Somos pocos, pero...

Los pueblos originarios llamaron, con toda dignidad étnica-telúrica, a estas, sus tierras Abya Yala. 40 mil años de historias y culturas. 100 millones de indígenas ocupaban este continente. En apenas dos siglos, en escasamente 200 años, entre 1500 a 1700, la reducción de la población originaria de estos dominios resultó sencillamente dramática, conmovedora, catastrófica: 30.000 muertos por año. 2.500 por mes. 83 muertos por día. La Abya Yala tenía 100 millones de seres humanos para la época señalada, los cuales fueron diezmados a 40 millones de indígenas en un período de 200 años. 60 millones se seres humanos asesinados, de todas las formas inimaginables: crueles, asquerosas, impensables. Colonización, conquista, despojo, holocausto. Ese constituye el producto histórico de la expansión del capitalismo. Si la vida, según Oparin llegó por la mar; el mercantilismo y todos sus horrores también arribaron por el mar. Los versos octosílabos, unas cuartetas históricas narran en La Maldición de Malinche, cuya autoría pertenece a Gabino Palomares, la cual data del 12 de octubre de 2003, lo que muchos cómplices han callado y escondido o han convertido en falsa conciencia, pura ideología:

Del mar lo vieron llegar

mis hermanos emplumados

eran los hombres barbados

de la profecía esperada

Se oyó la voz del monarca

de que Dios había llegado

y les abrimos las puertas

por temor a lo ignorado

Iban montados en bestias

como demonios del mal

iban con fuegos en las manos

y cubiertos de metal

Sólo el valor de unos cuántos

les opuso resistencia

y al mirar correr la sangre

se llenaron de vergüenza

Porque los dioses ni comen,

ni gozan con lo robado

y cuando nos dimos cuenta

ya todo estaba acabado

Se nos quedo el maleficio

de brindar al extranjero

nuestra fe, nuestra cultura,

nuestro pan, nuestro dinero

Y le seguimos cambiando

oro por cuentas de vidrio

y damos nuestras riquezas

por sus espejos con brillo

Hoy en pleno siglo XXI

nos siguen llegando rubios

les brindamos la casa

y los llamamos amigos

Pero si llega cansado

un indio de andar la sierra

lo humillamos y lo vemos

como un extraño por su tierra

Tú, hipócrita que te muestras

Humilde ante el extranjero

Pero te vuelves soberbio

Con tus hermanos del pueblo

Oh, Maldición de Malinche

Enfermedad del presente

Cuándo dejarás mi tierra

Cuándo harás libre a mi gente

Esa es la historia de la invasión del Renacimiento europeo a esta maravillosa Tierra de Gracia. Tenemos todavía una impronta colonialista que se expresa en la vida cotidiana. Dos formas ideológicas (falsa conciencia) están demasiado presentes en la existencia socio-cultural. Se trata de una herencia impuesta de la forma más cruel. …Heredamos de esa España colonizadora, destructora, avasallante, profanadora, el idioma español o castellano y la religión católica que no es fácil erradicar de nuestras mentes, aún por mucho razonamiento que le pongamos, (Velásquez, 2008). Y esas dos formas se han incorporado históricamente a nuestra cosmovisión étnica y forma parte del raquis histórica-cultural de nuestra manera de asistir a la vida. No se trata, en modo alguno, de que la religión y el lenguaje sean unas de las habilidades y actividades del ser humano, un aspecto de su existir, un quehacer en determinada hora de su vida. La religión y la lengua constituyen el ser humano mismo en su integridad inseparable con el todo social. La religión y el lenguaje, de una u otra manera, se han convertido, con el devenir y sobrevenir de las fuerzas productivas, en el filigrana y la presencia de lo humano ante la naturaleza y la creación societaria. Si en cierta oportunidad un poeta dijo: pobre de los pueblos sin vino y sin mujeres; habría que apuntar ahora pobre de la existencia del ser social sin lenguaje y religión. Independientemente de las consecuencias alienantes que la último genere. Qué serían de los pueblos sin su religiosidad popular. Hoy al comenzar a navegar por el siglo XXI, el castellano nos brinda un sentido de pertenencia, una manera de asistir a la vida y un fabuloso binomio, en nada soslayable, la identidad-diversidad de un pueblo, expresado en sus comunidades étnicas. Entre tanto, la religión ha alcanzado su punto más culminante al encontrarse la fe con el compromiso histórico de la ineludible liberación de la explotación, la dignificación cultural de los pueblos y la oniria de una sociedad socialista. Desde entonces, esta es la lucha ante los hombres malos y ante las almas buenas, (Blanco, s/f).

Los imperios lo primero que se proponen, a través de su vorágine conquistadora, es el exterminó físico del pueblo invadido. Una población de 16 millones de seres humanos ocupaba lo que hoy es México. Dice el adagio popular que la inocencia salva pero en el caso de la llegada de los españoles, el asunto no resultó así. …Creyeron que los españoles eran dioses y esta misma concepción se convirtió en su propia desgracia por la avaricia desproporcionada y miserable de todos los conquistadores que llegaron a (este) territorio, (Velásquez, 2008).

Lo que se expandía para arribar a este Paraíso, con la Pinta, la Niña y la Santa María, era económica, social y culturalmente el capitalismo, buscando mercados. La bendita ganancia andaba desatada. El mercantilismo realizaba su expansión, precisamente, por el mar. Por supuesto que con esa expedición venía la Cruz, el idioma y toda la cultura que sería impuesta para la dominación. El desprecio sería la forma cultural impuesta: el sistema escritural amerindio se consideró curiosidades del demonio; a las manifestaciones culturales, los llamaron abalorios y, particularmente, lo ritos eran considerados bestiales. El mito como una forma de asistir a la vida tenía que ser eliminado. La práctica y capacidad de amar de los pueblos originarios lo entendieron los conquistadores como un porte natural de ser sirvientes y escuderos. La hospitalidad y la generosidad de estos pueblos indígenas convertida en servidumbre. La explotación de la inocencia. La América indómita comienza a expandirse en reafirmación de su voz histórica, de su presencia perenne, de su herencia futura. La cultura de la resistencia comenzaría a ser la forma cotidiana de existencia.

En Venezuela actual existen, por lo menos, 41 Comunidades Étnicas Indígenas en 10 estados. No es posible soslayar tal presencia, su existencia maravillosa y su heredad, así como su siempre condición patrimonial. Formas culturales que le imprimen a la Nación su diversidad étnica y pluricultural. Junto a las Comunidades Étnicas Criollas y las Comunidades Étnicas Binacionales-Biculturales conforman lo que es la República Bolivariana de Venezuela. Un universo simbólico, auténtica expresión de formas culturales, cosmovisiones, maneras de asistir a la vida, culturas residenciales, visiones populares multidiversas están presentes y vivas en la realidad social e histórica, así como telúrica, llamada Venezuela. Un diálogo cultural resulta ineludible, obligatorio, inexcusable. Un coloquio intercultural exige una voluntad política y espiritual; cultural y antropológica. Procesos socioculturales y etnohistóricos convocan a un gran, necesario e impostergable proceso de conculturación. Un poderoso y creativo diálogo cultural. Quizás, sean muchos o pocos a quienes esta preocupación social y política; estratégica y vital todavía se esté enarbolando, incluso con cierta rabia histórica, pero no importa. Resulta ineludible volver sobre esa cruenta historia, sobre la digna resistencia cultural, sobre los alboreos de la herencia étnica. La etnohistoria y la historia matria parecen convocarnos a esta guerra por la dignidad del somos pocos pero somos que jode.



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Efraín Valenzuela

Católico, comunista, bolivariano y chavista. Caraqueño de la parroquia 23 de Enero, donde desde pequeño anduvo metido en peos. Especializado en Legislación Cultural, Cultura Festiva, Municipio y Cultura y Religiosidad Popular.

 efrainvalentutor@gmail.com

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