Escucho a personajes muy importantes del gobierno, como el presidente mismo, hablando de lo relativo a la concentración de "venezolanos" en el Norte de Santander y específicamente en Cúcuta, de manera como demasiado superficial y hasta trivial. Pongo lo relativo a la nacionalidad entre comillas, no por xenófoba intención, sino porque quienes intentan banalizar el fenómeno, ponen en duda la abundancia de venezolanos en ese universo y a éste mismo que ha crecido sustancialmente en los últimos meses. Parecieran estar interesados en ocultarlo, por el mensaje negativo que podría envolver desde la perspectiva electoral y no miden el enorme peligro que eso implica. En el afán de negar u ocultar la gravedad de la situación económica que estamos viviendo, voceros del oficialismo, de muy alto nivel, como ya dijimos, intentan negar la importancia cuantitativa del fenómeno migratorio. Cualquier venezolano, hasta el menos informado, por el sólo hecho de estar en la calle y en contacto con sus vecinos, conoce de la magnitud de lo que acontece. Sabemos además que Perú se ha convertido, simbólicamente hablando, por el juego que hace su presidente a favor de las políticas imperiales, en el Cuzco de la era gloriosa de los Incas, hacia donde todo el mundo quería ir, aunque fuese por el solo peregrinar.
Cuenta Garcilaso Inca de la Vega, que en el camino hacia aquella ciudad "sagrada", todo aquel que iba rumbo a ella, saludaba con veneración y reconocimiento a quien venía de regreso. Un buen porcentaje de venezolanos quiere irse a Perú, porque allá según cuentan los cuenta caminos, está el punto donde se sumerge el arco iris. Ese país no exige visa, reconoce los títulos de cualquier nivel que lleven los venezolanos y hasta sirve como de primera parada. La estrategia de los poderosos tiene dos fines. Primero sacar cuanto se pueda del talento nacional, como su excelente mano de obra y profesionales. El segundo, al crear la falsa idea de una bonanza inexistente, ser el punto donde pareciera el arco iris se hunde en la tierra y ante el facilismo para entrar y poder trabajar sin complicaciones burocráticas, otra versión del "sueño americano", no pudiendo ahora con facilidad enrumbar hacia el norte, aunado a la crisis o tragedia venezolana, se logra enviar al mundo un cuadro como para justificar una invasión por "razones humanitarias". De Venezuela la gente huye en oleadas por lo difuso del futuro y las "cornadas que da el hambre", como dijese un viejo y prestigioso torero español llamado "el Espartero". Lo que mucho tiene de verdad.
Hay una corriente que va a Colombia, es indiferente si son en su mayoría colombianos o no. Habiendo en Venezuela, según los voceros gubernamentales, más de cinco millones de colombianos, sin contar la cifra de indocumentados que siempre ha sido enorme y los descendientes de todos ellos, muchos con doble nacionalidad, no es necesario pensar muy hondo para concebir que ahora mismo haya una fortísima corriente migratoria hacia allá, siendo además el más fácil punto de salida. Por primera vez en la historia de América, un gobierno de Colombia tiene que preocuparse porque esa corriente corra a la inversa y según ellos, con un enorme caudal. Pero, hay un pero por lo que dejamos atrás, la mayoría de quienes se dirigen a Perú lo están haciendo por Colombia vía terrestre, por el alto costo del pasaje aéreo. No es de extrañar que muchos de estos por circunstancias de distinta índole, opten o se vean obligados por quedarse en la tierra de la cumbia.
Colombia, por todas las dificultades que siempre ha padecido, se ha caracterizado como una nación en permanente estado de inseguridad y violencia, por lo que el General Aureliano Buendía participó en más de cien combates, según la inventiva muy bien fundamentada de Gabriel García Márquez, como los guerrilleros de las Farc, el ELN y otros más, contando aparte el paramilitarismo y el narcotráfico, nunca pues había vivido esa experiencia de tener que recibir oleadas de refugiados. Sus dificultades, la acumulación de violencia, se resolvían drenando nacionales hacia todos los confines del mundo y Venezuela está demasiado cerca.
Los venezolanos de eso sabemos bastante y lo hemos manejamos con respeto, cortesía y mucha solidaridad, aunque ahora deberíamos meditar mucho sobre ese ancestral comportamiento, porque uno, creyéndose y sabiéndose bueno, no puede dar por descontado que todo el mundo lo es.
Colombia, no estando en capacidad, como tampoco lo está el Perú, para recibir una fuerte carga inmigratoria en tan breve lapso, está inventando fórmulas para el manejo del asunto, que lo en inmediato no parece ser otra cosa que crear centros de concentración donde se les controla, inmoviliza por los momentos, para que no permeen la sociedad. Pues no tienen cómo recibirlos y eso pudiera convertírsele en una burbuja que en cualquier momento estalle. Puede ser, eso no es lo sustancial, que la mayoría sean colombianos, descendientes de estos y con doble nacionalidad y hasta "pocos" venezolanos por los cuatro costados que huyen asustados por la crisis, el temor que en nuestro espacio se prenda un conflicto de gran envergadura o simplemente deseosos de construirse en lo inmediato un futuro mejor, aunque vayan tras un espejismo. Ni más ni menos, salvando las especificidades, como la violencia paramilitar colombiana, la misma angustia trajo hasta acá esa enorme cifra de colombianos de la cual tanto se habla. Y no son sólo colombianos.
Pero en Colombia hay según, no siete, como veníamos diciendo, sino nueve bases militares, que no es para que los soldados gringos lleguen allí de vacaciones o a embriagarse de lo bello del espacio. Están allí por la guerra, lo que EEUU sabe hacer, le gusta hacer y necesita hacer para subsistir.
El señor Tyllerson, no halló en su viaje por nuestros lares apoyo para invadirnos. Hasta los gobiernos de Brasil y Argentina se mostraron contundentemente contra esa intención, hay hondos motivos para eso. Pero no significa que los planes están archivados. Buscan como implementarlos sin que la mano del gobierno gringo aparezca de manera descarada. Como que los soldados de las bases se vengan hacia nuestro territorio o sus aviones o drones violen nuestro espacio aéreo para bombardearnos. Podrían, como se ha dicho tantas veces, usar a Colombia en el mismo rol de Israel en su espacio. Ya hubo antes un intento de tomar Miraflores con paramilitares introducidos subrepticiamente. ¿Acaso, Cipriano Castro, salvando también las especificidades, no se vino con sus "sesenta" desde territorio colombiano?
Por todo esto, esa concentración de ciudadanos, venezolanos, colombianos o de ambas nacionalidades procedentes de Venezuela, es un peligro y no porque Santos sea el presidente, que podría irse en cualquier momento, sino por el control que sobre la vida, sociedad, ejército y medios de comunicación ejercen las clases que siempre han dominado en Colombia y están en perfecta sintonía con las aspiraciones de EEUU. Las clases que dominan Colombia, lamentan no haber tomado más territorio nuestro, como lo hicieron antes mediante laudos arbitrales amañados, de manera que la Faja Petrolífera del Orinoco, hoy fuese suya.
Santos pudo, como lo dijimos antes en varios trabajos, salir airoso en el manejo del acuerdo de paz con las Farc, porque quienes ejercen el control allá le dieron el visto bueno. Eso fue posible por varias razones, por el deseo de las Farc, de todos los hombres contrarios a la guerra que en el mundo hay, pero sobre todo porque había que asegurar el patio para lo que debía venir después. No obstante, ahora mismo, los hombres de las Farc se sienten rodeados por el peligro que, los acuerdos de paz, como antes, no sean respetados debidamente por el Estado colombiano. Y eso no es nada infundado.
Es un peligro esa concentración de venezolanos, con doble nacionalidad o colombianos de regreso, que antes vivieron la era de la fiesta rentista de este lado, alentados por el odio, porque no se sabe qué destino pudiera dársele, dada las dificultades, no tanto económicas, sino de la vida política venezolana. Si no puedes hacer la guerra por tu cuenta, pero falta te hace, busca quien la haga por ti. Los gringos inventaron la infamia de legalizar y hasta ensalzar al asqueroso guerrero mercenario, llamándole "contratista".