Transición bajo estado de sitio

La negativa del inefable Donald Trump de reconocer la derrota en las elecciones presidenciales y su permanente arenga incitando a la violencia trajo los amargos frutos de la violencia que todos presagiaban y que pudiera conducir a una larga guerra civil.

El asalto al Congreso del 6 de enero y la violencia desatada por todo el país, reventó la burbuja de cristal que falazmente mostraba al sistema político norteamericano como una democracia perfecta, fulgurante, digna de su eterna emulación por todo el planeta. Por el contrario, el ataque de los iracundos partidarios de Trump, malos perdedores por demás, reveló el talante reaccionario, intolerante y criminal de una amplia capa de la sociedad conservadora norteamericana, en cuyas filas se pasean sin rubor alguno psicópatas y fanáticos ejerciendo su "libre derecho" a la posesión y uso de armas de guerra como mecanismo de amedrentamiento y aniquilación del adversario político. Las huestes violentas de Trump dejaron hasta par de explosivos que tuvieron que ser desactivados el día de la toma violenta en los alrededores del Congreso.

Para evitar la repetición de estos vergonzosos sucesos, la toma de posesión de Joe Biden será la más blindada de la historia. Washington está casi en estado de sitio. Con los monumentos emblemáticos y las calles principales totalmente cerradas y protegidas con altas barreras y muros de seguridad. Una buena idea para evitar que Trump se infiltre sin permiso en la investidura presidencial.

No se permitirá la concentración de los iracundos partidarios de Trump en los alrededores del Congreso y la Casa Blanca. Estos espacios ya cuentan con un despliegue militar sin precedentes de más de 26.000 efectivos de la Guardia Nacional y de todos los organismos de inteligencia de ese país. Paradójicamente, las inéditas medidas de seguridad no son para prevenir y evitar un ataque proveniente de potencias o células extranjeras. No. El extenso dispositivo de seguridad es para proteger a la capital de ese país de ataques de los grupos neofascistas que se encuentran alzados en armas en contra de las instituciones representadas por el poder ejecutivo y el poder legislativo. En la jerga de seguridad interna a varias de las huestes violentas afines a Donald Trump las denominan milicias y las catalogan como potenciales responsables de ejercer el terrorismo doméstico.

Por eso Biden no la tendrá fácil durante todo su período de gobierno, principalmente por las permanentes amenazas de violencia por parte de estos grupos de fanáticos neofascistas. Los "grandes patriotas" de Trump, infame camarilla de perturbados, podrían desatar una campaña de odio y de venganza, amenazando la vida del propio Biden y los principales miembros Demócratas del Congreso. Solo hay que recordar el letal atentado ejecutado en contra de John Kennedy en 1963 en Dallas; y el intento de asesinato a Ronald Reagan (recibió disparo en el pulmón) efectuado en 1981 en el propio Washington DC. Todos los perpetradores fueron fanáticos blancos.

Las extremas medidas de seguridad implementadas para proteger la toma de posesión de Joe Biden en la capital del mismísimo imperio norteamericano, recuerdan a las "burbujas" creadas para proteger a los presidentes títeres que en tiempos pasados impuso a dedo Estados Unidos en países como Afganistán e Irak. En ambos países las denominadas "Zona Verde" (en Bagdad y Kabul), se convirtieron en verdaderas fortalezas para poner a buen resguardo a los gobernantes, diplomáticos y contratistas, todos temerosos de los mortíferos ataques de los adversarios políticos que contaban con el apoyo de la población y controlaban a su antojo amplios territorios y enclaves estratégicos. Ni la poderosa coalición liderada por Estados Unidos, con sus armas letales de última generación, pudieron nunca con la resistencia heroica de estos pueblos. Eso sí, el imperio norteamericano siempre esconderá el fatídico saldo que sus guerras de "liberación" dejaron en los países invadidos: millones de muertos, heridos y desplazados; la infraestructura y el aparato productivo totalmente destruido.

Como de costumbre, el "patriota" Trump no se da por enterado del desastre causado en la capital del país. Aún en modo negación, nunca asumirá la culpa por ninguno de sus criminales desmanes. Huye a Florida a pasar el duelo y el despecho hundido en un profundo hoyo de su exclusivo campo de golf. Nunca se hará responsable por el mal manejo de la pandemia del Covid-19 con sus miles de muertos o por haber exacerbado al máximo el racismo y la xenofobia durante su breve gobierno.

Con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca no cambiará mucho la política de bloqueo, coacción e injerencia en contra de Venezuela. El "Destino Manifiesto", falaz metarrelato del imperio norteamericano para dominar al mundo, está fuertemente sembrado en el metabolismo de Demócratas y Republicanos por igual. Los halcones son los que mandan. La soberbia imperial seguirá incólume con su línea de "Máxima Presión" dirigida quirúrgicamente desde el Departamento de Estado. Esta es una práctica común aplicada a escala mundial contra los países que no se subordinan a los intereses del Tío Sam.



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Richard Canán

Sociólogo.

 @richardcanan

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