La misma semana cuando el títere que ocupa la Casa Blanca en la ciudad de Washington, en calidad de "presidente" anunciaba públicamente "su" (en realidad nada es suyo en un títere) decisión de arremeter contra Venezuela, hasta con el uso de fuerzas militares, si sus amos del gran capital transnacional así lo decidieran, en Caracas estaba prevista la inauguración de la Feria Internacional del Libro (Filven 2015) y se realizó, en estricto cumplimiento de lo programado.
Lo que no pudiese imaginar el imperio yanqui es que el espacio festivo venezolano, instalado en la ciudad de Caracas, se estaba emplazando como un escudo antimisilístico de libros para fortalecer la conciencia de las y los patriotas de Venezuela y hacer resistencia a la peor de las invasiones con la que todo imperio ha conseguido adocenar y mantener esclavizado a nuestro pueblo, desde los tiempos cuando el Libertador Simón Bolívar denunciaba que "nos han dominado más por las ideas que por las armas".
En medio de la preocupación colectiva por los ataques y "sanciones" impuestas desde el Departamento de Estado y el Pentágono, que pueden pasar de las palabras a los actos sin ápice de moral que les haga reflexionar y que les pudiese llevar a recapacitar en sus hábitos genocidas, el bravo pueblo de Bolívar y Chávez, se planta con firmeza a responderle a Obama y su aparato imperial que ¡No pasarán!
Venezuela es un pueblo de paz, de libros y de sueños vencedores, que tiene toda la creatividad de nuestros ancestros y que hoy entiende que a los bombardeos invasores de la mediática, del entretenimiento y de todo lo simbólico, hay que enfrentarlos con conciencia y no con disparos. Y, en materia de libros, no se trata solo del abordaje de grandes manuales, textos ensayísticos o de lecciones, sino la lectura de la palabra convertida en belleza, en versos, en diversa narrativa, en cuentos, en entretenimiento con sentido, pasión y alegría. Se trata, digámoslo así, de enriquecer el espíritu colectivo de pueblo bolivariano y chavista, de artillarlo con proyectiles de mundos posibles, de mujer y hombre nuevos, de Patria de iguales y socialista. Y, para esto, sin dudas, abrevar en espacios de fiesta como este de la Filven, que se erige simbólico, en este contexto guerrerista imperial, como escudo antimisilístico que conseguirá ver arrastrarse al imperio yanqui y, con él, a su tristemente célebre vocero, el títere ennegrecido de la Casa Blanca.