En los primeros años del siglo XIX los británicos ocupan en el continente americano las islas de Trinidad y Tobago, luego invaden las colonias holandesas de Berbice, Demerara y Esequibo, que más tarde Holanda les cede oficialmente mediante el tratado de Londres de 1814. El Libertador Simón Bolívar en 1.821 le hace saber al gobierno de Gran Bretaña, por medio del ministro plenipotenciario venezolano en Londres, Francisco Antonio Zea, que los limites de Venezuela corre por el río Esequibo, está nota es reiterada en 1.824 por el embajador José Manuel Hurtado y en 1.825 por nuestro propio ministro de Relaciones Exteriores Pedro Gual; la Gran Bretaña acepta y jamás objeta esta precisa y reiterada definición de nuestra frontera pero entonces veladamente comienza la usurpación y así los colonos británicos rebasan la línea fronteriza.
La expansión de la Gran Bretaña comienza en Venezuela por la zona litoral del río Esequibo, más adelante los colonos penetran un poco más adentro atraídos por el descubrimiento de oro en la región del Yuruari, entonces, en 1.836, llega a la colonia británica en América un explorador prusiano de nombre Robert H. Schomburgk a quien el Colonial Office le había confiado la misión de explorar los territorios interiores de la colonia, poco tiempo después el explorador Schomburgk levanta un mapa en el cual, a excepción de las tierras ocupadas por los colonos en Moruca y Pomerún, le reconoce a Venezuela su frontera por el río Esequibo. Tres años después el mismo Schomburgk presenta otro mapa en cual la frontera cambia de sitio e incorpora 142 mil kilómetros cuadrados de territorio venezolano a la colonia británica, el gobierno inglés en el año 1.840 hace publicar ese mapa aprobando la nueva frontera como definitiva; sin embargo, en los años subsiguientes los ingleses siguen su penetración en territorio venezolano y en 1.887 los ingleses publican otro mapa donde la frontera se había ampliado a su favor en 168 mil kilómetros cuadrados de tierras venezolanas.
Este otro intento de despojo por parte de La Gran Bretaña es enérgicamente rechazado por Venezuela, y en el mismo año de 1.887 rompe las relaciones diplomáticas con los británicos, algún tiempo después el gobierno de los Estados Unidos decide intervenir en la disputa con la excusa de defender a Venezuela, haciendo valer lo contemplado en la doctrina Monroe que dice: América para los americanos. Es así como los estadounidenses en el año de 1.895 propone que la controversia territorial vaya a un arbitraje y, antes de cumplirse dos años, las dos potencias sajonas se ponen de acuerdo e imponen a Venezuela el Tratado de Arbitraje de 1.897.
El primer gran atropello cometido contra los venezolanos fue que el tribunal constituido para iniciar el proceso legal no tenía un representante suyo, siendo Venezuela la parte agraviada y verdaderamente afectada en la controversia, de manera tal que el tribunal se integra con dos jueces del gobierno inglés, dos jueces del gobierno estadounidense y uno del gobierno ruso; hay que tomar muy en cuenta que la ausencia de Venezuela en el tribunal se produce por un acuerdo anglo-norteamericano. Ya era previsible cual sería la parte beneficiada a la hora de pronunciarse aquel tribunal, y el 3 de octubre de 1.899 la sentencia le otorga a la Gran Bretaña todo el territorio que había arrebatado a Venezuela, menos un pequeño lote de tierra que le es devuelta, la farsa termina de consumarse cuando el gobierno de los Estados Unidos, nación amiga y protectora de los derechos de nuestro país, obliga a Venezuela a que acepte el veredicto del Laudo de Paris que fija la línea fronteriza con la Guayana Británica en 159.500 kilómetros cuadrados arrebatados a los venezolanos; hoy esta extensión forma parte de la independiente República de Guyana. El Libertador Simón Bolívar siempre tuvo razón y de sus sabias palabras se puede tomar la expresión escrita al señor Bernardo Monteagudo en 1.823: FORMADO UNA VEZ EL PACTO CON EL FUERTE, YA ES ETERNA LA OBLIGACION DEL DEBIL.