Ante la inminente derrota electoral que se le avecina, empiezan las morisquetas y maromas del deschavetado presidente Donald Trump para tratar de evitar el cataclismo. Todas las encuestas dan perdedor al candidato Republicano. En la acera de enfrente, Biden mantiene una ventaja promedio sobre los 8 puntos en todos los sondeos y lo más importante, está ganando en los estados clave (Swing States) como Florida (a pesar de los lloriqueos de la ultraderecha), Arizona, Michigan o Carolina del Norte.
Ante estos nefastos escenarios electorales, Trump reaccionó nuevamente iracundo, despotricando de todo a su alrededor ante la evidente caída de su popularidad. En su desquiciada mente no existe la posibilidad de asumir la responsabilidad por la negligente gestión de su gobierno de la pandemia del Covid-19, con más de 4.700.000 infectados, 155.000 muertos y el colapso del sistema de salud; por la catastrófica contracción de la economía, con una caída superior al 32% (acabando con su mayor bandera política), con el abismal aumento de las solicitudes del subsidio por desempleo, que alcanzó a más de 18 millones de trabajadores cesantes al cierre de junio 2020; y por los indignantes y recurrentes casos de discriminación racial (por su recurrente exacerbación de los supremacistas blancos, a los cuales pertenece), generando una imparable ola de protestas por todo el país.
Para Trump todo es un complot para dañar su mesiánica gestión. Por lo que ha continuado en su malicioso metarrelato de poner en duda la integridad del sistema electoral norteamericano. De su incendiario verbo enardecido han salido temerarias elucubraciones apuntando a la amenaza de injerencia extranjera durante el proceso electoral, declarando de manera irresponsable que "Las potencias extranjeras y otros imprimirán millones de papeletas". Como buen pendenciero ha enfilado sus descargas histéricas contra el mecanismo del voto por correo, quizás como una artimaña para asustar o desalentar a los electores contrarios a su causa.
En este procedimiento (por los demás seguro para evitar riesgo de contagios del Covid-19) el votante solicita el formato del tarjetón que le llega por correo a su casa, vota por el candidato de su preferencia y devuelve el sobre con el voto por el mismo correo. A Trump ahora no le gusta este sistema, vociferando quejoso que los Demócratas le van a meter millones de "votos planos". Seguramente el maniático Trump debe estar contando con la "valiosa" asesoría de probados hampones electorales como los de Sumate (2004) o la extrema derecha venezolana (2016) que durante sus intentos de referendo revocatorio metieron entre sus "firmas planas" a cientos de votantes fallecidos o falsificaron miles de firmas usurpando la identidad de los verdaderos electores. Los altos criminales se juntan en sus maléficos fines.
Trump soltó que "NO HAY manera (¡CERO!) de que el Voto por Correo será nada menos que substancialmente fraudulento. Los correos serán robados, las papeletas serán falsificados & incluso impresos ilegalmente & firmados fraudulentamente". Esta injustificada crítica, sin prueba alguna, la realiza a pesar de que él mismo ha votado en infinidad de procesos vía correo. Y los casos detectados desde 2008 apenas alcanzan los "45 casos en un universo de más de mil millones de votos emitidos". Todo el espectro político de Estados Unidos, Demócratas y Republicanos al unísono, han puesto el grito en el cielo señalando que "sus declaraciones socavan la credibilidad e integridad del sistema electoral."
Finalmente, previendo su debacle en el escenario electoral, Trump ha enfilado sus energías en contra de la mismísima fecha de las elecciones, pautadas para el martes 3 de noviembre de 2020, señalando que la variable del Voto por Correo la haría la más "fraudulenta de la historia", por lo que sugirió, sin tener la cualidad legal o la competencia para ello, "Retrasar la elección hasta que las personas puedan votar de manera adecuada y segura?". Ante esta falaz provocación, el líder de la mayoría del Senado, el republicano Mitch McConnell, señaló que "Nunca en la historia de este país, ya sea en medio de guerras, depresiones o la Guerra Civil, hemos dejado de celebrar las elecciones federales a su tiempo". Esta contundente respuesta demuestra que ni en el propio partido de Trump hacen caso de sus desquiciados disparates.
Trump está en su laberinto. Deshoja las margaritas ante la inminente derrota electoral. Se desorbitan sus ojos viendo incrédulo como se acerca velozmente a su muerte política. Pero alerta, de su mente criminal, inmoral e inescrupulosa puede irrumpir cualquier salida desesperada, incluyendo manipular al electorado, crear guerras o conflictos planetarios. Hará cualquier cosa para voltear la balanza a su favor.