El desquiciado de Donald Trump sigue pasando pena a nivel planetario. Como todo un fanfarrón aseguró que iba a sacar todo su arsenal de la muerte para destruir a Irán, borrándolo de la faz del universo. Sin embargo, pasan los días y todo parece indicar que ha reculado. Que todo era parte de su show mediático, uno más de sus achaques histéricos.
Posterior a su personalísima responsabilidad en la aprobación del infame asesinato del general Qasem Soleimani, un evidente crimen a sangre fría ejerciendo el terrorismo de Estado que caracteriza al imperio norteamericano, ha debido contenerse por el contundente y certero repudio de países y organismos internacionales. También por la decidida respuesta de Irán, demostrando la efectividad del despliegue de sus misiles de largo alcance (capacidad que muy pocos países poseen), los cuales pueden llegar a infinidad de objetivos militares norteamericanos en toda la región.
Estados Unidos tuvo que meter el freno de mano y aguantar en silencio el ataque de los misiles iraníes a sus bases en Irak. No dio respuesta alguna de manera inmediata. Pero es indudable que Trump ha abierto las puertas del infierno, donde lo espera Hades en ese inframundo. Ha activado la peor de las pesadillas. Los fantasmas acosarán al maléfico Trump, por el temor cierto de recibir ataques en cualquiera de los múltiples frentes abiertos en todo el planeta. Los escenarios varían desde represalias para forzar el cierre del Golfo Pérsico (solo en el Estrecho de Ormuz: "17 millones de barriles de petróleo pasan por este estrecho diariamente. Por él circula más del 20% del crudo mundial"); ataques a sus bases militares ("el país norteamericano cuenta con entre 50 y 70 mil soldados distribuidos en once países de Medio Oriente"); ataques a sus instalaciones dentro de territorio norteamericano; y un largo etcétera que hace recordar la catastrófica debacle de las Torres Gemelas en el año 2001. El irresponsable de Trump ha activado el pánico y ahora deberá convivir con esta tenebrosa realidad por el resto de su vida.
Todo el planeta está en vilo. Sus quejosos "socios" de la OTAN tuvieron que apoyarlo muy a regañadientes, porque saben que una guerra se la tragarán ellos de primera mano. No solo por la cierta posibilidad de enfrentamientos dentro de su territorio, también está presente la posibilidad de que el conflicto genere las ya conocidas oleadas de refugiados provenientes de los países donde se desaten o escalen los conflictos.
Del lado de los Perros de la Guerra (el poderoso lobby de fabricantes de armas) y los belicosos halcones del Pentágono están más que contentos porque este estado de alarma, pánico y permanente alerta militar les redituará ingresos por miles de millones de dólares de los contribuyentes norteamericanos. Todo lo necesario para justificar la adquisición de nuevas y más mortíferas armas. Esto de seguro convertirá en grandes ganadores a las opulentas corporaciones militares. Una millonada de dólares, que como ha señalado la congresista norteamericana Ocasio-Cortez, nunca están disponibles para atender las necesidades de salud, alimentación o vivienda de millones de pobres dentro de ese país. Sus palabras son más que contundentes: "Las personas que le dicen que SÍ tenemos dinero para la guerra, pero NO tienen dinero para atención médica, dinero sin costo de matrícula, dinero para infraestructura o dinero para Green New Deal están jugando con usted".
Para intentar controlar al desquiciado Trump salieron al frente varias voces contrarias a los tambores de guerra que quieren imponer desde la Casa Blanca. Empezando por la aprobación de una moción donde "el Congreso instruye al Presidente para que desista del uso de las Fuerzas Armadas de EE.UU. para iniciar hostilidades contra Irán, su Ejército o Gobierno". También el respetado senador Bernie Sanders alertó a todo el pueblo norteamericano que "La Constitución es muy clara: es el Congreso, no el presidente, quien decide cuándo vamos a la guerra. El Congreso debe hacer todo lo posible para evitar la guerra con Irán". Y soltó además esta perla, "Si nos involucramos en una guerra en Irán, con toda probabilidad será aún peor que la guerra en Irak". Claridad absoluta sobre el calamitoso camino escogido por Trump.
El panorama electoral aún no está claro para Trump. Pareciera que su estrategia de fabricar una guerra para distraer la atención de su juicio político le hará aumentar su impopularidad entre la mayoría del pueblo norteamericano (recordemos que en las elecciones del año 2016, Trump sacó 2.868.691 votos populares menos que la candidata Hillary Clinton; así que a duras penas ganó la presidencia por la persistencia del método poscolonial de los Colegios Electorales). Así que es evidente que Trump está afanado en tributar la presente campaña electoral exclusivamente a sus partidarios más duros, los pertenecientes a la poderosa élite blanca de la extrema derecha conservadora. Gente probadamente intolerante y racistas a rabiar. Con ellos bajo su regazo Trump intentará apuntalar su tambaleante reelección presidencial.