“El mundo es y será una porquería
ya lo sé
En el quinientos diez
y en el dos mil también.
Así cantó José Santos Discépolo, el argentino en 1934, en aquel tango llamado “Cambalache”, que en veces uno no sabe si alcanzó el éxito rotundo por el contenido de su letra, riqueza del lunfardo y o denuncias de la sociedad de entonces, por el siglo veinte que, para él:
“es un despliegue
de maldad insolente
Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor
ignorante sabio o chorro
generoso o estafador”.
Pero su fama y deseo de escuchar aquel tango que en la Argentina sacaron de las rocolas, de los conciertos público, farras de las tabernas y hasta sociales por, primero según dijeron “la vulgaridad, ordinariez de su lunfardo” y luego simplemente por su carga de protesta, como cuando dice:
“Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición
da lo mismo que sea cura
colchonero rey de bastos
caradura o polizón”.
Desde que se le cantó por primera vez fue prohibido. Todavía en la mitad de la década del ochenta del siglo pasado, bajo una de las tantas dictaduras que han azotado y martirizado al pueblo argentino, me dijo un tendero, vendedor de discos en la calle Corrientes, después de escuchar mis peticiones:
“Si vos vas por allí. De sitio en sitio. Solicitando grabaciones de Atahualpa Yupanqui y alguna de “Cambalache” o cualquiera de Discépolo, te meterás en una vaina con la policía. A esos dos personajes y sus obras, ahora aquí, en este país, está prohibido hasta nombrarlos”.
Discépolo y su Cambalache, como toda la obra del gran pampero Atahualpa tienen el común que expresan la denuncia, porque, como cantó el primero:
“Pero que el siglo veinte
es un despliegue
de maldad insolente
ya no hay quien lo niegue”
Cada dictador, de aquella larga cadena de ellos que impusieron los gringos, gorilas les llamaron, se veían retratados en aquellas letras de Discépolo de gran acogido popular. Por eso le sacaron de su país o le obligaron se fuese y con toda su obra le declararon ilegal. ¿Y los derechos humanos? ¿El relativo a expresar con libertad el pensamiento? ¿Qué hicieron los paladines de la libertad los gringos? Lo que sabemos. Por eso a Obama no le gusta le hablen de historia. Mientras siguen con Irak, Afganistán, Libia y Siria. ¡Cómo si nada! Acá del lado nuestro, tienen en la mira y bajo el bombardeo novedoso, el acoso incesante a Bolivia, Ecuador y Venezuela.
Pero las prohibiciones, condenas que nunca explican de manera convincente dan siempre nacimiento a la fama, con esta el deseo de saber de lo prohibido, que cuando no se le encuentra justificación alguna, si valor tiene, les lanzan a la fama y la inmortalidad. Eso pasó con Cambalache y Discépolo.
Creo que Obama está metido en un vulgar cambalache. Pero no lo vamos a decir como en el tango de Discépolo, cuando se intenta hacer pasar un cura como si fuese un polizón, lo que nada tan grave habría en ello, y además porque es como cosa común, sino en el sentido de una gran estafa y engaño.
Cuando leí la carta o artículo de Silvio Rodríguez, titulado “Mi familia y Obama”, recientemente aparecida en Aporrea, aumentaron mis asombros y hasta dudas, tomando en cuenta lo que él significa, y por haber leído que antes de eso, dijo que de ahora en adelante, cuando se establecieron las relaciones entre EEUU y su país, gritará “Cuba si y yanquis también”, aparte de haberse mostrado feliz de aquel acontecimiento que no había esperado verlo. En este trabajo reciente, donde expone las impresiones de sus familiares, pese sus dudas y tomando en cuenta que no es el cubano común que se puede entrevistar en una calle cualquiera de alguna ciudad de la patria de Martí, donde según lo que transmiten los medios, prejuiciados o no, con posiciones tomadas o no, abundan muchos que ven lo que acontece como una victoria y hasta esperan grandes cosas que van más allá de poder tener una visa para ir y venir, tal como también lo dijo uno de los familiares del cantautor, éste abandona aquel como entusiasmo inicial y retorna a sus dudas, quien ahora no se deja llevar por la emoción y se atrinchera en lo racional, contundente y en veces hasta por repetitivo de la historia.
Ayer Obama, en un discurso oficial en la capital cubana, descubrió lo que todo el mundo sabe, menos quienes siempre han estado en la Casa Blanca. Supo desde ayer, al pisar la tierra de Martí que ellos, los cubanos, como dicen en mi pueblo, tienen dos ojos en la cara y dos huequitos en la nariz. Dijo, no sé cómo se pudo enterar tan de repente, quizás por osmosis, tal es el don de gente del cubiche, que era ese un pueblo generoso, alegre, trabajador, ingenioso y con grandes potenciales. Claro no dijo algo, a lo mejor la diplomacia se lo impide, que como todos los demás de este continente nuestro, tiene mucho de bonchón y que al mal tiempo siempre pone buena cara y es por demás excelente anfitrión. Es decir, para no abundar mucho, Obama, habiendo descubierto lo real maravilloso del pueblo y la tierra cubana, está dispuesto a hacer todo lo que sea necesario para que los suyos aprovechen aquello. Pero los suyos. Ahora, reiteró, las cosas serán de otra manera. Seremos buenos amigos. Lograremos nuestros objetivos, dijo Obama, que si no lo dijo, lo pensó muy adentro, de manera que ustedes continúen sonriendo como tanto les gusta. Pudo pensar entraremos como amigos, sonreído y nos llevaremos todo en paz y sin disparar un tiro. Es decir, entraremos como hermanos y en la madrugada, todas las madrugadas, mientras sueñan con sus habituales rochelas, que son las mismas de la vida cotidiana y verdadera, nosotros sacaremos todo lo que algo valga, que no será arte, creatividad, bondad, sino lo que se pueda tasar en el mercado. Para más, con lo del bloqueo y Guantánamo, nos haremos los locos mientras extendemos nuestros brazos fuertes y de ser posible con cierta sutileza les ahogaremos.
Dijo todo aquello, como un agradecimiento, al leer en todas partes, “Obama Welcome”.
Allí a la Habana, en toda Cuba, no pudieron entrar al estilo Bahía de Cochinos, como tampoco en Vietnam, pero lo harán “como amigos”, empezando con su embajada instalada allí, nuevecita y bien entrenada; capaz de hacer de las añejas, obsoletas “Damas de Blanco”, la ineficiente, costosa y poco creíble Joany Sánchez, cosas o personas del pasado, cuando comiencen los conciertos, pantomimas, obras de teatro si no negro porque no debo llamarlo así, si de mentiras e infamias, inoculación de necesidades imposibles de satisfacer; hacer aparecer cosas y necesidades que luego las primeras desaparecen y dejan inconformidades que no encontrarán alivio en las visas, cuya entrega se reservará la embajada. Es decir, cuando eso que llaman “guerra de cuarta generación” comience a sentirse en Cuba, como las lluvias de embustes, mentiras, difamaciones, deformaciones inoculados por sus medios “pacíficos”, los ciudadanos a lo mejor desearán volver a los tiempos de playa Girón. Porque lo que intentan es un simple Cambalache. Es mejor combatir con soldados convencionales que se ven y se tropiezan que con fantasmas; esos mismos que hacen, disparan y “yo no fui”.
“Prefiero un enemigo declarado, frontal, una bestia que uno disfrazado de amigo y hasta cordero.
No sé si los cubanos en su mayoría están claro en lo del debe y el haber. Aunque debo advertir que Silvio Rodríguez, en ese artículo, “Obama y mi familia”, ahora aparece muy cauteloso y hasta desconfiado.
Cuando Obama arribó al aeropuerto y recorrió algunas calles de la Habana en sus limosinas llamativas y hasta como intimidantes, leyó en todos los rincones “Obama Welcome”.
Ahora cuando termino esto, el presidente de EEUU debe estar en Buenos Aires, donde aplicaron su gusto el plan, programa o receta para sacar del poder al ala progresista, que apenas comienzan a desarrollar en Cuba, por lo que todo es fiesta y welcome; pero allí en Buenos Aires y la Argentina toda, donde Macri, su presidente neoliberal, llegado a gobernar a la Casa Rosada por obra y gracia de los agentes de Obama, todas las consignas de la gente de bien, trabajadores, estudiantes, profesionales, intelectuales y por supuesto de las madres de la Plaza de Mayo, dicen lo contrario “Obama go home”. ¡Qué curioso! ¿Por qué será? Este siglo que comienza, como el veinte al que cantó Discépolo, es también “un despliegue de maldad insolente”, hipocresía y doble faz.