Cuando uno está en decadencia empieza a conformarse con poco. Es cuando se dice aquello conformista de "agarrando aunque se fallo".
La situación de Venezuela a lo interno es, como llover sobre mojado, calificarla de espeluznante. Si bien es cierto que el presidente Maduro fue reelecto con una ventaja enorme sobre su más cercano rival, también lo es que por primera vez, creo que desde hace muchos años, aun antes de la era de Chávez, la abstención superó el número de votos. Y ese resultado habla de una situación complicada y de un estado de cosas sin sustento sólido. Y si hablamos de "una revolución o proceso" con casi veinte años de existencia y control de buena parte del país, no sería exagerado ni tremendista decir, que se está entrando en una etapa de decadencia. No es suficiente el discurso, la ideología ni los desplantes antiimperialistas si los resultados no satisfacen a la mayoría.
Si uno se atiene a la resolución aprobada por Maduro, según la cual el presidente de PDVSA, pudiera entrar en negociaciones con el capital externo para cambiar la participación accionaria en las empresas mixtas y al hecho cierto que para elevar la producción petrolera, bien en torno a la Faja Petrolífera del Orinoco o reactivando los pozos de crudo liviano como aconseja Mendoza Potellá, se requieren inversiones que el gobierno no está en capacidad de hacer, concluye que estamos a un paso de revertir lo que Chávez había hecho, y si eso sucede, al margen de la valoración que uno pueda hacer, significa un volver a atrás. Pasamos por una situación muy difícil para no deir decadente. Esos gestos como infantiles, donde el presidente se reúne con obreros petroleros y estos se comprometen a elevar la producción, como si dependiese de su sola voluntad, no son más que propagandísticos, publicitarios y destinados a buscar culpables donde no los hay. Y si a eso le agregamos el cúmulo de dificultades que padecemos tendremos un cuadro exacto a lo interno de la Venezuela de hoy.
La situación sería peor, saliéndonos de nuestras fronteras, si eso fuese pertinente, al considerar informaciones según las cuales China, país con el cual tenemos una deuda enorme, al parecer ha optado por cerrarnos "el grifo" de préstamos. Y también, como la empresa Conoco Phillips, nos está generando enorme dificultades con la exportación de petróleo por una deuda de dos mil dólares que no hemos podido pagar.
Pero a lo externo, en ese mundo que llaman de la diplomacia, la situación pareciera también complicársele al gobierno de Maduro. Si bien es cierto que en la más reciente votación en la OEA, de hace dos días apenas, EEUU no "tuvo éxito" en su solicitud para se nos aplique la Carta Interamericana, también lo es que los resultados hablan de una situación triste y precaria para el gobierno de Venezuela. El gobierno celebra eso como un triunfo, "un agarrando aunque sea fallo". Si analizamos las cifras con frialdad, con realismo, encontraremos en ella un mensaje proco promisor y hasta lleno de tristeza. Cuantitativamente hablando, lo que también habla de sentimientos y solidaridades, compañerismo y el compartir causas, allí hubo un cambio radical.
Votaron a favor de la propuesta de EEUU 19 y en contra solamente cinco. De estos pocos uno es la propia Venezuela. Es decir, sólo hallamos cuatro aliados, solidarios. Ellos son Surinam, San Vicente y Granadina, Bolivia y Dominica.
Se abstuvieron, al margen de las razones que puedan invocarse, lo que deja un precedente peligroso, estado de inseguridad y hasta decepcionante, Saint Kits y Neváis, Ecuador, Belice, El Salvador, Haití, Nicaragua, República Dominicana y Trinidad y Tobago.
De estos últimos, cabría un comentario y llamado de atención muy particular, los casos de países "revolucionarios", lo que dice mucho de la palabra y los hechos, como Salvador y Nicaragua. Aunque no es menos decepcionante lo de Haití y República Dominicana. Por supuesto, como ya dejé entredicho, en esos casos medió la presión económica, chantaje por parte de EEUU. Pero, en cualquier circunstancia, no es como para conformarse con eso y no dejar de darle el valor que eso merece. Más bien nos parece consolador que países de quienes uno no esperaba tanto, como Ecuador, por lo que allí sucedió y Trinidad y Tobago, hubiesen optado por la abstención.
Pero los números revelan que estamos en absoluta minoría en la OEA, tanto como que 19 países están por invadirnos y hasta hacernos la guerra y entre esos, hasta el Uruguay de Pepe Mujica y Tabaré Vásquez. Y esto significa que también lo estamos en el CELAC.
Con esos resultados, que sólo trancaron por esta vez se nos aplique la Carta Interamericana, no sabemos si podrá haber otra oportunidad, no hay nada que celebrar y menos ponernos a decir infantilmente que alcanzamos un triunfo democrático. Ellos revelan lo contrario, hemos sufrido un casi rotundo revés. Solamente cuatro países estuvieron al lado nuestro. Quedamos casi como Guatemala en los tiempos de Jacobo Arbenz, cuando EEUU hacía las veces de capataz de su patio trasero y América Latina estaba plagada de dictaduras. O como en los tiempos de la guerra fría, cuando expulsaron del organismo a Cuba, con una América Latina amedrentada por el fantasma de la guerra.
No creo que esto de la OEA, como los resultados del 20-5, sean para celebrar, regocijarse e inventarse una fiesta y situación de invencibilidad, menos con la cantidad de problemas a lo interno que nos agobian.
El argumento de la presión gringa, que nunca ha estado ausente, no es suficiente para explicar el estado de soledad en el que andamos, por lo menos en lo que a la diplomacia se refiere. EEUU nunca ha dejado de presionar y amenazar, eso no ha cambiado. ¿No será por casualidad que los cambios se han dado en otro lado o área? ¿No será por casualidad entre nosotros mismos? ¿Por qué no averiguamos sin ponernos a dar explicaciones para intentar quedar bien?