Trump terminó la semana frotándose las manos, gritando eufórico a través de sus Redes Sociales: "No colusión. No obstrucción. Para los enemigos y demócratas de la izquierda radical GAME OVER", pensando así que se había librado ya de la más peligrosa y certera amenaza que se haya vertido sobre su actual período de gobierno y que afectará irremediablemente lo que será su campaña para la reelección en el año 2020. Nos referimos al denominado informe Mueller o la trama rusa como la llaman los medios, que en el caso de Trump pudiera denominarse cinematográficamente como la pesadilla mortal.
Más para este arrogante magnate, acostumbrado a la soberbia de poder comprarlo todo, de poder manipularlo todo, a punta de prebendas y tráfico de influencias. Sin embargo, al estar bajo la lupa de la presidencia norteamericana, no puede escapar y ocultarse del escudriñamiento implacable de sus adversarios políticos, tanto en la acera de los iracundos seguidores del partido Demócrata, como entre los renegados de las propias filas Republicanas. Instituciones federales, medios de comunicación y una gran cantidad de exempleados molestos, han mostrado a la luz pública el temperamento, maquinaciones y las acciones de dudosa legalidad y evidente falta de ética de este empresario, devenido circunstancialmente por la providencia en presidente norteamericano.
A todas estas, la trama rusa se refiere a supuestas operaciones ilegales ocurridas durante la campaña para las elecciones presidenciales del año 2016. Las agencias de inteligencia norteamericanas pusieron al descubierto múltiples acciones de interferencia en una campaña orquestada y ejecutada para "favorecer la victoria del magnate neoyorquino. La injerencia se sirvió sobre todo de propaganda y ciberataques, que incluyeron el robo de correos de los demócratas, destinados a denigrar la candidatura de Clinton".
A partir de la filtración de los correos Demócratas, con parte de sus estrategias de campaña, el foco de sospecha de los investigadores se centró sobre varias "reuniones y contactos" realizados casualmente por el entorno cercano de Trump (incluyendo a sus propios familiares) con posibles representantes diplomáticos extranjeros rusos, dispuestos, en teoría, a apoyarlos durante la campaña. Trump intentó por todos los medios, con su enorme maquinaria de poder, negar, ocultar y desestimar todas las acusaciones. De allí que la "influencia" ejercida por Trump durante las investigaciones se entienda como un grave delito de colusión para obstruir la justicia.
Como señala el propio informe Mueller, el mafioso Trump estaba tan consciente de los delitos y pecadillos cometidos durante la campaña electoral, que delante de sus propios funcionarios estando ya en la Casa Blanca, refunfuñó con resignación: "Oh Dios. Esto es terrible. Este es el final de mi presidencia. Estoy jodido… Se suponía que debías protegerme".
Es evidente la levedad en la alegría de tísico de Trump. Ya los Demócratas en el Congreso norteamericano alzaron el hacha de la guerra. Solicitaron al Departamento de Justicia que les entreguen copia completa y sin censura del informe Mueller. Solicitaron además que el Fiscal General comparezca ante el Congreso para interrogarlo sobre las manipulaciones del caso. Los Demócratas van a insistir en esta batalla para demostrar que el para nada impoluto Trump cometió obstrucción de la justicia.
Un Trump iracundo respondió, ante esta nueva amenaza, que el informe Mueller estaba escrito por "18 demócratas enojados llenos de odio hacia mí, que son fabricadas y totalmente falsas". Tratando así de desacreditar la actuación del Congreso. La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, ripostó señalando que "La única manera de comenzar a restaurar la confianza pública en el manejo de la investigación del fiscal especial es que el mismo proporcione el testimonio público ante la Cámara de Representantes y el Senado lo antes posible". Esta gente va con todo para continuar la presión sobre Trump y mantener viva la posibilidad de abrir un proceso de destitución del presidente, principalmente cuando ya abundan los precandidatos de ambos partidos para la campaña electoral del año 2020.
Frente a todo este escenario de conflicto doméstico, el inescrupuloso y mentiroso presidente Trump es capaz de crear y atizar varios conflictos bélicos, comerciales y políticos con tal de distraer y desviar la atención de la opinión pública y los organismos federales de investigación judicial.
Tiene actualmente los frentes abiertos de la guerra comercial y arancelaria con China, Rusia y la Comunidad Europea. Tiene los permanentes frentes bélicos en Afganistán, Irak, Libia y Siria. Ha arreciado con su acoso y bloqueo a varios países del orbe; además de las amenazas de invasiones y ataques preventivos (lo llaman "humanitario") en contra de Irán, Corea del Norte y Venezuela.
Al parecer somos el Trapo Rojo de Trump. Formaremos parte de su campaña electoral, todos juntos rumbo a la reelección del año 2020. Si alguien tiene dudas de que esta es la lógica dominante en la cultura de democracia occidental que promueve el belicoso Tío Sam, lean las certeras palabras que el expresidente norteamericano Jimmy Carter le expresó a Trump: "Desde 1979, ¿sabes cuántas veces China ha estado en guerra con alguien? Ninguna. Y nosotros hemos estado en guerra todo el tiempo", agregando además que, "durante los 242 años de su existencia, Estados Unidos ha estado en paz solo durante 16 años". No quedan dudas de que este decadente Imperio ha sobrevivido exclusivamente de la política de arrase, destrucción y barbarie.