Mataron a Fidel

El día de hoy 11 de julio, encontró una circulación telefónica excepcional. El motivo no fue otro que la posibilidad de que se hubiera producido el deceso de Fidel Castro. Esta es una cuestión para la que se requiere nada más que estar vivo. Cualquiera puede encontrarse con la muerte siempre que esté vivo. Las circunstancias pueden ser múltiples y pueden serlo tanto, que tal vez no sea una hipérbole escribir que las causas pueden ser infinitas.

Recibí no menos de 10 llamadas sobre este asunto hasta que me decidí a llamar a un amigo para ver qué podía saber al respecto. El también había recibido varias llamadas consultándosele sobre ese mismo punto, y lo fue tanto que según me dijo, se decidió a llamar a un amigo suyo, acreditado en el país como periodista de una conocida agencia de prensa. Me manifestó que el periodista le dijo que también había recibido él muchísimas llamadas –recordemos que son estas llamadas recibidas efectuadas a una agencia de prensa, que debiera de saber de inmediato, si una noticia de la importancia que esta tendría ocurrió realmente-, y que la línea de la agencia fue informar que la misma no tenía ningún fundamento serio, que era una bola. Su amigo periodista le indicó también que la misma fue creada deliberadamente. Ahí mi amigo, frenó su información y hablamos alguna otra cosa antes de trancar la llamada.

Lanzar un bulo así al aire tiene corta vida, máxime cuando se refiere a algo que atañe a un hombre de tanta figura, de tanto talento, de tanta virtud, de tanto coraje que jamás -enfatizo el jamás y le agrego el nunca, para que no haya duda alguna sobre lo que digo-, rehuyó un desafío, y no me refiero al tipo de desafío físico que se pudiera deducir del párrafo que escribo y que si bien, si así hubiera sido entendido, no habría habido error en quien eso hubiera pensado, pues también eso está comprendido, porque si hay algo que Fidel ha demostrado a lo largo de su vida, esto ha sido el enorme coraje que posee, pero no es a esto que nos referíamos, sino al temple que se requiere para enfrentar todas las contingencias que él enfrentó y enfrenta, no desde cuando triunfó la Revolución sino ya desde México, cuando con muy escasos hombres de verdad, conspiraba para regresar a luchar contra la dictadura cubana.

Su “La Historia me Absolverá”, acaso no nos lo mostraba en aquel no tan lejano ayer como el Gigante que luego fue, y más importante aún, todavía es. ¿Cuántas veces intentaron asesinarlo? ¿Qué no emprendieron para lograrlo? El recinto que tenían provocado destruir en Panamá y que habría provocado miles de muertos solo para asesinarlo a él, ¿no nos muestra claramente qué clase de enemigo consideran que es él para ellos, los criminales, que estaban dispuestos a pagar el alto precio del genocidio de toda esa gente por matarlo a él?

Búsquese en sus discursos, en sus entrevistas y en todo aquel lugar en que se puedan encontrar, declaraciones suyas que tengan un leve asomo de odio, de encono, alguna amenaza, alguna mentira; uno donde no haya manifiesta solidaridad hacia el desvalido, el ofendido, el atacado, el mancillado. También aquí digo que jamás encontrarán otra cosa en su escudriñar que aquello que más -si es que fuera todavía posible ello-, le agigante.

Entre tanta cosa que le ha permitido ser el Coloso que es, una entre las tantas que en él abundan y que nos insufla en toda su plenitud, es su grandeza para carecer de rencor, de encono, de odio, que no se encuentra jamás en ninguna declaración que dé o haya dado, incluso contra aquellos gobiernos que abiertamente reclutaron, financiaron y entrenaron para matar en Cuba a cualquier cubano sin distinguir que fuera este un niño o un anciano, con el solo fin de conmocionar el país. Odio a esos, que sabe que son los que ordenan a los mercenarios matar por el medio que sea para sembrar pánico; que no vacilan en permitir que con bombas maten incluso a diplomáticos acreditados en un tercer país, y que luego de realizado el crimen alojan y protegen y no entregan a quienes los reclaman para procesarlos, que han matado inocentes con esas mismas bombas que ahora, cuando estas comienzan a diezmar sus tropas invasoras, condenan; es tan grande ese hombre que ni a esos aborrece, tal vez sí puedan merecer su desprecio, aunque me inclino a creer que lo que realmente él sienta por ellos, ante tanta miseria investida en humano, sea una profunda tristeza y una honda lástima.

Cuando él decida descansar un poco de esa larga marcha que emprendió, pero que no le ha cansado, y que sin habernos pedido permiso para hacerlo se nos pretenda escapar; cuando ya ido crea que se nos ha escondido y que nos ha engañado, y que nos será muy difícil encontrarlo, será ese uno de sus pocos errores que habrá cometido, el creer que se nos escondió bien y que nos engañó. Permitámoselo que se lo crea. Démosle un pequeño descanso y no lo desengañemos. Dejémosle que por un rato se regodee que bien lo merece.

Pero en ese momento en el cual piense que estamos descuidados y lo aproveche para seguir andando y elucubrando ese ideal de mundo que nunca dejará de buscar, en ese momento en que crea que se encuentra escondido de nosotros, miremos ese cielo azul radiante que nos mostrará cuando lo escudriñemos con atención; ese trazo que se nos hará cada vez más vigoroso, más presente y más pujante para ir tomando esa figura con su dibujo, la forma del gigantesco CHE, que siempre ha estado ahí como cuidando y guiando a esa humanidad tan amada por él. Observe escrutando con mucha atención cuando ese lejano día llegue a ese Cielo-Sueño, a ese Cielo-Utopía para poder ver bien cuando ese rostro que nos es tan caro, comience feliz a alumbrarse ¿adivinan quién será el que llega para encontrarse con su hermano querido, con su hermano compañero, con su siamés Quijote?.

roosbar@cantv.net

¿Y si cada uno, separado del otro ha hecho tanto, imaginan juntos tal como hicieron ayer, cuánto harán ahora?


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Roosevelt Barboza


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