La violencia acostumbra a engendrar la violencia.
Esquilo
En los últimos meses, he leído varias informaciones de casos, que no puedo borrar de la mente; es para preocupar a cualquier gobierno, sin embargo en los Estados Unidos, donde ocurren de manera frecuente, parecen pasar como cualquier tornado, dejando muertos y lamentos, sin soluciones aparentes; entre esas noticias destaco tres, entre tantas: "Un niño de seis años murió el sábado en Chicago después de que su hermano de tres años le disparara cuando jugaban al policía y el ladrón, según informó la policía". "Hace una semana en Carolina del Sur (sureste), una niña de dos años le disparó a su abuela mientras ésta conducía un auto. La pequeña, que iba sentada en el asiento de atrás, agarró el revolver Magnum 357 que se encontraba en el bolsillo del asiento trasero del conductor". "A principios de octubre en Tennessee (sur), una niña de ocho años murió por disparos de su vecino de 11 años. Los dos pequeños estaban discutiendo por un cachorro".
Todas estas tragedias, se han producido este mismo año, en suelo estadounidense, golpeando la salud mental de numerosos infantes, haciendo muy compleja la situación de violencia de un país, presentado por los eternos defensores del capitalismo, como un paraíso, sin importarles la suerte de la población infantil; sin embargo, cada día se les hace muy difícil esconder la descomposición, porque el afán de riqueza, se ha convertido en un huracán indomable, destruyendo todo a su paso. Las estadísticas hablan de casi un 90% de hogares norteamericanos, con armas de fuego; dato que habla a las claras, porque los Estados Unidos, es el país más violento del mundo.
A todos estos hechos individuales, se le suman las matanzas, donde los autores principales son precisamente los jóvenes; los sitios escogidos para estos hechos tan repudiables son centros de enseñanza: universidades y colegios de educación media, escuelas de primaria y algunas iglesias, donde los desadaptados, verdaderos enfermos creados por la misma sociedad capitalista, dan rienda suelta a sus malévolas actuaciones, dejando en la mayoría de los casos, saldos muy lamentable de muertos; la causa es muy sencilla: comprar armas en EE UU, es algo tan normal, como adquirir un máquina de afeitar en cualquier supermercado; es una industria más, y el negocio es producir dinero.
Por la otra parte, el mundo se enfrenta a un reto por demás preocupante: armas o comida; tan grave es el problema, que en todas partes empieza a faltar la alimentación, mientras en el lado contrario, cada día los armamentos son más sofisticados. Nada detiene la carrera armamentista, porque precisamente reporta grandes beneficios económicos. En los Estados Unidos, gastan montañas de dinero para impulsar el negocio de las armas, sin poner ningún reparo en el enorme peligro, que significa para la humanidad, producir para matar, sin preocuparse por la subsistencia de millares de personas.
Estoy totalmente de acuerdo, con algunos estudiosos, cuando divulgan una expresión muy simplista: "Las armas solas no matan", pero nunca revelan el fondo del problema de manera sincera, convirtiéndose en cómplices de una sociedad enferma por la cantidad de vicios, que lejos de aminorar, cada día aumentan con cifras aterradoras, donde destacan el consumo de marihuana, cocaína, heroína, alucinógenos e inhalantes entre otros, una verdadera calamidad a la vista de todo el mundo; todo esto sucede en su propio territorio, porque todos sabemos el resultado de su política exterior: una verdadera mortandad, con la injustificable escusa de luchar por la libertad, como sucedió en: Irak, Libia, Irán y lo que vienen haciendo solapadamente en Siria, para derrocar al valiente Presidente: BASAR AL-ASAD.
Todo este panorama tan oscuro y lleno de profundas incertidumbres, ha despertado un movimiento de estadounidenses, recogiendo firmas para pedirle al presidente Barack Obama, que devuelva el Premio Nobel de la Paz ,recibido en el 2009. Las críticas se han profundizados, después del bombardeo a un hospital de médicos sin fronteras en una ciudad afgana, con el resultado conocido: 22 muertos, 12 de ellos integrantes de MSF. Antes este hecho tan repugnante sin ninguna justificación, la única respuesta del mandatario, fue pedir perdón, por una supuesta equivocación, lavándose las manos, como Poncio Pilato. ¿Quién puede perdonar semejante barbaridad?.