen que no era ningún alzamiento sino una venganza personal contra uno de los oficiales. Los cuales por reconcomio, de lo que ellos habían sufrido en la escuela, trataban de hacer lo mismo con los reclutas y algunos Sargentos. Betancourt se la cree, ya que él sabía que cuando algún recluta descuidaba un arma, o se dormía, lo agarraban a la fuerza y le metían la cabeza en el excusado o retrete lleno de porquería. La policía del régimen, conformada por los mismos policías del régimen del gomecismo, le monta la película al Presidente. Le dicen “Los Sargentos cansados de ello y de estas inequidades, mataron a los dos oficiales, e iban a matar a otro pero se salvó porque no estaba en el sitio de los acontecimientos”. Informan a Betancourt que los oficiales encargados del rancho, servían comida de segunda y a veces hasta picha. Mientras los soldados tenían los zapatos rotos, los depósitos estaban repletos, llenos de botas militares de todas las medidas y tallas. Pero no los repartían, porque algunos italianos y portugueses compraban estos zapatos para venderlos en Trinidad. Los soldados eran maltratados a pata, a cachetadas. “No se preocupe que quien mató a los oficiales, fue el Sargento muerto. Cuando a Betancourt se lo contaron, se lo creyó y dio gracias a Dios de que no fuera ningún golpe, como nunca iba a misa, empezó a rezar el Credo Saylon, pero se le olvidó. Sus jalabolas secuaces y cómplices de terceros, le habían informado que era toda una sargentada en el país que estaba dispuesta a alzarse en armas en contra de los adecos. “¿Y no hay presos? Pregunta Betancourt. La megalomanía del poder no sólo empaña la vista, sino hasta la vida. Cada vez que ocurría algo así, el Betancourt agarraba la radio y se encadenaba hablando de los derechos humanos conquistados. Pero, cuando el río suena, piedras trae. Al gobierno, vestidos de negro negrito, se le ocurrió celebrar el primer aniversario de la tan traicionada revolución de octubre del 45 y en su discurso, Betancourt gritaba que los militares eran los nuevos héroes de la patria. Ante tal desparpajo histórico, Domingo Alberto Rangel un día, para aplacar el radicalismo izquierdista de Octavio Lepaje y Luis Piñerua Ordaz, les diría “Betancourt es un matrimonio a la fuerza, con él hay que convivir así sea con un pañuelo en la nariz”. Esta celebración lo único que hacía era certificar la activa participación que había tenido Acción Democrática en el derrocamiento de Medina. Ese día el pueblo colmó las calles de Caracas, salió con alborozo, pero los militares no comían cuento, al contrario se arrecharon porque en ese año, si bien le habían aumentado el sueldo, habían quitado a los altos jerarcas, de los sitios y puestos burocráticos, donde se manejaba el biyuyo, las gobernaciones de estado, hasta los puertos, los puestos de frontera, los cuales eran su agencia de empleos, para amigos y familiares; años después se los devolverian. Los militares decían: que no me asciendan, pero pónganme donde hay. Haciendo pausa, el viejo Buenaventura, reflexionó. Vea usted mi nieto, un muchacho graduado de Guardia Nacional, motivado porque recién graduadito lo pusieron a dar clase en la escuela, hasta ingeniería se puso a estudiar. Y, hace días me llegó y me dijo, que ahora si se iba a meter a Guardia y, yo le dije “pero nieto usted, ya es Guardia, termine su ingeniería” y él me dijo, “no abuelo, es que ahora me voy a una alcabala a hacer platica”. Así son y han sido las cosas Luis, hémos écho dé éste país, un país paradigmatico.
Reflexivo agregó: sólo espero que las mafias de la droga y el contrabando no se conviertan en las estructuras dominantes de este país y, hagan de esta frontera, tierras de la muerte, igual a Méjico, pero con estos pasos iniciados por los ejes mercantilistas y esta complicidad gubernamental, falta poco. Luis completó: “Humberto Decarli, dice que las actuales fuerzas armadas, es un componente elaborado para respaldar al enjambre de estructuras dominantes. Enfatico, Buenaventura dijo “así es”.
Cuentan que el General Isaías Medina llamó a un gocho, pa´informarle que le iba a ascender a Capitán, y éste le dijo: Mi Presidente no me ascienda, colóqueme en los Campos de Menegrande, que allá es donde se mueve la plática. Y así se hizo. Ahora en esos sitios, donde antes habían militares, se ponía era a los puro adecos. A los militares les habían repetido en esos 46 años de dictadura del siglo XX, que los civiles no piensan. Ese atávico pensar hoy se traslada a las Universidades, según algunos, el personal administrativo y obrero no piensa, en ello creen con fervor, los académicos de las universidades;“académicos de larga y elevada trayectoria”, “Venezolanos preocupados”; hijos de Zeus, miembros de la Nasa, elites irremplazables; hay comportares horizontales.
Ser desplazados de un día pa´otro, no es fácil aceptarlo y menos si creemos que quien nos quita los privilegios y desplaza es un pendejo. Uno podrá ser muy humilde, pero si lo quitan a la fuerza de donde uno está, por lo menos una grosería dice. Pero a veces lo que más arrecha no es que nos desplacen, sino que nos llenamos de ira al saber que fue ese que siempre consideramos un pendejo, quien nos sacó del camino. El 11 de diciembre de 1946, se alzó la fuerza aérea, apareció un avión volando a gran altura sobre el cielo de Caracas, era piloteado por el Mayor Carlos Maldonado Peña, comandante de la Base Aérea del Río, Maracay. El cual venía de reconocimiento, como señal de los alzados, para ver si se producían los movimientos de tropa de los comprometidos, ya que el primer comprometido era el Teniente Coronel Enrique Rincón Calcedo, Comandante de la Guarnición de Caracas¨. Sin embargo, no había movido bien las cosas en la capital, debido al acoso de inteligencia que le tenía la policía política. Betancourt conociendo como era la cosa, lo manda a buscar con los motoblindados, lo lleva a Miraflores sin decirle que sabe que está comprometido, le solicita que haga público su respaldo a la Junta de Gobierno. El hombre cavila, pero le dicen que ese avión que anda por ahí rondando, de repente puede soltar una bomba en sitio equivocado, ¿Por qué no en el Calvario?. Le dijo el Presidente. Resulta que en el Calvario vivía su familia. El hombre se da cuenta que ya conocen que él está comprometido. Se aguantó, o la orden fue que ninguno del gabinete saliera de Miraflores, de seguro allí estaba el traidor. Rincón Calcedo, quedó rodeado del gabinete sin poder salir. En ningún momento supo que Juan Pérez Jiménez se había alzado en la guarnición de Valencia y el Mayor Teresio Contreras en La Victoria. Rincón Calcedo se mantiene despierto toda la noche, le aterroriza que puede pasarle a sus hijos, ve a hombres que supuestamente estaban comprometidos, moviéndose como pez por el agua, no le hacían saber nada de lo que pasaba. Cada vez se asustaba más, cuando la policía política pasaba y le informaba a Valmore Rodríguez, el cual estaba a su lado: “amigo, siguen volando los aviones” ¨. Se acordaba de las palabras del Presidente “ese avión que anda por ahí rondando, de repente puede soltar una bomba en sitio equivocado, ¿Porqué no en el Calvario?”, donde usted tiene su mamá, su prima y su perro”. Al otro día en Consejo de Ministros se decide que el Jefe de la Guarnición, salga dando su respaldo al gobierno. Rincón Calcedo se para automáticamente y dice: yo no tengo naa´ preparado- - Rómulo estirando una carpeta, se la dirigió a uno de sus edecanes: -no se preocupe, yo me adelanté y le hice el trabajo, usted sólo lea-. A las 11 de la mañana en la Radio Nacional se escucha la voz de Rincón Calcedo ¨Las fuerzas armadas están preparadas para repeler cualquier ataque, viniere de donde viniere, fuese del interior o del exterior….¨ Si el pueblo no reconociera la voz chillona de Betancourt, hubiese creído que éste era el Presidente, ya que el discurso era lleno de símiles, metáforas y sinónimos repetitivos. Esto hizo su efecto en los alzados y hasta el Embajador de los Estados Unidos se quedó estupefacto, pasmado, turulato más de lo que era, ya que sólo pocas horas antes del sobrevuelo del avión, había estado hablando con éste. Rincón Calcedo pide irse a su casa, pero Betancourt, le pasa el brazo por el hombro y le dice, por ahora váyase con Jiménez Velásquez a Maracay y La Victoria y me calma a los alzados de allá, no se preocupe que de su familia me encargo yo de que esté sana y salva. “no se preocupe, va en la tarde”-. Pacificado el país, empezaron los presos, los asilados, agregados militares, becas, embajadores y cónsules efebos por coñazo. Con esos días de trajín, llegó el año 1947, los movimientos estratégicos del gobierno habían hecho efectos. Rómulo Betancourt repartía tierra aquí y allá, los militares se arrechaban porque no cogían nada y Rómulo les decía: -Lo militares pal cuartel y nada de política-. Ante ello estos desconformes se decían, “en los cargos políticos es donde está la plata. Algún día, esos días volveran”. Luis rápidamente replicó: y volvieron. Buenaventura aclaró, “por ello, no puede emularse las actuales fuerzas armadas nacionales, con el ejercito libertador de los años 1811-1830, Son dos cuerpos muy distintos, porque obedecen a circunstancias, causas y formaciones diversas”. Por el contrario, Acción Democrática y copei siempre han querido diferenciarse, pero ello le ha sido imposible ya que se sostienen sobre los mismos pilares “la hipertrofia financiera del Estado”. Caldera con su famoso comité, ahora llamado COPEI, acusaba a los adecos, de violentar la propiedad privada, la repartición de tierras y plata a gente sin experiencia en la agricultura. Ante ello, Betancourt se reunía a cada rato con Pérez Alfonso, Andrés Eloy, Raúl Leoni, Rómulo Gallegos, Valmore Rodríguez y Prieto Figueroa. Allí sumaban y restaban, elevaban a la enésima potencia el poder popular, nublando así, la realidad; Andrés Eloy, evocaba que el pueblo era una ola gigante de esperanza que recorría el país, Rómulo Gallegos aseveraba, que debido a la mala gestión del Gobernador de Mérida y Táchira, había tanto alzamiento y tirapiedras en la zona. En esas, Valmore Rodríguez viendo que eso era una media verdad, manifestó: “Ala, los aldeanos en el Táchira ni siquiera saben que aquí hay alzamientos, son esos pingos Gobernadores y gente del partido, que no sirven pa´nada e inventan mariqueras de perseguidera, pa´tapar lo ineptos que son, al perder elecciones”. Sin esperar, Luis agregó: uy ala, igualito que ahora, eso parece un karma pa´esta región. Bentura prosiguió. Ante esas apreciaciones, todos teorizaron y defendieron el fervor revolucionario de los mismos. Expresaban que esa gente del Táchira eran unos conservadores históricos. Valmore con tono de rechazo les replicó: No sólo conservadores, sino marginados de siempre. Betancourt solo escuchaba, éste sabía que cuando el río suena piedras trae. Betancourt ante tanta habladera de paja, se escapaba con sus sueños, se ponía a hacer remembranza de sus estudios en su árbol genealógico, se acordó que la primera referencia de su apellido en Venezuela venía de 1578, por allá en La Grita y se dijo: “Ah, no voy a poner un caraqueño de Gobernador, voy a poner un gocho. A los pocos días cambió los Gobernadores, pero repitió el error, sus sueños no le ayudaron, alzó su dedo y puso puros iluminados de Caracas y de las universidades, el pueblo que le protegía en cada esquina y cada elección “que comiera mierda”. Valmore Rodríguez, cuando supo esto, sólo dijo: “Ala, el Presidente volvió a meter la pata; los gocho para él somos unos pendejos”. Era abril del 47, las lluvias provenientes de Amazonas empezaban a mostrarse amenazantes. Betancourt se encontraba inquieto, su estómago cada nada se revolcaba y cualquier baño de Miraflores, era bueno para él esconderse un rato y a un rincón de esos largos pasillos su cuerpo y pensamientos fueron a dar. Sintiéndose solo y protegido de tanto jalamecate, sentado en una de las pocetas de uno de esos baños, reflexionaba sobre el país. Estando en eso, unos soldados a escondidas, detrás de las paredes discutían de política y de las cosas que decían, Betancourt desde ese mundo de paz, escuchó: “Hombre lo que el pueblo quiere es que hayan elecciones y hasta los mismos jefes adecos andan arrechos, porque el Presidente las prometió y no les cumplió, parece como que le gustó la zanguanga”. Betancourt, tenía como filosofía de vida que cuando las cosas pasaban o se oían por azar, no era el azar mismo que las traía, había un porque. Al otro día llamó a su grupo y anunció elecciones para el mes de Diciembre del 47. Hagamos las cosas rapidito, porque sino de aquí a dos años vamos a tener menos votos que URD¨.
En febrero del 48 aparece mandando Rómulo Gallegos. Fernando Gómez, un gocho de El Cobre, el cual el azar lo había dejado con Betancourt de guarda espalda, viendo que las cosas se ponían de diversos colores, pensó que Caracas no era pa´él y se largó pa´Boca de Monte. No lograda la farsa montada por COPEI, de que ellos eran los seguros ganadores, los dictadores de todos los países de América, Tachito Somoza en Nicaragua, Chapita Trujillo en Santo Domingo, mostraban estrategias para apoyar a la oposición y tumbar a Gallegos, con quienes el gobierno adeco había roto relaciones, y desde donde Estados Unidos movía sus solidaridades. Gallegos alivianado por Betancourt, se deja llevar y se va a hablar a los EE.UU con Truman; allá devela una estatua de Bolívar y muestra su sonrisa, pero por más que Truman fuera buena gente, sólo cumplía los designios de un militarismo empresarial que se imponía en el mundo, si no lo hubiese hecho, lo matan al igual que a Roosevelt. La pluralidad no era ni es parte de la cosmovisión norteamericana, pero tampoco de la venezolana. Norteamericanos dignificados por la providencia a dominar el mundo y Venezuela con su historia, atada a cientos de años de dictadura, de furia personal, no podían evocar sino a la elite y los ilustrados como única posibilidad de dirección ante un pueblo, que ellos, estaban convencidos de que era bruto. No se podía entender que el proceso evolutivo del hombre había y requería la aceptación de la diversidad como parte de su estructura social y que aceptar adversarios era parte de su éxito como especie, el asunto estuvo, en que Truman no halló en la sonrisa de Gallegos, lo que sus pensamientos expresaban “adversarios pero no enemigos”. Gallegos entendió tarde que los mismos vicios que habían hecho caer la Primera República, perduraban 136 años después. No vistas las cosas bajo el manto de la criticidad, se establecía una estructura epistémica dominada por la estupidez, creando de un lado y otro, revolucionarios y oposición; en donde, ante cualquier invasión, ambos lados colocarían los muertos, difícil cuando se pendencia con la ignorancia. A pocos días de noviembre del 48, los militares, tumban a Rómulo Gallegos.
Quiem mató al Presidente “Chalbaud”.
A los gringos no siempre les salen bien las cosas. En 1948, depuesto el Presidente Constitucional de Venezuela, Romulo Galllegos, al nuevo embajador gringo, Walter Donelly, no le salían bien las cosas. “Chalbaud”, un hombre habilidoso en lenguas y relaciones de mundo, dicotómico en su relación paternal, preside la junta. El Ingeniero Delgado Chacón “Chalbaud”, les salió turuleto para sus designios. Se decía por ahí, que el procomunismo de su esposa de origen rumano, Lucia Levine, le había afectado. El, ahora Presidente de la Junta Militar, a los pocos meses, pide a su gente de confianza que estudien la posibilidad de buscar un acuerdo entre los países exportadores de petróleo, para confrontar a las siete compañías extranjeras saqueadoras del petróleo. Chalbaud no había aprendido la lección, no entendió que al Betancourt subir el precio del petróleo en enero del 46, sólo unos centavos, le había costado en noviembre del 48, el gobierno, a Rómulo Gallegos. Como en Venezuela los gringos no podían estar dando golpes de estado cada mes como en Ecuador y Perú, lo más fácil fue matar en noviembre de 1950, a Carlos Delgado Gómez (Carlos Delgado Chalbaud), Presidente de la Junta Militar, Dijo Luis, se le mataba por tener conciencia. Buenaventura respondió “se dio inicio a “las muerte por conciencia”. Meses antes, para arreglar el asunto del derrocamiento, se reúnen en Caracas el Tcnel. Castro León, Jefe del Estado Mayor Aéreo, el Comandante del Agrupamiento Militar de Caracas Tcnel. Néstor Prato, el Cmdte. del Cuartel Urdaneta Tcnel. Molina Herrera, el Jefe de la Guarnición de la Victoria Mayor Prato, el jefe de la Guarnición Independiente de la Guaira Mayor Tomas Mendoza, el Director del Servicio de Transporte Militar Mayor Roque Yoris, el Segundo Jefe de la Guardia Nacional Capitán Raúl Croce Roa y el mismísimo Marcos Pérez Jiménez, Ministro de la Defensa. Se dice que ese dia, en esa reunion y en esa horas, se planificó la muerte del Presidente de la Junta de Gobierno. Inteligentemente Delgado Gómez, se da cuenta de la maniobra de los militares y envía a algunos de ellos a cumplir misiones fuera del país; pero la traición tiene largos brazos. Días después de la muerte de Chalbaud, la esposa de éste, valientemente acusa del asesinato al propio Marcos Pérez Jiménez y muere a los años con la certeza de que éste o estos fueron quienes lo mandaron a matar. Ya con Pérez Jiménez como Presidente de la Junta, por fin la embajada de Estados Unidos dormía tranquila. Rápidamente la Junta de Gobierno rompió relaciones con Rusia, y las restableció con Somoza y Trujillo, declaró la persecución a los comunistas y apagó la llama de la organización de los países exportadores de petróleo, logrando así la oposición sus verdaderos objetivos. El embajador de los Estados Unidos Walter Donelly, junto con las petroleras, había alcanzado colocar sus comodines indicados y mantener sus relaciones de poder, sostenidas durante el periodo gomecista. Para cumplir su misión, la historia los enterró a los dos juntos en el mismo horcón. En noviembre del año 1954, cumpliéndose seis años del derrocamiento de Gallegos, Estados Unidos otorga a Pérez Jiménez el galardón de la “Legión del Mérito”, por su “conducta especialmente meritoria en el cumplimiento de sus altas funciones y sus actitudes anticomunistas”. La iglesia y los empresarios lo celebraron. Luis recordó, Ala, lo mismo hicieron Gabriel Lupi y Maximiano Casanova con Eustoquio. Las intenciones y formación revolucionaria de los jóvenes militares del golpe del 45 y 48, quedaban debeladas. Luego Venezuela crecería con grandes tiendas y supermercados, a un estilo totalmente gringo, la labor de los Embajadores norteamericanos, Frank Corrigan y Walter Donelly no había sido un intento soso; pocos años después, el 80 % de las mercancías, ubicado en los anaqueles de los supermercados y tiendas del país, provenían y provienen del norte. El fin último de estos, es, el establecimiento del libre mercado, lo, que sin pena algunos de nosotros llamamos, un camino hacia el desarrollo. Luis, con una sonrisa de satisfacción, dijo: ¿Entonces valió la pena la Batalla de Los Altillos, no fue sólo furia de sus corazones?. Sin logros, pero así fue, por lo menos los del Cobre no nos vendimos, contestó Buenaventura. Con la caída del gomecismo, Venezuela dejaba de ser un país campesino. Sin campesinos, ya no habría guerrilla. De ello, Reinaldo Flores y Juan de Dios Moncada, aún en 1964, no se habían dado cuenta.Y sin comprender el nuevo contexto, Moncada se aventuraría a fundar el frente guerrillero: Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN). Seguía los presagios de un viejo guerrillero, que nunca se dio cuenta, que a Venezuela, Corregan, con ayuda de los adecos y Pérez Jiménez, la habían cambiado.