Ante los repetidos fracasos bélicos y su impopularidad global, el imperio o más bien gente pensante del imperio está preparando una nueva estrategia, aparentemente inofensiva, pero igualmente imperialista.
Las críticas de la prensa al fundamentalismo guerrerista de Bush, el reclamo que le hace Al Gore por dañar la imagen de los Estados Unidos y su dedicación a la ecología, expresada en el documental sobre el recalentamiento del mundo An Inconvenient Truth (una verdad incómoda) y el comentario del senador Robert Menendez respecto a que Chávez ha llenado el vacío dejado por los EEUU en América Latina así como los comentarios que dejan colar en las series para la TV son muestras claras de ello.
En este contexto, el fracaso del imperialismo no es estructural sino publicitario. No se cuestiona el sistema sino su imagen. Se trata de buscar nuevas banderas y discursos que mejoren la popularidad del imperio.
Actualmente la mayor parte del mundo, incluyendo una proporción creciente de estadounidenses, asocia con toda razón al gobierno de los EEUU con destrucción y muerte, por lo que es muy sencillo suponer que la nueva imagen debe promover la vida y la construcción. Las mejores vías para ello son la ecología y la ayuda para superar la pobreza.
La ayuda al tercer mundo no es novedad. Este disfraz tradicional del lobo está bastante desprestigiado, incluso por quienes fueron parte activa del mismo. Además siempre será atacada por los grupos más conservadores de los EEUU, esgrimiendo la inmensidad de su deuda externa, la prioridad de la pobreza creciente en ese país y la “ingratitud” de quienes reciben la ayuda. Sin embargo, es muy probable que los expertos logren empaquetar la ayuda en un nuevo envase y vendérsela a los incautos.
La preocupación ecológica por parte de los políticos del status si es una novedad y, tal como lo comentara un amigo sabio, es muy probable que el próximo gobierno demócrata trate de demostrar su buena fe, firmando el Acuerdo de Kyoto. El ser humano, como cualquier otro ser vivo, lucha básicamente por su supervivencia, hoy en día amenazada. Sabe que las matanzas provocadas por el imperio y la sobre explotación de los recursos del planeta ponen en peligro el futuro de la especie. La estrategia del terror, utilizada por el gobierno de Bush para justificar lo injustificable, cala cada vez menos, a nadie le gusta vivir aterrorizado.
Los representantes de la nueva tendencia oficial saben tan bien como nosotros que, independientemente de los elementos propiamente políticos, la popularidad y el éxito sin igual del Presidente Chávez provienen en gran parte de su autenticidad, de su gran intuición y de su conexión con el inconsciente colectivo. Específicamente con elementos primarios de ese inconsciente, relacionados con la vida, con la pertenencia a una misma especie, la humana, con el rechazo al dominio del más fuerte y con el amor por la madre tierra. Por eso han decidido combatirlo desde otra perspectiva, lo cual puede resultar mucho más peligroso que el descaro imperialita vigente.
Es de suponer que los primeros en aplaudir la nueva orientación van a ser los propios estadounidenses, dificultando así la posibilidad de establecer una diferencia entre el gobierno y el pueblo americano. Pero, la estrategia no es sólo interna, los promotores de la nueva línea centrarán sus esfuerzos en captar luego los demás pueblos de los países desarrollados y, poco a poco los de las otras regiones del mundo.
No les va resultar muy fácil borrar las fechorías cometidas, entrarán en contradicciones aparentes con sus propios intereses y tampoco desistirán de su campaña terror, pero la llevaran adelante con mayor sutileza. Tratarán de convertirse en los grandes defensores de la vida y de la naturaleza y contarán con un gigantesco aparato publicitario y la industria del entretenimiento para vender su nueva imagen. También con la debilidad del ser humano, pues resulta más cómodo estar cobijado por Goliat que enfrentarlo con una honda, como lo hizo David.
Conscientes de la impopularidad del imperialismo y de la popularidad y arrastre, nacional e internacional, de Chávez así como del éxito de su política exterior, hoy en día tratan de convertirlo en el malo de la película acusándolo de imperialista, acusación que por ahora sólo puede calar en el mundo al revés. Mañana reforzarán ese argumento con un ataque feroz por la contaminación que conlleva la explotación del petróleo, lo cual sí puede lograr un mayor eco incluso entre algunos “revolucionarios”.
Creo que es fundamental para el proceso hacer un seguimiento sistemático de esta tendencia y comenzar a desmontar desde ahora sus argumentos, aprovechando los años que le quedan a Bush en la presidencia y que imperialismo ecologista están dando sus primeros pininos.
Mariadela Villanueva
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