Sabemos bien que el movimiento del 19 de abril de 1810 no fue la primera manifestación contra el dominio español.
Lo históricamente cierto es que fue la primera oportunidad, en la historia nacional, que los blancos criollos, más conocidos como mantuanos, se manifestaron acordes con una acción que de una manera u otra, implicaba una expresión de descontento contra el dominio de la monarquía española. Es también verdadero que un gran sector de esos mantuanos, hasta el 5 de julio de 1811, aún dudaba entre declarar la independencia o mantener vigente la Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII; lo que para unos parecía una mera formalidad o por mantener las apariencias, para otros un nada oculto deseo de mantenerse ligado al poder europeo. No obstante es digno de destacar, como entre abril de 1810 y julio de 1811, sectores hasta dispares de la sociedad venezolana pudieron manejar con equilibrio y juicio clasista sus diferencias hasta dar el gran salto que significaron las declaraciones de esta última fecha, la independencia y de la primera Constitución de la República de Venezuela, integrada por provincias que si bien formaban parte, desde 1777 de la Capitanía General, se les mantuvo todo ese tiempo unas separadas de otras. Tanto que no podían ni siquiera comerciar entre ellas. Todavía aquel día, lo que demostrará el desarrollo de la guerra, no se conocían bien ni se veían calurosamente como formando parte de la misma cosa.
Pero, en aquella declaración y constitución, los negros esclavos, campesinos sin tierras y los pobres de distinto origen, quedaron al margen. La República “independiente” nació coja o desbalanceada, lo que hundirá al país en una larga y feroz guerra. Donde, los enemigos de la independencia y de la patria, lograron no sólo tumbar la “Primera República”, sino mantener por largos años, en los avatares de la guerra, respaldo numeroso de venezolanos excluidos de la propiedad y el goce de derechos. Hasta se produjeron fenómenos particulares como Boves, llamado no sin razón por algunos historiadores venezolanos, como “nuestro primer caudillo popular”.
Hasta el 19 de abril de 1810 se habían producido diversas manifestaciones contra el orden existente en Venezuela. Federico Brito Figueroa, uno de los venezolanos que más ha estudiado ese asunto, en su obra "Las Insurrecciones de Esclavos en Venezuela", llegó a contar más de veinte. Pero todas ellas, como es obvio, significaron reacciones más contra la esclavitud que contra el sistema en su conjunto. Fueron reacciones específicamente dirigidas contra los mantuanos esclavistas.
La protesta del canario Juan Francisco de León, aspiró un tratamiento distinto del que daba la Compañía Guipuzcoana a los hacendados, productores de café y cacao y comerciantes de toda el área de Barlovento; siendo primera autoridad en aquel espacio, de los fundadores de Panaquire, dejaba actuar con libertad a quienes comerciaban de contrabando con los ingleses; aquel comercio era ilegal, pues estaban, los habitantes de la Capitanía General de Venezuela, por disposición de España, obligados a comerciar con la Guipuzcoana que aprovechaba el monopolio para pagar los precios que quisiese, con grandes pérdidas para los productores. Pero también, debían comprarle a ella, en las mismas condiciones en materia de precios, todo lo que necesitasen para su consumo, subsistencia y producción. Aquella actitud de de León, hasta coherente con su condición también de productor, determinó que le depusiesen del cargo y enviasen un sustituto. La reacción suya fue promover un alzamiento en la región, con un muy buen apoyo hasta entre los esclavos y marchar a Caracas en protesta contra la empresa monopólica vasca y en solicitud de sacar de la región a todos los de la misma procedencia. Pero también al soldado alzado le respaldaron los mantuanos de Caracas, incluso los del Cabildo caraqueño, aunque de manera muy discreta. Claro, todos ellos eran productores agrícolas, sujetos a los abusos de la Guipuzcoana, “En toda la provincia no ha de quedar persona alguna de esta raza”, dijo en su manifiesto de León. Por supuesto fue esa sola frase una condena contra la empresa mercantil que monopolizaba el comercio entre España y las provincias de Venezuela y perseguía el contrabando, en beneficio propio o de sus socios y la corona española. Las aspiraciones de de León no pasaron de allí; no obstante, por su gesto, fue enviado prisionero a Cádiz, donde murió. Por cierto, su casa fue incendiada y todos los espacios de esta cubiertos de sal, como un gesto para que nada prosperase; quizás ni la idea misma o especialmente ella.
En cambio, el negro libre José Leonardo Chirinos y los criollos Gual y España, atentaron contra la espina dorsal del sistema. Sus programas contemplaban la independencia de Venezuela y la libertad de los esclavos.
El movimiento de José Leonardo Chirinos expresó básicamente el interés de los esclavos y de los grupos intermedios. Gual y España, con sus protestas sociales y económicas, recogieron el deseo de muchos, menos de las autoridades coloniales, lógicamente opuestas a la independencia y de los mantuanos contrarios al abolicionismo. Aunque si propusieron como meta el comercio libre que era del interés de los mantuanos.
Por esto, no hubo nada raro en el gesto del mantuanismo criollo al salir a las calles de Caracas y La Guaira a pedir las cabezas de Gual y España y, cuando en Coro, organizaron partidas de cacerías de cimarrones afectos a José Leonardo.
Esta experiencia confirma algo que muchos políticos no deberían olvidar. La necesidad de establecer prioridades; definir la contradicción fundamental y los aliados y acciones correspondientes para resolverla. La política no es una vaina de locos, de “echaos pa´ lante con los faroles” y menos de mirar el mundo por “un botuto o un canuto” y pensar que a nuestra sola marcha la maleza se inclinará para facilitarnos el avance.
El 19 de abril condujo a la formación de una junta de gobierno a nombre de Fernando VII, porque los grupos más “progresistas”, provenientes tanto de los mantuanos como de los pardos, tuvieron que hacer concesiones al conservadurismo mantuano para poderlo embarcar en aquella aventura. Es cierto, de eso ya hemos hablado, pero la tarea quedó trunca, el piso endeble y sobrevino una catástrofe.
La presión para que se declarase la independencia y la abolición de la esclavitud de inmediato, fue disminuida por la vanguardia, atendiendo a la realidad de la correlación entre las fuerzas que se identificaban entre sí, obviando otros sectores enormes que demandaban atención pero para aquellos, los dominantes. pasaban desapercibidos.
Para los dominantes, la contradicción fundamental se expresaba o estaba representada en ellos solamente; en sus políticas e intereses económicos coloniales. De un lado, la autoridad colonial, guardián de las normas del imperio - un imperio venido a menos - y del otro, las fuerzas que coincidían en la declaración paulatina de la independencia, en razón de mover libremente la economía pero sin alterar las relaciones esclavistas. Es decir, los otros, los de aquella inmensa multitud sobre la cual cabalgó Boves y se cansó de derrotar a los independentistas, hijos y descendientes de los propietarios, no contaron.
Cada día, cada hecho, nos enseña un poco más. ¿Cuánto tenemos que aprender ahora?