El mayor triunfo de la gente mala es volvernos mala gente. El Imperio es perito en tal. Ahí tienes el Medio Oriente. Nuestra Venezuela. La guerra económica nos tiene irritables y lo peor: imbéciles. Solemos achacar cualquier mal a quien no es. Pasa cuando no sabemos la causa. La Peste Bubónica la crearon los judíos. Es la falacia de la falsa causa. Mi enfermedad es culpa de la bomba atómica. Los extraterrestres son una vaina, por ejemplo.
Lo primero es no ver que hay una guerra económica, lo que nos impide advertir las maniobras descaradas de los grandes consorcios. Cometen las trastadas a calzón quitado pero no las captamos, como los trucos de desaparición de los circos. Los medios están buscando una alarma mundial. Es admirable porque convencen a un gentío con argumentos estúpidos.
Muere un niño, doloroso porque no creo que haya mayor tristeza que la muerte de quien empieza a vivir. Fue por falta de medicinas que las farmacéuticas niegan a Venezuela. Pero la culpa, como de todo, es de Maduro. Lo dice gente que jamás hace nada de lo que sea de ninguna cosa en favor de infantes dolientes. O sea, nunca. Pero nada es nada. No sé si me explico. Si lo dijeran con sinceridad sería cierto que se preocupan por la salud infantil y celebrarían, por ejemplo, las miles de vidas salvadas en el Hospital Cardiológico Infantil. Dolerse por el niño muerto sin mencionar jamás el Cardiológico es, por decir lo menos, mala fe, fariseísmo, hipocresía y otras calamidades éticas.
Eso incita al odio y ahí se introduce la pelea de perros que busca la guerra de cuarta degeneración. Que haya trapatiestas, bataolas, zaragatas, zurriburris que avalen, ponle, los 20.000 bombardeos humanitarios sobre Libia. Mataron, y matan, un gentío para que Gadafi no matara un gentío. Advertí que era una imbecilidad.
Entonces alimentamos la injerencia imperial llamando homosexuales a la gente contrincante, ponle. Si una mente de pollo llama feas a las chavistas le respondemos con fotos de chavistas que nos lucen bellas. Listo, nos ganaron la pelea, porque alegamos el canon de belleza dominante de las dominantes. Nuestra belleza es otra y no hay que demostrarla porque es evidente, como toda belleza.
Otro poco de calma, camarada. Y respetemos a los señores perros.