Como cuestión habitual en ellos, los dirigentes de la oposición repiten el esquema de la manipulación mediática y del autoengaño para desmentir, a propósito de la realización de las mesas de diálogo con representantes del gobierno venezolano, el fracaso de su estrategia para acabar de modo definitivo con el chavismo mediante la convocatoria y celebración del referendo revocatorio en 2016. Con esto pretenden, evidentemente, evitar que ocurra una masiva desbandada de sus seguidores (sobre todo, de los extremistas “espontáneos” que hay en sus filas), decepcionados al no ver unos resultados inmediatos y concretos que colmen sus aspiraciones revanchistas. La situación actual, ubicados en el ojo del huracán de la opinión pública en general, pendiente de sus posturas ambivalentes, lejos de hacerlos desistir de sus propósitos, los induce a fijarse acciones lindantes con el terrorismo, como única opción a la mano para obligar a Nicolás Maduro a dimitir, teniendo en cuenta las recomendaciones de Gene Sharp en su manual de guerra no convencional, aprobadas y financiadas por Washington; todo lo cual no exime la posibilidad que sigan usando el referendo revocatorio como excusa, a pesar de la imposibilidad legal de formalizarlo en lo que resta del año, para mantener así un ambiente de protestas y de violencia política que pueda extenderse por todo el país.
Para el imperialismo gringo -con Barack Obama aún de inquilino de la Casa Blanca- esta situación luce oportuna e ideal para socavar las bases de apoyo del chavismo en Venezuela, aprovechando las debilidades mostradas en el área productiva que, sin embargo, no han mellado tales bases con la fuerza suficiente que permitan pronosticar su total derrumbe. Por tal motivo, enfila sus baterías mediáticas cada vez que percibe el agotamiento de la estrategia opositora, incluso haciéndose partícipe -desde lejos- del diálogo propiciado por Maduro con la oposición, brindándole un estímulo compartido con otros personajes de la farándula y de la derecha internacionales que obvian situaciones aún más conflictivas y abiertamente contrapuestas al ejercicio de la democracia y al respeto de los derechos humanos -como “normalmente” acaece en Estados Unidos, Palestina, Yemen, Siria, México, Argentina y España- sin dar lugar a unas actitudes similares al respecto.
Alfredo Serrano, en “Geopolítica de América latina: entre la esperanza y la restauración del desencanto”, explica que "el pesimismo reinante en algunas filas autodenominadas 'progresistas o de izquierdas' allana el camino para aquellos que realmente sí desean la restauración conservadora. Los momentos de vacas flacas son siempre propicios para aquellos que se apean en la siguiente parada. El desencanto creciente en nuestras filas abona el terreno para el retorno de las carabelas en versión siglo XXI. Esto sería conceder demasiada ventaja al enemigo en estos tiempos de disputa. La crítica es bienvenida siempre y cuando venga acompañada de búsqueda de soluciones, de motores generadores de nuevas esperanzas, sin terminar cediendo al chantaje del desencanto". Esta mella renueva los bríos contrarrevolucionarios, elevando la confianza opositora en que el final del proceso revolucionario está a la vuelta de la esquina. Sin embargo, pareciera presentarse una especie de pausa que trastocaría los planes de la derecha en Venezuela, dado el triunfo electoral de Donald Trump, franqueando el paso a especulaciones diversas respecto a sus posibles acciones como presidente de Estados Unidos; lo que serviría al chavismo en el gobierno -de saber interpretarlo y aprovecharlo de forma adecuada, con un respaldo popular activado en todas las esferas de la vida nacional- para contener y vencer las intenciones de quienes propician su eventual caída.