En la reunión de la ONU con el presidente Maduro, Granger le entregó al secretario de la ONU, Ban ki- moon, su libro Políticas del Caribe.
En la portada del panfleto aparece una foto de un barco patrullero venezolano que en 2011 hizo escala en España, pero el ex empleado de la Exxon Movil (DG) mintió diciendo que estaba en Georgetown obstaculizando el desarrollo económico de su país. Los medios de Colombia actuaron igual sobre el cierre fronterizo y los deportados ilegales.
Detrás de lo anterior está la mano del Departamento de Estado de EEUU, del Pentágono y la CIA, para empuñar contra Venezuela nuevos calificativos, que son una variación de terrorista, como democracia imperfecta, de Jhon Kerry, secretario de Estado de EEUU, o democracia socavada, de la precandidata Hillary Clinton, mientras el general Kelly, quien en el pasado nos llamó terroristas, devela un plan de invasión.
Los terroristas son los paramilitares de Uribe, quienes se infiltran en Venezuela para sembrar la delincuencia; y la Exxon Mobil, con sus exploraciones en el Esequibo. De igual manera, los que irrespetan las decisiones soberanas, caso condena a Leopoldo López, son los voceros del gobierno estadounidense, como Kerry o Clinton; o sus aliados, el mismo Granger, títeres de la política injerencista del Norte cuyo fin es el saqueo del petróleo y recursos naturales nuestros, a través del FMI, como se demostró en la recién conversación de Mendoza y Haussmann.
La injerencia gringa, tanta que fastidia, se manifiesta de dos formas: una directa, como las declaraciones del secretario, la ex secretaria de Estado norteamericano y el general invasor; el decreto de Obama calificándonos de amenaza; y hasta la guerra económica con la página que devalúa nuestra moneda; y la subliminal, con la difamación que desde Colombia y Guyana se nos hace.