Contra la violencia. “Voy a ganar y voy a cobrar” dice un titular a ocho columnas del diario El Universal (Pág. 1-10) del día domingo 10 de septiembre de 2006. La frase entrecomillada, pertenece al candidato del sector de oposición Manuel Rosales. No es la primera vez que leo u oigo esa frase. Ya ha habido alertas sobre la carga violenta que tiene esa “afirmación”. “Cobrar” en el lenguaje “urbano” es tomar venganza, es resarcir daños y no precisamente esperando recibir dinero. Y mucho menos dándolo. Al leer la reseña de la actividad proselitista no se consigue la frase entrecomillada en el texto. ¿Descuido del periodista o política editorial propagandística del diario? ¿Eslogan informativo? ¿Que cobrará el candidato? Y ¿a quién?
Y es que la semana pasada fue prolífica en cuanto a manifestaciones de violencia electoral. Dos agresiones a marchas opositoras dieron el alerta que provocaron un pronunciamiento del Consejo Nacional Electoral. La violencia, otra vez, asoma sus fauces.
"El CNE en pleno y unánimemente se pronuncia de una manera firme y definitiva en contra de todos los hechos de violencia que puedan ocurrir durante todo este período de campaña. Condenamos firmemente todos y cada uno de esos actos" dijo el cuerpo electoral por boca de su presidenta, Tibisay Lucena.
Chavistas y opositores ya eligieron una vez el camino pacífico. Lejos, pero cerca, están las vivencias del año 2002, cuando muchos tenían, teníamos, la certeza de que la polarización encontraría su válvula de escape en la violencia. Contra todo pronóstico las venezolanas y los venezolanos nos dimos la oportunidad de dirimir diferencias por la vía democrática. Ya hay “jurisprudencia”, diría un leguleyo. Que así sea.
Septiembre tenebroso. Ayer se cumplieron 33 años de la caída del gobierno socialista de Salvador Allende. Y cinco de la caída de las Torres Gemelas. Caídas disímiles. Ambos sucesos ocupan un lugar en la historia. Ambos acontecimientos guardan secretos. Ambos tienen dos versiones. Ambos alegraron a unos y entristecieron a otros.
Hay quien asegura, por ejemplo, que la caída de las moles con gente adentro fue un auto atentado planificado para darle al Gobierno de Estados Unidos “vía libre” para invadir a cuanto país huela a petróleo y a terrorismo. Esa hipótesis, por demás macabra, habría sido la justificación, la razón, que necesitaba Bush para convencer al mundo de su “cruzada contra el terrorismo”. Irak y Afganistán serían sólo el inicio de un horror mayor.
La caída, el derribo, de las Torres Gemelas lo vimos en vivo y en directo millones de personas. La realidad, una vez más superó a la ficción. Los guiones se han empezado a escribir después. Lo patético es que lejos de ser guiones de vida, de justicia, son guiones de muerte. Se combate la muerte con mucha más muerte. Los casi tres mil muertos de aquel 11 de septiembre en Nueva York se han multiplicado por miles. ¿Un iraquí vale por cuántos gringos? ¿O cuántos gringos vale un iraquí? Haga su apuesta, que la ruleta sanguinolenta no se detiene. El mundo cambió con el 11S, vi por ahí escrito. Claro que cambió. Los gringos están peor que antes. En nombre de la lucha contra el terrorismo cometen todo tipo de excesos. Los miles de iraquíes asesinados por una guerra sin armas de destrucción masiva, también. Guantánamo es un ejemplo de la ignominia. Es una vergüenza para los estadounidenses. Es una vergüenza para la raza humana. Una vergüenza como lo son Hitler. Pinochet. Pérez Jiménez. Milosevic. Stalin. Stroeesner. Franco. Videla. Y Bush. Con el agravante de que este último lidera la nación con más poder de fuego del mundo.
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