Al Capone dejó la escuela de muchacho. Fue hijo de una de esas tantas familias italianas aventadas a Estados Unidos a finales del siglo diecinueve. Emigración que en gran medida contribuyó con su mano de obra al desarrollo del capitalismo, aunque su padre fue barbero, una profesión muy abundante, como la de zapatero en Italia. Es decir, tuvo un origen muy humilde y no pasó por alta escuela alguna, apenas alcanzó el quinto grado de la primaria. Su vida, muy conocida, fue la de un gánster con una multitud de delitos a cuestas como los de asesinato, robo, extorsión y contrabando. Fue el medio que encontró para elevarse o ascender socialmente; fue como un vengarse de quienes le hicieron vivir la pobreza; sólo que nunca supo quienes, Tanto que terminó aliándose con ellos. Tuvo capacidad para manejar el contrabando, jefaturar la delincuencia y confundir a la policía, porque al parecer, no dejaba huellas. O mejor sus delitos, convertido en el jefe de la mafia de Chicago, los encargó a otros; el nunca aparecía por parte alguna. Supo por años evadir la justicia hasta que al fin, lograron encerrarlo por un delito menor, tan común en Venezuela entre los grandes señores, como el relativo a la evasión de impuestos y otros como los relacionados con la ocultación de las divisas.
Pero Al Capone, hijo de italianos, nacido en Brooklyn, estadounidense, nunca engañó a nadie. Sólo se propuso no caer en manos de policía y jueces llegado a un nivel de su vida hamponil. Todo el mundo, empezando por las autoridades, sabía lo que era. Por eso le temían y buscaban cualquier cosa para inculparle, hasta que al fin, le prendieron por una cosa que en Venezuela causa risa y hasta es motivo de orgullo para los poderosos. Quien no roba al fisco es un pendejo, digno de mofa y descalificación. Es frecuente que ellos se valgan de mil trucos, hasta del altruismo, con lo que de paso ganan prestigio social, para evadir impuestos. Porque la Ley la han hecho gente de ellos y a su medida. Tanto que quien no haga lo que ellos nunca tendrá estatuas, diarios ni televisoras. Es más, jamás llegará a estar entre las figuras importantes. Ellos siempre serán gente de lustre. Si a uno de ellos se le averigua la vida con minuciosidad seguro encontrarán montones de dinero, incluyendo dólares, escondidos al impuesto valiéndose de vericuetos y mañas de sus mujiquitas y mandaderos.
Es más, Capone se jugó el pellejo. Fue el “Cara cortada”, por eso mismo. Tuvo tantos enemigos que le juraron la muerte que vivió protegido, no sólo de la ley, sino de alguna venganza de los tantos enemigos que por allí dejó regados. Pues sus víctimas y familiares de estas, sabían quién fue el victimario verdadero.
Al-magro, es macilento, flaco de buena fe, honestidad y capacidad para ser consecuente con los principios. Es abogado de profesión y por lo que ahora hace, no es extraño imaginarlo intentando doblar lo que está derecho para sacar de ello beneficios. Apenas acaba de ser canciller de Pepe Mujica, por lo que pudo llegar sin mayores dificultades a la Secretaría General de la OEA. De él, por sus anteriores compromisos con el ex presidente uruguayo y el Frente Amplio, que pese su nombre y praxis política ha tenido una firme actitud latinoamericanista y contraria a las pretensiones hegemónicas del gran capital internacional, lo que se ha evidenciado en los discursos agudos e inteligentes del primero, se esperaba tuviese una actitud consecuente con las expectativas, aspiraciones de quienes le votaron y en buena medida diferente a la genuflexión y complacencia de su antecesor José Manuel Insulza. Bastó llegar, estar cerca de la tentación para caer sin aguantar, como decimos los venezolanos, dos pedidos. Decir que saltó la talanquera es una ingenuidad porque Al-magro, vendió su alma al diablo a un precio que, como dice Roy Chaderton, le permitirá vivir en EEUU toda la vida de manera por demás holgada pero sin dignidad.
Al-magro, no ha sido mejor que Al Capone. El gánster de Chicago no se valió de la buena fe de nadie, de los amigos que le tendieron la mano, para luego aliarse si no con los enemigos, porque la palabra definitivamente no me gusta, pero sí con quienes quieren apoderarse de lo nuestro hasta por la fuerza si es posible. Y él, por demás lo sabe. Es decir, llegó a pregonarlo y hacer carrera entre quienes lo siguen pregonando.
Que uno sepa, Al Capone, no traicionó a amigo alguno. Su sentido de la solidaridad se lo impedía.
En este continente nuestro, el que Bolívar llamó “antes colonias españolas” y el de las islas caribeñas, hermanas por la historia, religión, costumbres y hasta angustias y privaciones, no se pudo cumplir el sueño de aquel libertador, el del “Congreso Anfictiónico de Panamá”, pero nació la OEA; inspirada en aquello de “América para los americanos”, de James Monroe o Quincy Adams, que en definitiva no es más que la aspiración gringa de convertir nuestros territorios en colonias suyas. Por eso, cuando Cuba, bajo la conducción de los guerrilleros que bajaron de la Sierra Maestra, quiso imprimir su propio destino, que significaba no tener a EEUU como único aliado, le hicieron de todo y aplicaron la Carta Interamericana valiéndose de unas circunstancias distintas a las de ahora. ¡Cuánto hicieron sufrir a los cubanos por atreverse a soñar ser independientes y fijar su política sin rendirles cuentas a los “Amos” de América y del mundo!
Al Capone fue él. Ladrón, desalmado, truhan y poniendo a su servicio a cuanto personaje importante de la política y hasta el arte le pareciese conveniente.
Al-magro no es más que una marioneta al servicio del mejor postor. Es un Al, pero de baja ralea, peor que Capone, muy magro, sin dignidad. Además, no provino de la derecha como Insulza u otro de los tantos que por su cargo han pasado, sino del Frente Amplio uruguayo.
Al final, después de su petición, según muchos adulantes muy bien razonada, tuvo el destino que uno esperaba. Tonto, poco perspicaz aquel que creyó que sucediese otra cosa. La América de hoy, que no sólo son sus gobernantes sino sus pueblos, que se mueven con conciencia de sus derechos y de lo que significan las pretensiones de los descendientes de James Monroe y Quincy Adams, que tiene mucho de aquello que aspiró Bolívar, por eso nacieron UNASUR Y CELAC, en nada se parece a aquella de cuando atropellaron a Cuba.
Al-magro, pese sus argumentos, calificados de mucho peso y valor jurídico por algunos, pero que sólo sirvió de mensajero de quienes por su propuesta votaron, se irá si no ahora, dentro de poco, adonde van los que no merecen ser recordados. Al Capone todavía se nombra y hasta dejó escuela entre los gánster de Chicago. Más de uno le quedó debiendo favores. ¡Quién le pega a su familia se arruina!