Con los ojos brotados de puro odio, y gesticulaciones inconexas, en ensañadas frente a un espejo, el pequeño gran mentiroso de la nueva camada de mediocres creadas por un loco que habita en la Casa Blanca, sentenció, sin fuerzas en sus brazos, que ahora sí iba la ayuda humanitaria, tronara, lloviera o relampagueara… "El 23 de febrero, si o si". Para lo cual le lanzaba un salvavidas a los militares de todos los rangos, habidos y por haber, para que coadyuven a la noble tarea con raíces en el nido de víboras, encabeza por Donald Trump, o si no que se abstengan a las consecuencias. "Ya lo verán, ya lo verán, como que me llamó Juan Guaidó".
¡Para ya!... Sácate ese odio que te consume. Odiar es malo, muchacho. El odio no es cosa de Dios. Sacude esa emoción, convertida energía mala, dañina, perversa que no sólo daña al otro, sino que te daña a ti mismo. Tu odio a Maduro, envenena tu alma, y la sumerge en una tenebrosa oscuridad, desde no podrás salir nunca, si no paras. El odio penetra en tu mente y la somete, y la pone al servicio de esa emoción destructiva. "El que odia, dice un especialista, detesta profunda y visceralmente al objeto odiado y desea perjudicarle… El que odia sufre mientras que el odiado, en muchas ocasiones, ni si quiera se da cuenta de lo que pasa…".
El odio es tan destructivo que no solo afecta significativamente al sujeto, sino que su odio se irradia hacia los cuatro constado, hasta llegar a lo último de un ser humano: vender a su patria. Todo por ver satisfecho su maligno deseo. Les digo, con todo respeto, a las personas que desean la muerte del presidente Nicolasa Maduro y la destrucción del país donde vieron la luz por primera vez, paren esa locura, y piensen en la patria. Piensen en sus hijos y sus nietos. ¿Qué quedara para ellos, si los marines pisan, con sus botas ensangrentadas, el suelo patrio? Nada. Absolutamente nada. Todo será destruido y las riquezas naturales robadas por el invasor. No es un invento mío. Es la realidad que se sustenta en la historia llena de invasiones y destrucción por parte de los Estados Unidos.
Evita, por todos los medios, una guerra civil entre los venezolanos, tal como lo desea Donald Trump y tú mismo, según tus propias palabras. Te acompaña un grupito de disociados y apátridas que no solo odian, sino que llaman a un invasor para que los monten sobre el poder. Poder que no les servirá de nada. Ni siquiera para remover los escombraos que queden, pasado el huracán de la muerte sobre la tierra que dio a su mejor hijo: Simón Bolívar. Vea como está Irak. Mire lo que quedó de Libia. Perciba el status actual de Afganistán… ¿Quieren sacar a Maduro del poder? Está bien. Eso no es malo. Pero sáquenlo como manda nuestra Constitución: a través del voto. ¿Por qué el apuro? ¿Por qué el desespero? Seis años pasa rápido. Vendrán las elecciones presidenciales, y habrá la posibilidad de echar fuera del poder al chavismo.
La izquierda venezolana, en la década de los 60, fue derrotada por las fuerzas de Rómulo Betancourt. Los guerrilleros tuvieron que bajar de las montañas, y enterrar sus armas. Y, hasta la llegada de Hugo Chávez, estuvo aplastada por el contubernio de Acción Democrática y Copei, fundamentalmente. Pero la dirigencia de aquella época no incitó al odio. Depusieron las armas y se integraron al sistema democrático, sin odiar, sin desearle la muerte a nadie. Vinieron muchas derrotas electorales, pero se mantuvo viva las esperanzas, hasta que cristalizó con la llegada del chavismo al poder… Si la derecha tiene la razón y son mayoría, ¿qué les cuesta esperar un poco, sólo un poco. José Vicente Rangel, fue candidato presidencial de la izquierda en dos o tres ocasiones. Perdió. Nunca canto fraude y llamó a la violencia. Teodoro Pekoff, también fue candidato. Perdió y no canto fraude, ni llamó a sus partidarios a quemar gente, ni a destruir propiedades públicas o privadas... Por favor, piensen un poquito, y abandonen las predicas de Donald Trump, que sólo está interesado en ponerle la mano a nuestro petróleo y a otras riquezas, como el oro.
LA ÑAPA:
La primera sentencia fue el 5 de enero, le siguió el 10 y luego el 23. Nada pasó. Más tarde habló el pinocho más grande que ha parido esta tierra, y habló del 2 de febrero, del 4, y también del 12… Y ahora, con su cara bien lavada, indica que la cosa será el 23 de febrero. Maduro sigue mandando, como lo autoriza la Constitución, y seguirá después del 23… ¡Se cansa uno!
Teofilo Santaella: periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la isla del Burro en la década de los 60.