El Reloj del Tiempo

Francia y USA, buscan implementar una contrainsurgencia envolvente

La estrategia en la Guerra no convencional de la Unión Soviética fue definida, desde el principio, por el propio Lenin; y así de la suma de la concepción de la guerra como la continuación de la política por otros medios, extraída del General prusiano Clausewitz, y los principios marxistas de la lucha de clases la Unión Soviética convirtió a las naciones de Asia, África e Iberoamérica en el centro de la Guerra Fría como dejó bien claro el Ministro de asuntos Exteriores soviético Andréi Kosiguin el 3 de julio de 1972: " la política de la coexistencia pacífica… procede de la inadmisibilidad de aplicar la fuerza a la hora de resolver ciertas cuestiones entre Estados. Ahora bien, ello no significa en ningún caso negar el derecho de los pueblos a oponerse por las armas a las agresiones externas o a luchar contra la opresión. Este derecho es sagrado e inalienable y la Unión Soviética apoya sin dudas a quienes lo hacen valer". La Unión Soviética creó para la Guerra no convencional a los Spetznaz, Fuerzas Especiales, cuya organización se implantó en todos los movimientos guerrilleros comunistas mediante su formación en la Escuela de sabotaje de Praga, el Instituto Lenin o la Universidad Patrice Lumunba y su entrenamiento en Bakú, Odessa, Tashkent o Simferopol en Crimea.

En este tiempo, en Latinoamérica, el comandante Hugo Chávez Frías, asumió este concepto y lo transformó en el pacto cívico- militar. Pero, las fuerzas castrenses en Venezuela tuvieron y les tienen miedo a las milicias, porque su fin último es suplantar al ejército tradicional. Pero, la traición se hizo presente y empezó un programa de desaleración que neutralizo a los cuerpos emergentes de acción militar con militares medios y nuevos reclutas y las milicias, no tienen escuelas de cuadros y formación de carácter militar, como lo hizo Lenin, en una recomendación de Trotsky.

En la Guerra Fría las dos superpotencias se enfrentaron en terceros países armando y adiestrando a los contendientes. Por ejemplo, en El Salvador, desde 1981 a 1984, la coalición de cinco grupos revolucionarios marxistas denominado Frente de Liberación Nacional Farabundo Martí atacaron la economía nacional a lo que el Congreso norteamericano, en la época de Reagan, contestó incrementado la ayuda de 64 millones concedida en 1980 a 156 millones en 1981 para evitar el hundimiento económico de El Salvador. Con la campaña de sabotaje económico el FMLN "se benefició de la erosión de la economía, básicamente porque supo crear su propio sistema de financiación al margen de la economía nacional. Sus baluartes eran regiones rurales aisladas como Morazán y Chalatenango. Arrasadas y empobrecidas por la guerra civil, estaban completamente aisladas del resto del país. Sin líneas telefónicas, sin electricidad y sin agua corriente, la población sobrevivió gracias a la economía de guerra que promovió la guerrilla, basada en la subsistencia y en las ayudas externas, como las armas y los fondos que los soviéticos suministraban, el 95 por ciento de los combatientes de la guerrilla procedían del campo.

En este contexto los EEUU sostuvieron la economía de El Salvador para evitar que el FMLN impusiera su modelo mientras reformaron la estructura social en el campo y en el mundo empresarial. A pesar de todo el conflicto quedó en tablas. En los conflictos intermedios los soviéticos preferían patrocinar el terrorismo de Estado que enviar tropas como hicieron los países occidentales. En 1949 y 1950 comenzaron los envíos soviéticos para atraerse a Grecia, Palestina, Egipto, Etiopía y Kenia. Es más, el deseo de la Unión Soviética de echar a los británicos de Oriente Medio los llevó a armar por igual a judíos y palestinos. A esta lista no tardaron en sumarse Cuba, Zimbabwe, Mozambique o Angola.

Tras la II Guerra Mundial Occidente trabajó para contener la amenaza comunista, en Europa Occidental, África, Asia e Iberoamérica, y la Unión Soviética contestó apoyando la Guerra de guerrillas. Esta modalidad de guerra llevó a Francia a la derrota en Indochina. Ya en 1949, los franceses desarrollaron una nueva estrategia. Empezaron a entrenar a hombres de las tribus de las montañas, así como a minorías religiosas para que se convirtieran en agentes secretos, en saboteadores y en operadores de radio. También reclutaron a delincuentes, como los piratas Nung, que operaban en el golfo de Tokio, y los Binh Xuyen, gánsters y piratas fluviales radicados cerca de Raigón, para convertirlos en combatientes de la guerrilla… Estos maquis eran la réplica de los comandos comunistas; luchaban con las mismas tácticas de terror que el enemigo

Los comunistas se financiaban gracias a la confiscación de las cosechas de opio en Laos, con cuyos beneficios obtenían el armamento de China. Así dada la impopularidad de esta guerra en la Metrópoli, Francia comenzó a financiarla a través de su Servicio de Inteligencia Exterior, SDECE, que volvieron a copiar las técnicas comunistas y desarrollaron la Operación X. En 1953 las cosechas de opio en Laos fueron compradas por el SDECE, cerrando el paso al enemigo; enviadas por avión al sur de Vietnam para ser refinado en Saigón por los traficantes, una parte se vendió en la zona; otra parte se transportó a Hong Kong; y una tercera parte llegó a Francia, Europa y EEUU a través de la mafia corsa.

Por tanto, la creación y financiación de la Guerra de guerrillas alentada por la Unión Soviética para la expansión de la Revolución Mundial fue copiada por Francia en Indochina para combatirla mediante la doctrina de la Contrainsurgencia.

En 1951 el presidente John F. Kennedy legitimó oficialmente la nueva doctrina y la sacó a la luz. ‘La seguridad del mundo libre no sólo está amenazada por un ataque nuclear –dijo Kennedy el 28 de marzo de 1961 ante el Congreso-, también puede sufrir agresiones desde la periferia llevadas a cabo por fuerzas subversivas, por infiltraciones, intimidaciones o acciones indirectas o veladas, por una revolución interna, por el chantaje diplomático, por la guerra de guerrillas o por un conjunto de guerras limitadas" Es más, en su primera semana de mandato presentó una propuesta para crear un programa de contrainsurgencias dentro de las Fuerzas Especiales norteamericanas. Pronto comenzaría tanto la creación de los grupos que serían enviados a tomar Cuba, Operación Mangosta, como la llegada de las Fuerzas Especiales a Asia, África e Iberoamérica para la Guerra no convencional. En Vietnam se desarrolló la Operación Águila Negra con la cual eliminaron a miembros de alto rango del Vietcong; en El Salvador y en Guatemala desarrollaron una Guerra psicológica basada en el terror para acabar con las guerrillas comunistas.

Pero con la llegada de la primera crisis del petróleo los dirigentes árabes aprendieron el poder de los petrodólares para financiar el terrorismo de Estado. Gaddafi fue uno de los mejores ejemplos ayudando desde los años setenta a la OLP, el IRA o el ANC sudafricano e incluso creando un sistema de bonificaciones para misiones suicidas o especiales como la de Septiembre Negro en los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972 o a Carlos por el secuestro de los ministros de la OPEP reunidos en Viena en 1975. Era la época en que se apodó a Gaddafi como el ‘padrino del terrorismo’. Sin olvidar que aprovechó la Guerra civil del Chad para ocupar el norte del país, rico en uranio y manganeso. Ni que trabajara por unificar Túnez, Argelia, Chad, Mauritania y el Sahara Occidental en una República saharaui bajo la dirección de Libia que el presidente Mitterrand desbarató. En 1985 con la caída espectacular de la economía petrolera de Libia todas estas acciones se diluyeron a la par que aumentó el descontento social que hoy en día han derrocado el Régimen de Gaddafi.

La gran incógnita, es porque los comunistas dejaron a Muhammad Gaddafi a merced de los franceses y británicos, sin duda, la falta de formación política y militante, además de ser unos delatores de primera, cuando ganan una posición económica forman algabría por enriquecerse, ignorando que hay un pueblo que ama el trabajo y la familia.

En los años ochenta un escritor egipcio llamado Muhammad Hasseinine Haykal descubrió, mientras investigaba los archivos imperiales de Teherán, una copia del acuerdo ratificado por los jefes de varias agencias internacionales de contraespionaje como la francesa y la de Arabia Saudí, el 1 de septiembre de 1976, para crear una organización secreta y realizar operaciones anticomunistas en el Tercer Mundo. Nacía el Club Safari cuyo Cuartel General, con el permiso del presidente Sadat, estaba en el Cairo dotado por un equipo técnico de última generación entregado por Francia. La razón principal fue que tras la derrota de Indochina Francia se sumó a la doctrina de la contrainsurgencia para apoyar económica y militarmente, por mediación de terceros, a las fuerzas anticomunistas. Como consecuencia, Henry Kissinger, secretario de Estado con Nixon, promovió la idea de emplear grupos afines para llevar a cabo operaciones vitales que contribuyeron a contener la expansión de los movimientos marxistas. Así, se estableció con mucho cuidado un listado de Estados amigos: Francia, Marruecos, Egipto, Arabia Saudí y Persia. Argelia también fue invitada a participar, pero el autoproclamado régimen islámico-socialista de Bumedian declinó la propuesta . Una de las primeras acciones del Club Safari fue ayudar al dictador somalí, Siad Barre, en la guerra con Etiopía. Los soviéticos habían abandonado a Barre por Etiopía. Era el día a día de la Guerra Fría.

Por otro lado, Cuba como centro estratégico de gran valor recibió anualmente cerca de 4 mil millones de dólares en la década de los ochenta para alimentar la guerra de guerrillas en Iberoamérica. De esta forma en el norte de Cuba se creó uno de los centros de entrenamiento más famosos del orbe comunista, la Base militar de Guanabo, donde se recibió a nicaragüenses, colombianos, salvadoreños angoleños, reclutas de Oriente Próximo, etc. "Tras una máscara ideológica, Moscú y la Habana también manejaron las insurrecciones armadas como si de un negocio se tratará… la Unión Soviética no dudó en cobrar a las organizaciones armadas por sus servicios… Cuba tenía una visión bastante parecida. Castro mandó miles de soldados cubanos bajo el disfraz de trabajadores de la construcción, para que ayudaran a todos los grupos armados comunistas desde Angola hasta Nicaragua, desde Malí hasta la isla de Granada. Para ello cobraban un precio mensual fijado de antemano".



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Emiro Vera Suárez

Profesor en Ciencias Políticas. Orientador Escolar y Filósofo. Especialista en Semántica del Lenguaje jurídico. Escritor. Miembro activo de la Asociación de Escritores del Estado Carabobo. AESCA. Trabajó en los diarios Espectador, Tribuna Popular de Puerto Cabello, y La Calle como coordinador de cultura. ex columnista del Aragüeño

 emvesua@gmail.com

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