Según el diccionario de la Real Academia Española define a la soberanía como la máxima autoridad dentro de un esquema político y al soberano como el ser superior dentro de una entidad que no es material. Es el poder político supremo que corresponde a un Estado independiente, sin ninguna interferencia de fuentes o cuerpos externos. Desde el punto de vista etimológico, la soberanía proviene de la voz latina "súper omnia" que significa "sobre todo" o "poder supremo". Según la famosa definición de soberanía de Carl Schmitt, el soberano es el que decide sobre el Estado de excepción: "si hay una persona o institución, en un sistema político determinado, capaz de provocar una suspensión total de la ley y luego utilizar fuerza extra legal para normalizar la situación, entonces esa persona o institución es la soberana de ese cuerpo político". Sin embargo, para Jean Jacques Rousseau el soberano es el pueblo, pero cada ciudadano es soberano y súbdito al mismo tiempo, ya que contribuye a la creación de la autoridad (por lo tanto forma parte de ella), a su vez se encuentra sometido a esta misma autoridad y está obligado a obedecerla. Para el escritor Luis Brito García, la soberanía es la suprema, perpetua e inalienable potestad de un Estado de darse sus propias leyes, ejecutarlas con sus autoridades y decidir con sus propios tribunales las controversias que se plantearan sobre dicha ejecución. Es una potestad suprema, porque por encima de ella no hay ni puede haber otra. Es inalienable, porque un Estado no puede cederla, comprometerla ni condicionarla sin dejar de existir. Es perpetua, porque una vez instaurada, perdura sin limitaciones en el tiempo. Ello es así porque la soberanía expresa la voluntad del pueblo libre. La pérdida de la soberanía es la muerte del cuerpo político. Nadie puede consentir válidamente en perderla o en ser esclavo, pues la locura no genera derechos.
La pérdida de nuestra soberanía no solo será la muerte del cuerpo político sino la del soberano. Por allí se irá la patria y si nos quedamos sin ella nos quedaremos sin identidad propia. Ya en la frontera con Venezuela, o mejor dicho al pisar ya suelo venezolano, se observan grupos de paramilitares apostados controlando la entrada de alimentos, medicamentos, rubros o bienes, comprados por venezolanos que se trasladan al vecino país para adquirir productos a menor costo o porque en el país no se consiguen. A un amigo que compró dos cauchos de segunda para su vehículo, unos de estos señores le llamó y le exigió el pago del mismo en pesos para poder transitar, en nuestro propio territorio. Este trabajito lo realizan estos ciudadanos al lado de los funcionarios de la Guardia Nacional que estén de turno. Ante la negativa de mi amigo por no poseer la divisa, el ciudadano lo refiere al funcionario y es quien da la orden de que siga el viaje. Esto ocurrió en suelo venezolano y pasa todos los días, seguramente muchos compatriotas están siendo víctimas del cobro de vacunas, o de peaje que tienen que pagar a este grupo de personas (colombianas y funcionarios venezolanos) para que no les quiten lo que compraron. Otra persona intentó llevar cacao para el otro lado, pero una agente de la aduana del SENIAT hizo que la revisara un para y éste le exigió quince mil pesos, de lo contrario la mercancía sería decomisada, a lo cual ella se negó por no contar con la cantidad. Reitero, esto pasa en territorio venezolano. A los conductores de las distintas líneas que trabajan para la frontera los paras les obligan a pagar vacuna para poder hacer ellos su trabajo en nuestro propio territorio. Denunciar esto puede significar hasta la muerte por parte de cualquiera de estos grupos. Estamos ante la presencia de una invasión real por grupos extremistas que se apoderan de nuestra soberanía en todos los sentidos y nos sentimos desprotegidos. Ver a venezolanos vendiendo el papel moneda montados en un bus en Bogotá, o buscando sobrevivir o ampliar sus cuentas, o cómo los bachaqueros, transportistas y comerciantes viajan hacia el otro lado para entregar nuestro dinero, es un acto de vergüenza que debe ser reprochado. Si hay una persona o institución capaz de provocar el quebrantamiento total de nuestra soberanía, en todos los órdenes, entonces esa persona o institución está obligada a obedecer la autoridad para normalizar la situación. No obstante ¿qué ocurre cuando la autoridad quebranta la ley o la norma? Estamos entonces indefensos, sometidos a un Estado de anarquía y nuestra soberanía al filo de la navaja. Seguimos sometidos a la intromisión de un país, los inquisidores de la nueva era, pero también a la ineficiencia de la acción de un gobierno que no hace nada o poco hace para resolver estos desmanes. Esto no pasa en Colombia.
Si la página criminal DólarToday fija una tasa diariamente para inducir a los comerciantes inescrupulosos a incrementar los productos en Venezuela y el gobierno fija las remesas al valor del mercado paralelo, estamos dolarizando nuestra economía y entregando nuestra soberanía. Permitirle al dueño de una empresa y a una compañía de cable que compren los derechos del Mundial de Futbol 2018 y someter a los venezolanos a ver los juegos que a éstos se les dé la gana es una violación a nuestro espacio radio eléctrico y a nuestra soberanía en telecomunicación. Ni con la poca capacidad tecnológica que hubo en mundiales anteriores, jamás a los venezolanos se les sometió a este tipo de transgresiones; las empresas de TV privadas siempre transmitían los juegos y los venezolanos los disfrutaban en familia o con amigos. Ha sido una gran debilidad del gobierno haber permitido este tipo de situación ¿por qué CONATEL no hizo nada? Estar nuestra soberanía al filo de la navaja significa enfrentar una coyuntura difícil. Y esta no se trata solo de agarrar un fusil e ir a defender nuestro territorio de los cascos azules, o de una invasión colombiana o gringa; no, va mucho más allá de eso. Necesario es defender nuestra soberanía que reside intransferiblemente en el pueblo. Hay que reencontrar o buscar el equilibrio que requiere actuar y pensar en un mundo que no es pura materia pero que no podría existir sin un orden visible y perceptible. El difícil y peligroso camino que estamos transitando nos está conduciendo a la pérdida total de nuestra soberanía y como bolivarianos debemos hacer algo, ya que bastante costó a nuestros libertadores, incluyendo a Chávez, defender y liberar la patria de las tutelas que otros poderes (internos y externos) pretendieron ejercer sobre ellos. Debemos soberanamente defender la historia, el derecho de nuestros recursos, nuestra moneda, nuestra gente, nuestro territorio, pero sobre todo nuestra idiosincrasia que es la que nos identifica como venezolanos y como hijos de Bolívar, el hombre que defendió la soberanía a seis naciones como ningún otro ciudadano del mundo. La soberanía es la suprema, perpetua e inalienable potestad de un Estado de darse sus propias leyes. Ni el gobierno ni el soberano puede ceder, comprometer o condicionarla porque constituye la identidad como nación y como pueblo, como una absoluta seguridad de lo que somos y representamos, extendiendo la mano al otro, reconociéndola como un atributo de la naturaleza y de la humanidad.